- Redacción
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- 2008-06-01 00:00:00
Vinicultores punk, bodegas de garaje, vinos achocolatados: la joven generación de los vinicultores superiores en el Cabo está formada por “inadaptados”. Y su empuje es contagioso. Texto y fotos: Thomas Vaterlaus Reuben’s se llama el lugar, un restaurante situado en la hermosa Franschhoek. ¿La decoración? En blanco y negro, naturalmente. ¿Los camareros? Juveniles, multiculturales. Para acompañar el cordero asado con especias orientales, mousse de patata y yogur de cilantro, el experto sumiller (de raza negra, con rastas) nos recomienda The Chocolate Block de 2004, de la finca Boekenhoutskloof. ¡Qué espléndido vino! Con todo su 14,5 por ciento de alcohol, en el paladar es ligero como una pluma. Potente fruta combinada con fresca acidez. Y en la nariz, efectivamente, aromas de chocolate negro. Si en algunos restaurantes actualmente sirven el cordero envuelto en costra de chocolate amargo, aquí el chocolate llega por separado, en la copa, y la combinación con el cordero es un auténtico acierto. The Chocolate Block es un ensamblaje de Shiraz, Grenache, Cabernet Sauvignon, Cinsault y Viognier. Por eso, este vino pertenece a la emergente categoría de las cuvées del Cabo que se inspiran en los vinos tradicionales del sur del Ródano, el Languedoc y la Provenza. Este enfoque sobre el sur de Francia ha dado a los vinicultores ambiciosos el impulso exacto que esperaba el mundo del vino. Entre los pioneros de este estilo está la finca Boekenhoutskloof en Franschhoek, dirigida por Marc Carter Kent, un jefe lleno de empuje juvenil y afán de experimentación. Se ha rodeado de un equipo al que llama sencillamente The Magicians, los hechiceros. Y con razón. El Pinotage es el pasado Puede que sean unos cinco mil vinicultores los que viven en el Cabo, pero sólo un máximo de 100 bodegas están firmemente comprometidas con la vinicultura de calidad. No hay que olvidar que la vinicultura moderna aún es tremendamente joven en Sudáfrica. La nueva era empezó con la desintegración del apartheid en 1990. Cuando se levantaron las sanciones internacionales y los mercados de exportación se abrieron de la noche a la mañana como las inmensas compuertas de una presa, las pocas bodegas privadas existentes sencillamente no daban abasto. Pero a partir de 1995, una vez calmado el ambiente tras el éxito repentino de los vinos sudafricanos, empezaron a aparecer problemas de calidad. Muchas de las bodegas de bandera, en rápido crecimiento y cegadas por la euforia de los inicios, se habían ocupado más de desarrollar el marketing y responder a la demanda que de la calidad en el viñedo. Hasta estos últimos años, impulsada por una nueva generación de empresas pequeñas pero exquisitas como De Toren, De Trafford, Sadie Family o Boekenhoutskloof, Sudáfrica no había mostrado su verdadero potencial. En esta evolución desempeña un papel especialmente relevante la finca de 100 hectáreas Vergelegen, con su tan personal enólogo André van Rensburg. “En el escenario del boom del tinto de los años noventa, inicialmente llevaban la voz cantante los vinos pseudoaustralianos, que eran sobreextraídos y verdosos al mismo tiempo. Siguió una fase al estilo de los vinos del Nuevo Mundo, con un alud de vinos especiados e intensamente frutales. Ahora el péndulo vuelve a inclinarse hacia los vinos bien estructurados y, eso sí, fisiológicamente maduros”, asegura Albie Koch, bodeguero jefe de De Toren Private Cellar. Con su Fusion V, demuestra que el concepto del burdeos, cuando se aplica minuciosamente hasta sus últimas consecuencias, puede producir vinos verdaderamente fantásticos en el Cabo. Porque tampoco en lo que respecta a la elección de las variedades Sudáfrica ha encontrado su camino hasta hace algunos años. El entusiasmo inicial por la Pinotage, por ejemplo, ya hace mucho que se ha desvanecido. Hasta los más acérrimos defensores de esta variedad reconocen que no es probable que llegue a ser algo más que una especialidad. Sí, la Pinotage se ha visto adelantada incluso por la Chenin