- Redacción
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- 2000-10-01 00:00:00
¿QUÉ PASA CUANDO EL CAPITAL, LOS BODEGUEROS Y LAS levaduras SON TRANSPORTADOS DE UN LADO DEL MUNDO AL OTRO?
Cuando la Chardonnay partió de Francia y emprendió su camino a través del mundo, estaba claro lo que se buscaba con esta variedad en otros lugares: una copia de los grandes borgoñas blancos o del popular Chablis. Pronto llamaron «Chablis» también a estos vinos de California y de Argentina, aunque no tenían nada que ver con la procedencia original y rara vez con el sabor. Más tarde, las más modernas técnicas de bodega, la barrica o las virutas de roble produjeron clones similares, y los bodegueros especializados internacionales, un Chardonnay que, con o sin madera y un aroma exótico con notas de melón, pronto empezó a tener en todas partes un sabor tan similar, que ni los especialistas son capaces de adivinar siquiera el continente del que procede este vino convencional clonado.
¿Se está propagando esta tendencia? ¿Qué pasa con los vinos cuando el capital inversor, la técnica de bodega, las cepas de levadura y la experiencia de los bodegueros son transportados de un lado del mundo al otro? No hay una respuesta fácil. Las tendencias globales tienen sus ventajas y sus inconvenientes.
Algunos amantes del vino a la manera tradicional se quejan del imperialismo del estilo de los jugadores globales, despojados de todo sentido del terruño, que producen cualquier vino en cualquier lugar del mundo, allí donde los costes sean inferiores en cada momento. A los enólogos autóctonos les irrita la suficiencia que airean algunos de estos ricos con éxito. Pero, a veces, naufragan los novatos, cuando tienen que comprender que el suelo, el clima y las cepas se cierran a la sola exportación de dinero y técnica. También hay otras tendencias. Allí donde los buenos conocedores y los individualistas están dispuestos al encuentro cultural, pueden surgir uniones perfectas, sobre todo cuando el dinero no es un problema en los primeros años. Ésa es la gran oportunidad del intercambio global.
Basándonos en algunos ejemplos, hemos comprobado hasta qué punto se diferencian o no los vinos de los jugadores globales de los de las antiguas Casas tradicionales autóctonas. Jürgen Matthäss y el enólogo alemán Karlheinz Wehrheim cataron siete parejas comparables.
Argentina 1999, Chardonnay
El bordelés Jacques Lurton asesora bodegas en todo el mundo y produce en diversos países unos vinos modernos, frescos y juveniles, mayoritariamente en bodegas alquiladas. La casa tradicional Trapiche, fundada en 1883, pertenece hoy al gigante del vino argentino Peñaflor. Los dos Chardonnay sencillos y bastante asequibles resultaron completamente distintos.
Lurton, 13,5
Aunque en una segunda lectura resulte algo calculado, es un vino técnicamente muy bien hecho: en nariz recuerda un poco a la pera verde y al aguacate, de una manera verde y vegetal; al menos una parte de la uva probablemente se haya recogido muy verde, a pesar de su 13 por ciento de volumen de alcohol, y una parte se haya fermentado en barrica. Así se ha conseguido un vino muy adecuado al mercado, que evita los elementos negativos de la vendimia temprana y permite intuir algo de cuerpo por medio de la reducción de los ácidos; fácil de beber, resulta fresco.
Trapiche, 13,5
Un juego de maduración y aromas totalmente distinto: fruta que recuerda al melón amarillo casi sin elementos verdes ni acidulados, comprensible y fácil de entender; no tiene mucho cuerpo; resulta suave y acariciador; obviamente, uvas maduras, pero de cosechas abundantes; fermentado en frío y embotellado; de poca duración en boca; un Chardonnay bastante claro y sin complicaciones al estilo internacional actual; un vino de diario convencional bien hecho.
Nueva Zelanda 1999, Sauvignon blanc
La finca vinícola Cloudy Bay, una filial de Veuve Cliquot y, con ello, de la multinacional LVMH, se considera sinónimo del éxito y el gran prestigio del muy aromático Sauvignon blanc neozelandés. Y Hunters es uno de los productores de prestigio de la región, también conocido por su excelente Sauvignon blanc. Una pareja excelente, muy distinta. Tras mucho vacilar, al final nos resultó más simpático Hunters.
