- Redacción
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- 2006-11-01 00:00:00
Con una fuerza extraordinaria, una fe ciega en su tierra y en la variedad Monastrell, y confianza total en su trabajo, -no exenta de tozudez- la familia Castaño ha sacado del anonimato a una zona cuyo incierto futuro estaría dominado por el granel durante muchos años. Atrás quedaron aquellos duros tiempos de lucha en solitario. Tiempos de arrastrar sacrificios, de trabajo duro, de santa paciencia para sacar adelante sus vinos, que, aunque impecablemente elaborados, son hijos de una zona casi desconocida en España. Bodegas Castaño ha sido durante años la única que embotellaba vinos con la contraetiqueta de la Denominación de Origen Yecla, después de que la cooperativa “La Purísima” decidiera suprimir sus millonarios embotellados. Afortunadamente, hoy comparten la dura tarea de abrir y diversificar actividades comerciales con otras bodegas (incluso la cooperativa ha vuelto a sus embotellados) que por fin se lanzan a la conquista del mercado con el marchamo de la contraetiqueta como garante de su calidad. La senda de luz abierta por los Castaño se valora y considera clara. Ahora acuden nuevos bodegueros, incluso de fuera, con la ilusión de pasear por el mundo el nombre de Yecla. Aunque vea normal comprar un vino de Yecla en Madrid o Bilbao, por ejemplo, sin arrugar la nariz o hacer aspavientos, la tarea de la familia por dar a conocer sus productos ha sido dura y, a veces, desesperante. Curiosamente, la intensa labor de márketing fuera de nuestras fronteras (donde importa más la calidad que la etiqueta o el origen del vino) ha tenido un efecto búmerang hacia el mercado interior y el esperado reconocimiento del consumidor español. El valor de la tierra Yecla es una tierra especial. Una denominación rodeada a su vez de viñas acogidas a distintas denominaciones de origen, (Alicante y Jumilla la abrazan por el este, el oeste y el sur, y al norte cierra el cerco Almansa). Pero en su misma orografía hay grandes diferencias de terreno, microclimas con contrastes considerables y distintas altitudes que la hacen tan variada que su territorio bien podría dividirse y calificarse en una decena de mini denominaciones, al modo de los viñedos de Borgoña. La reina de toda la región es la Monastrell, una variedad que tiene la gran virtud de adaptarse a cualquier forma de elaboración y dar siempre un resultado fiable. La “Uva del Terreno”, -como les gusta denomonarla a los yeclanos- se convierte en este municipio casi en un concentrado de Monastrell por el mínimo rendimiento de sus cepas. Esos son sus poderes Bodegas Castaño es una empresa familiar, y como tal se rige. La llevan tres de los hermanos Castaño (Ramón, hijo, es el director-gerente, Juan Pedro es el administrador, y Daniel es el responsable comercial). Aunque todos arriman el hombro, Ramón padre asegura que “ya he soltado toda responsabilidad, solo estoy para ayudar, aunque sin preocuparme mucho de los asuntos”; aunque todos saben que lo dice de “boquilla”, porque el primero que pisa la viña es él, el que previene de cualquier incidencia de plagas y el que sabe siempre con exactitud en qué estado se encuentra cualquier viñedo de las dispersas propiedades que posee la casa. En estos momentos la familia Castaño controla unas 600 hectáreas en Yecla, (en propiedad) de las que procesan unos cuatro millones de kilos de uva. De ellos saldrán más de dos millones de botellas que van desde la gama “Dominio Espinal”, blanco, rosado y tinto, a los Castaño, Hécula, Castaño Colección y Castaño Dulce, y que culmina con el gran vino Casa Cisca. También en las instalaciones de la casa madre se elaboran los proyectos “Viña al lado de la Casa”, y “Casa Marta”, que además representan lo que ellos entienden como I+D. El campo, mejor dicho, la viña, es la obsesión del patriarca de la familia. “El campo me da vida, yo vivo y revivo en el campo, hay personas que disfrutan y se relajan lejos de su lugar de trabajo, en hoteles con diversos entretenimientos, playas, o con largos viajes. Eso está bien, muy bien. Pero yo, donde mejor estoy es en la viña; y ver, notar cómo ella misma te lo agradece cuando la trabajas bien es emocionante”. Poseer materia prima propia, moldeada a su gusto, es para él una especie de obsesión. Aunque la debilidad de Ramón Castaño parece ser “Las Gruesas” un viñedo de casi 170 hectáreas, los pagos de “Pozuelo”, “Espinal” “Arabí” y “Hoya Muñoz”, además de “Las Gateras” de donde sale el vino de “Al Lado de la Casa”, o los viñedos de “Casa Marta” conforman un dominio que se extiende por todo el municipio. Esta diversificación tiene sus ventajas y desventajas. Porque “aunque sabes casi seguro que te pillará un pedrisco en alguna de ellas, también sabes que tendría que ocurrir una catástrofe para que quedarte sin uvas un año”. Parecería que tal extensión de