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Qué decir, si se nos permite, de tan preciado tesoro. Los vinos mediterráneos, por lo general, suelen ser cálidos y de gusto -o sensaciones- ligeramente dulzonas. En efecto, la percepción de dulzor es debida, en parte, al grado alcohólico que le propina el sol. Para disimular esta calidez, tendremos en cuenta su temperatura de servicio -un poco más fría de lo normal- eludiendo así la sensación de calidez en el paladar. La armonía con los alimentos que tomaremos deberá ir en consonancia con el perfil descrito anteriormente. Aunque resulte chocante, la mayoría de los platos que tomaremos con estos vinos (13-14,5º), deberá estar templada y no caliente, porque la temperatura se acentuaría en la boca, y provocaría una molesta sensación de ardor.