Blanc, durante largo tiempo descuidada, pero que ahora está empezando a ser un triunfo de los vinicultores del Cabo. También en el ámbito de los vinos espumosos (por ejemplo el Vintage Blanc de Blancs de Graham Beck) y los vinos de postre (una recomendación: L.B.V. de Bredell’s) se están produciendo cosas asombrosas. No obstante, el actor de más peso está resultando ser el Syrah varietal, sobre todo en el caso de los blends concebidos siguiendo el estilo de Burdeos o del sur de Francia. Con la mirada puesta en Europa l escenario de los vinos de Sudáfrica nunca fue tan multicolor. En un pequeño valle lateral de Helderberg, el antes arquitecto David Trafford vinifica esencias fascinantes en su winery de garaje, por ejemplo con Merlot y Syrah, mientras su mujer pinta cuadros que recuerdan a los de Frida Kahlo. Y al norte de Ciudad del Cabo, en la hermosa región de colinas onduladas de Swartland, Eben Sadie, surfista, punk, enamorado del terruño y fiestero, está volviendo del revés el mundo del vino sudafricano. ¿Qué habrían hecho hace tres décadas los señores granjeros blancos con un anarquista y provocador como Sadie? Probablemente lo habrían metido en un campo de reeducación o le habrían administrado electroshock para inducirlo a seguir el camino correcto. Hoy alaban su inconformismo, le dan palmadas en el hombro y no escatiman esfuerzos para conseguir su Columella (una selección vinificada con cepas Syrah y Mourvèdre de secano). Pero lo mejor es que el empuje de estos jóvenes salvajes parece contagioso. La finca tradicional Springfield en Robertson convence con un espíritu nuevo para sus antiguos métodos. Eikendal Vineyards está experimentando un renacimiento con su enóloga Lizelle Gerber. Meerlust y Glen Carlou mantienen su alto nivel, como Saxenburg y Laibach. Incluso la vieja marca Fleur du Cape, una de las pocas conocidas a nivel internacional en tiempos del apartheid, se muestra más activa que nunca. Por ejemplo, con la muy recomendable Unfiltered Collection. Pero aún no se han superado todos los problemas del Cabo. Sobre todo el trabajo en el viñedo, no siempre meticuloso durante los turbulentos años noventa, y el problema de virus que esto acarreó plantean muchas más dificultades de las que los vinicultores suelen confesar. Pero en lo que respecta al vino, los vinicultores sudafricanos han encontrado su camino. Y éste discurre asombrosamente cerca de la tradición europea. Quién sabe, quizá dentro de algunos años los italianos y los franceses peregrinen al Cabo de Buena Esperanza para volver a aprender cómo se hacen vinos para beber. Rumbo al vino En ninguna otra región del mundo, ni siquiera en California, encontrará el viajero un turismo enológico tan desarrollado como en el triángulo que forman Paarl, Stellenbosch y Franschhoek. En los últimos años ha surgido allí toda una serie de vinotecas, lounges y restaurantes marcados por una decoración que aúna elementos africanos con la moderna sencillez de las formas. Cuatro recomendaciones: Reuben’s Restaurante y Bar No. 19 Huguenot Road ZA-Franschhoek 7690 Tel. +27 (0)21 876 37 72 reubens@mweb.co.za En el centro de Franschhoek, decoración cuidada, a la moda, buena cocina. Belthazar Grill, Wine & Seafood Victoria Basin V & A Waterfront ZA-Cape Town 8000 Tel. +27 (0)21 421 47 53 www.belthazar.co.za Excelente, la mejor parrilla de carne de Sudáfrica y la mayor oferta de vinos por copas (Wine-by-the-Glass) del mundo. Tokara Restaurant An der R310 zwischen Stellenbosch und Franschhoek ZA-Uniedal 7612 Tel. +27 (0)21 808 59 59 www.tokararestaurant.co.za Arquitectura moderna, impresionante chimenea, buena cocina, vinos excelentes de producción propia. The Aubergine Restaurant 3, Barnet Street Gardens ZA-Cape Town 8000 Tel. +27 (0)21 465 49 09 www.aubergine.co.za Restaurante exquisito, su decoración es una mezcla perfecta de elementos africanos y modernos. El responsable de los platos más sofisticados es el jefe de cocina Harald Bresselschmidt. Los vinicultores sudafricanos han encontrado su camino. Y éste discurre asombrosamente cerca de la tradición europea.