- Redacción
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- 1997-12-01 00:00:00
En Touraine hay seiscientos cincuenta castillos clasificados. No, no son Grands crus classés, sino obras maestras de la arquitectura del Renacimiento y sus variantes. En alguno de estos lugares descansó la Bella Durmiente, y Blancanieves encontró a su príncipe, allí la nobleza francesa se ha erigido un monumento que anualmente admiran millones de turistas. ¿Y el vino de esta región? Pues también en lo que respecta al vino salen las cuentas. La Touraine ofrece, turística y enológicamente, multitud de opciones para todos los gustos.
Chenonceaux, Blois, Chambord, Azey-le-Rideau... Nombres que hacen soñar a cualquier escolar francés. Allí se escribieron importantes capítulos de la Historia de Francia. Francisco I, Catalina de Medici y Richelieu se hicieron construir residencias de campo en Touraine, ese jardín de Francia. Poetas y pensadores se retiraron a lo largo de las umbrías de los ríos Loira, Indre, Beuvron o Cher, para descansar del estrés de la gran ciudad o de la vida de la corte: Balzac, Ronsard, Leonardo da Vinci... lo que nos ha quedado es el museo al aire libre más grande y mejor dotado del mundo.
No desprecie estos tesoros de una época ya lejana, déjese ir, déjese arrastrar a la deriva, dando rienda suelta al niño que todos llevamos dentro. Visite el Clos Lucé, junto a Amboise, donde pasó sus últimos días Leonardo da Vinci, admire sus maquetas de máquinas de guerra, coches, aparatos voladores y turbinas. Déjese cautivar por el mundo de los jardines renacentistas en Villandry, donde cientos de miles de plantas están ordenadas en equilibrio geométrico, formando un mosaico multicolor. Admire la línea de los improbables tejados de Château Chambord, ese sueño de pastelero que en los quinientos años de su existencia sólo sirvió realmente a la corte durante seis semanas. Tampoco olvide el elegante Chenonceaux, que albergó a dos grandes mujeres y rivales de la historia de Francia: Diana de Poitiers y Catalina de Medici.
Acto seguido, descubra lo variada que puede ser la gran cocina y la hospitalidad francesas. Elegante y refinada en el caso del cocinero de tres estrellas Bardet, en Vouvray, noble y genuina, en el Château Rochecotte de Langeais, opulenta y alegre en el “Plaisir gourmand”, en Chinon. O cómprese el piscolabis en el carnicero, panadero, quesero o en la casa de comidas de encargo: baguettes frescas, mantequilla, queso de cabra y chicharrones de Tours, degustados a la orilla del río Indre, acompañados por un Gamay de Touraine fresco, directamente de la botella. ¡Romántico, estás rodeado, sal con las manos en alto!
Por cierto, no tengo la más leve idea de por qué precisamente los vinos de Touraine tienen tantas dificultades para darse a conocer más allá de las propias fronteras. Esto sería incluso aceptable en el caso de los vinos de Touraine más sencillos. Pero, ¿y los mejores tintos de Chinon o los magníficos Vouvray, que apenas conocen parangón? Quizá se deba al estilo arcaico de muchos de estos vinos. En Vouvray, en Monlouis, en Bourgueil y en Chinon, los mejores elaboradores hacen sus vinos casi como hace cien años. Por eso, en Touraine apenas se conoce la moda de las barricas y los vinos cosméticos, y, en cambio, aún siguen muy extendidas allí las técnicas pasadas de moda, la vinificación en tanques de fermentación abiertos, como antaño en Borgoña, y medidas en pies como en el más profundo Douro, o la terminación en barricas de castaño, herencia del bisabuelo, bien conservadas y esmeradamente cuidadas, que bajo ningún concepto cambiarían por una barrica nueva de Séguin-Moreau de roble de Allier.
