- Redacción
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- 2002-06-01 00:00:00
Se llaman generosos y lo son, estos vinos del sur de España. Generosos en alcohol, que contienen un 15,5 por ciento o más. Generosos también cuando son dulces en azúcar, que se forma espontáneamente bajo el ardiente sol de Andalucía. Y generosos en sabor, con sus desbordantes aromas de cacao o chocolate, nueces, almendras, frutas secadas y mar. A los habitantes del norte de Europa, que en la Edad Media intentaban hacer bebible a base de miel su propio zumo ácido, debieron saberles a ambrosía. Por eso, ya en el siglo XII los ingleses cambiaban vinos de Jerez por lana. Incapaces de pronunciar Xeris, el nombre que los árabes habían dado a esa ciudad, denominaron sus productos sencillamente sherry. El auge de estos vinos comenzó en el siglo XVI, cuando el pirata Sir Francis Drake asaltó la ciudad de Cádiz, llevándose en el botín 3.000 odres de vino que presentó a la Corte de la reina Isabel I. Mientras, los franceses y flamencos también participaban ya en el negocio del sherry. Los propios ingleses invirtieron en el sur de España desde 1682 para asegurarse el suministro constante de este vino. Hasta 1900, los vinos de Jerez aún se contaban entre los más apreciados de Europa, junto con los productos de las regiones cercanas de Montilla-Moriles y Málaga. Pero en la segunda mitad del siglo XX cambiaron de manera duradera las costumbres en el comer y el beber, y comenzó el ocaso de los vinos nobles. La oferta de productos baratos aceleró este proceso. Por suerte, estos vinos singulares están experimentando un renacimiento en la actualidad. Lo cual también queda demostrado por el éxito de la feria de vinos dulces «Vinoble», organizada por OpusWine, con la colaboración de Vinum Internacional, cada dos años en Jerez de la Frontera. Especialmente, los vinos viejísimos se han puesto verdaderamente de moda. Para satisfacer la demanda, se abren las «sacristías», las bodegas que contienen las criaderas más viejas, y embotellan vinos de Jerez, Montilla-Moriles y Málaga, cuyos vinos base tienen décadas o incluso siglos. Mientras que los vinos jóvenes de Jerez, sobre todo los finos y las manzanillas, son excelentes aperitivos y acompañantes para una comida, estas preciadas joyas de «sacristía» han de disfrutarse en solitario como «vinos de meditación».