- Redacción
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- 2002-01-01 00:00:00
Cientos de libros, cientos de miles de pinturas y fotografías han reflejado a lo largo del tiempo la identidad, la riqueza, la distinción de Jerez, sus vinos, sus labores, sus capataces, sus bodegueros, sus bodegas. Es imposible resumirlo. Vale más una imagen: una mirada por el triángulo que forman Jerez, Sanlúcar y Puerto de Santamaría, la visión de las tierras blancas deslumbrantes
-las albarizas-, de las líneas de cepas que se extienden por el terreno ondulado hasta donde la vista alcanza o, aún mejor, las interminables filas de toneles apiladas en tres o cuatro alturas y alineadas bajo las bóvedas catedralicias de tantas y tantas hermosas bodegas.
Son herederas del Vinus Gaditanus que, en ánforas así rotuladas, se exportaba a la capital del imperio romano, y del que a finales del S. XV regaba el imperio británico y se cantaba en los versos de Shakespeare. Las bodegas, sin embargo, son obra más reciente. Hasta el S. XVIII los toneles de vinos de la región se embarcaban apenas comenzada la fermentación o, en todo caso, con vinos jóvenes, recientes, que terminaban de “hacerse” durante el viaje. Pero ya en 1845 la demanda y la generosa inversión de los bodegueros permitió inaugurar la tercera línea férrea de España, para facilitar la salida por mar de los vinos de Jerez. Y en pleno auge económico llegó la epidemia de oidium y la filoxera aunque, al contrario que en otras zonas, la replantación con pie americano supuso aquí un aumento del viñedo. Sobraban razones y bastaba la mágica conjunción de factores determinantes de calidad y personalidad.
Lo que hace diferentes y excepcionales a los vinos de Jerez es la suma de una tierra sabia, un viento amoroso, unas variedades idóneas y una complejísima elaboración. Nada menos.
La tierra, la albariza, es capaz de abrirse como una esponja para absorber agua de lluvia y cerrar sus poros con el sol para que no escape, para que refresque y alimente las raíces cuando los pámpanos soportan 40º C. El viento del mar hace soportables esas temperaturas y permite que madure sana la uva característica, la Palomino en las 89 bodegas que están reconocidas por el Consejo en el arte de criar y envejecer el vino. El proceso milagroso de “crianza biológica” en el que, tras la fermentación, actúan levaduras espontáneas -el velo de flor y el manto de “nata”- que transforman el vino base en fino, manzanilla o amontillado. En trasiegas parciales se van mezclando los vinos de diferentes añadas, descendiendo hasta las botas más bajas, las soleras, donde duerme hasta el momento de embotellarse. Pero aunque estos tres tipos son los más inconfundibles, no agotan el surtido de joyas del marco de Jerez: Oloroso, Palo Cortado, Medium, Pale Cream, Cream, Pedro Ximénez y Moscatel garantizan un trago para cada hora y ocasión. Conocerlos es amarlos.
La DO en cifras
Sede del Consejo Regulador: Alcalde Álvaro Domecq, 2
11405 Jerez de la Frontera (Cádiz)
Tel. 956 33 20 50 Fax. 956 33 89 08
E-mail: vinjerez@sherry.org. Web: www.sherry.org
Presidente: Luis García Ruiz.
Secretario: César Saldaña.
Superficie de viñedo inscrita ............................. 10.500 Has.
Registro viticultores .......................................................... 2.500
Variedades más extendidas:
Blancas: Palomino Jerez, Palomino Fino, Pedro Ximénez, Moscatel.
Producción 2001: 108 millones de Kg.
Calificación de la última cosecha: No hay añadas.