- Redacción
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- 2007-11-01 00:00:00
hemos empezado el tercer viaje por las cuencas vinícolas en la desembocadura del miño, para ir descubriendo un río que son dos, venidos desde la Galicia profunda,el Miño, y desde Asturias y Castilla, el Sil. ambos, con afluentes muy vitales, Riegan cinco Denominaciones de Origen en el lado español: RÍas Baixas, Ribeiro, Ribeira Sacra, Valdeorras y Bierzo, y la parte poruguesa donde reina el Vinho Verde. un paseo por las variedades Albariño y Alvarinho, Treixadura, Loureiro, Brancellao, Merençao, Mencía… Miño/Sil Dos ríos, seis denominaciones Las aguas del Miño y el Sil no se diluyen en la desembocadura. Quiere la leyenda que, cuando los elementos les son propicios, se prolonguen y trasmuten en forma de un rayo verde que aflora del mar, en el horizonte entre Camiña y A Guarda. Un rayo verde que, como el genio de la lámpara, concede deseos, limpia mirada y una vida plena. No hay pruebas directas, de hecho nadie lo ha visto con sus propios ojos, pero todos conocen a alguien que conoce a uno, que tiene un cuñado que jura que un atardecer, desde el monte de Santa Tecla... Lo que cualquiera puede admirar, con solo volver los ojos al cielo en esta vendimia perfecta de 2007 es un arco de colores que, como un puente, une las dos orillas, arco iris o arco de dios según se pronuncie en España o en Portugal, arco feliz que viene a coronar un septiembre soleado que ha madurado las uvas ribereñas como nunca se vio. El paraje de Rías Baixas vecino a la desembocadura, florido y ameno, se llama El Rosal y, desde hace tiempo, quien busca vino llega aquí con la precaria guía de un plano dibujado a mano, como los de los tesoros piratas. Es la etiqueta de la bodega de un precursor visionario, Santiago Ruiz. La bodega forma parte de la firma Lan desde los últimos años de vida del fundador, pero permanece en la casa familiar, un acogedor edificio del XVII envuelto en hiedra, pintado de rojo vivo, en la localidad de San Miguel de Tabagón, en la provincia de Pontevedra. La bodega ha funcionado por generaciones allí, junto a la desembocadura del Miño, donde ya el abuelo elaboraba un Tostado recomendado por los médicos, pero la marca Santiago Ruiz se fundó en 1984, cuatro años antes de que naciera la D.O Rías Baixas Rosa Ruiz es la amorosa guardiana y guía de ese recinto mágico donde su padre fue atesorando la historia de su vida y milagros como viticultor, y la memoria de las innumerables visitas que acudían a saludarlo y compartir una copa. En el libro de firmas hay cartas del Rey, miles de artículos de prensa dedicados por sus autores, escritores de fama, y firmas exóticas de todos los rincones del globo. Pero es tiempo de vendimia, y a Rosa se la encuentra en la bodega nueva, recién estrenada, de Tomiño, junto a la enóloga Luisa Freire que se sumó a la casa en 1999, con la experiencia en albariños acumulada en Fillaboa y en Pazo Vilarey. El edificio nuevo retumba en los espacios diáfanos, en los altos techos de madera y, por contraste, resulta frío a pesar de su envoltura en la viña y en un enorme huerto de kiwis, pero los espacios crecederos y la utillería reluciente gritan eficacia. Son las 6 de la tarde, el sol decae y se abocan en la despalilladora las últimás cajas del día, uva sana y dulcísima. En cuanto sea mosto, Luisa lo llevará a su laboratorio para completar el muestrario que va ocupando unos minidepósitos, donde del 1 al 36 reproduce a sus hermanos grandes y, hasta el 50, desarrolla sus experimentos, incluso con ayuda de una prensa igualmente minúscula. Lo que es grande y una gran satisfacción es la cámara de frío, diáfana, blanca, pulcra, por la que, si fuera necesario, podría pasar toda la uva que recoge la bodega. Los viñedos de la bodega Terras Gauda también se asientan en un paraje privilegiado en el Valle de O Rosal, muy cerca del Miño por tierras de A Guarda, de modo que son los más sureños de la D.O. En cerros ondulados alrededor de la bodega y bajo la dirección de otro pionero como es José Maria Fonseca, han reunido 60 has. perfectamente alineadas con orientación al mediodía, con la benéfica influencia del río y mar, y con una magnífica relación clima-suelo, lo que permite la obtención de unas cosechas de alta calidad. Las cepas cultivadas son Albariño, Loureiro y Caíño. El mirador del Nido del Cuervo es la atalaya perfecta para acariciar con la vista las sensuales colinas, para seguir las juguetonas curvas de los caminillos blancos, las viñas y los meandros del río. En la otra orilla, Portugal; en ésta, una explanada soleada en la que se alza la bodega florida, coloreada de rosas, engarzada en el verde de las cepas y de los bosquecillos de pinos, la de mayor producción entre las no cooperativas, con sus 1.200.000 botellas anuales. El grupo empresarial está constituido por dos bodegas, la gallega Terras Gauda y la leonesa Pittacum situada en la localidad de Arganza, donde poseen una moderna bodega de elaboración y un sólido caserón de piedra como nave de crianza para vinos marcadamente bercianos, pero con personalidad propia. En Rías Baixas solo una bodega dispone de alojamiento para los enoturistas, es La Capitana, en el centro de Cambados y muy cerca de las magníficas playas, pero lejos del río. Lo que sí se asoma es Vinosobroso, la casa rural que ha construido Cristina Alcalá, sumiller, escritora y comentarista del mundo del vino en la radio. Situado en el entorno rural del histórico Balneario de Mondariz, en la subzona de Condado (Pontevedra), ofrece a los amantes del vino y el buen vivir un espacio acogedor y diferente para aprender disfrutando y en ejemplar paz. Vinosobroso organiza y gestiona actividades con el común denominador del vino. Para ello cuenta con sala de catas, biblioteca especializada, una pequeña bodega y tienda gastronómica, promueve rutas vinícolas y cuenta con cinco habitaciones bautizadas con los nombres de las denominaciones de origen gallegas. La finca ha cumplido más de 100 años, y comenzó a rehabilitarse en el 2004 con su estructura original típica gallega y sus característicos bancales totalmente integrados en el entorno, desde el cual se puede disfrutar de un magnífico paisaje, frente al castillo de Vilasobroso, convertido en museo etnográfico. Y allí acude para conversar esta fresca noche la que ha sido impulsora y factotum de la Denominación de Origen, como Presidenta durante muchos años, Marisol Bueno, la bodeguera de Pazo de Señorans, ahora totalmente renovado y puesto a punto para compaginar las funciones de bodega con las de hostelería, como exquisito escenario de celebraciones. Marisol tiene mucho que contar, pero hace gala de discreción desde que, a los 34 años se hizo cargo de la coletilla conflictiva de la Consejería de Agricultura, con apenas 500.000 kg. de uva controlada, y levantó el sólido imperio que es hoy el reino del Albariño: Rías Baixas. A ello ha dedicado todo su saber, su esfuerzo y su tiempo, hasta el punto de que su hijo pequeño la veía tan poco que se refería a ella con retintín como “cierta persona”. Ahora la han recuperado en casa, con Javier, su marido, nacido en los contornos y que recuerda