viñedo debería ser suficiente para sus necesidades, pero Ramón ve el campo de forma distinta: “Cuando veo una viña vieja y abandonada, no lo puedo evitar, procuro saber el motivo por el que está así, por si la quieren vender”; a veces los muchachos (así llama a sus hijos) comienzan a temblar cuando en la conversación saco eso de “pues hoy he visto un majuelo…” Proyectos Monastrell Los Castaño han aprendido, a base de salir de casa, que el mundo quiere sabores no “globalizados”. Sus “Proyectos Monastrell” son una buena alternativa a tanto varietal famoso venido desde los más lejanos viñedos. A Bodegas Castaño le han salido bastantes “novios” y últimamente le siguen saliendo a menudo, aunque ellos no quieren más complicaciones de las que pueden controlar con garantías. Su bonito proyecto “Viña al lado de la Casa” se consolida, con Quim Vila, de Vila Vinoteca de Barcelona; tanto, que ya se están haciendo los bocetos de una futura bodega. En esa tesitura se halla “Viñedos Casa Marta”, la joint venture que la casa posee con el estadounidense Eric Solomon, los dos con viñedos y vinos de la Denominación de Origen Yecla y elaborados en la casa matriz. En Alicante, Sierra Salinas, la bodega inaugurada recientemente con Christian Niehus como socio de esta join venture. Por último también forma parte de este “eje Monastrell” el “Altos del Cuadrado” en la D. O. Jumilla, elaborado de momento en una bodega de esa denominación pero con el terreno ya elegido para edificar una bodega. Naturaleza en estado puro Como un gran pulmón verde, umbrío y arrogante, incrustado en la tierra tórrida y caliza, la Sierra de Salinas, que alcanza más de 1.200 metros de altitud, queda dividida administrativamente entre las provincias de Alicante y de Murcia, y llega a escasos kilómetros de la ciudad de Yecla. Su ladera norte proporciona una agradable sensación de frescor por su cerrada vegetación: el pino carrasco, el coscojo, el esparto, el espliego y el romero se entremezclan en tupida maleza y expanden sus finos e intensos aromas, y la esbelta silueta del águila domina el cielo límpido y luminoso del hostil mediodía. Los líneos de viña llegan hasta sus faldas. Allí, variedades de toda la vida (Monastrell, Tintorera) comparten la tierra con las venidas de fuera (Cabernet, Petit Verdot). Aquellas, bien acostumbradas, de secano; y éstas sobreviven con la ayuda imprescindible del goteo. Conforman la finca 80 hectáreas de tierra caliza, algunas de almendros y olivos, además de cuarenta de viñedo. Enfrente, el nuevo edificio de la bodega, de línea estilizada, impecable, funcional, moderno y bien adaptado al terreno, cuya silueta se funde con el paisaje, se halla anclado en tierras valencianas, eso sí, aunque por escasos metros. Tan justo es el margen que el camino hace de linde: “Mira, ahora tú vas sentado en Alicante y yo en Murcia”, afirma Ramón Castaño (hijo) cuando en su potente todoterreno nos acercamos a la bodega. Como hemos dicho, la empresa es una joint venture, con la familia suiza Niehus. Fue en un principio un proyecto un tanto viajero, Mira Salinas, que así se llama el vino resultante de esta sociedad, primero Denominación de Origen Yecla, para finalmente, desde la cosecha del 2003, terminar en la D. O. Alicante. Y éste es un claro ejemplo de que no importa el origen si el vino cumple las reglas incuestionables de la calidad. Casi toda la producción de este vino se vende fuera de España, Suiza principalmente, acompañado ahora de otro hermano menor, el “Puerto Salinas” del que sale por vez primera al mercado el 2003, un vino que posee la escasa virtud de la buena relación calidad/precio. En esta bodega se han planteado una forma de hacer diferente. Según dice Ramón Castaño (hijo) “no hemos puesto en pie esta bodega para hacer siempre el mismo vino. Todos los años trataremos de sacar el mejor producto aunque para ello tengamos que innovar tanto la enología como la técnica.” …Y ahora aceite Pasamos por los plácidos campos de Yecla, el cultivo de secano en todo su esplendor nos rodea, esparto en los montes; y entre las viñas dominantes, campos de verdes almendros y parcelas con solemnes y centenarios olivos cargados de fruto provocan la pregunta: ¿para cuándo el aceite de Castaño? Ramón, el patriarca, responde inmediatamente, como si estuviese deseando que se la formulara: “nosotros (mi familia) hemos sido bodegueros y aceiteros en los comienzos. Mi abuelo tenía bodega y almazara. En ella, desde muy niño, comencé a familiarizarme con los trabajos de la casa, hacíamos el vino y luego el aceite. Me gustaba la faena de la almazara, el aroma que desprendían las aceitunas cuando se molturaban. Después, por circunstancias, nos volcamos solo en el vino, pero siempre he abrigado la esperanza de que algún día pudiéramos hacer un gran aceite. Todavía me queda tiempo”. Con esa energía que desprende… ¡Y que lo diga!