Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).
Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.
La Garnacha, delicada, jugosa y fragante, tiene en estos vinos de colores sutiles el medio ideal para conseguir su máxima expresión. Y desempeña tan bien su papel en un rosado porque posee las cualidades idóneas que se le exige a esta bebida: bellos colores, delicadeza de aromas, frescura y un tacto suave que envuelva el paladar. No importa que su tendencia a la oxidación acorte, en líneas generales, la vida del vino; el consumidor con buen criterio sabe que un buen rosado debe beberse en su primer año. Navarra es la D.O. que más utiliza su virtuosa Garnacha para los rosados, pero también hay excelentes muestras de estos vinos en otras como Méntrida, Campo de Borja, Vinos de Madrid, La Mancha e incluso La Rioja, donde se hace un adecuado matrimonio con la Tempranillo. Buena parte de los rosados de Cataluña están elaborados también con esta variedad, aunque rara vez sola: lo común es que forme “coupage” con otras, por lo general con la Cariñena.