imágenes infantiles de este río, cuando pescaba plácidamente con caña y veía con pavor cómo “cazaban” con dinamita truchas, reos y todo lo que cayera. El otro lado del río es Portugal. Oliveira Martins lo mira desde la frontera: “campos pequeñitos, circundados por pequeñitos valles, orlados de robles pigmeos, recortados, de donde cuelgan los racimos de uvas verdes...” Pero antes de cruzar vale la pena demorarse en Tui, en sus piedras, en la imposible arquitectura de su catedral, y en sus bosques, como el parque natural de Aloia que, con 629 m. es una atalaya de la sierra de O Galiñeiro y cuenta con magníficos miradores naturales sobre el río Miño y su estuario. Fue el primer Parque Natural de Galicia, declarado en 1935, y entre sus principales atractivos destacan restos arqueológicos como la muralla Ciclópea o el castro de Alto dos Cubos. Algunos historiadores identifican este punto estratégico con el monte Medulio y la leyenda del suicidio colectivo de toda la tribu antes que someterse a las legiones romanas. En el pequeño recinto hay siete molinos de agua visitables y diez kilómetros de sendas como la que sube desde la parroquia de Vincios y termina al pie de la ermita de San Xián. Las repoblaciones forestales ya comenzaron a principios de siglo con especies como cedros, cipreses y abetos que alcanzan gran porte y dibujan en algunas zonas una postal exótica. En Solar de Serrade, Adriano Pereira Afonso ha montado una amorosa bodega y turismo de habitaçao cerca Monçao. Hace mucho que se acostumbró a cruzar sin poner en hora el reloj, a una y otra orilla del Miño donde ha hecho negocios y amor, el de su mujer, española, a la que tenía que visitar como un espalda mojada, agarrando con los dientes la cuerda de un saquito en el que cruzaban flotando las aguas, su ropa y sus zapatos. Adriano acaba de sufrir el susto de un infarto, y su mayor disgusto es que, por la medicación, ha perdido paladar para catar el vino, con lo que a él le gustan las merendolas en casa de amigos, con buenos pollos de corral guisados, y vino, su vino. Compró la hermosa casona que dejó la última propietaria después de la revolución de los claveles. Estaba abandonada y Adriano recibió ayudas para restauración y le sacó brillo con dos buenos albañiles hasta convertirla en la casa familiar, de modo que allí se afincaron, aunque mantiene la bodega primitiva al otro lado, en el pueblo de su mujer, Salvaterra. La bodega hace Alvarinho y Vinho Verde tinto. La dirige el enólogo Carlos Manuel Blanco en un espacio pulcro que reproduce el estilo de la casa, la decoración de azulejos antiguos pintados de azul, la inconfundible decoración portuguesa con motivos de pámpanos y racimos. En 1981 empezó la plantación de viña y construyó la bodega bajo los robles, sembrado el suelo de bellotas que aquí se llaman landros. Hay un viña junto a la casa, en una solana desde el jardín del pórtico hasta la falda del montecillo, hasta el pinar que la protege de vientos y nieblas. Pero las otras están dispersas en terrenos muy diferentes, granito meteorizado, canto rodado y algunos más adecuado para tintos. Al otro lado, bajo el arco iris se desparraman los viñedos de Fillaboa y del Marqués de Vargas, el Pazo San Mauro. Desde éste, el mirador es una vieja vía de tren convertida en vía verde para paseantes y ciclistas, y en la orilla espera una barquita llamada Alma en medio de un fila de otras amarradas al refugio de un recodo. Como las crecidas de otoño no son infrecuentes, el amarre está alto, como un tendido eléctrico. El río se encajona con lascas de piedra y rocas que estrechan la corriente. Son las llamadas pescas, trampas para capturar las más exquisitas lampreas, entre las que se llevan la fama las del Arbo y el Cea. Ahora no son abundantes pero las recetas clásicas, de conserva y aprovechamiento, recuerdan tiempos en los que sobraban. Salazón para conservar y, como exquisitez popular, rellenas de huevo duro, jamón, chorizo... A cada paso bajo los pies estalla el mentastro y embalsama el aire. El paisaje es un puzzle de piezas apretadas que ocultan la tierra, eucaliptos, robles, viñas, pasto, pinos, magnolias, y en los bordes, como lindes de las tierras de cultivo, parras generosas, inútiles para vino porque, en estos terrenos húmedos y fértiles, las uvas son pura agua. En Melgaço, la historia es al revés. En Quinta do Dorado Marcial llegó de España y presume de ser el bebé en estas lides porque apenas lleva aquí y en el vino siete años. Claro que su impresionante viña, la más bella del contorno, en un circo cara al sol, vallada por un muro que ha cumplido dos siglos, la compró su padre hace 25 años. Allí existe una casa noble que piensan restaurar para enoturismo, mientras que para el vino compraron y reformaron una nueva bodega, con una amena panorámica sobre el río, frente al monasterio de Paderne que, cada cuarto de hora, tintinea “el 13 de mayo...” De allí salen al año 45.000 litros de El Dorado y 90.000 de Auratus. El suelo es epoxi azul Galicia, algo que puede mantenerse solo con agua, sin productos químicos que dejarían olores y residuos. Esa es la misma filosofía que pretende inculcar a sus proveedores, a los viticultores, para que comprueben las ventajas del cultivo ecológico, sin más tratamientos que el cobre y el azufre. Marcial no llegó a Portugal como a terreno conquistado sino que más bien tuvo que superar dificultades de burocracia, comercio y esas pejigueras. Pero ha convencido a los vecinos a base de los premios y los elogios en la prensa extranjera. Ahora le preguntan que cómo lo hace, y lo que no pueden creer es que él “no hace nada” más que seleccionar la uva en el campo y en la mesa de la entrada de vendimia. Sin darse cuenta hace algo más: escucha. Pega la oreja al bullir de un pie de cuba antes de catarlo. Si lo encuentra todo lo frutal, limpio y fino que espera, lo distribuirá entre los otros depósitos que acaba de llenar con goloso mosto, de modo que fermenten naturalmente y con las levaduras propias de su viña. En la bodega, clara y abierta al paisaje, trabaja con depósitos pequeños, manejables, en los que deja el vino con sus lías finas durante año y medio. Y todo, cada detalle, se nota en su satisfacción y en la copa. Reino de la lamprea El río otra vez, ahora el Arbo por el que cruza un puente mágico con pescas a lo largo de toda la orilla. Má abajo, en Vilanova de Cerveira, un parque de interpretación del Miño donde se informa a los niños con el atractivo de un parque acuático. Son piezas raras porque los ribereños, desde Lugo o desde el Bierzo, apenas se asoman al agua, apenas aprovechan el curso más que para la contemplación, ahora que la pesca es escasa o prohibida, y los molinos se desploman en ruina. Hay catamaranes de paseo para los veraneantes en Pantón, balnearios en Ourense y una playa fluvial con aparatos de gimnasia en San Clodio, pero poco más. A uno y otro lado se tienden viñas, bosquecillos ordenados y sembrados, en un juego siempre verde. Con alguna excepción. En As Neves, en torno a Adegas Galegas, crece un erial más parecido a Mordor y la terrorífica tierra media que imaginó Tolkien, que a la dulce Galicia. Allí se está construyendo el