Quien se atreva a emprender una gira de descubrimiento enológico hará bien en olvidar todas las verdades adocenadas que haya podido leer y dejar en el armario los prejuicios globales. Lo que puede decirse de la parte turística de esta región, también es válido para sus vinos: hay que abordar su descubrimiento como un niño, ingenuo y puro.
Tinto para gargantas con sed
Aun cuando en Touraine se han llegado a hacer concesiones al gusto del público, se mantienen en un marco simpático y a buen precio. El éxito del cercano Saumur-Champigny (ver página 42 ) tampoco se ha detenido ante Chinon y Bourgueil. La variante local se llama Vin de Pâques y Cuvée Jeunes vignes, un tinto hecho de Cabernet franc, embotellado en primavera, de color púrpura, vivo, que ha de beberse joven y armoniza con embutidos y potajes caseros. Pero la mayoría de los bodegueros ofrecen también por lo menos un Cuvée Vieilles vignes, de cepas más viejas, y los importantes de la región elaboran por separado Climat, Clos y Terroir, como las más grandes casas de Borgoña. A propósito de Borgoña: los productores de vino tinto, en general, parecen orientarse mucho más hacia el Borgoña en lo que respecta a la vinificación y terminación, que al Burdeos, aunque compartan con estos últimos la misma variedad. Así, sus vinos poseen algo de cada región: el color intenso y la riqueza en taninos de los mejores Saint-Emilion y el frescor y el aroma de los grandes Côtes de Nuits. Taluau, Alliet, Joguet y Amirault se llaman los mejores elaboradores de esta región, nombres que hay que recordar.
Philippe Alliet vive en Cravant-les-Coteaux, cerca de Chinon. Es un tipo silencioso y reservado. Sólo empieza a ser locuaz cuando se oculta en su pequeña bodega de barricas, excavada en la toba, y saca pruebas de barril de sus vinos jóvenes. Pretende atacar la rutina de las generaciones anteriores, que utilizaban herbicidas con la generosidad de un escolar enamorado con su primera loción para después del afeitado y que dopaban las cepas, además, con doble ración de abonos químicos. “Puede que no tenga los mejores suelos, pero es que trabajo el doble que los demás”, asegura lacónico. Esto está muy bien dicho porque se ve confirmado por el resultado en la copa: sus vinos salen obstinados, de raza, compactos y fuertes, el primero de todos el Cuvée Vielles vignes, generoso y lleno de carácter. En 1996, Alliet cumplió uno de sus sueños al duplicar sus cepas y comprar cuatro hectáreas más en la mejor zona de la ladera. Con lo cual se iguala al viejo maestro de esta región, el pintor Charles Joguet (Domaine de la Dioterie), también en lo que se refiere al terruño.
Charles Joguet fue uno de los primeros que en Chinon reflexionaron sobre la influencia de los diferentes terruños y vinificaron varios Cuvées de finca. Sus Chêne vert, Varennes du Grand Clos y Clos de la Dioterie maduran en cinco o seis años, llegando a ser vinos exquisitos que no se parecen en nada a un Burdeos y que, sin embargo, poseen una finura que sólo es equiparable a la que se encuentra en la Gironda. Esto hay que agradecérselo, entre otras cosas, al hábil manejo de la variedad tinta de la región. La Touraine no es Burdeos: el Cabernet franc, allí, de repente puede tender a una falta de madurez y a taninos verdes y herbáceos, especialmente cuando se quieren producir vinos de terruño, por el sistema de hacer largas maceraciones. La selección de los mejores terruños desde luego es importante y es uno de los medios para conservar uva madura; otros son el cuidado en la vinificación y el prensado. Por eso, lo que Joguet intenta es evitarle al mosto toda clase de estrés (bombeado, trasiego, etc.), el vino no se remonta, es trasportado por gravedad y el prensado se realiza neumáticamente. El resultado son unos vinos cuyos taninos se pueden acariciar.
