- Redacción
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- 1999-02-01 00:00:00
Nunca llueve en el sur de California”, dice el estribillo de una balada pop. Y, efectivamente, California se ha considerado durante mucho tiempo como el ejemplo por excelencia de una región vinícola con condiciones meteorológicas constantes y, por consiguiente, pequeñas diferencias de calidad entre las distintas añadas. Sin embargo, el fenómeno climático de El Niño ha revolucionado profundamente el tiempo en California. Hoy, los vinicultores californianos se enfrentan a un clima cuya inconstancia se asemeja cada vez más a las zonas vinícolas septentrionales de Europa. Así, en Napa Valley se registró el invierno pasado la cifra récord de 18 días de heladas, en lugar de los 5 habituales. Después, en la primavera de 1998 cayó el doble de lluvia que el promedio histórico. Esto hizo que la brotadura y la floración comenzaran tarde. Las uvas no empezaron a enverar hasta una densidad de mosto de más de 50 grados Öchsle. Como compensación tardía, el verano trajo récords absolutos de calor, que provocaron daños en los viñedos. Le siguió un otoño suave con días cálidos y noches frías. Muchos vinicultores dejaron las uvas en la viña hasta bien entrado Noviembre, con lo que recuperaron el déficit de madurez. La vendimia anormalmente tardía (normalmente en California termina antes de fin de Octubre) también fue posible porque las limitaciones de la producción y el aumento del cultivo natural han mejorado la resistencia de las cepas. “El período de crecimiento y maduración prolongado y fresco llevó a una madurez fisiológica óptima. Esto hizo que los tintos tuvieran un sabor sobresaliente, un color oscuro, una concentración elevada y unos taninos maduros, mientras que los blancos adquirieron un marcado carácter varietal”, explica por ejemplo Tim Modavi. Aunque en los últimos años han iniciado su producción nuevos viñedos en todas partes, la cosecha de 1998 fue más del 10% menor que la anterior. Como, al mismo tiempo, la demanda de vinos californianos sigue creciendo, se avecinan cuellos de botella en el suministro y subidas de precio. La situación es especialmente dramática en las variedades de moda Pinot noir y Merlot, en las que la caída de la producción con respecto al año pasado es nada menos que del 50%.
El otoño húmedo estropeó las cosas. Las precipitaciones continuadas, que en muchas regiones adquirieron carácter de verdadero diluvio, acabaron en casi todas las zonas vinícolas de Europa del Este con las esperanzas de una añada extraordinaria. A pesar de todo, en algunos lugares pudo evitarse un desastre gracias a las nuevas variedades y a las mejoras en el cultivo de los viñedos. Por ejemplo, en la región vinícola más conocida de Hungría, el Tokay, la variedad Oremus plantada en los últimos años proporcionó unas uvas de lágrima maravillosas con podredumbre noble, mientras que las variedades clásicas de la zona, como la Furmint o la Lindenblättrige, no pudieron llegar a secarse del todo. El 98 se considera un buen año en la región, mejor que el 97.
En Bulgaria, la producción estuvo por debajo de la del año anterior. También aquí los vinicultores confiaban en una añada excelente, pero después de la cosecha pasada por agua tuvieron que reducir su valoración a un “bien”. Las variedades internacionales Sauvignon, Chardonnay, Cabernet y Merlot han desplazado ya a las uvas locales.
En Rumanía, la cosecha del 98 fue, con 5,5 millones de hectolitros, la más reducida de los últimos 20 años. Ya el año 97, con una producción de 7,3 millones de hectolitros, se había considerado una mala cosecha. Este año, los productores tuvieron que luchar contra una sequía extrema en verano, plagas y enfermedades, así como un otoño lluvioso. En un año, la superficie de viñedos disminuyó de 252.000 a 247.000 hectáreas. Dado que el consumo de vino en la propia Rumanía está bajando mucho, las bodegas rumanas buscan cada vez más posibilidades de exportación.
En muchos países de Europa del Este, el vertiginoso desmoronamiento de las estructuras y la falta de inversiones y mercados de venta tienen una influencia sobre la calidad del vino mayor que los avatares del clima.