puerto seco, el mayor complejo industrial de Vigo y aledaños. Pero en los muros de la bodega crece la hiedra para cubrir púdicamente su fachada de castillete que en breve se transformará con un proyecto de restauración total que acomode el edificio a su nueva capacidad, a su crecimiento, ya que empezaron elaborando 60.000 litros y se han multiplicado por 10. El catálogo es ya muy amplio y su creador, el brillante Pepe Rodríguez, un referente de la región, presume de que sus vinos se caracterizan por su longevidad, con blancos tan estructurados como el Gran Veigadares que mejora durante 10 años y, al catar el 2005, que aún no ha salido, se comprueba que le falta un añito de botella para sentarse a la mesa. Su teoría, como pionero y buen conocedor, es que la moda de los Albariños “jóvenes y frescos” fue un invento comercial de las bodegas que tenían que recuperar rápidamente grandes inversiones en el proceso de fulgurante desarrollo de la D.O. Rías Baixas. Lo malo es que determina una dinámica en el mercado que obliga a las bodegas a sustituir las botellas no vendidas de una cosecha cuando sirven la siguiente, aunque para un degustador avezado, la anterior esté mejor. Hay quien sí lo entiende así, como Óscar Cidanes, el sumiller del restaurante de Mos (Porriño), donde oficia en los fogones su hermano Esteban, un edificio acristalado de arquitectura vanguardista , hermoso y confortable. Hasta mediados de noviembre es la mejor temporada de las navajas, que están excelentes en toda su pureza, pero Esteban no solo respeta la excelente materia prima sino que se esmera en guisos tradicionales y juegos más creativos, como un foie con zamburiñas. Pepe Rodríguez es un ejemplo de cultura y sensibilidad que jalona este recorrido, en Rías Baixas, y ahora también en Valedorras, en Petín, con la bodega Dia-Noite, y en Bierzo, en Señorío de las Dueñas, donde Viticultores Bercianos elabora y cría Riocuá. Pero en el Ribeiro el cerebro más original, crítico y controvertido es Emilio Rojo, un pequeño cosechero, osado y desprejuiciado que conoce Ribadavia como su mano y que recuerda a un barquero centenario, Ramón, que le cruzaba el río desde su aldea para ir al cine, en una barca que hoy se exhibe en el museo etnográfico. Otro guía excepcional en esta ciudad cargada de historia y salpicada de rincones donde perderse, como la judería, es el encargado de turismo municipal. Las visitas se pueden concertar en la plaza, frente al Ayuntamiento. Y otro bodeguero personalísimo -quizá lo da la tierra o los vientos- es Paco García que, con su mujer, Silvia, rigen Adega do Moucho, una privilegiada viña en torno a un palomar, en pleno centro de la villa, frente al mercado. Su tatarabuelo Rafael Santoro inauguró los aguardientes destilados en la región, pervive como científico del vino y ya contemplaba a la antecesora de esta viña en pendiente plantada hace 10 años. Terraza pina que rebasa los 6 pisos de los edificios vecinos, con una vista impresionante sobre el viaducto y los bosques. La bodega está en la puerta de calle, bajo el jardín y la cocina familiar, y quien elabora es el enólogo José Manuel Juste, en un huequito aprovechado, con muros de piedra donde caben dos depósitos de 500 l. y uno de 1.000, y cuatro barricas que apenas se usan un año. El contraste frente a los mínimos productores es la Cooperativa del Ribeiro que dirige Tito Levoso. Se felicita, junto a Emilio Vidal, el enólogo, por esta cosecha en la que el mildiu selectivo ha echado al suelo granos, como una poda, como una mano en la mesa de selección y, junto con el sol de septiembre, trae lo mejor, uva sana y breve, dos veces buena. Entrarán más o menos cuatro millones de kg. de blanco, y medio de tinto, tanto de sus propias viñas como de los socios y de proveedores, cada cual con su propio plan de vendimia y entrega. Viña Costeira y la cooperativa son atípicas. El coupage del vino emblemático se ha decidido por cata y votación popular, así como el vestido, la etiqueta. Y la bodega, en medio del vértigo de las cifras, se permite caprichos como desempolvar los históricos tostados de la zona, seleccionando en cada viña, racimo a racimo, los adecuados, los que en cajas oreadas y en una enorme nave fresca se secan hasta alcanzar en fruto 22 grados, que en botella se convierten en oro viejo a 14 grados golosos, y con un apunte final acidillo que invita a seguir bebiendo. Una joya restaurada del pasado con las más eficaces técnicas actuales y medios sobrados, sin escatimar. El vino se sienta a la mesa frente al río en un homenaje al agua, en el balneario de Laias. Cerca de allí, en barca, cruzaba el río otro vino de dos bodegas de Barbantes, pero con la presa, la distancia entre las dos orillas se hizo insalvable, y con ella la relación entre los pueblos, de modo que muchs vecinos dejaron de tratarse. Ni siquiera acuden ya a las romerías en la orilla del río, junto al balneario, el 11 de Julio, por San Benito, o a San Antonio, en Barbante, o a San Cibrao -Lasnsbricae- en el Monte San Torcuato, el mayor castro de Galicia, visita obligada aunque las mejores piezas descubiertas se exhiben en el Museo Arqueológico de Ourense. La vista inmejorable es desde un mirador en la cima de las viñas de la Cooperativa, un monte vallado de tierra dura, con riego preparado exclusivamente para aplicar los tratamientos imprescindibles. Más allá en Pazo de Toubes gestan un vino de finca, selección de 13 has. de viña. Subiendo por el Avia y sus regatos, Carballiño, patria del Pulpo a Feira, que nació en el mercado que propicia su estratégica situación, entre mar e interior, conserva una solemne arquitectura civil y popular, pero el hito de su horizonte es la torre de la Veracruz, una iglesia moderna y desconcertante. Basada en un proyecto del arquitecto Antonio Palacios Ramilo se empezó a erigir en 1943 bajo la tutela del maestro cantero carballinés Adolfo Otero Landeiro. Construida en su totalidad con materiales de la comarca, en especial granito y pizarra, es la obra representativa de la villa. El estilo es de difícil definición, la torre de 52 metros de altura, se eleva unida al cuerpo de la iglesia sobre el pórtico y culmina en galerías de arcos acabados por almenas, en conjunto un símbolo expresionista de la época. Bodegas, casas, vida El mejor otero para asomarse a Terra Castrela y el Castillo de Pena Corneira es la terraza de la casa de Arsenio Paz y Carballo donde, junto a su hermano Manuel, se elabora el Vilerma. Es una viña en la solana, en terrazas confortables, con su hórreo de libro, hierba tan lisa como terciopelo, y una bodega perfectamente integrada en el granito que marca los escalones. Arsenio llegó aquí hace 30 años, cuando nadie apostaba por el Ribeiro, encontró dos casitas unidas por una bodega doméstica, como todas en el contorno, y empezó a plantar variedades locales, Godello, Albariño y Trexadura, que dan para una 55.000 botellas por vendimia. La casa, su vivienda, es un museo vivo, un caprichoso cuarto de juegos donde no falta arte, belleza, confort y, abajo, un dormitorio para las botellas, en roca viva y arcos de granito. Desde la terraza se contempla la obra de un nuevo vecino de renombre, el