- Redacción
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- 2008-11-01 00:00:00
La sidra y la fabada han eclipsado la mesa, los Picos y las playas se han adueñado de la oferta turística, pero Asturias es mucho más. Cuatro tentadoras y minuciosas rutas invitan a descubrir deliciosos secretos, como el renacimiento de los vinos de Cangas de Narcea. Las guías son guiones. Y no por su saber enciclopédico -que lo tienen- ni porque pesen una tonelada, que no es el caso, sino porque con esta reciente iniciativa, la Consejería de Cultura y Turismo del Principado ha querido acercar el paisaje al visitante con introducciones pergeñadas por famosos cineastas de la tierra. Hasta que llegó su sidra, Desayuno con Cabrales, El Código Afuega’l Pitu, y Los Señores del Vino de la Tierra de Cangas son cuatro parodias en forma de guión que hacen emprender el camino con una sonrisa. Caminos sensuales en busca de bocados y tragos icónicos de cada zona que se convierten así en la mejor excusa para acercarse a paisajes, arte, historia, folklore, antropología, caseríos, hoteles, refugios, vidas y gentes entrañables. La afable hospitalidad de los asturianos y la apabullante belleza de su entorno. Hay que subir a Tielve o Sotres y adentrarse en las cuevas aromáticas para ver cómo madura y cobra su color el queso de Cabrales, algo que explican al detalle en la didáctica y amena Cueva del Queso reproducida en Arenas, y hay que recorrer la comarca Vaqueira, el Camin Real y perderse en la Montaña Central en busca de esas vacas que pastan libres junto a los caballos asturcones y que proveen la leche para el Afuega’l Pitu. El queso rural, popular, que se hacía en cada casa, al natural, sin siquiera cuajo, y ahora apenas se conserva en cuatro queserías artesanales. En el plato y en la copa Habría que echar pie a tierra, aquí y allá, para reponer los culines de sidra en el vaso. Porque la ruta de la sidra se extiende desde el mar de la ría de Villaviciosa hasta el Valle de los Oscos, desde Avilés al Nalón, a las cuencas mineras, a Nava en sus Fiestas de la Sidra, y al mismísimo corazón de las ciudades, de Oviedo, de Gijón, donde las fórmulas y los sabores tradicionales de sidrería alternan con las ofertas de autor, con los selectos tragos de alta expresión capaces de acompañar el menú del restaurante más exquisito. Pero desde hace unos años, a la copa también llega vino de Asturias, los olvidados tintos de Cangas de Narcea que ahora renacen con el ingente trabajo de bodegueros románticos. Recuperan viñedos empinados de variedades propias como Carrasquín o Albarín, desempolvan bodegas monacales y prensas comunales que van dando forma al espacio del vino, más allá del propio Museo de Santiso, y elaboran con la seleccion y la técnica más actual y cuidadosa. Hay que probarlos.