- Redacción
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- 2008-06-01 00:00:00
La hermosa Stellenbosch siempre ha sido el centro de la vinicultura y el rugby. Jan “Boland” Coetzee y Beyers Truter, dos antiguos jugadores, ahora también se han convertido en vinicultores. Así es la felicidad absoluta de un vinicultor ex jugador de rugby: unos sólidos rescoldos en el hogar, sobre ellos un buen pedazo de carne de gacela saltarina, el antílope emblemático de la región, allí llamado springbok, haciéndose a la parrilla. Buen vino de la propia bodega. Una gran pantalla de televisión en la que otros quince musculosos antílopes, vistiendo la sagrada camiseta verde del equipo nacional de rugby, intentan barrer al equipo contrario, algo que suelen lograr en la mayoría de los casos. Como ocurrió el domingo 21 de octubre de 2007 en el Stade de France, en París, ante 70.000 espectadores, cuando los Boks batieron a los ingleses en los Mundiales por 15-6 y se convirtieron en campeones del mundo por segunda vez, tras el éxito de 1995. En esos momentos de felicidad, este vinicultor y ex jugador de rugby sabe lo que hay que hacer: bajar a la bodega, descorchar la mejor de todas las botellas y entregarse de lleno a la bokmanía. Y quizá recordar que hace años era él quien estaba en el campo. Por cierto, este vinicultor ex jugador nunca ve solo un partido importante. Sus mejores amigos siempre tienen que acompañarlo. Jan “Boland” Coetzee, que hoy tiene 62 años, creció en una familia de granjeros que desde siempre había hecho vino para consumo propio, para los vecinos y para los jornaleros. Cuando llegó a la Universidad de Stellenbosch en los años sesenta, vivía en el Dagbreek, la célebre residencia de estudiantes reservada a la élite blanca, entre ellos futuros políticos, artistas y, sobre todo, jugadores de rugby. En la universidad, para esos fuertes hijos de granjeros, la combinación de agronomía y rugby era casi obligada. Y todos tenían el mismo ídolo: Danie Craven, que en los años treinta había sido un jugador famoso y después de la Segunda Guerra Mundial se había convertido en el entrenador más exitoso de la historia del rugby sudafricano. Enseñó a innumerables jóvenes que este juego no sólo se basa en la fuerza física, sino también, y de igual modo, en el espíritu de equipo, la táctica, el juego limpio, la disciplina y la honradez. Jan “Boland” Coetzee fue uno de sus mejores discípulos. En los años setenta dio el salto al equipo nacional. Como Springbok disfrutó entonces en la Sudáfrica blanca de una popularidad similar a la de Gento o Luis Suárez en España. Pero antes aún, en 1967, había iniciado su carrera de bodeguero en la conocida finca Kanonkop. Su propia historia del vino empezó en 1980, cuando pudo comprar Vriesenhof en Paradyskloof Valley con el dinero que había ganado como semiprofesional. Su sucesor en Kanonkop fue Beyers Truter, otro jugador de rugby de la escuela de “Doc” Craven, como se le conocía. Por una Sudáfrica con más color El destino del rugby y de la vinicultura durante los años setenta y ochenta fue igualmente duro para ambos. Muy afectados por las sanciones contra el régimen racista apartheid, los contactos internacionales del país se fueron reduciendo. Los Springboks ya no encontraban ningún equipo nacional dispuesto a enfrentarse a ellos. Y los vinicultores de Sudáfrica tuvieron que quedarse mirando cómo el resto del mundo del vino se unía en un frente común y se iniciaba un dinámico proceso de modernización. El boicot en estos dos ámbitos, que durante generaciones habían marcado el concepto de sí misma de la clase blanca, no dejó de tener su efecto: Danie Craven, que entonces ya llevaba más de treinta años a la cabeza del rugby nacional de Sudáfrica, buscó una salida y en 1988 tuvo un encuentro con representantes del African National Congress (ANC) de Nelson Mandela para estudiar las posibilidades de crear un único equipo nacional. Por ello, la línea dura blanca acusó de traición al legendario jugador. Pero el apartheid se iba resquebrajando y cayó definitivamente en 1990 con la liberación de Mandela. Hoy, 18 años después, los Springboks dominan el panorama internacional del rugby y los vinicultores del Cabo, con sus vinos limpiamente estructurados, prácticamente han encontrado el dorado punto medio entre el Viejo Mundo y el Nuevo Mundo del vino. Beyers Truter, como “Rey del Pinotage”, y Jan “Boland” Coetzee, como defensor acérrimo de un Pinot Noir al estilo borgoñón, han participado decisivamente en el desarrollo de esta evolución. Además, han alentado a numerosos vinicultores a aprovechar la nueva libertad y hacer vinos propios. Ambos están comprometidos con proyectos sociales, pues saben que la industria del vino tiene que lograr una mejor integración de las personas de raza negra mediante tareas de responsabilidad y relevancia. Beyers Truter, por ejemplo, fue el impulsor del Proyecto Bouwland: esta bodega, que cultiva viñas en 56 hectáreas, pertenece mayoritariamente a los trabajadores del campo negros. Este proyecto ofrece ingresos seguros y atractivas perspectivas de futuro a más de cuarenta familias. Como jugadores de rugby y vinicultores, tanto Jan “Boland” Coetzee como Beyers Truter procedían de una Sudáfrica tan blanca como se pueda imaginar. Hoy su mundo tiene más colores, en todos los sentidos. Y si por ellos fuera, aún podría tener muchos más.