Si bien Jöel Taluau elabora los mejores Saint-Nicolas-de-Bourgueil, por ser los más recios y de más raza, Yannick Amirault consigue los vinos más seductores del pueblo vecino de Bourgueil. Rara vez se han deslizado por mi paladar vinos con tanta fruta como los de Amirault. Y no es de extrañar, porque el trabajo, tanto en los viñedos como en la bodega, está al servicio de una misma meta: llevar al vino terminado el máximo de fruta. Su “La petite cave” es un vino como los que hoy día ya casi no se hacen: seductor, jugoso, suave y redondo. “Fermentación lenta en tanque abierto, el mínimo posible de manipulación, ausencia de filtrado y clarificación: un vino como el que hacían nuestros abuelos”, dice modestamente su creador, con un gesto de la mano. ¡Que vivan aquellos abuelos que aún sabían que el vino se hace para beber!
El milagro blanco
Vouvray tiene dos vidas. Una de ellas se desarrolla a ras de tierra y es accesible a todos. Se muestra como aldea pintoresca con callejuelas empinadas, construida en una roca de toba sobre el Loira, situada cerca de Tours. De las nobles casas burguesas se pasa directamente a los viñedos, que crecen en la meseta que domina la pequeña ciudad y que hunden profundamente sus raíces en la blanda caliza porosa. La otra vida se mantiene oculta a los muchos turistas. Se oculta bajo la roca en cuevas, pasillos y galerías que muchas generaciones de duendes excavaron en la quebradiza piedra calcárea. Allí maduran y descansan millones de botellas de vino blanco. El Vouvray existe en multitud de variantes: dulce, semidulce y seco, con todas sus posibilidades intermedias, y también como sucedáneo del Champagne. Tienen en común la misma variedad de cepa: la Chenin, reina del Loira. Una reina con temperamento y carácter. Pues la variedad Chenin no es tan fácil de cultivar como las variedades de moda, por ejemplo Sauvignon o Chardonnay, que hoy celebran éxitos de envergadura mundial. Aunque la Chenin ha emigrado a Sudáfrica y a California, sin embargo allí sólo da vinos muy corrientes. Únicamente alcanza su verdadera altura en pocas Denominaciones del Loira: las ya mencionadas Savennières, Coteaux du Layon y Bonnezeaux y, precisamente, en Vouvray.
La Chenin, cultivada desde el siglo IX, aunque posee una marcada característica varietal, no alcanza jamás la pureza de, por ejemplo, un Sauvignon, un Viognier o un Riesling. Prescindiendo de eufemismos: un Chenin joven apesta. A sudor, a paja húmeda y a malas hierbas, a canal excavado por un arroyuelo y a sótano húmedo. Pero, ¡qué riqueza aromática desarrolla tras diez o veinte años de descanso en bodega! Entonces adquiere notas de confitura de melón y miel, de flor de espino, genista y helecho. A la edad de treinta o cuarenta años, se le añade un soplo de trufa blanca, como la que, habitualmente, sólo se encuentra en los mercados otoñales del Piamonte.
La extraodinaria capacidad de envejecimiento es atributo importante de esta variedad. Se lo debe a su riqueza en ácido, que se mantiene también en los años más cálidos y en la vendimia más tardía. Halla su punto álgido en el gran Vouvray. ¡La mayoría de las botellas se beben antes de alcanzar la plenitud de su madurez! También es típico de ella su manera de sustraerse a los dictados del viticultor. Ninguna otra variedad del mundo hace lo que quiere como la Chenin. El que un Vouvray llegue a la botella seco como una mojama, sabroso, dulce o dulce noble, depende exclusivamente del clima del año y de la variedad. El elaborador sólo puede culminar lo que hayan iniciado la naturaleza y la propia variedad.
Los magos del Vouvray se llaman Huet, Foreau, Champalou y Dhoye-Deruet. También un príncipe de linaje: Von Poniatowsky, que elabora vinos especialmente recios, incluso ásperos en su juventud, que no muestran su clase hasta pasados veinte años.
