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La caída en la venta de vinos durante septiembre, que alcanzó a un 14,71% en Mendoza y un 13,78% en el país, y el aumento de las importaciones de vinos finos, han encendido las alarmas en la industria vitivinícola argentina. Los responsables del sector opinan que la situación se ha vuelto «muy peligrosa», y que el Gobierno debe intervenir para evitar que los viñateros abandonen dos procesos fundamentales para la industria: la reconversión de viñedos y el aumento de la calidad de los vinos. Los bodegueros argentinos esperan frenar la caída sin tener que modificar los precios. Para conseguirlo habrá que «ordenar la industria», en palabras de un directivo, pues hay desorden en los esquemas de venta al exterior, especialmente por la falta de apoyo que tiene el sector para salir a ferias internacionales. Los dirigentes esperan que ello se solucione con la labor de la Comisión Nacional de Exportaciones del Vino Fino Embotellado, que está redactando un plan estratégico para los próximos 15 años. Según los expertos, es necesario «limpiar» el mercado para provocar una reducción de la oferta, a la manera de algunos países como España, donde los productores han pedido mandar a destilación casi 800 millones de litros de vinos, para así «quemar» parte de una sobreoferta que tiende a reducir los precios.