- Redacción
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- 2000-06-01 00:00:00
En Bodegas Lan, fundada en 1970, todo empezó a cambiar cuando fue adquirida por el Grupo Celaya y se encargó la dirección a Javier Echarri. Desde ese momento se trató de elaborar los mejores y más personales riojas. A la obtención de ese fin se sumaron todos los medios que un bodeguero puede soñar.
El proceso ha sido arriesgado y costoso pero muy meditado. Se ha tenido en cuenta la colaboración permanente con dos universidades que, a través de sus departamentos de enología, viticultura y técnica, aportaban los criterios para cualquier innovación, desde el cuidado de la tierra que alimenta las vides, hasta la perfección de los corchos.
La espectacular obra arquitectónica de la sala de barricas y la osadía que allí han desarrollado los ingenieros amenaza con eclipsar lo que hay detrás. El espacio es mágico, tenues haces de luz que surgen del suelo iluminan una nave diáfana, abovedada sobre la superficie equivalente a un campo de fútbol y con espacio para apilar catorce alturas de barricas, hasta las 56.000 que están previstas. Sobre los pasillos se deslizan suavemente los cestos de las grúas que, dirigidos desde un ordenador central, eligen las barricas seleccionadas y las conducen a la sala de trasiega y limpieza. Durante todo el proceso cada barrica está identificada con un microchip en el que se va añadiendo la información de cada paso, el vino que contiene, su procedencia y elaboración, el tipo de madera de la barrica, las fechas de trasiega...
El control y la rapidez que genera la automatización no solo permiten elaborar y criar más vino sino hacerlo mejor. Mejor desde la base, desde la viña, desde los comedidos tratamientos de fertilizante mineral que reducen el rendimiento de la planta en pro de su calidad, o los análisis fenólicos para obtener en la uva el color y la madurez perfectas. Y esto no solo en el viñedo propio, en la milagrosa finca de Viña Lanciano, sino en los viñedos de proveedores controlados que han de cubrir anualmente la elaboración de unos tres millones y medio de litros. Han de ser vinos bien dotados, para mejorar en esa carrera de obstáculos que significa el tiempo y la barrica, ya que la casa solo pone su sello en tintos de crianza, reserva y grandes reservas.
De ahí que se esmeren en las experiencias con diferentes tipos de madera, seleccionada desde su procedencia, desde bosques de crecimiento lento del centro de Europa, de Francia, de Hungría, de Bosnia... Y de ahí también que sean tan puntillosos en los últimos pasos, en el embotellado en ambiente estéril y libre de oxígeno, y en la crianza en botella, con corchos seleccionados a lo largo del ciclo integral, del alcornoque de zonas frías a la manufactura.
La respuesta a esos esfuerzos se traduce en el reconocimiento mundial que reflejan las cifras de exportación -30% de la producción- y los premios internacionales. Los últimos llegan de la International Wine Challenge de Londres donde los nueve vinos presentados han sido premiados: Oro para Viña Lanciano Reserva 96 y Lan Reserva 96, bronce para Lanciano 95 y Lan Gran Reserva 94, y menciones de honor para el resto.
Lan presenta ahora una nueva marca, Culmen, que procede de un pago propio, El Rincón, y se ha criado durante 18 meses en barrica. El resultado es una producción limitada a 84.000 botellas y un vino pleno y expresivo, maduro y equilibrado entre lo varietal y lo mineral. Con Culmen, culmina, por ahora, la tarea de renovación de Bodegas Lan, emprendida bajo el empuje de su Presidente Juan Celaya, y bajo la experimentada dirección de Javier Etxarri.