Gaston Huet ha cumplido 86 primaveras. Pero no se le notan nada. Sus ojos brillan maliciosamente y posa para el fotógrafo con mucha rutina. Si con una disculpa se le pide que repita la pose, él contesta con un gesto condescendiente: el viejo maestro de Vouvray está acostumbrado a estas cosas desde hace lustros. La juventud de espíritu de este octogenario la demuestra el hecho de que, con más de setenta años, tiró por la borda toda una vida de elaborador-vinicultor y empezó desde el principio. A partir de 1985, adaptó al cultivo biodinámico las viñas de sus dominios, en los que actualmente también colabora su yerno Noël Pinguet. Desde 1990 está autorizado a llevar la distición de calidad “Demeter”.
Los que realmente han subido con el Vouvray son Catherine y Didier Champalou. Se han construido sus bienes y posesiones, por decirlo así, con el sudor de su frente y los callos de sus manos. Elaboran un estilo muy especial de Vouvray, discreto en lo que respecta al alcohol, lleno de sutileza y finura, con vinos que, excepcionalmente, ya en su juventud son agradables al paladar y, a pesar de ello, pueden envejecer magníficamente.
Montlouis está situado exactamente frente a Vouvray, en la otra orilla del Loira. Durante mucho tiempo fueron suministradores de los vinos base para el vino espumoso de Vouvray y, hoy por hoy, la Denominación tiene dificultades para salir de la sombra de su hermano mayor y encontrar su propio carácter. Hasta hoy, sólo uno de sus bodegueros lo ha conseguido de verdad: Olivier Delétang, que elabora todo un abanico de vinos equilibrados y perfumados.
La rebelión de los solitarios
Las estrellas de Touraine, Chinon, Bourgueil & Saint-Nicolas-de-Bourgueil y Vouvray tienen unas 2.000 hectáreas cada una. La Denominación básica Touraine y sus derivadas, Touraine-Mesland, Touraine-Azey-le-Rideau y demás, alcanzan todas juntas la misma extensión. En ellas se elabora partiendo de la base de las dos variedades tracionales del Loira, pero también con Sauvignon, Malbec y Gamay, y, aunque menos conocidos, frecuentemente son de una calidad y un precio tales que uno puede poner una botella sobre la mesa todos los días sin tener que ir directamente a la quiebra.
Quien tenga aquí su negocio desgraciadamente no podrá contar con fama mundial ni reconocimiento histórico. Deberá ratificarse cada día. “Somos los solitarios, tenemos que luchar por nuestro éxito”, opina Thierry Michaud, por ejemplo, que elabora en Noyers vinos tintos refrescantes, agradablemente frutales, con las variedades Cabernet franc y Gamay. Su compañero de profesión Jöel Delaunay, en Pouillé, es especialista en unos Sauvignon blanc varietales muy típicos y puros en su tono que, en lo que respecta a calidad y finura, podrían hacer temblar a más de un Burdeos blanco y no cuestan ni la mitad. También las bodegas de Château Gaillard producen vinos muy prometedores y a buen precio, siendo ésta otra empresa de cultivo biodinámico.
Entre los mejores elaboradores de Touraine se cuenta también Henri Marionnet (Domaine de la Charmoise) en Soings, extraordinariamente emprendedor, que elabora una hermosa gama de vinos originales, tanto en el viñedo como en la bodega, con los más modernos medios técnicos y un gran esfuerzo por la calidad. Si ustedes, como yo, tras abusar del Beaujolais banal, han prestado alguna vez el juramento “plus jamais Gamay” (nunca más Gamay), se arrepentirán de haberlo hecho, a más tardar cuando les suba a la pituitaria la variante de Marionnet de un Gamay de Touraine.
Direcciones y sugerencias para el viaje
La Touraine, desde Chinon hasta Tours
Chinon, que merece una visita, no sólo es la Denominación de tinto más conocida del Loira sino también la patria del poeta Rabelais, que escribió la obra más glotona de la literatura mundial: “Gargantúa y Pantagruel”.
