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Indudablemente, poco a poco, la casta Monastrell se ha ido consolidando como una de nuestras más preciadas variedades. Con un pasado algo desaprovechado, antiguamente se utilizaba para dar color y grado a otros vinos, en España y países del entorno, principalmente Francia. Pero el curso de su historia está cambiando. Como la mayoría de los vinos españoles, la casta está demostrando defenderse por sí misma -prueba de ello son las numerosas cepas de “pie franco” que existen- brindándonos con la irreverencia de unos vinos finos, delicados y, sobre todo, con un apellido muy valioso, mediterráneo. La coincidencia en los elogios por parte de la crítica especializada permite esperar para la Monastrell un futuro inimaginable.