- Redacción
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- 1997-10-01 00:00:00
Aferrado por sinuosas raíces a las empinadas laderas del valle fluvial, en bancales de prodigiosa geometría, sobre terrenos de roca berroqueña, el viñedo serrano salmantino se debate entre el ser y la nada.
En el corazón de los Arribes, dura garganta de granito excavada por el laborioso río Duero, donde las aves aun gozan de protección y cobijo, un viñedo autóctono de uva Juan García defiende orgulloso su peculiaridad frente a la “cabernetmanía”.
Un vino moderno y competitivo
Pero antes se han tenido que desterrar prácticas ancestrales aberrantes, con resultado catastrófico: aquel nefasto tinto de coloración fuerte, poco paladar y una aspereza que horadaba la boca. Hoy, la Coop. Arribes de Duero, creada en 1992 por un grupo de viticultores juramentados para salvar el viñedo en riesgo de inminente desaparición, elabora un vino digno, con excelente porvenir. Tiene la nariz perfumada con aromas de frutillos silvestres y la boca sabrosa en la que destaca la acidez, que da luminosidad a sus taninos. Un diseño de vino que merece ser retocado con ligeras crianzas en roble nuevo que aporten mayor riqueza gusto-olfativa e integren sus componentes, pero que ya se acerca al notable. Para Juan Sevilla, Presidente de la Cooperativa, que agrupa a 130 socios, y en la que se han invertido cerca de 170 millones de pesetas para dotarla de todos los adelantos técnicos, conseguir un vino moderno y competitivo es esencial para salvar la comarca, que por sus especiales condiciones sólo puede sobrevivir con el cultivo de la vid. Hay que tener en cuenta que en los Arribes antes se vendimiaban más de 7 millones de kilos de uva, mientras que en la actualidad apenas si llegan a tres. Recuperar la antigua producción es vital en una zona que ha visto cómo la vid, abandonada a su suerte o sustituida por cultivos quiméricos, se vaciaba de gentes a la par que perdía sus uvas autóctonas.
varietal único en el mundo
Tanto la Juan García como la Ruffete son capaces de ofrecer, cuando se cultivan y elaboran con esmero, vinos de acusada personalidad. Y para que la zona tenga futuro hay que vender el vino embotellado. Ahora el desafío es su comercialización en un mercado agresivo y casi cautivo por las grandes D.O. como Rioja o Ribera del Duero, tan cerca y tan lejana.
Pero no es fácil de elaborar la uva Juan García, variedad esquiva, que refleja como pocas las variaciones climáticas de cada año. Para el joven enólogo de la Cooperativa, Miguel Ángel Nieto, de poco sirven las experiencias con otras uvas: “La Juan García viene con muchas levaduras, lo que origina una fermentación muy fuerte. Es difícil sujetarla, y si la sujetas mucho, los problemas vienen luego, con la maloláctica”·
Vinos atlánticos, de acidez elevada, cuando el año es bueno y la uva madura plenamente, consiguiendo los 13 grados, se cubren de color, y los aromas imponen su fragante naturalidad. La conquista del mercado está entonces asegurada.
Un hombre providencial
Tiene la zona de Fermoselle una nueva oportunidad. Viñedo histórico, que hunde sus raíces en el medievo, sufrió el arranque inmisericorde de sus viñas poco productivas y peor valoradas, con grave pérdida para nuestra enología. Así, las pocas cepas que quedaron, muy viejas pero saludables, daban un fruto espléndido pero lastimosamente elaborado. Aquí la uva autóctona Juan García madura sin prisas, alcanza su sazón temprano, pero se muestra reacia a la estabilidad, ofrece cosechas inesperadas, no soporta el paso del tiempo, y sus vinos, si no son tratados adecuadamente, caen fácilmente en la oxidación. Pero también entrega un paisaje aromático muy personal, rico en sustancias minerales, luminoso y cristalino, con notas montaraces del sotobosque, blancas florecillas silvestres del campo.
La Bodega Cooperativa de Fermoselle fue una de las primeras que apostó por la mejora técnica de las instalaciones, montando una nave de fermentación con temperatura controlada, y un tren de embotellado para comercializar marcas como “Viña Borbol”, que en su día mereciera justificados elogios. El fracaso comercial estuvo a punto de provocar el cierre de las instalaciones. Pero oportuno y generoso, como siempre, apareció Manuel Fariñas, el hombre que consiguió la hazaña de prestigiar la D.O. Toro en todo el mundo con el “Gran Colegiata”. Fiel a su tierra, ha volcado su experiencia en Fermoselle con el objetivo de salvar la zona. En 1994 elaboró un vino en las instalaciones de la Cooperativa, vinificando por separado las distintas clases de uva, experimentando en particular con la singular Rufete y Juan García, y ensayando la crianza en roble nuevo portugués y americano. Los resultados son alentadores y evidencian las posibilidades de una zona en la que los vinos se tiñen de taninos llenos de vida y esperanza.
Luis Colambre