- Redacción
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- 1998-02-01 00:00:00
En un país como el nuestro, de vendimias buenas o muy buenas casi siempre, excelentes muchas veces, y malas prácticamente nunca, la difícil cosecha de 1997 ha supuesto una seria lección, una clara advertencia, que muchas bodegas españolas no podrán olvidar.
Y es que el 97 ha puesto en evidencia lo necesario que es el contar con un buen enólogo. Cuántas bodegas se han estrellado con esta vendimia caprichosa, irregular, por culpa de una mala elaboración; o, mejor, por no haber sabido afrontar, con la eficiencia que sólo proporciona el saber científico y la larga experiencia, las dificultades de una vendimia en la que las uvas maduras y equilibradas no son mayoría. Por el contrario, cosechas precipitadas por miedo a perderlas, tras aquellos días lluviosos y aciagos de finales de Agosto y primeros de Septiembre, han recogido uvas desequilibradas, de elevada acidez, con riesgos de paradas fermentativas, poca sustancia y menos hollejo. Pero también hubo quien, ante la cortedad de la recolecta, ha retrasado notablemente la vendimia, confiado en el buen tiempo reinante. Luego, en la cepa, la producción, salva por la luz y el calor, ha resultado corta. Han sido esperas más allá de lo prudente, que han pasificado las uvas y descompensado el mosto, algo particularmente serio en el caso de ciertas variedades de uvas tintas. En todos los casos, la prematura primavera, los efectos sobre la floración adelantada de lluvias y fríos, los atajos del ciclo vegetativo, llevaron hasta las puertas de la ruina a la mayoría del viñedo español, que sólo el sol misericordioso salvó en las semanas previas a la vendimia.
Una visión global muestra una cosecha donde hubo uvas extraordinarias para vinos soberbios, junto a notables desequilibrios que han dado origen a una mayoría de mediocridades. Panorama que adopta perfiles peculiares en las distintas zonas y denominaciones, con matices muy importantes que conviene contemplar.
En nuestra primera DO de vinos tintos con crianza las cosas no han ocurrido de muy distinta manera. Una vez más, el saber elaborar los vinos ha resultado fundamental para sortear las dificultades de una vendimia no apta para cardíacos. Primero, las lluvias de Agosto y comienzos de Septiembre llevaron a la desesperación a los viticultores. Por eso, en la Rioja baja, cuando apenas iniciada la vendimia observan que el tiempo mejora, la paran. El resultado: vinos con poco color y estructura floja. Aquí hay muchas partidas malas, casi todas regulares y sólo unas pocas buenas. Hay que remontar el tiempo y el río para encontrar buenas uvas. En la Rioja media, la uva estaba muy tocada por el mildíu, con una mengua importante en la producción, lo que lleva a bodegueros como Marqués de Murrieta a comprar para asegurarse las existencias. Compras, me temo, no muy acertadas. En la Rioja alta, los tratamientos oportunos y el retraso en el inicio de la vendimia permiten que los principios de botrytis se sequen, pasificando ligeramente la uva. No hay mucho hollejo, con la consiguiente mengua en los componentes polifenólicos, aunque la uva es sana y equilibrada. Una buena vendimia, sobre todo para los que han sido capaces de aguantar y seleccionar, como es el caso de Marqués de Vargas, Riscal, Faustino, Bilbaínas o Bujanda, por citar sólo algunos. Los buenos compradores han podido llenar su bodega con vinos de gran calidad, que les asegura una línea de progreso, como ocurre con Lan, Olarra-Ondarre y el siempre genial Enrique Forner. Pero la buena uva, no tan abundante como sería de desear, no ha tenido una elaboración fácil. Como ya he dicho, la mayor utilización de tratamientos contra las plagas y enfermedades ha aumentado las dificultades. No han sido pocas las paradas en la fermentación, o los niveles alarmantes de acidez volátil.
En esta prestigiosa DO gallega las cosas han ocurrido de manera parecida, pero con la ventaja de que las vendimias tardías han dado origen a grandes vinos, con la posibilidad, demasiado poco ensayada, de crianzas en botella de varios años. Lo cierto es que la vendimia se inició de una manera un tanto precipitada. El primero fue Lagar de Fornelos, para regularizarse en la primera semana de Septiembre, con uvas próximas a los 13° y 9 de acidez, muy sanas. Hubo quien retrasó la cosecha hasta Octubre para obtener una “vendimia tardía” que dará mucho que hablar. La verdad es que Rías Baixas ha tenido a su favor la mengua natural de la producción realizada por el clima, con una floración lavada y un buen ataque de mildíu, lo que ha supuesto una reducción de un 20% de la producción. Por otra parte, el rendimiento también ha sido bajo, un 60% frente al habitual 70%. Así, se pueden encontrar en Rías Baixas diferencias de calidad notables, lo que no deja de ser bueno frente a cierta monotonía instalada en los últimos años, fundamentalmente por problemas de acidez, en muchos casos baja, que da vinos apagados. Pero quien ha sabido elaborar bien, y seleccionar adecuadamente su uva albariña, ofrecerá grandes vinos. Los que hacen vinos de vida larga como Agrobazán, sobre todo el “ámbar”, pueden tener en el 97 su gran año.
Un buen ejemplo de lo dicho puede ser la vendimia de Chardonnay en Penedés, más de 5 millones de kilos que, en términos generales, apenas si alcanzaron los 12 grados. Por ejemplo, las vendimias realizadas a partir de la 2ª semana de Agosto, generalmente para el cava, cuando las lluvias todavía no habían hecho su aparición, han sido de extraordinaria calidad y una acidez elevada. Son vinos muy aptos para la crianza y fermentación en roble, de perfumes intensos, que darán una añada sobresaliente, sobre todo en el caso de Milmanda, Espiels, y otros. Sin embargo, a partir de la 2ª quincena de Agosto, las indeseadas lluvias provocaron focos, más o menos dramáticos, de botrytis, que llegó a afectar también a los macabeos más primerizos. Así que obtuvieron mejor uva los que vendimiaron pronto la Chardonnay, y algo más tarde el resto, sobre todo la Xarel.lo, con las uvas ya curadas y bien maduras por los calores y la insolación de mediados de Septiembre. Todo apunta a que este último varietal va a tener un protagonismo importante en los buenos vinos blancos del Penedés. Por el contrario, la Parellada ha tenido un comportamiento más irregular, dependiendo de las zona. También, en términos generales, han tenido un buen comportamiento Riesling y Sauvignon blanc, y menos Gewürztraminer. Los tintos tienen colores algo más abiertos pero de tonalidades muy bellas, junto a una correcta estructura tánica. Ello se ha debido a las magníficas condiciones de finales de Septiembre y primeros de Octubre. La única excepción, la Garnacha, muy afectada por el mildíu, que da vinos poco intensos y ricos.
En resumen, el 97 nos ha sometido a una cura de realismo. Muchos se habrán dado cuenta de lo importante que es contar con buenos profesionales al cargo de sus instalaciones. El enólogo capacitado no se improvisa. En centroeuropa, donde la mayoría de los años son difíciles, esto es una obviedad. En el paraíso comodón y acomodaticio que es España para la viticultura, hay que proclamarlo una vez: es tiempo de enólogos.