manchego Jose Luis Cuerda, que, atraído por este paisaje se ha metido a bodeguero y compagina el rodaje de Los girasoles ciegos, en Ourense, con el reposo en la casona restaurada, entre Gomariz y Vilerma. Abajo, tanques manejables para elaborar 70.000 botellas y, en los alrededores, paseos relajantes como el que bordea el Avia por Pazos, en el Encoro de Albarellos, regalo de una generosa naturaleza. Javier Alén ha forjado su paraíso en San Clodio, donde nació y donde siempre fue un reclamo su casa familiar. Y allí han nacido la bodega, Viña Mein y el delicioso hotel rural con Spa, bautizado con nombre de uva, Doña Blanca. Una enorme peña asoma por el interior de la bodega, y desde fuera es un mirador en el que el visitante pisa el granito salpicado de musguillo y se asoma al viñedo y al contraste rompedor del edificio nuevo. La parra virgen cubre de sensual manto rojo la piedra de la fachada. En el edificio viejo está la bodega y la casona con el primitivo, entrañable y cómodo alojamiento. En el nuevo, la destilería de aguardiente, una gran sala de cata y otra, climatizada, para fermentación en barricas de 500 litros. Todo blanco, diáfano, luminoso, con vanos de cristal para curiosear cada espacio. Javier Alén compró en 1988 esta finca, un poco desmedida para el primitivo proyecto que era hacer vino para un grupo de amigos que se lo demandaban, pero no para sus sueños, tan sólidos como inabarcables. Así empezó la bodega, al estilo château, y con viñas en los más afamados lunares de Riberiro: Mein, San Clodio, Gomariz, Osebe. Con una visión premonitoria la convirtió en alojamiento rural que después ha completado en el centro de la villa. El hotel y Spa Doña Blanca es espacioso, moderno, coqueto y cálido, y deja asomar el pasado en forma de soleadas galerías, patios floridos y, como guinda, el relax de piscina interior, sauna y, en fin, lo necesario para dejar atrás el polvo del camino y la memoria de la prisa urbana. Y es que el agua es aquí un beneficio y un juguete permanente. En los alrededores de Ourense las fuentes termales -las Burgas- se han convertido en piscina salutífera gratuita y en balneario -A Chavasqueira- de piscinas al aire libre, con un toque zen, con la falsa sencillez del estilo japonés. Un respiro en una ciudad de distribución y tráfico caótico donde hay mucho que ver, por ejemplo el mercado de piedra con sus queseras artesanas y tentaciones de la huerta, o el espectáculo contrastado del puente viejo y el surrealista moderno del Milenio, con pasarelas como la borda de un barco anclado, o la plaza Mayor inclinada, o el Pórtico del Paraíso, policromado... Y la piedra domesticada por doquier. Decía Eugenio Montes: «Ourense es la rueda de piedra donde el Miño afila su hoja azul». No lo vieron así los antiguos romanos al bautizar Miño y Sil, dos sinónimos de “ocre”, porque ese era el color de sus aguas cuando en ellas se vertían los restos de las explotaciones de oro. Hoy sus aguas corren limpias arriba de Ourense, con la alegría de los dos brazos que acaban de encontrarse. Corre entre paréntesis, con la carretera en la orilla izquierda y el ferrocarril por la otra, hasta el punto en que se unen Ourense y Lugo, Sil y Miño en un cañón vertiginoso, con viñas en pendiente, olivos y almazaras, hasta la última presa, la gran central eléctrica de San Cristovo. Esto ya es, inconfundible, la Ribeira Sacra. Las orillas sagradas La orografía configura barrancos y meandros tanto en los bordes del Sil como en los del Miño, hacia Chantada. Aquí no basta contar con un mapa detallado, sino con tiempo para perderse. En el recodo de cualquier corredoira aparecerá un ábside románico deslumbrante -es la zona con mayor densidad de románico: Villaravides, Rosende, Vilatiñosa, Cerdeiro, Cendanova, Outeiro, Montecelo o Portela- o un viñedo vertiginoso, o el reflejo en el río de una ermita sin nombre. El camino de Santiago viene de Monforte, y atraviesa Pantón y O Saviñao. Al pasar el Pazo de Reguengo, están Fión y A Cova, antes de llegar a Diomondi, cuya iglesia, monumento nacional desde 1931, es uno de los edificios románicos mejor conservados. Desde Escairón se encamina a Chantada, y en Pesqueiras se alcanza Belesar, de donde parte el catamarán surcando las aguas del río Miño hasta los Peares o a Portomarín. En Cova, el río se amansa en una playa fluvial, frente a la altura de O Cabo do Mundo y junto a la Abadía da Cova que da nombre a los vecinos vinos de Adegas Moure. Por cierto que la flamante bodega construida en la ladera, un poco más bajo que la casa familiar ha sabido aprovechar esos atractivos y se ha convertido en un inestimable mirador. Eso sí, hay que adaptarse al horario de la niebla, beneficiosa aquí puesto que, a esta altura del agua, impide las heladas que afectan a las cotas altas. Evaristo y José Manuel llevan la bodega y también la destilería de Escairón, que crece no en producción sino para agilizar el proceso de destilación y mejorar la calidad de los aguardientes. Aquí empezó la marca, con tintos y Albariño anterior a la D.O., de modo que, aunque estos blancos no son típicos, forman parte de la tradición de la casa, impecables, desde hace dos generaciones. La bodega ha aprovechado el terreno para trabajar por gravedad, y la visión del trabajo simultáneo en el interior, en tres pisos, es un ejemplo de libro: arriba, la tolva en la que se abocan las cajas de vendimia, en medio, la prensa, y abajo, los depósitos, los novísimos Ganímedes que insuflando CO2 rompen el sombrero y favorecen la maceración y fermentación. En una curva próxima, aunque, eso sí, después de vueltas y revueltas, está La Míllara, una aldea abandonada que está reconstruyendo con impecable gusto Fernando de Santiago. Las ruinosas casas de piedra se alzan de nuevo con un esplendor del que no tienen memoria, y aún más el viñedo que va cubriendo la ladera, en terrazas nuevas construidas por los canteros de siempre, con la eterna imagen de Ribeira Sacra. Y por primera vez han hecho vino en una bodega de piedra, cerrada con tablones mientras llegan las puertas artesanales. Han recogido 6.000 kg. que elaboran como Finca Míllara y Pazo Lagariza en depósitos bajos y planos, todo camisa. Desde Chantada, en los meses de verano parten las 5 rutas del Vino Bus, que combina visitas culturales y enología. De los primeros en montar parada fueron Xavi Seoane y su padre, Manolo, alcalde de Pacio de Carraceda, en Pradio. Con visión de futuro y como ejemplo del espíritu pujante que hace falta para desarrollar el entorno, han configurado una finca moderna, una viña preparada para mecanizar, con el ejemplo de las del Douro portugués. La casa, en el alto, se ha levantado de su ruina y se ha convertido en bodega y restaurante con la materia prima casera, pollos del abuelo, cerdos criados en casa..., y con un pequeña tienda de vinos y bocados locales, desde castañas a miel. Siguiendo el curso aparece la impresionante altura de Os Peares, los pilares que sustentan el puente y salvan el río. Frente a ellos trabaja Manuel Gómez, Manolete, martilleando cobre para fabricar alambiques. Su abuelo Juan reprodujo el estilo de destilar en Francia y Bélgica, copiándolo de los “húngaros” que