- Redacción
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- 2001-06-01 00:00:00
En la primitiva división oficial de Denominaciones de Origen de Vinos de España, en 1966, ya figuraba este territorio como diferenciado de sus vecinos, pero han hecho falta casi cuarenta años para que se trasladara del papel a la realidad. Recientemente, en 1997, un grupo de emprendedores viticultores y bodegueros de la comarca que han realizado importantes inversiones en la mejora tecnológica y enológica, y cuyos vinos se acogían a la indicación geográfica de Vinos de la Tierra, iniciaron los trámites administrativos necesarios para desempolvar el nombre, convencidos de que su producción es capaz de darle lustre, de que Manchuela merece un puesto relevante en el complejo y competitivo mercado de los vinos de calidad.
La consolidación lleva apenas fecha del pasado 28 de julio, cuando se inscribe en el Diario Oficial de Castilla-La Mancha. Pero la presentación en sociedad tuvo lugar, recientemente, con todos los honores, en Madrid, en los salones del Hotel Villa Magna, donde acudieron con una muestra de sus vinos numerosas bodegas y cooperativas integradas en la Denominación de Origen, para compartir fiesta y cata con los representantes de los municipios que conforman la zona vitivinícola, las Cámaras de Comercio, los hosteleros, restauradores, comercio selecto y los medios de comunicación especializados.
Manchuela es ya la séptima D.O. de la autonomía manchega, y ocupa los pagos situados entre el Júcar y el Cabriel, al sudeste de la provincia de Cuenca y al nordeste de la de Albacete. En total son setenta términos municipales entre los que se cuenta el propio campo de Albacete capital y aledaños y, en Cuenca, como epicentro, Motilla del Palancar.
Los viñedos crecen en la meseta, a una altura entre 600 y 700 m. sobre el nivel del mar, en un clima seco y bajo un rotundo sol que por las noches da paso a los vientos frescos y húmedos del Mediterráneo. Con ese contraste de temperatura, el periodo de maduración es largo y la uva llega sana a la plena madurez, con lo que desarrolla la formación de los codiciados taninos y antocianos, los polifenoles que aportan color y estructura y que revelan una zona idónea para el cultivo de variedades tintas.
El Consejo Regulador auspicia las variedades tradicionales y algunas experimentales que están dando excelentes resultados. De su ensamblaje cuidadoso salen pálidos blancos frescos y aromáticos, rosados francos y frutales y, sobre todo, tintos ensamblados de Bobal y Tempranillo, de Syrah o Cabernet, aptos para la crianza en barrica.
Su inmemorable tradición vitivinícola, de la que son muestra las cuevas salpicadas por los pueblos, reverdece con savia nueva y dará mucho que hablar. Y que beber.