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Beneficios de la moderación

  • Redacción
  • 2000-10-01 00:00:00

Históricamente el vino ha sido considerado como bebida ideal para acompañar la comida, y en Europa se utiliza por lo menos desde el siglo XVII como estimulante del apetito y ayuda digestiva. El histórico papel del vino como auxiliar digestivo quedó confirmado en un estudio de Weisse, según el cual se descubrió que el vino erradicaba efectivamente tres tipos de bacterias que normalmente provocan envenenamientos alimentarios, disentería y diarrea. Aunque in vitro las propiedades antibacteriales del vino se muestran limitadas, este estudio confirma el papel histórico del vino como auxiliar digestivo.
El alcohol contenido en el vino puede ser considerado como fuente primaria de calorías (1 gr. de alcohol proporciona 7 kcal.). Las bebidas alcohólicas también proporcionan algunos micronutrientes como el hierro en el vino, aunque un consumo elevado de alcohol puede desplazar otros alimentos, y por lo tanto nutrientes, ocasionando de este modo graves deficiencias de nutrición en la dieta de los bebedores inmoderados.
Es sabido que el consumo de alcohol origina resultados adversos tales como la cirrosis del hígado, accidentes de tráfico, heridas no intencionadas, alteraciones familiares, sociales y laborales, conductas criminales y suicidio. Una ingestión prolongada y elevada de alcohol causa efectos nocivos en la función ventricular izquierda, y la relación entre un consumo elevado de alcohol y la cardiomiopatía ha sido ampliamente reconocida. Un consumo inmoderado de alcohol incrementa también el riesgo de hipertensión y apoplejía.
Sin embargo, en los últimos años las investigaciones con respecto a los efectos del consumo de alcohol en la salud humana se han concentrado en los estudios de los beneficios del alcohol consumido en niveles moderados. Más de treinta estudios epidemiológicos han demostrado que la incidencia y la mortalidad por enfermedades cardíacas coronarias (CHD), así como la mortalidad total (altamente influenciada por la mortalidad a causa de las CHD) son menores entre los bebedores moderados que entre los no bebedores; es más, algunos estudios han demostrado que la relación entre las enfermedades cardíacas coronarias y el consumo de etanol puede ser inversa según el nivel de consumo del alcohol. Un buen número de estudios han demostrado también que en relación a la incidencia de apoplejía, y en especial las apoplejías isquémicas, es menor entre los bebedores moderados que entre los no bebedores. Se han propuesto distintas explicaciones para justificar estos descubrimientos. Se cree que el alcohol eleva los niveles de la lipoproteína de alta densidad de colesterol (lo cual es una protección contra el CHD) pero también puede ejercer sus efectos por medio de una disminución del fibrinógeno o en la agregación de las plaquetas. Algunos autores han señalado que el efecto de protección del alcohol está reservado al vino, extremo que se confirma por las relaciones entre el consumo de vino y la incidencia de enfermedades cardíacas coronarias en los países europeos.
Aunque el alcohol es el principal ingrediente farmacológicamente activo, existen otras substancias, ya sean naturales en la piel de la uva o formadas durante la fermentación, responsables de actividades fisiológicas. Los compuestos fenólicos del vino están implicados en la prevención de las enfermedades del corazón y en el bloqueo de las células cancerosas. Se ha demostrado que el resveratrol, una substancia fitoquímica abundante en la piel de la uva y en el vino, y más especialmente el vino tinto, muestra “una actividad quimiopreventiva del cáncer”. Se ha señalado el transresveratrol como un potente antagonista de la adherencia de los estrógenos, lo cual puede aportar efectos beneficiosos en el área del cáncer de mama. Los compuestos antioxidantes del vino como la quercetina, la catequina y el resveratrol parecen ser responsables de la reducción de la proporción de oxidación de LDL, la formación de plaquetas y el aumento de grasa en las arterias.

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