- Redacción
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- 2002-12-01 00:00:00
Barcelona, la urbe industrial y populosa, crece imparable, absorbente. Y desde hace muchos años su vecina Alella ha de defender con pasión su espacio rural, su ancestral tradición vitivinícola y la belleza y la calma del paisaje ondulado o rocoso del Maresme, abocado al Mediterráneo. Gracias a que la D.O. de vinos es ya histórica, de los años 50, los 18 municipios que la engloban han logrado preservar del afán especulativo y urbanístico al menos parte de su territorio. Desde entonces no sólo se ha mantenido sino que se ha ampliado la zona regulada. Y sigue viva y ejemplar, ordenada y culta, reproduciendo año tras año la alquimia de transformar sol, agua, tierra y trabajo en un producto luminoso y seductor como es el vino de Alella. Y se conserva gracias al prestigio de marcas que se pueden contar con los dedos de una mano, vinos de alta calidad elaborados según los adelantos enológicos punteros, con la inversión técnica precisa, y que han devuelto a la viticultura de la zona los esplendores del pasado más remoto, cuando Plinio y Marcial alaban estos vinos layetanos que Roma importa. La fama se mantuvo a lo largo de la Edad Media y más acá, hasta la devastación del viñedo por la plaga de la filoxera. Tradición y modernidad, pasado y futuro, campo y ciudad, mar y montaña, la pequeña D.O. Alella es un símbolo y una realidad plasmada en sus vinos elegantes, límpidos, aromáticos, elaborados con sabia armonía entre la serenidad septentrional y la pasión mediterránea.
El hecho diferencial más significativo de la D.O. Alella es la existencia del “sauló”, terreno arenoso de naturaleza granítica, de color prácticamente blanco, que tiene una permeabilidad alta y una gran capacidad de retención de la irradiación solar, hecho que facilita la maduración del fruto y aporta finura a los vinos. El bajo poder de retención del agua queda compensado por el microclima local, más dulce que el clima típicamente mediterráneo, con veranos cálidos y secos e inviernos suaves. Juega un papel importante la sierra litoral que protege de los vientos fríos y condensa la humedad procedente del mar.
Así vegetan felices los viñedos tradicionales y experimentales de numerosas variedades, y no sólo blancas, aunque sean esos vinos y los cavas los más famosos.
Esa tradición y experiencias se han recogido y se exhiben con gusto en el museo sede del Consejo. Can Magarola es una de las masías más antiguas de Alella. Situada en la parte alta contempla desde su situación privilegiada, más de 700 años de la milenaria historia del pueblo. Por esta razón, fue escogida, restaurada y adecuada a las tareas de conservación y difusión de la historia local.