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Dicen que en tiempos de recesión económica los modistos se contagian de pesimismo, alargan las faldas, y las telas pierden viveza y color. Dicen, también, que en época de estrecheces, lo superfluo -todo eso por lo que merece la pena vivir- pierde la batalla. Con los vientos de guerra que soplan en estas fechas cercanas a la Navidad, por la cabeza de algún cavista español habrá pasado la sombra de la duda sobre el futuro de sus ventas a corto plazo, en un mundo que parece no estar de humor para brindar. Porque lo cierto es que dependemos del buen estado de ánimo de los mercados internacionales. De los 120 millones de botellas que se producen, el 32 % va destinado al mercado exterior. El consumo en España es bajo, alrededor de 2 botellas por habitante y año, frente, por ejemplo, a las 7 botellas que se consumen en Alemania. La batalla particular de nuestros elaboradores será, pues, conseguir que los españoles no dejemos para mañana lo que podamos beber hoy, luchar con burbujas y mejores cavas contra el estrés y el desánimo.