recorrían los pueblos hace 90 años y competían con las alquitaras locales. Les pagó para que enseñaran la técnica a su hijo, el padre de Manolete, que tenía un taller de hojalatería y reparaciones. Manolo se queja de que por trabajar siempre con materiales controlados -cobre y estaño- y fabricar aparatos de destilación, Hacienda le ha hecho la vida imposible, pero ahora trasmite a su nieto Juan Carlos los trucos del oficio y los diseños de más de 1.500 modelos de objetos diferentes que ofrece en su exposición. Amandi fue el centro histórico del vino en la región. La Rectoral de Amandi se convirtió en una bodega que se amplía para a cada cosecha, como un organismo vivo, crecedero, en el que es tan importante el enólogo como Agenor, el cantero, que a sus 80 años mantiene brillante su instrumental y presto su arte. Es cierto que todas las bodegas en vendimia cobran esa imagen de seres vivos de otro planeta, con las venas de colores latiendo, con las tripas por fuera vibrando movimientos peristálticos, con ruidos orgánicos, respiraciones fatigosas, estertores, murmullos, suspiros, borboteos, regüeldos... pero aquí, donde las mangueras atraviesan nuevos patios y naves hasta llegar a su depósito de destino, la impresión es más palpable. Miriam Vázquez es hija de Placi, la que en los años 80 impuso su pueblo, Sober, para la bodega familiar, pero su padre, Manolo, es el jefe, el que la ha crecer de 50.000 litros a casi el millón y medio que esperan este año, y hasta la capacidad para elaborar tres millones. La uva es comprada a los vecinos, aunque ahora amplían la plantación propia en la ladera de enfrente, pero no cubre ni el 10% de sus necesidades. Jarras para vino, mesa y mantel Al paso por Gundivós hay que rendir homenaje a Elías González, joven alfarero creador de un incipiente Centro Oleiro (de ollas) que levanta entre los viejos muros de la Rectoral, fechada en 1700. Con pasión y minucioso estudio ha ido descubriendo en la casona espacios tan mágicos como un palomar de nidos construidos con cilindros de barro cocido, o despejando el patio empedrado, bajo la sombra de una generosa parra de uva palomino para postre, o habilitando la planta alta para una futura casa-rural que acoja a los alumnos del taller y actividades y, sobre todo, desarrollando técnicas artesanales que han caído en el olvido, como el “empegado de los xarros”, la cristalización a base de resina caliente del interior de las jarras que han de servir para el vino. Lo hace al fuego, con paciencia, como quien carameliza con azúcar tostada un molde para flan, y el resultado son piezas de una original cerámica ennegrecida, donde contrastan las zonas mates y brillantes. El reposo hay que buscarlo en otra rectoral, la de Castillón, donde vive Rosa con sus mansos perros, Mora, Zar y Titi. El edificio es otra restauración cuidadosa, donde el imperio de la piedra omnipresente se dulcifica con luminosas hortensias azules, con escandalosos muros color grana, la calidez de la madera y la afabilidad del trato. Tiene ocho habitaciones, bien vestidas y un parque ameno donde se refugian los pájaros, los únicos “ruidos” del entorno. Un sencillo comedor con productos de la tierra, desde el desayuno a la cena, y fomenta esa grata sensación de estar en casa. Quien tiene un comedor caprichoso es Fernando González en su bodega Algueira, en Doade, la ruta ideal entre los dos grandes paradores, el de Santo Estevo y Monforte, y paso para el magnífico monasterio abandonado de Santa Cristina, joya prerrománica. Fernando empezó hace cuatro años a experimentar con sus vinos en barrica, y la sala, al fondo de la bodega, está ya a rebosar. Delante todo bulle en plena fermentación. Su mencía en un tino abierto huele a tarta de frambuesa y, a pesar del momento de vorágine, el espacio mantiene un orden y un cuidado ejemplar que se unen a la belleza de la decoración, con espectaculares fotos de la región y de su viñedo cara al sol. Es evidente que se aplica tanto a los vinos como a los clientes, los visitantes, a quienes ofrece un precioso video sobre la elaboración, paso a paso, y pueden comentarlo después en torno a la mesa, en un comedor acristalado, asomado a los cien verdes del jardín, que abre a mediodía en toda época. El Miño viene de lejos y , aunque ya no hay vinos que perseguir más arriba, vale la pena acercarse a un hito del camino de Santiago, el monumento histórico artístico que es Portomarin -lo que se reconstruyó después de anegar el original con la impresionante presa de Belesar- y vivir la fiesta y concurso del aguardiente, el domingo de Pascua, cuando la Serenísima Orden de la Alquitara premia los mejores destilados de Galicia. Ponteminius le llama Plinio, cuando los romanos construyeron el primer puente, en el S. II, con lo que se ve que el nombre del río ya estaba acuñado. Para encontrar otra versión hay que remontarlo por el valle que se va ensanchando hasta Lugo, y, por San Paio y San Marcos, por la Terra Chá de cereal y pastos y humedales subir a Fuentemiña. O así nos lo enseñaron en la escuela. Lo cierto es que las aguas de la fuente vienen de más arriba, a 700 m. de altitud, del pedregal de Irimia, en la Sierra de Meira, en el término de Mondoñedo, o sea, muy cerca del Cantábrico. Allí, cuenta la leyenda, a la propietaria de la tierra quisieron quitársela y ella cubrió con piedras el cauce gritando a quien quisiera oirla “e miño, e miño, o río e miño” («es mío, es mío, el río es mío») Pero hemos dejado en Os Peares, su más fuerte brazo, el Sil, que bien merecería ser el río de referencia y no el afluente, el que llega. Marisol Bueno Una serena energía La Denominación de origen Rías Baixas se comenzó a gestar allá por los años ochenta. En aquellos comienzos Marisol Bueno se encontró de pronto con el manto de presidenta de un ambicioso proyecto en ciernes, con los agravantes de ser muy joven, inexperta en cuestiones burocráticas y, sobre todo, ser mujer. Que en el mundo del vino era casi tan raro de encontrar como los marcianos, y este problema no tardó en ponerse en evidencia: “En las primeras reuniones uno de aquellos bodegueros me quiso cesar”. Fueron comienzos duros, pero por su sacrificio y forma de trabajar seria y constante ha sido la presidenta incuestionable toda la vida, desde aquél primer embrión, llamado “Albariño”, y después de la D. O. Rías Baixas (casi 27 años) hasta que las últimas elecciones tomó la irrevocable decisión de no presentarse. “El Consejo Regulador ha marcado mi vida y la de los míos todos estos años, lo peor fue al principio, que los niños eran pequeños, llegaba a mi casa tan tarde que ya no me llamaban mamá”. Ahora desde este retiro ficticio, (continúa en contacto directo al frente de su bodega “Pazo de Señorans”) saborea con placer todo el trabajo derrochado y se acuerda de aquellos duros inicios. “Toda mi ilusión y empeño era controlar y seleccionar los vinos para que todos los que llevaran con la contraetiqueta del Consejo Regulador fueran de buena calidad. Esto me acarreaba algún disgusto con bodegueros. Y les decía ¿pero no comprendéis que es la pescadilla que se muerde la cola? Yo veía el problema que tenían otros, que hacían vinos malísimos y no