- Redacción
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- 2007-09-01 00:00:00
Sheila X, en su viaje alrededor del mundo, visitó las regiones vinícolas más apartadas del planeta y descubrió cosas asombrosas. Resumimos en exclusiva sus anotaciones sobre los viñedos de los dos extremos de la Tierra: desde Dinamarca a la Patagonia. Ya está todo descubierto. Los picos más altos, las charcas más saladas, los bosques de pinos más densos... todo se ha explorado e inventariado más de cien veces. Antes de iniciar su vuelta al mundo, mi colega Sheila X. estuvo buscando temas para su viaje. Porque piensa que quien viaja con una tarea claramente definida y se aleja de las autopistas de los mochileros, los activistas de la intemperie y los turistas culturales o fiesteros, viaja más intensamente. Podría haber optado por coleccionar piedras, viejos mapas o arte étnico. Pero en lugar de ello decidió visitar los viñedos más cercanos al Polo Norte y al Polo Sur. Repasamos su diario de viaje. 8 de mayo de 2006 Bornholm, Dinamarca: 55º 01’ 39,81” Latitud Norte A las 8.30 de la mañana, cuando le pedí mi primer café espresso, el camarero estaba limpiando al chorro de agua de una manguera amarilla la pequeña plaza ante la tabernilla del puerto de Svaneke. En el puerto, los pescadores se afanaban sobre sus oxidadas balandras y las gaviotas hacían lo que hacen siempre a esas horas. El cielo estaba tan claro y luminoso, la brisa del mar Báltico era tan perfumada y el ambiente tan pacífico que curiosamente, por un momento, pensé que aquella era mi primera mañana en un mundo recién estrenado. Más tarde, me dirigí en coche a Due-odde para pasear por la playa hasta Snogebaek. Allí la arena es tan clara que parece casi blanca y tan fina que los pies se hunden al caminar, dificultando la marcha. Snogebaek es un paraíso para cualquier gourmet. Por ejemplo, una casita amarilla llamada “Kjaerstrup”, que recuerda a la de la bruja del cuento, en la que Brigitte Kjaer y su compañero Peter Braestrup hacen un maravilloso chocolate negro con ligero sabor a menta y unos refinados bombones oscuros con mazapán y brandy llamados “Kugler”. A tan sólo un tiro de piedra se halla el reino de Thorkil Boisen, antes biólogo, que está a punto de convertirse en el fabricante de helados más famoso de Dinamarca. No hay nada mejor que su helado de flor de saúco. Las flores de saúco son de la propia isla y se cortan poco después del amanecer. Y la leche también procede exclusivamente de las vacas criadas al aire libre en la isla de Bornholm. Con el sabor del helado en la boca me siento sobre la arena. De los altavoces de un cercano chiringuito de playa me llega la voz de Adriano Celentano cantando “Azzurro”, y me devuelve la misma sensación de antaño, cuando estuve con mis padres de vacaciones en Rímini. Después de este helado al son de Celentano me encuentro en la disposición perfecta para adentrarme unos pocos kilómetros tierra adentro y encontrarme con el único vinicultor de la isla. Jesper Paulsen es exactamente como uno se imagina a un danés: pelo rubio casi blanco, ojos azules... ambas cosas juntas inspiran tanta confianza, que crece la alegre expectación de probar su vino. Naturalmente también son rubias y de ojos azules sus dos hijas y su mujer, Yvonne; se trata de una familia vikinga absolutamente típica. En 1995, Jesper empezó a producir vino de fresa. Cuando Dinamarca fue declarada oficialmente país vinícola por la UE en el año 2000, con una superficie máxima de viña de 99 hectáreas, Jesper plantó exactamente dos mil cepas de la variedad Rondo, resistente a los hongos. Esta uva es el resultado de un cruce de las variedades Saperavi Severnyi y St. Laurent, realizado ya en 1964 en la antigua Checoslovaquia. Cultivada y desarrollada en Geisenheim, Alemania, gracias a su maduración temprana esta uva produce vinos de calidad agradable y color sorprendentemente oscuro, sobre todo en las regiones climáticas límite de la vinicultura. Desde que se inauguró la cafetería y la “vinbutik” en 2003, esta granja llamada Lille Gadegard se ha convertido en una verdadera finca