- Redacción
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- 1999-04-01 00:00:00
Philip Shaw no sólo vive para el vino. Vive con el vino. Su casa está dentro del viñedo Roxburgh, donde crece el que quizá sea el más prestigioso Chardonnay de Australia. Incluso el lugar de trabajo propiamente dicho de Shaw, la bodega Rosemount, está en un lugar bastante apartado, en la zona más alta del Upper Hunter Valley. Por eso, la pista de aterrizaje ante la winery y el hangar para los aviones no son un pretencioso símbolo de clase social, sino una necesaria conexión con el mundo del vino. A la puerta de su casa, Philip Shaw sólo halla montañas, cielo y vides. Shaw reconoció enseguida la calidad de este viñedo plantado en los años 60. En 1982, sólo un año después de llegar a Rosemount como winemaker, se decidió a vinificar el Chardonnay de este viñedo como Cru.
Shaw empezó su carrera en el sur de Australia. Durante doce años trabajó para el gigante Lindemans. Después llegó al Upper Hunter Valley. Quería trabajar en una bodega más pequeña y Rosemount Estate le parecía ideal. Pero lo que son las cosas: la bodega, que entonces producía alrededor de 750.000 botellas por año, aumentó hasta los actuales 25 millones de botellas. Y así, Philip Shaw vuelve a trabajar en una gran empresa, pero habiendo participado decisivamente en su crecimiento. Para él, hay dos cosas de fundamental importancia: una de ellas es el intenso intercambio de experiencias con vinicultores de todo el mundo. “Usted es del este de suiza, ¿verdad?”, me pregunta y me nombra a dos vinicultores del este de Suiza que se han fijado en su memoria. Pero sobre todo, Philip Shaw siempre está buscando parcelas en las que podrían madurar vinos superiores. Para ello, se ha concentrado en la montañosa campiña de Nueva Gales del Sur. Finalmente encontró lo que buscaba a 280 kilómetros al noroeste de Sidney, a una altura entre 500 y 1.400 metros, en las cercanías del pueblo de Orange. Porque no sólo las colinas que rodean a Mount Canobolas, un volcán extinguido, con sus suelos fructíferos marrón rojizo entremezclados de cal, constituyen una base óptima para las variedades nobles tintas. Ideal es también el clima continental, libre de la influencia del mar, lo que permite una larga maduración con días cálidos y noches frescas.
¿Se han cumplido las esperanzas de Philip Shaw en el terruño de Orange? En lugar de contestar, alarga la mano hacia las cuatro botellitas de plástico con pruebas de barrica de la cosecha del 98. Impresiona el brillo negro violáceo de los elixires en la copa. Sobre todo el varietal Cabernet Franc tiene una fruta como una enorme baya engarzada en mucho tanino y un ácido jugoso. Pero también en el caso del Cabernet Sauvignon, del Syrah y del Merlot, convence la relación entre fruta y estructura. Shaw parece no saber aún exactamente cómo embotellar estos vinos. “Cada uno merecería ser embotellado como varietal Single Vineyard Wine”. El introvertido bodeguero, mientras tanto, ya se ha construido una casa de fin de semana arriba, en Orange, junto al viñedo Mount Canobolas Vineyard. Como si una fuerza mágica le tirara hacia donde crecen los mejores vinos.