lo podía entender, me horrorizaba que nos pasara a nosotros también”. Rías Baixas es ahora una de las comarcas con mejor futuro, no cabe duda que Marisol Bueno ha jugado un papel fundamental para que así sea. Vinho Verde, un lugar para vivir Donde se elaboran los “vinhos verdes” es un lugar para disfrutar el vivir. La cuidada estética de los pueblos y la amabilidad intrínseca de sus gentes seducen y “enganchan” inmediatamente al viajero, que se siente integrado en el entorno. La vegetación es exuberante y variada, el clima suave y benévolo, y los vinos tiernos y frescos. Habrá quien piense que la Denominación de Origen hace alusión al color del vino, incluso quien se sorprenda al ver que sólo son blancos o tintos, no verdes. Pero su nombre se refiere a su condición de jóvenes y, antiguamente, a su escaso bagaje alcohólico. Comienza la “Região Demarcada dos Vinhos Verdes” en el río Miño, que la limita al norte, llega a las puertas de Oporto, sobrepasa esta ciudad y cubre buena parte del norte de Portugal. Está dividida en seis zonas: Monção, Lima, Braga, Basto, Amarante y Penafiel. En total, unas 70.000 hectáreas de producción repartidas entre ¡más de 100.000 viticultores! En esta región hay de toda clase de suelos, aunque predominan los arenosos y el granítico degradado, y le dan otro aire a la Alvarinho, que saca maneras elegantemente aristócratas. Pero no sólo de la reina del Miño se elabora el “vinho verde”, hay hasta siete castas blancas recomendadas y ocho tintas. De las blancas sobresalen la citada Alvarinho, Trajadura, Loureiro, Azal Branco, Avesso, Batoca o Pedernã. De las tintas, la Azal tinto, Brancelho, Pedral, Espadeiro, Vinhão, Padeiro Basto, Rabo de Ovelha y Borraçal. Además, hay autorizadas hasta ocho castas más, blancas y tintas, aunque se considera que sus vinos son de calidad inferior. La perspectiva que el consumidor percibe de este tipo de vinos puede resultar engañosa, sobre todo para el que no conoce la zona, dado que se han vendido millones de botellas de formas atractivas y demasiado comerciales, con sabores suavemente dulzones, que poco o nada tienen que ver con los verdaderos y grandes vinos que en la actualidad se elaboran en la región. Adriano Pereira Afonso El hombre del río El Miño ha sido su medio elemento durante buena parte de su vida. Bien joven aprendió a cruzarlo, a tratarlo y a comprenderlo cuando eran tiempos difíciles de férreas barreras e intransigentes fronteras. En barca o cuando lo exigían los amoríos salvando el río en paños menores, a nado y salvaguardando la ropa a buen recaudo remolcándola en bolsa impermeable para impresionar en los bailes de las fiestas del otro lado. Adriano sabe mucho de trabajar duro, sin descanso. En Francia, en Suiza o más tarde en España, donde, una vez establecido en Vigo, por fin ahorró lo suficiente para realizar su sueño. Acondicionar una hermosa quinta de las afueras de Monçâo, una histórica mansión clásica solariega, cuya construcción se remonta al siglo XVII. Reacondicionar los pocos viñedos que quedaban y darle vida a un lugar donde las zarzas hacían el camino infranqueable y el palacio se hallaba saqueado y semi derruido, en estado de completo abandono. La mansión ha sido refinadamente reconstruida y hoy se puede aprovechar su situación para disfrutar de sus instalaciones y hacer turismo enológico. En las arenosas tierras de los alrededores plantó hasta veinte hectáreas de viñedo y puso al frente de la bodega al enólogo Carlos Blanco, un gallego de Leiro, que se hizo cargo de la esta parte de la quinta desde los inicios. Hoy el Alvarinho Solar de Serrade, su vino estrella, es ensalzado por la prensa especializada y premiado en concursos internacionales. Pero también elaboran un blanco con Trajadura y Alvarinho y prueban con los tintos. Así son el gran Miño y su gente: Serenos, generosos, esforzados y románticos. Afines y atentos a la vida de las dos orillas, enamorados de sus vinos a los que custodian y revitalizan. Rías Baixas: los aliados del mar Cuesta creer que el vino de unas comarcas donde la variedad Albariño brillaba por su ausencia, pero que proporcionaba su mítico nombre a vinos a granel, la mayoría de las veces un turbio brebaje, haya dado un salto tan espectacular. Y es que la Denominación de Origen Rías Baixas apenas ha alcanzado los veinte años de vigencia, pero transmite tanta fuerza que se puede pensar que llevamos disfrutando de sus vinos toda la vida. Para llegar a esta alta cima se han tenido que dar circunstancias muy concretas. Lo primero, la concienciación de unos viticultores que apostaron por variedades autóctonas, desterrando para siempre el lastre que allí se arrastraba (híbridos productores directos y uvas de muy poca calidad) y la aparición de una serie de bodegas (dirigidas por grandes profesionales) que han hecho del albariño estandarte y que elaboran vinos que se pueden codear con los mejores, además de la sabia dirección en su Consejo Regulador de las personas que iniciaron la preciosa aventura del vino. La evolución de esta Denominación de Origen en tan pocos años ha sido sorprendente. De los 450 productores que había en 1987, se ha llegado a los 6.200 que en la actualidad se reparten sus 3.000 hectáreas. Las cinco zonas que integran la Denominación de Origen -O Rosal, Condado, Salnés, Soutomaior y Ribera del Ulla (última en incorporarse)- juntan a 189 bodegas. Rías Baixas se sustenta, además de sobre el Albariño, con variedades autóctonas de una calidad excelente. Tiene Loureira (también llamada Marqués), Treixadura y Caiño blanco. Incluye las tintas Caiño tinto, Espadeiro, Loureira tinta y Sousón, aunque en estos momentos sus tintos no pasan de ser mera anécdota. Pero Rías Baixas no sólo es Albariño. Existen otros tipos de vinos en las distintas subzonas que combinan esta variedad con las que tradicionalmente han usado. El ejemplo más claro es el de O Rosal, que usa un porcentaje (70%) de Albariño y Loureiro, y el resto puede ser de cualquiera de las variedades autorizadas para llevar el nombre de Rosal. En el Condado de Tea pueden poner Albariño y Treixadura en igual proporción para lamarse “Condado”. Ya hay vinos que aguantan el paso del tiempo en botella hasta plazos impensables. La asignatura pendiente es llegar a esos vinos de un solo pago, semejantes a los crus alsacianos, en los que estas variedades de lujo expresen todo su poderío. Ribeiro: feliz resurrección Ya hace muchos años el gallego genial Álvaro Cunqueiro dejó escrita y bien clara la principal lacra del vino del Ribeiro: “Eu deletreaba todas as cepas vellas do pais: caíño, brencellau, mencía, tintilla, tarrantés, treixadura, godello, lado, albariño... (Xa sei que agora hai outras cepas, e que se queren colleitas longas, vendimas fartas, e que as vellas cepas do pais dan pouco)”. Parece que esos tiempos aciagos han pasado. Hoy se puede apreciar un gran cambio en los vinos gracias a la acción decidida de personas como Arsenio Paz, de Vilerma; Javier Alén, de Viña Meín; Tito Levoso, gerente de la cooperativa del Ribeiro, o Emilio Rojo. Aunque dispares en la forma de concebir vino y empresa, une a estas personas una misma filosofía: elaborar lo mejor posible