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Cuántas veces hemos procurado adecuar los suculentos platos de la gastronomía mediterránea a tan ávidos vinos, y en la mayoría de los casos hemos recurrido, por inercia, al equívoco de casar siempre los blancos con el pescado. Pues bueno, he aquí una de las excepciones que confirman la regla. Vigorosos vinos son los elaborados con el varietal Chardonnay, de porte erguido, corpulentos y con buen equilibrio grasa-acidez. Un retrato que a primera vista nos sugiere pescados azules, blancos, con salsas elaboradas y guarniciones atrevidas. Su personalidad dota a estos vinos de suficiente capacidad como para tomarlos con carnes blancas a la parrilla -en el caso de los fermentados en barrica-, pasteles salados, carpaccios de carne y pescado, brochetas de avestruz con adornos de setas de temporada, etc.