vinícola. Jesper vendimia las uvas en octubre en pequeñas cajas de plástico y las deja secar ligeramente en una sala climatizada, antes de macerarlas y fermentarlas. El Rondo de 2005, con un doce por ciento de volumen de alcohol, es un vino ligero de aromas delicados y marcada frutalidad de frutillos rojos que se deja beber muy bien. En el tropical verano de 2003, Jesper logró incluso un Rondo de temperamento francamente mediterráneo y frutalidad cálida y atractiva. Catado a ciegas, algunos visitantes creyeron que se trataba de un vino italiano, asegura Jesper. Y vende las últimas botellas de este vino del siglo danés por 899 coronas, al cambio unos 120 euros, un precio astronómico para este vino. Pero los daneses son un pueblo extraordinariamente interesado por el vino y compran todas las botellas que contengan vino danés, siguiendo el lema “Honrad los productos locales”. Según me explica Jesper, su viñedo no es el más septentrional de Dinamarca. Los hay más al Norte, en los alrededores de la capital, Copenhague. Por ejemplo, en el suburbio de Hvidovre, a apenas siete kilómetros del ayuntamiento de Copenhague, el inquieto Jens Michael Gundersen cultiva unas tres hectáreas de cepas con las que, en algunas docenas de barricas del tonelero francés Demptos, produce con su Nordlund una cuvée de Rondo, Léon Millot, Regent y Castel madurada en barrica. La finca de Gundersen, por cierto, se halla a 55º 38’ 59,98” latitud Norte. De modo que la región vinícola más septentrional es, pues, Copenhague, situada a la misma altura que Moscú o la metrópoli escocesa de Glasgow. Luego, en el coche de alquiler, al regresar al hotel en el pequeño puerto de Svaneke, pasando ante casas de madera pintadas de colores, mar azul y arena blanca, me vuelve a la mente la canción “Azzurro” y el sabor del helado de flor de saúco al paladar. Casi parece como si los viñedos más septentrionales del mundo estuvieran a tan sólo un tiro de piedra del Vesuvio y de los pescadores de Capri. Dinamarca BODEGA Vingarden Lille Gadegard Jesper Paulsen Sondre Landevej 63 DK-3720 Aakirkeby Bornholm Tel. +45 77 04 97 11 www.a7.dk El Rondo 2003 es una rareza cara. Cuenta con tienda y restaurante. Hotel Siemsens Gaard Havnebryggen 9 DK-3740 Svaneke Tel. +45 56 49 61 49 www.siemsens.dk Con vistas al puerto pesquero. nuestro CONSEJO Las playas en torno al idílico centro de vacaciones Snogebaek son bellísimas. En el centro de la población, Thorkil Boisen prepara su famoso helado ecológico. A tiro de piedra se encuentra «Kjaerstrup Chocolate by hand», un paraíso para los amantes del chocolate. 17 de febrero de 2007 San Patricio del Chañar (Patagonia), Argentina: 38° 33’ 21,54” Latitud Sur Del Fin del Mundo se llama una de las bodegas locales, y quien eligió el nombre, acertó plenamente. Los que prefieran la hierba de la estepa, la llanura y el azote del viento a las personas, serán felices allí. Dos días antes me dijo el sumiller de una taberna en Buenos Aires: “En Patagonia, según como aparques el coche, no tienes ni que cerrar la puerta, te la cierra el viento.” En cualquier caso, me alegré de haberme llevado algunos buenos CDs de rock de los Rolling Stones y de Creedance Clearwater para escuchar en el coche alquilado. Aunque “Kind of Blue” de Miles Davis combinaba perfectamente con el paisaje que se iba divisando por la ventanilla, la melancólica trompeta y la árida meseta juntas resultaron ser demasiado para mi espíritu. Con una densidad de población de cuatro habitantes por kilómetro cuadrado, las probabilidades de encontrarse casualmente con un bípedo son relativamente escasas, especialmente teniendo en cuenta que la mitad de la población vive en la capital, Neuquén, y en sus alrededores, de modo que el campo está aún más vacío de lo que hace suponer la mencionada población media. Neuquén no es una ciudad que sea imprescindible visitar. Yo llegué en avión, me quedé una noche y continué mi viaje. Eso sí, el “Hotel del Comahue”, un enorme rascacielos de cemento, ofrece una especie de lujo conservador. Antes de salir, llamé por teléfono a las tres únicas bodegas que hay