Cloudy Bay, 16
Aroma sensacional: notas de grosella extremadamente verde con maracuyá, casi agresivo en nariz y sorprendentemente «ligero» para un vino con un 13,5% de alcohol; en boca, manzana verde con algo de limón, acidez muy dura: un vino de una claridad agresiva, desde el primer momento hasta el último, vinificado de manera extraordinariamente moderna, calculado y elaborado para esta tipicidad; un vino que inmediatamente impresiona y del que no necesariamente se bebe más de una copa. Añade Wehrheim: «El excelente bodeguero no tiene nada que reprocharse, pero mirará con envidia a Hunters, porque ese vino muestra algo del terruño que el suyo no tiene.»
Hunters, 16
En el primer momento pensamos: plano, desvaído, pero luego probamos varias veces; en el aroma, también hierba, paja y algo de grosella espinosa; no sólo hay fruta primaria considerablemente más conservada, sino una complejidad mineral que despierta la curiosidad; en boca aún más claro: aunque de marcada acidez, es armónico y no agresivo; un magnífico posgusto que permanece en la lengua; comparado al Cloudy Bay, este vino resulta más «hecho a mano, franco»; nos parece sorprendentemente «francés» y podría ser un excelente vino del Loira; en cualquier caso es un vino que «deja sentado».
Italia 1996, Toscana
En 1995, Mondavi y Frescobaldi fundaron el ambicioso proyecto Luce en Montalcino, donde se elaboran vinos procedentes de varias regiones, entre ellos el vino superior «Luce», con Sangiovese y Merlot. Lo comparamos con un clásico de la región, de la finca vinícola de la familia Mazzei, que vive en Fonterutoli desde 1435.
Luce, 15,5
De uvas medianamente maduras del difícil año surgió un vino pulido, lleno de matices, con un aroma hábilmente elaborado y delicadamente acidulado de sándalo, cuero, vainilla y frutas rojas. En boca muestra gran elegancia y, además de grosella a la manera del Sangiovese, también un suave brillo; posgusto de taninos marcados; mejora considerablemente tras decantarlo; muy buen vino típicamente Chianti, que al menos en esta añada no resalta la Merlot.
Fonterutoli, 16
Chianti Classico Riserva
De los dos, este es el vino más imponente, también por estar elaborado con uvas más maduras; aroma maduro y armónico de panceta ahumada, ciruelas maduras y frutillas rojas; madera claramente perceptible; pero también la Sangiovese con una nota de grosella suavemente acidulada aparece pasado un rato, cuando se ha disipado el aroma ahumado; sorprendente juego entre madurez y aromas rojos de los viñedos altos; al final, mucho tanino y acidez, con un abocado frutal que hace de él un vino muy largo.
Sudáfrica 1997, Cabernet Sauvignon
Neil Ellis fue uno de los primeros enólogos independientes de Sudáfrica. Ahora posee su propia finca vinícola y, junto con el vinicultor alemán del Ahr, Werner Näkel, un viñedo. A Näkel le gusta catar el «Zwalu» que allí se produce junto a grandes vinos de Burdeos. Lo comparamos con el vino del propio Neil Ellis.
Neil Ellis, 14,5
Un tinto típicamente sudafricano con aromas animales que primeramente recuerda al ciervo recién destripado, después se le añaden frutillas rojas del bosque y zarzamoras. Este vino, de peso medio, claro en la copa pasado un rato, muestra más tarde matices rojo claro, ligeramente inmaduros; no obstante, se mantiene parte de la nota carnosa del principio.
Zwalu, 15,5
Neil Ellis/Werner Näkel
De nuevo aromas muy animales, pero un desarrollo mucho más exacto en la copa; la nota cárnica se mantiene casi invariable, pasado un rato se le añade mucha fruta: uvas muy maduras, ciruelas, algo de casis; más tarde, ligeras notas de pólvora. En conjunto, muy complejo y algo camaleónico; de los dos, es el vino más blando, lo que en absoluto significa que envejezca más deprisa; muy denso a pesar de una perceptible acidez, finamente elaborado y pensado para la armonía. Un logro notable para ser el primer vino de esta cooperación.
Chile 1997, Cabernet Sauvignon
De la cooperación entre la baronía Philippe de Rothschild con Concha y Toro surgió Almaviva, un proyecto diseñado totalmente para el encuentro de las dos culturas, desde la bodega nueva impresionantemente bella en Puente Alto hasta el decorado de las botellas. Queríamos saber si también lo lograron con el vino, comparándolo con el primus inter pares de los Cabernet superiores chilenos. Fue el encuentro más impresionante del día.
