- Redacción
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- 2002-07-01 00:00:00
n viaje por Galicia requiere mantener muy despiertos los sentidos, para perdernos por sus fogones, probar su comida sólida y contundente, su marisco inigualable, y claro está, esa inmensa riqueza que son sus aromáticos, sabrosos y originales vinos. Cierto es que esta tierra es el paraíso de los vinos blancos. Cuánta variedad de matices encierran sus uvas, sus terruños, sus microclimas. Y no nos referimos solamente a los más conocidos, los inevitables monovarietales de Albariño, Godello o Treixadura. Para este número de Mivino hemos catado los “otros” vinos, los elaborados con un coupage de distintos varietales, algunos de ellos tan complejos y originales como los nacidos de uvas de mayor alcurnia y fama. Vinos que, salvo en el caso de Ribeiro, y quizás los de la subzona de El Rosal, se encuentran ahí, a la espera de que nosotros los descubramos.
Las buenas compañías
El cultivo tradicional en Galicia, como en otras muchas comarcas vitivinícolas españolas, está basado en la mezcla de cepas, en el mismo viñedo. Ha sido la reestructuración del viñedo en ciertas zonas, en torno al nombre mítico de algunas variedades, además de un esfuerzo notable y clarividente llevado a cabo por parte de las instituciones, lo que ha logrado que vinos como el Albariño traspasen fronteras con la misma familiaridad que el Chardonnay. Y realmente con toda justicia.
Pero en realidad, el viñedo tradicional de Galicia es un bendito caos donde conviven en la misma viña (a veces minúscula) cepas de tinto con las de blanco, y una babel de varietales que más parece un jardín botánico que una explotación industrial. Así que el coupage es algo intrínseco a la filosofía del campesino gallego: un poco de Jerez para dar cantidad, un poco de Godello para conferir cuerpo, un poco de Albariño para añadir aromas frutales...
Ribeiro es el ejemplo óptimo del arte de la mezcla, y algunos varietales, según me cuentan, solo han conseguido sobrevivir en ciertos majuelos, apenas ya en estado testimonial. Como es el caso de la Lado. Otro tanto pasó en Valdeorras con la Godello, renacida de unos años acá en magníficos vinos, gracias a los amantes apasionados de su su patrimonio vitícola. Quizás es en los vinos catados de la D.O. para este reportaje donde echamos de menos un mayor porcentaje de Godello u otras variedades autóctonas. Los vinos resultan frescos y suaves pero algo planos. En cambio, la subzona del Rosal consigue magníficos vinos, elaborados con la bendita trilogía: Marqués, algo de Caíño y la divina Albariño. También en la zona del Condado hay vinos poderosos elaborados con la magia del tandem Treixadura-Albariño. Pero Galicia es un gran mosaico de bodegas. Alguien ha asegurado que existen tantas como casas habitadas.
La Galicia polifónica
Los vinos del Ribeiro nos han confirmado una sorprendente evolución de la zona. De todos las muestras que hemos podido reunir (no es fácil) conviene resaltar el Vilerma, de excelente desarrollo, o el cambio espectacular de la botella de Emilio Rojo, con una preciosa presentación y un contenido delicioso. Uno de los mejores paladares lo hemos encontrado en el Viña Meín fermentado en barrica. Característico el vino de Luis Rodríguez, el Viña Martín, y -cada añada más completo- el Gran Reboreda, un vino fino, delicado y con una estructura óptima. El Coto de Gomariz nos trae la singularidad de una fruta de hueso poco percibida en los demás. Los vinos de Rías Baixas demuestran que algunos poseen la misma calidad que sus hermanos albariños, incluso, es natural, algo más complejos. Como el Terras Gauda, primoroso vino que supera al Abadía. El Namorío, del que es muy fácil enamorarse. El clásico vino del pionero Santiago Ruiz, el personaje que revitalizó los vinos embotellados en su comarca y aún en toda Galicia. El Dávila, un vino muy fino con bonita presentación.
Monterrei se afianza. Hay bodegas en esta D.O. que elaboran un buen blanco, pero son tan minúsculas que no es fácil acceder a sus productos. El más famoso es el Terra do Gargalo, un vino que los Mariño elaboran con mucha seriedad y acierto. Poco hay que añadir de las otras zonas, empeñadas en elaborar vinos monovarietales. O al menos en aprovechar sus nombres. Porque en nuestras pesquisas para realizar este trabajo, nos hemos encontrado con vinos que en su etiqueta solo se hacía mención a una variedad de uva, Godello o Treixadura, aunque en conversación telefónica con sus productores confesaban el “coupage”. Así es Galicia, sin duda la mejor zona de toda España para elaborar vinos blancos, con una variedad de uvas que son un tesoro biológico todavía por explotar. Mejor, así queda un amplio margen para la sorpresa.