para volver a situar el Ribeiro entre los mejores vinos de España. La Denominación de Origen acoge 109 bodegas y mantiene la curiosa figura del “colleiteiro”, que en otras denominaciones no existe, y que es aquel viticultor que hace su propio vino y que también puede vender con la contraetiqueta del Consejo Regulador, pero no puede pasar de 60.000 litros de vino. Aunque parezca un hecho anecdótico, son nada menos que 75 las bodegas que mantienen ese calificativo. El Ribeiro nunca ha sido un vino que se elaborara con una sola variedad, salvo excepciones, pero la Treixadura marca la diferencia en estas tierras. Se complementa magníficamente con la Torrontés, la Loureira, la Godello y la Albariño. Aunque hay cepas casi desconocidas y en peligro de extinción, como la Lado, de relevante calidad. Los tintos se elaboran con Sousón, Brancellao, Caíño, Ferrón y Mencía. En la actualidad la tendencia general es plantar y elaborar con estas cepas autóctonas, aunque todavía queda bastante uva de aquellas cepas, pese a que nuestro poeta Cunqueiro no quería ni nombrarlas: la Jerez (palomino) y la Alicante o garnacha tintorera, que hiciera famoso el vino del Ribeiro por manchar la taza donde se servía. También se ha rescatado del olvido el mítico “tostado”, vino hecho de pasas y que entraña una enorme dificultad en su elaboración. Ribeira Sacra: el viñedo imposible Viñas de inverosímil verticalidad, grandiosos cañones de insólita belleza, arte románico en estado puro que nuestros ancestros erigieron con tanta prodigalidad, tan estratégicamente dispuestos, que por su abundancia no se aprecia realmente todo su valor. Así es la Ribeira Sacra. Distinta, salvaje, esculpida en aquellos taludes rocosos por los feroces cauces del Sil y el Miño, los dos ríos motivo de nuestro viaje y que al llegar a estas tierras se unen. Cuando el viajero pisa estos lugares, se da cuenta de que está entre los viñedos más espectaculares y difíciles de trabajar del mundo. Por su disposición tan especial, la Denominación de Origen adopta formas irregulares, generalmente siguiendo el curso de los ríos o sus afluentes. No todas las viñas de un municipio pueden ser acogidas en el seno de la D.O. Necesitan unas condiciones específicas (fundamentalmente deben estar plantadas en pendiente). Se divide en cinco subzonas situadas en las provincias de Lugo y Ourense: Amandi, Chantada, Quiroga-Bibei, Riberas do Miño y Riberas do Sil. Las cifras dicen mucho de lo que vale un trozo de viña, incluso una cepa para el esforzado viticultor. Las 1.200 hectáreas acogidas a la D.O. se reparten entre casi 3.000 propietarios. Todo ese esfuerzo se reduce a una cosecha de sólo unos 4 o 5 millones de kilos de uva, cifra tan escasa que en una bodega de medianas dimensiones de otros lares tendría problemas para atender su cupo. La variedad más extendida es la Mencía, que aquí es diferente, fresca, incomparablemente perfumada. Pero también trabajan otras tintas como la Merenzao, Brancellao, Sousón, Garnacha y Alicante. Alguna de esas subzonas son muy indicadas para dar blancos finos y de excelente evolución en botella. Sus variedades son la Godello, la Albariño, Treixadura y la Jerez en pequeña proporción. Pero como viñedo viejo que es, en sus vertiginosos socalcos viven infinidad de variedades tanto blancas como tintas, alguna de ellas desconocidas. José Luis Cuerda El dinero de Los Otros Los vecinos gallegos de José Luis Cuerda, famoso director de cine, guionista y productor (Amanece que no es poco, El bosque animado, La lengua de la mariposas, La Marrana…) ironizan sobre la suerte de su colega, ya que le ha sido más fácil y, sobre todo económico, instalarse en el Ribeiro como bodeguero, porque el dinero era de Los Otros. Se refieren, claro está, a que quizás, haya invertido en su flamante bodega del Ribeiro, el dinero ganado con la excelente y taquillera película dirigida por Amenábar y producida por este albaceteño universal. Bromas aparte Galicia ha ejercido una atracción mágica en el ánimo del artista cineasta y, aunque confiesa que nunca ha podido beber por culpa de su úlcera, valora el mundo del vino como el del arte y elabora vino como hace cine, para que disfruten los demás con su trabajo. En el año 2002 invirtió en una preciosa casa situada en Gomáriz, que cuenta con uno de los viñedos más privilegiados del Ribeiro. Esta casona fue remozada meticulosamente y parte de ella se convirtió en bodega bien equipada, con pequeños depósitos de acero inoxidable para dirigir cada partida de uvas, lista para producir unos 70.000 litros de vino, de momento solo blanco. Para controlar a su gusto la producción ha comprado unas hectáreas de viñedo cerca de la bodega, dispuesto en socalcos primorosamente reconstruidos. El vino se llama San Clodio, ya está el primer vino en el mercado y en breve saldrá la siguiente cosecha. De momento ha sentado las bases de su bonito proyecto en el Ribeiro, y el vino se elabora siguiendo el guión de sus producciones cinematográficas, “a modiño”, que es una clarificante forma de expresar los gallegos “poco a poco”. Valdeorras: el valle de la gloria Al atravesar el cañón que marca el Monte Furado, la vista descansa, el terreno se abre y la naturaleza ofrece uno de los valles más hermosos del mundo, formado por el cauce sereno del Sil a lo largo de millones de años. Aquí la viña compite con el bosque y otros sembradíos, incluso con la industria de la pizarra que en estos lares se percibe y lleva su notable sello por doquier. Aunque sus vinos actuales son bien conocidos y apreciados por buena parte del planeta, muy pocos dirían que la Denominación de Origen Valdeorras es de las más antiguas de España, pues data su fundación nada menos que de 1945. La viña ocupa 1.327 hectáreas de esta bucólica comarca desde los montes circundantes hasta el esplendoroso y fértil llano. Ni qué decir tiene que los majuelos más apreciados son los que se encuentran en altura, donde sobresalen los suelos de pizarra y de granito degradado, y que, además, suelen ser los más ancianos. Aquí, Godello ha tenido un viaje de ida y vuelta. De ida, cuando después de que la filoxera dejara su sello mortal se plantaron cepas de mucho rendimiento y pocos problemas. De vuelta, cuando la salvaron personas sensibles, como José Ramón Gayoso, allá por los años veinte del siglo pasado, y ya en los 80 gracias a la abnegación del grupo fundador de bodegas Godeval, que con su tozudez y eficaz trabajo de experimentación logró primero salvar esta magnífica blanca y después que renaciera el gusto por sus exóticos y originales vinos. No todo es Godello en Valdeorras. También se cultivan las blancas Doña Blanca, Moscatel de Bago Miudo y Jerez (Palomino). Sus tintos son menos representativos, sin embargo la D.O. acoge más variedades, hasta ocho, que se denominan Mencía, Negreda, Merenzao, Grao Negro, Alvarello, Sousón (Tintilla) Tempranillo y Garnacha tintorera. Bierzo: presente y futuro La comarca del Bierzo vive un momento dulce. Y el vino constituye una seria alternativa en la región, abocada a la recesión y el éxodo de sus jóvenes cuando su principal actividad, la minería, ha sido condenada y sus famosos pozos, cerrados. Las