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Málaga, vinos del sol

  • Redacción
  • 2000-05-01 00:00:00

Predestinados. El encuentro del sol y la solera no puede concluir más que en una dulce historia de amor. Sin embargo Málaga es mucho mas que sus dulces y la nueva normativa del Consejo Regulador, restrictiva en materia de arropes y aditamentos, está dispuesta a reverdecer la larga fama de antaño, la que prestigió sus vinos al mismo nivel que los ahora míticos Portos, Jereces, Marsalas...
Los vinos que, según ley, pueden llamarse Málaga son, exclusivamente, los que, procedentes de los 52 municipios regulados en la zona, redondean su elaboración durante al menos dos años en barrica, en bodegas del término municipal de Málaga capital.
Pero la producción es muy variada, como corresponde a las diferencias de suelo y clima de cuatro comarcas distantes: los alrededores de la capital, en el centro; la zona marítima de Manilva y Estepona, al oeste; el altiplano norte que rodea a Antequera, y la Axarquía, al este, que trepa del mar a la montaña.
Sólo están admitidas por la Denominación de Origen dos varietales, la Moscatel y la Pedro Ximénez, que aquí llaman Pedro Ximén, y de su elaboración dependerá el resultado, un amplio, exquisito y variopinto catálogo. La diferencia fundamental es que las uvas pasen a la prensa directamente, recién vendimiadas, o que se asoleen durante un periodo más o menos prolongado. Esa fórmula tradicional y natural para concentrar los azúcares determina ya la distinción de vinos secos, abocados, semisecos, semidulces y dulces. El siguiente paso, la prensa, determina niveles de calidad: el mosto que simplemente escurre y cae sin presión es el llamado lágrima; cuando después se aplica una delicada presión se extrae el mosto yema; y el final se prensa normalmente, pero siempre desechando al menos un 30% del peso de la uva inicial.
Otra variante es la adición o no de alcohol. El mosto natural es el que no se rectifica, el maestro es el que recibe alcohol antes de fermentar y, por fin, el tierno es el que procede de uvas asoleadas y recibe su dosis después de haber fermentado.
El reto de la D.O. ha sido conservar el carácter y la personalidad de sus vinos y, a la vez, adecuarlos a los nuevos paladares, buscar la ligereza, primar los aromas.
La bodega puntera, la de López Hermanos, se ha adaptado a los gustos de hoy con un ligero moscatel, el Cartojal, y ha conservado carácter y nombre con su Málaga Virgen. A eso hay que sumar lo que supuso un lujo para caprichosos coleccionistas y bebedores sibaritas: una edición limitada de vinos trasañejos, botas que han dormido en el rincón más reservado de la gran bodega durante sesenta años. Málaga es el mimo que supo extraer su calor de sol, su sedoso terciopelo.

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