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Los compañeros de mesa ideales del Albariño son preferentemente los frutos del mar. Se encuentra a sus anchas en una mesa repleta de mariscos sin cocinar, como las almejas, las ostras o las navajas. Buen compañero de los mariscos grandes como la langosta, el bogavante, la nécora o el buey de mar. Hace una pareja exótica con los percebes calientes, recién cocidos. En fin, alcanza notable excelencia cuando casa con pescados de mucho sabor y carácter: el rodaballo, la lubina, el besugo, el lenguado o la merluza. Y un encuentro inolvidable: el erizo de mar con alguno de los albariños fermentados en barrica o criados en botella durante un par de años. A pesar de ser uno de los vinos más valorados del mercado, aún resulta barato si se compara con los precios de los alimentos que mejor combinan con su acidez y sus aromas.