- Redacción
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- 2001-02-01 00:00:00
El color negro del salpicadero, pasados algunos días, se había desvanecido bajo una fina capa de polvo. Había granitos de loess de los áridos viñedos de Cabernet en Villány, en el sur de Hungría. Y polvo de la carretera, levantado por los convoyes SFOR en Bosnia-Herzegovina. Naturalmente también arena roja de Dingac, ese espectacular viñedo inclinado sobre el mar en la península croata de Peljesac. Hemos recorrido 4.000 kilómetros visitando a los nuevos vinicultores del antiguo bloque del este. Saliendo de Viena, continuamos a través de Eslovaquia hasta la frontera de Ucrania. Después bajamos a las «islas del vino» dálmatas, junto a Dubrovnik, para subir finalmente por la costa, de regreso hasta Eslovenia. Muchas impresiones han quedado grabadas en la memoria. El rostro de una joven policía eslovaca con el cabello rubio recogido en un moño muy tirante que, antes de llegar a la verdadera aduana, estudió durante varios minutos nuestros pasaportes. Los ostentosos edificios de la nueva e ilustre aristocracia del vino de Tokaj. El concierto de ruiseñores en los bosques de Kutjevo. El casco antiguo de Sarajevo, donde vuelve a pulsar la vida. El vinicultor Frano Milos, que convierte el carácter salvaje de la variedad tinta Plavac Mali en algo extraordinario, sin querer domesticarlo al gusto internacional. Vinicultores almorzando sobre una manta extendida a la sombra de su «Trabant», ese coche tan cargado de simbolismo fabricado en la RDA. Lo muy nuevo, lo muy viejo y lo melancólicamente intemporal en Europa del este se funden con frecuencia de manera maravillosa.
Por todas partes, al borde del camino, veíamos pedazos de un pasado azaroso, a menudo imbricados en aventurada vecindad. Construcciones de módulos prefabricados junto a sinagogas derruidas. La grandeza de la monarquía del Danubio junto a la desolación del socialismo. Y en Croacia y Bosnia, las huellas de la guerra. También la vinicultura refleja a su manera los acontecimientos decisivos de un siglo de locos. Durante el socialismo, ser vinicultor se consideraba pequeño burgués y, en consecuencia, sospechoso. La economía dirigida definía el vino como un producto de masas fabricado industrialmente. Ahora ha surgido una nueva generación de vinicultores que se propone enlazar con la fama de días pasados. No sólo en Tokaj, sino también en el sur de Hungría, cada vez más en Croacia y sobre todo en Eslovenia se encuentran hoy vinos superiores que no han de temer la comparación con los internacionales. Y a pesar de ello, en occidente apenas se presta atención a estos vinos. ¿Por qué será?
Quizá sea porque, sencillamente, en estos momentos el este no está «de moda». No entendemos el idioma, hasta los nombres de vinicultores y viñedos son trabalenguas y, en su forma escrita, están salpicados de signos especiales que encontramos con dificultad en un teclado de PC. Los jóvenes consumidores prefieren la manera supuestamente relajada del Nuevo Mundo a la supuesta melancolía de la Europa del este. El Shiraz de «down under» y los Cabernet de la soleada California forman parte de un cierto estilo de vida, igual que el jersey Armani y las zapatillas Nike. Pero, a medio plazo, el tiempo juega a favor de los vinicultores del este. Porque la sed de nuevos descubrimientos actualmente es tan grande en lo que se refiere al vino como para los viajes. El este tiene una gran variedad de ofertas en ambos sentidos. El verdadero capital de los vinicultores del este son las variedades autóctonas. Tienen un buen potencial cualitativo las Furmint, Hárslevelü (de hojas de tilo), Királyleányka (hija del rey) y Kadarka, en Hungría; Grasevina, Zelenac, Marastina y Plavac Mali, en Croacia; Zilavka y Blatina, en Bosnia-Herzegovina; Rebola y Tocaj, en Eslovenia. Si los vinicultores logran vinificar estas variedades propias a la manera moderna, pueden contar con un mercado lucrativo en el campo de las especialidades. Tanto más cuanto que ya han surgido vinicultores con personalidades carismáticas en todas las regiones vinícolas de Europa del este. István Szepsy, en Tokaj, Tibor Gal, en Eger, Attila Gere, en Villány, Vlado Krauthaker, en Kutjevo, Frano Milos, en la península de Peljesac, y Ales Kristancic, en Goriska brda son tales mensajeros de su terruño. Quien los haya conocido, no los olvidará fácilmente, ni a ellos ni a sus vinos.