Las mejores empresas
Philippe Alliet (abajo derecha) L’Ouche Monde 37500 Cravant-les-Coteaux Tel/Fax 02 47 93 17 62
Charles Joguet 37220 Sazilly Tel. 02 47 58 55 53 Fax 02 47 58 52 22
Yannick Amirault La Coudraye Route du Moulin Bleu 37140 Bourgueil Tel. 02 47 97 78 07 Fax 02 47 97 94 78
Jöel Taulau 73140 St-Nicolas-de-Bourgueil Tel. 02 47 97 78 79
Fax 02 47 97 95 60
Dónde comer y beber
Château d’Artigny 37250 Montbazon Tel. 02 47 26 24 24
Primoroso castillo-restaurante con cocina regional de categoría y buena carta de vinos. No es barato.
Au Plaisir Gourmand 2, Rue Parmentier 37500 Chinon Tel. 02 47 93 20 48
Excelente y abundante cocina regional y una buena carta de vinos locales. Precios razonables.
Dónde alojarse
Château de Rochecotte 37130 Langeais
Tel. 02 47 96 16 16 Fax 02 47 96 90 59
Hermosas habitaciones tranquilas y una cocina excelente, servida en un marco bien ambientado. Buena carta de vinos regionales.
Qué visitar
Château Villandry
Edificado en 1536 por Francisco I. Unos jardines únicos de
estilo renacentista.
Direcciones y sugerencias para el viaje
Los mejores productores
Henri Marionnet (derecha) Domaine de la Charmoise
41230 Soings 02 54 98 70 73 02 54 98 75 66
Domaine Michaud 41140 Noyers-sur-Cher Tel. 02 54 32 47 23 Fax 02 54 76 08 85
Domaine Jöel Delaunay 41110 Pouillé Tel. 02 54 71 45 69 Fax 02 54 71 55 97
Domaine Huet 37210 Vouvray Tel. 02 47 52 78 87 Fax 02 47 52 66 51
Catherine y Didier Champalou 37210 Vouvray Tel. 02 47 52 64 49 Fax 02 47 52 67 99
Olivier Delétang 372370 Saint-Martin Le Beau Tel. 02 47 50 67 25 Fax 02 47 50 26 46
Dónde comer y hospedarse
Hotel du Bon Laboureur et du Château 37150 Chenonceaux Tel. 02 47 23 90 02 Fax 02 47 23 82 01
Habitaciones agradables, confortables y tranquilas, decoradas individualmente; elegante restaurante con una cocina excelente, ligera y multicolor. Precio razonable.
Jean Bardet 37000 Tours Tel. 02 47 41 41 11
Un maestro de la cocina francesa. Hotel lujoso. Precios elevados.
Qué visitar
Château Chenonceaux
Un edificio notable, con una de sus alas cruzando sobre el río Cher. Preciosos parques.
Château de Chambord
Una de las arquitecturas renacentistas más improbables de Francia. Tras visitar Chambord, se comprende lo que significa “folie de la grandeur”...
Villaines-les-Rochers
Un pueblo entero que vive de un viejo oficio: la “vannerie”, o cestería. Todo acerca de este oficio, desde la plantación del mimbre hasta el producto terminado. Multitud de comercios para comprar recuerdos buenos y prácticos.
Clos Lucé 37400 Amboise Tel. 02 47 57 62 88
Leonardo da Vinci pasó en él sus últimos días. El Museo con maquetas de sus inventos merece una visita.
Desde Tours hasta Orleans
Quien quiera evitar Tours, ruidosa capital con su caos de tráfico típicamente francés, rodeándola encontrará suficientes puntos de interés. Blois y Amboise son destinos interesantes, todo el camino está jalonado por castillos renacentistas dignos de visitar. Las bodegas de Vouvray encierran auténticos tesoros: cuando visiten a los vinicultores, pregunten por las cosechas más añejas.