bodegas crecen a un ritmo más rápido que en todos los años de historia de la Denominación de Origen. La estrella de los vinos tintos del Bierzo es la Mencía. Bajo su enorme personalidad, ha logrado que consumidores y conocedores se fijen en esta uva hasta ahora semidesconocida. Donde mejor desarrolla sus cualidades organolépticas es plantada sobre terrenos pobres (preferentemente pizarrosos). Otras variedades, como la blanca Godello, aportan ese toque mágico que distingue una zona del resto. Sus vinos poseen finura aromática, cuerpo, untuosidad y soportan hasta límites sorprendentes la crianza en depósito o fermentación, en barricas, y sobre todo una larga estancia en botella. Pero de momento es muy escasa en el viñedo berciano. Tanto que este año es la uva más cotizada. También se ha de contar con las demás cepas autorizadas en la Denominación de Origen, aunque en un escalón inferior en la jerarquía de los blancos, varietales útiles para elaborar vinos jóvenes, de larga tirada y agradable paladar, sin mayores complejidades. Allí perviven las blancas Palomino, Malvasía, Doña Blanca o la tinta Garnacha Tintorera. Si se aprueba la modificación de los estatutos en el Consejo Regulador, pronto se podrá elaborar con variedades foráneas, como Merlot, Cabernet Sauvignon o Tempranillo, y las blancas Gewürztraminer y Chardonnay, porque desde hace años existen parcelas con estas famosas cepas. José Manuel Rodríguez El presidente incombustible En 1991, se comenzó a perfilar la Ribeira Sacra como denominación. Primero nació como vino de la tierra, y la gente del vino nombró a José Manuel Rodríguez presidente de aquel proyecto. En aquel momento contaban con un vino con mucho de mito, nada de experiencia mercantil, toda la ilusión y con un gran potencial en sus manos. Hace escasos dos meses, lo han vuelto a ratificar como presidente del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribeira Sacra. Entre aquel ayer y el hoy ha pasado mucho en estos viñedos inverosímiles. De aquella primera cosecha de apenas 300.000 kilos se ha pasado a los más de cinco millones de la última campaña. De las primeras 17 bodegas del inicio se ha llegado a las 103. Pero no ha sido fácil el camino para conseguir que el público consumidor valore el esfuerzo colectivo. José Manuel se muestra orgulloso de la trayectoria del vino y la cotización que han alcanzado las uvas: “La Mencía, nuestro más valioso tesoro, es muy valorada y está bien pagada. Si nos movemos unos kilómetros río arriba, en Valdeorras, se cotiza a la mitad de precio que aquí, y si vamos un poco más lejos (al Bierzo) se consigue todavía más barata. La Denominación de Origen se ha convertido en una de las más rígidas de España, exige una serie de condiciones curiosas, como la obligación de vendimiar en cajas o no sacar más rendimiento del 65% al prensar. Tenemos un producto diferente, con sus condiciones y sus ventajas pero hay que acatarlas. Es imprescindible seguir con un control muy exigente, una D.O. como la nuestra no puede permitirse el lujo de quemar etapas. Esto es como un tren que pretende no dejar a nadie en tierra, es mejor esperar a los más lentos que no contar con su fuerza y apoyo”. Agenda: ACTIVIDADES TURÍSTICAS Excursiones por la Ribeira Sacra Consorcio de Turismo Ribeira Sacra Tel.: 988 201 023 – www.ribeirasacra.org Museo Etnográfico Pazo da Cruz 36872 A Hermida – Covelo (Pontevedra) Tel.: 646 600 059 – www.pazodacruz.iespana.es Senderismo Concello da Peroxa Tel.: 988 206 614 – www.concellodaperoxa.es Viajes en catamarán por la Ribeira Sacra 27549 Pantón (Lugo) Tel.: 982 292 908 enoturismo A Viñoteca Restaurante Rúa Tras dos fornos, 7 27517 Chantada (Lugo) Tel.: 982 462 324 – vinotecach@hotmail.com Vinosobroso, Casa rural Saniñans, 9 36890 Mondariz (Pontevedra) Tel.: 986 654 450 – www.vinosobroso.com BALNEARIOS FLUVIALES Arnoia Caldaria Vilatermal, 1 32417 Arnoia (Ourense) Tel.: 988 492 400 – www.caldaria.es Baños de Molgas Samuel González Movilla 32701 Baños de Molgas (Ourense) Tel.: 988 430 246 – www.balneariodemolgas.com Balneario de O Carballiño Avda. del Balneario s/n 32500 O Carballiño (Ourense) Tel.: 988 270 926 – www.turismourense.com Laias Caldaria Vía Termal, 1 32459 Laias (Ourense) Tel.: 988 280 409 – www.caldaria.es Termas Chavasqueira Mercado da Feira, s/n 32100 Ourense Tel.: 988 214 821 – www.termaschavasqueira.com Vila Termal Arnoia Vila Termal, 1 32417 Arnoia (Ourense) Tel.: 988 492 400 – www.balneatermal.com COMER Adega do Emilio Avda. de Las Caldas, 11 32980 Ourense Tel.: 988 219 111 – www.adegadoemilio.com Bitadorna Rua do Porto, 30 36780 A Guarda (Pontevedra) Tel.: 986 611 970 - www.bitadorna.com Casa do Romualdo Vilar, 6 – San Miguel de Vilela 27596 Taboada (Lugo) Tel.: 982 455 010 – www.casaromualdo.com Casa Grande de Critosende Cristosende, 31 32765 A Teixeira (Ourense) Tel.: 988 207 530 – www.turismogallego.com El Capricho Ctra. Madrid – A Coruña, km 406 (Urb. El Guindaledo) 24500 Villafranca del Bierzo (León) Tel.: 987 542 506 – www.descubreleon.com Galileo Ctra. Ourense – Trives, km 15 32711 Pereiro de Aguiar (Ourense) Tel.: 988 380 082 – www.restauraantegalileo.com Palacio de Canedo La Iglesia, s/n 24546 Canedo (León) Tel.: 902 400 101- www.palaciodecanedo.es Parador de Monforte de Lemos Pza. Luis de Góngora y Argote, s/n 27400 Monforte de Lemos (Lugo) Tel.: 982 418 484 - www.parador.es Parador de Santo Estevo Monasterio de Santo Estevo 32162 Nogueira de Ramuin (Ourense) Tel.: 988 010 110 - www.parador.es Parador de Tui Avda. de Portugal, s/n 36700 Tui (Pontevedra) Tel.: 986 600 300 – www.parador.es Parador de Villafranca del Bierzo Avda. de Calvo Sotelo, 28 24500 Villafranca del Bierzo (León) Pazo do Castro 32318 O Barco de Valedoras (Ourense) Tel.: 988 347 423 – www.pazodocastro.com Rectoral de Castillón Santiago de Castillón, 37 27430 Pantón (Lugo) Tel.: 982 455 415 – www.rectoraldecastillon Restaurante Castelo Doade – Francos 27460 Sober (Lugo) Tel.: 982 152 238 – www.adegaalgueira.com Restaurante Esteban Bº Monte, 20 36418 Mos (Pontevedra) Tel.: 986 330 150 – www.buscorestaurantes.com Restaurante Os Pirús Ctra. de la Estación, s/n 36430 Arbo (Ourense) Tel.: 986 663 471 – www.lampreadearbo.com San Miguel San Miguel, 12-14 32005 Ourense Tel.: 988 220 795 – www.restaurante-sanmiguel.com de compras Artesanía del Cobre Manolete 32150 Los Peares (Ourense) Tel.: 988 200 156 Artesanía en Forxa (Rubén Fiuza Eiriz) 32150 Peroxa (Ourense) Tel.: 686 712 320 dormir Convento de San Benito Pza. de San Benito 36780 A Guarda (Pontevedra) Tel.: 986 611 166 – www.hotelsanbenito.es Casa Grande de Soutullo 32152 Soutullo de Abaixo (Ourense) Tel.: 988 205 611 – www.pazosdegalicia.com Dona Blanca Plaza San Clodio, s/n 32428 Leiro (Ourense) Tel.: 988 485 688 – www.hotelruraldonablanca.com Mosteiro de San Clodio Pl. Eladio Rodríguez, 1 32428 San Clodio-Leiro (Ourense) Tel.: 988 485 601 – www.monasteriodesanclodio.com Pazo do Castro 32318 O Barco de Valedoras (Ourense) Tel.: 988 347 423 – www.pazodocastro.com Solar de Serrade Mazedo 4950 Monçao (Portugal) Tel.: + 351 251 654 008 – www.solardeserrade.pt Viña Mein Lugar de Mein, s/n Leiro (Ourense) Tel.: 988 488 400 – www.viñamein.com