En nuestro viaje por Eslovaquia, Hungría, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Eslovenia hemos pasado unos diez puestos fronterizos; hace apenas noventa años, no habríamos salido de un mismo país. Pero lo que dijo Ales Kristancic, propietario de la floreciente empresa eslovena Movia, nos dio que pensar: «Deberíais dejar de preguntar siempre por la monarquía, el socialismo, la guerra civil y el antiguo bloque del este. Estamos hartos de que nos etiqueten de exóticos en el mundo del vino sólo por nuestro pasado. Por favor, consideradnos simplemente vinicultores de Europa. Dejad que hablen nuestros vinos. Comparadlos con otros vinos superiores europeos. Pienso que así llegaremos antes adonde queremos estar.»
Eslovaquia RUMBO AL VINO (1)
¿Triste Bratislava? Viajando por el Danubio, la mirada se detiene en una jungla de construcciones prefabricadas, grises y desmoronadas. Pero tras semejante desolación se abre un país fascinante, también en lo que respecta al vino.
La bella ciudad junto al Danubio ofrece, desde la distancia, la imagen de la desolación. La arquitectura socialista de cemento ahoga a Bratislava. Pero en el centro, cuidadosamente restaurado, se camina sobre adoquines. La mirada reposa solamente sobre edificios góticos, rococó, barrocos o renacentistas. Por la mañana temprano, las mundanas cafeterías están llenas. «Aunque los ingresos medios apenas alcanzan para subsistir, los habitantes de Bratislava cultivan cierto arte de vivir», dice Ingrid Vajczikova, la intérprete. En las tres vinotecas que hay en el centro de la ciudad, junto al Barolo, Champagne y Burdeos se sitúan, con consciente naturalidad, los vinos autóctonos. Por ejemplo, los vinos de Milan Pavelka y de la familia Matysák de Pezinok, un pueblo de vinicultores en la vertiente sur de los pequeños Cárpatos, a sólo 20 kilómetros al noreste de la capital. O bien los vinos dulces de Jaromira y Jaroslaw Ostrozovic, de Vel’ká Trna, esa zona vinícola en el extremo oriental del país que históricamente se adscribe al Tokaj.
Milan Pavelka, el mayor vinicultor privado de Pezinok, con 16 hectáreas de viñedos, llega raudo en un Skoda Octavia nuevo a la plaza de la iglesia, donde vinifica sus vinos en un edificio adyacente. En la limpísima bodega hay tanques de acero relucientes junto a barricas de roble Allier. Los vinos blancos resultan rectilíneos y de ácido marcado, al estilo alemán. Junto al Grüner Veltliner Kabinett del 98, también el Rheinriesling Spätlese del 98, con una fruta delicadamente floral y un suave brillo, es el vino más hermoso de los que nos da a catar. Su orgullo tinto, el «Neronet» elaborado en barrica, un Cuvée de St-Laurent, Portuguesa Azul y Alibernet (un cruce entre la Alicante Bouschet y la Cabernet Sauvignon), aunque con cuerpo, también posee una acidez enormemente marcada. Milan Pavelka, cuya familia lleva cuatro generaciones afincada en el pueblo, enraizada allí en la vinicultura, fundó su finca vinícola privada en 1995. En el futuro piensa plantar más Pinot gris, Cabernet Sauvignon y Alibernet. «Por su proximidad a la capital, Pezinok tiene muchas posibilidades de convertirse en un pueblo de vinicultores clásico», dice el joven Marek Matysák, cuya familia, en tal previsión, ya propaga la venta de vinos desde la bodega. Matysák ha completado su empresa en el centro de la ciudad con un restaurante donde se sirven especialidades locales, como Kapustnica (sopa de col agria fermentada) y Bryndzove’ Halusky (fideos caseros con nata agria y panceta). Aunque el grueso del vino aún se sigue vendiendo a granel, en otoño del 99 se han vinificado por separado nada menos que 25 vinos, desde el Grüner Silvaner hasta el Muscat de Mähr. Entre los vinos más logrados de esta finca se cuentan un Pinot gris Kabinett del 95, bien estructurado, con aromas de cítrico, esteatita y humo, y un Dornfelder del 96, que resulta elegante y carnoso a pesar de unas perceptibles notas de barrica.
