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Por tierras de Castilla - La cultura del vino de pago

  • Redacción
  • 2001-11-01 00:00:00

En menos de tres años los vinos de mesa castellanos han logrado lo que algunas DD.OO. españolas no han conseguido en mucho tiempo. Todo empezó en 1999 cuando el Gobierno manchego aprobó la indicación geográfica «Vino de la Tierra de Castilla», una mención que permitía diferenciar, dentro de la categoría genérica de los vinos de mesa, los elaborados en cada cosecha, a partir de unas variedades determinadas y poseedores de unas características peculiares.
Pero el Ejecutivo regional apuntó más alto y aprobó en el 2000 la denominación de origen de los vinos de calidad reconocida producidos en pagos determinados, conocida popularmente por la D.O. de Pago. Esta nueva indicación, a la que todavía le falta el visto bueno de la Administración Central y del resto de las autonomías, ampara a ciertos vinos singulares nacidos de la estrecha relación entre viña y bodega, «a modo de château francés», como matiza la Consejería. Todo muy bien sobre el papel, pero por el momento no se ha aprobado ninguna solicitud, quizá motivado por la necesidad de contar con un organismo que realice un control externo de la calidad para así evitar que esta denominación sea un coladero.
Coincidiendo con la aprobación de la citada denominación, se crea la Asociación Grandes Pagos de Castilla, una entidad privada que reúne a ocho bodegueros de la extensa región vitivinícola que conforman las dos Castillas y Madrid, y que promueven la defensa y la difusión de la cultura de pago.
Son tres caminos diferentes para despegar de la vorágine de los vinos de mesa. Sólo falta un tiempo de rodaje, en el caso de la D.O. de Pago, que arranque definitivamente, y que no se desvirtúen los fines para los que se crearon.

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