actualmente en la región vinícola de Patagonia. Quería estar segura de que realmente habría alguien, para no quedarme plantada ante portones cerrados en medio de la Pampa. Luego subí el volumen de la música y, acompañando en voz alta la canción “Time is on my side”, me dirigí hacia el norte de Neuquén, donde a 50 kilómetros se halla la región vinícola. La historia de la vinicultura moderna en Patagonia no comenzó hasta 1999. La familia Schroeder, la Bodega del Fin del Mundo y la Bodega NQN plantaron entonces las primeras vides. Suelos arenosos y un clima continental a 400 metros sobre el nivel del mar debían ser ideales para cultivar vinos bien estructurados, se dijeron. Efectivamente los vinos de Patagonia de las últimas añadas, con su estructura vigorosa, se presentan francamente bebibles y constituyen una agradable alternativa a sus cebados compañeros del Norte, que inundan cada vez más el mercado. El prototipo de un cru de la Patagonia es, por ejemplo, el Saurus Pinot Noir Select de 2004, de la Familia Schroeder. Con sus hechuras equilibradas y una elegante frutalidad de frutillos rojos, era un auténtico placer beberlo hasta el último trago. El nombre de Saurus, por cierto, hace referencia a una anécdota muy particular: Cuando se iniciaron las obras de construcción de la Bodega Schroeder, los obreros hallaron fósiles de un enorme Aeolosaurio (de la familia de los Tiranosaurios) de hasta 15 metros de largo. Hoy se pueden contemplar los restos de este saurio, minuciosamente clasificados, en una vitrina colocada en la bodega. Roberto Schroeder sabe contar la historia del saurio en alemán. Aunque su abuelo llegó a Argentina desde Prusia del Este ya en 1927, la familia aún conserva la lengua alemana. Tras la visita a la bodega, una moderna construcción funcional, pasamos a la mesa. Los Schroeder han construido su restaurante “Saurus” en medio de los viñedos. En este moderno edificio de líneas claras, a modo de pabellón, se prepara la cocina típica de Patagonia. En la parrilla se doran grandes trozos de cordero y cabrito. Como en el momento de servir la carne asada, jugosa y aún delicadamente rosada por dentro, el viento había amainado milagrosamente, almorzamos en el porche, disfrutando como niños de poder gastarle una jugarreta inadvertida al fastidioso tormento. Una y otra vez brindamos por nuestra suerte inesperada, ahora con un Saurus Malbec de 2004. Al final de mi día de visita por la región vinícola de Patagonia, había recorrido las tres bodegas, catado todos los vinos disponibles, conocido a todos los bodegueros y comido magníficamente una vez más, cenando en el “Malma Resto Bar” en el primer piso de la Bodega NQN. Una vez más, una carne excelente. A pesar de ello le pregunto a Matías Núñez, el cocinero, por qué en Argentina se come tan poco pescado. “Ya lo sé, los argentinos somos un pueblo sospechoso, con dos mil kilómetros de costa y casi nada de pescado en el plato”, dice sonriendo. Una respuesta simpática, que no obstante no me saca de dudas. La Patagonia, última estación de mi viaje de descubrimiento, todavía es una región vinícola verdaderamente familiar. Veremos si dentro de veinte años lo sigue siendo. Argentina bodega Familia Schroeder Wines Calle 7 Norte RA-8305 San Patricio del Chañar (Neuquén) Tel. +54 9 299 5 08 6767 www.familiaschroeder.com Ante todo, convencen los vinos de la línea de alta gama Saurus (por ejemplo Pinot o Malbec). Buen restaurante entre los viñedos. Hotel Hostería Las Balsas Bahía Las Balsas RA-8407 Villa La Angostura (Neuquén) Tel. +54 2944 49 43 08 www.lasbalsas.com.ar Está como a unas cuatro horas de automóvil al sur de la finca, pero este fantástico hotel, en perfecta armonía con la belleza natural de la Patagonia, bien se merece el largo viaje. Cuenta con un buen restaurante, Spa, y pasarela hasta el cercano mar. nuestro CONSEJO Además de la bodega de la Familia Schroeder, merecen también una visita la Bodega NQN (también con restaurante) y la Bodega del Fin del Mundo. En las cercanías del hotel se encuentra el Parque Nacional Los Arrayanes, con sus mirtos y sus claros glaciares.