Almaviva, 17,5
El aroma ya muestra cuan cuidadosamente se trató la enorme madurez de la uva de la cosecha del 97: primero se intuyen unas notas verdes de pimienta con eucalipto; desemboca en un juego lleno de matices entre los aromas frescos de frutas rojas y una desarrollada madurez de madera; este vino de 13,5 grados, aunque mantiene equilibrio y fruta joven, está magníficamente madurado; en boca es casi juguetón, fuerte y denso, sin llegar a ser importuno; en la segunda parte del sabor se reconocen taninos de madera; se puede beber ya, pero seguro que será un placer durante muchos años; un magnífico ejemplo de la buena compenetración entre distintas culturas vinícolas.
Casa Real, 17
Santa Rita
La capitana de la cultura vinícola chilena se presenta algo cerrada, aún necesita algunos años de maduración en botella (y quizá sólo por eso se sitúa un poco detrás de Almaviva): rojo profundo con reflejos violeta; en nariz, extremadamente claro y, a pesar de su fuerza, una cierta delicadeza: eucalipto, zarzamora, grosella negra y muy fino trabajo de madera; fruta considerablemente más marcada que Almaviva y maduro-jugoso (14% vol.), pero no cansa, porque la fresca nota de eucalipto atraviesa todo el vino; en boca maduro y poderoso, al final el ácido le da frescor.
California, 1996
Las primeras añadas del Dominus de Christian Moueix (cuya familia, entre otras cosas, es propietaria de Petrus, Magdeleine y Trotanoy) fueron vinos duros, marcados por el tanino. Desde principios de los años 90 se produjo un cambio de estilo de la mezcla de Burdeos con gran parte de Cabernet: ahora Dominus es accesible antes. Lo comparamos con un coupage de Burdeos sobre base de Merlot, el prestigioso Matanzas Creek.
Dominus Estate, 18
No es un vino ligero (14% vol.) ni tampoco sencillo, sobre todo porque juega al camaleón durante mucho tiempo: primero huele algo enrarecido, casi a corcho (como algunos Burdeos recién abiertos), después se perciben finas frutas rojas, sigue una fase de desagradable olor a moho, hasta que por fin, pasadas casi dos horas, alcanza su momento óptimo: descarga fruta roja oscura, atravesada por ligeros aromas de cuero y de especias de roble; muy rico en matices y juguetón; de gran elegancia en boca y marcado por la multidimensionalidad; sólo se nota el alcohol al segundo sorbo; al final, los taninos aún mantienen el acento de la madera; gran potencial de desarrollo.
Matanzas Creek, 15,5
Este Merlot lo ha tenido muy difícil frente al magnífico Dominus, pero posiblemente también porque nos tocó una botella floja; ya nos asombró al abrirla con aromas ligeramente oxidados de manzanas macadas; con idéntico 14 por ciento de volumen de alcohol presenta una sustancia densa, casi grasa y sobremadura, impresionando más bien por su fuerza que por su finura; al final, taninos marcados; (no es posible hacer una valoración fiable; la calificación es una estimación de la calidad de las botellas «sanas»).
Hungría, 1995 Tokaji
La discusión sobre la correcta filosofía del Tokaj pronto caldeó los ánimos en Hungría tras la transición. Participaron en ella la filial de Axa, Disznökö, como revolucionaria, y la empresa estatal, que también tiene participaciones de Megyer. La cuestión era: estilo acentuadamente oxidativo o no. Tras este careo, nos parece resuelta.
Disznökö, 18
6 Puttonyos
Un vino que, a pesar de su fuerza y su concentración, aún nos llega maravillosamente ingrávido, sin duda un resultado del moderno estilo de elaboración, rigurosamente libre de oxidación, que acentúa el aroma y conserva el frescor: amarillo dorado claro; hechizante aroma de albaricoque, combinado con una leve nota de miel de pino; poderoso en cuerpo y extractos, pero delicadamente matizado con sus frescos y francos aromas y su fina acidez; carente de notas de podredumbre; con este vino queda demostrado una vez más que no hay camino que rodee la manera «moderna» de Tokaj, aunque también hay que considerar que la perfección que aquí se muestra no puede ser la regla.
Chat. Megyer, 15,5
5 Puttonyos
Aun siendo todo lo contrario a un mal vino, en esta comparación verdaderamente no tiene posibilidades, y no es en absoluto porque sólo tenga 5 puttonyos; más bien resulta más fuerte y pesado en aroma y en boca, pero ni con mucho alcanza la estructura y profundidad del segundo vino; amarillo anaranjado intenso; la uva sobremadurada trasciende en el aroma con bastante claridad: mosto y uva con mucha miel; en boca cremoso y potente, resulta pesado; posiblemente aún necesite algunos años hasta adquirir el barniz que le reste abocado y le confiera estructura.