Atravesando Kosice (cuyo centro histórico no tiene nada que envidiar al de Bratislava) en dirección oeste, el viaje nos lleva a una extensión de amplitud casi inconcebible para nosotros, europeos occidentales, salpicada de pueblos y pequeñas ciudades cuyos nombres se olvidan apenas leídos. Sin embargo, los viñedos de Vel’ká Trna, Malá Trna y Vinicky pertenecen desde siempre a la cordillera de Zemplen, en la que, a pocos kilómetros al sur, madura el famoso Tokaj húngaro.
Antaño no había problema. En tiempos de la monarquía del Danubio, todos pertenecían al mismo país. La Checoslovaquia socialista que le siguió había trocado los derechos sobre el nombre de Tokaj, sin más ni más, por un contrato de exportación de cerveza. Así, la uva eslovaca llegaba al mercado en botellas húngaras. Pero ahora algunos vinicultores eslovacos se han propuesto volver a cuidar también de su Tokaj. Esta pretensión, lógicamente, ha provocado disgusto entre los húngaros. Ya existe una controversia por el nombre de Tokaj. Es posible que los eslovacos tengan que exportar su vino bajo el nombre de Toccata o bien Tokajská. Pero se trata de algo más que de aprovecharse del gran nombre, como demuestra la finca vinícola de Jaromira y Jaroslaw Ostrozovic en Vel’ká Trna. Estos dos enólogos han reformado un establo de la antigua cooperativa para albergar su bodega, cuyo interior sencillo y de dinámica juvenil irradia cierta aura del Nuevo Mundo. Actualmente, once personas explotan 7 hectáreas y plantan viñedos nuevos en viejas terrazas baldías. Las variedades de cepa son más o menos las mismas que en la vecina Hungría, y los vinos dulces nobles Aszú se elaboran a la manera clásica. Cuando el bodeguero Patrik Ostrozovic, de 27 años, primo del propietario, y la gerente de la finca, Alzbeta Cizmadiova, aún más joven, declaran unánimemente que tienen metas ambiciosas y que desean desarrollar algo duradero para su región, tienen absoluta credibilidad. También convencen los vinos de esta dinámica finca: sobre todo el Furmint seco del 97, con hermosas notas de resina y hierbas aromáticas, el Samarodtni del 95, con unos aromas que recuerdan al jerez, cuerpo lleno y acidez jugosa, y un Tokaj 6 Puttonyos del 93, con notas de pasas y bizcocho, y una acidez fresca en el paladar. Quién sabe, quizá dentro de unos años el extremo oriental de Eslovaquia deje de ser, al menos para los amantes del vino, tierra de nadie...
Sugerencias
Área de Bratislava
FINCAS VINÍCOLAS:
Vino Matysák
Hulubyho 85
Pezinok
Tel. y Fax:
00421 704 641 12 72
Milan Pavelka
Cajlanská 126
Pezinok
Tel. y Fax:
00421 704 645 1064
Hotel:
Devin
Riecna 4
Bratislava
Tel. 00421 7 533 0851
Restaurante:
Arkádia
Zámocké schody
Bratislava
Tel. 00421 7 533 5650
RegiÓn Kosice
FINCA VINÍCOLA:
J. & J. Ostrozovic
Vel’ká Trna
Tel. y Fax:
00421 948 679 3322
Hotel:
Slovan
Hlavná 1
Kosice
Tel. 00421 95 622 7378
RestaurantE:
Levocsky dom
Hlavná 61
Kosice
Tel. 00421 95 216 600