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Alba la ciudad de las carreras de asnos, las trufas y las pelotas de goma

  • Redacción
  • 1998-06-01 00:00:00

Alba es a Langhe lo que Saint Emilion a Bur-deos o Beaunes a la Côte d’Or: el centro de una región vinícola de importancia mundial.
La capital de la región italiana de Langhe, en el Piamonte meridional, y también del vino local, el Barolo, tiene múltiples facetas que atraerán al visitante más exigente.
En Alba se da por hecho algo que es común en muchas pequeñas ciudades italianas: una conciencia microurbana que rechaza la división de tareas entre la metrópolis y la provincia, y que, partiendo de la tradición de las ciudades-estado, conserva la ambición de poder ofrecer un poco de todo.
Esta interpretación contemporánea de la antigua polis puede conllevar el inconveniente de un espíritu provinciano estrecho de miras. Sin embargo, esto se evita gracias a la variedad, densidad y cultura; en resumen: la civiltà. Aquí nos encontramos con la realización concreta de la identidad local sin necesidad de otros apoyos ideológicos, a diferencia de lo que sucede en paises como Suiza, donde el federalismo institucionalizado apenas puede ocultar su carácter caciquil convirtiéndose en pura arbitrariedad, con lo que sólo puede legitimarse en esa forma a través de un concepto abstracto de libertad.
La Edad Media marcó especialmente la identidad de Alba. Después de un largo período de decadencia, con invasiones lombardas, francas y sarracenas, a partir del siglo XII tuvo lugar un auge que la convirtió en una orgullosa ciudad medieval. Se poblaron las lomas circundantes, se erigieron castillos para defensa de la ciudad, se arrancaron cepas y se volvieron a plantar. Las familias de la naciente burguesía, enriquecidas por el comercio, dominaban la ciudad. De aquella época datan las case-torri, torres de protección y vivienda de las familias de comerciantes de las que sólo se conservan unas pocas.

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