- Redacción
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- 2008-11-01 00:00:00
Son gigantescas, grandiosas y con un aura generalmente espectacular. Se convirtieron en lo que son ahora por la mano del hombre, pero la base había sido creada por la naturaleza. Un resumen de las regiones vinícolas del Patrimonio Cultural de la Humanidad de la Unesco. Un paisaje muy variado Viñedos en pendiente o laderas boscosas pobladas de arbustos, pequeñas localidades pintorescas cercanas al Rin, fortificaciones y castillos, algunos bien conservados, otros meras ruinas: así es la zona central del Rin, que junto con la parte occidental de Rheingau, en la otra orilla del Rin, ha sido catalogada como Patrimonio Mundial de la Humanidad en el año 2002. En realidad, esta región vinícola alemana tiene unos 100 kilómetros de largo y se extiende desde Bingen hasta poco antes de llegar a Bonn. Pero sólo la parte meridional (el valle superior de la zona central del Rin en Renania-Palatinado) obtuvo el beneplácito de los responsables de la Unesco. Las cepas (70 por ciento de Riesling) se cultivan sobre todo en terrazas con suelo de pizarra. Las difíciles condiciones de cultivo también son responsables de que la superficie de viña se haya reducido desde las 2.000 hectáreas que ocupaba en su día hasta las actuales 470 hectáreas. En los últimos años se ha podido detener este dramático proceso, que ya ha supuesto el abandono de los viñedos más escarpados. En lo que respecta al vino, la zona central del Rin sigue considerándose una región de gangas. Incluso Florian Weingart, de Spay, reconocido número uno de la región, vende vendimias tardías de Riesling delicadas, de marcada mineralidad y pie ligero, por bastante menos de diez euros. También sus experimentados colegas Peter Jost, Jochen Ratzenberger (Bacharach), Thomas Perll (Boppard) y los emergentes en estos últimos años, Jens Didinger (Osterspai) y Matthias Müller (Spay), como todos los productores con ambición, ofrecen una relación óptima precio-calidad. Patrimonio de la Humanidad Lavaux Creado por los monjes Lavaux ha atraído a muchos artistas: Ferdinand Hodler inmortalizó esta región en sus cuadros; Igor Stravinsky halló en ella inspiración para su música; Charles Ferdinand Ramuz, para sus numerosas novelas, y el cantante y compositor parisino Gilles, oriundo del cantón de Vaud, para sus canciones. El 28 de junio de 2007, Lavaux alcanzó el reconocimiento internacional de la Unesco como Patrimonio Mundial de la Humanidad. Hace 25.000 años, la retirada del glaciar del Ródano excavó la impresionante cuenca del lago Lemán con sus márgenes escarpados. Los romanos plantaron en esa zona lo que probablemente fueran las primeras vides de la región. Pero el papel decisivo para la vinicultura lo desempeñaron los monjes benedictinos de Lutry y, más tarde, los cistercienses del convento de Hauterive y de los ya desaparecidos conventos de Hautcrêt y Montheron: roturaron la espesura de las empinadas laderas que descienden hasta el lago Lemán entre Lausana y Vevey, y plantaron vides. Guy de Maligny, obispo de Lausana, estructuró esta zona de cultivo hacia el año 1140. En Lavaux, actualmente, una serie de empresas vinícolas, en su mayoría pequeñas, se reparten las aproximadamente 700 hectáreas de viñedos aterrazados de las comarcas AOC de Villette, Epesses, Saint-Saphorin, Chexbres y Lutry. También están situadas en esta región Dézaley y Calamin, las únicas dos AOC supracomarcales del cantón de Vaud. En un 80 por ciento de la superficie se cultiva la variedad Chasselas. El ecologista Franz Weber, de Montreux, inició este movimiento en 1977 con su acción Salvad el Lavaux. En 2005, los habitantes de Vaud se pronunciaron en un referéndum por la protección de esta región. Saint-Émilion Piedra y vino Piedra, tierra, hombre y vino están indisolublemente unidos en Saint-Émilion. La pequeña ciudad medieval situada 35 kilómetros al noreste de Burdeos, que contempla desde su colina el valle de la Dordoña, se construyó con la piedra arenisca sobre la que está edificada. Lo recuerdan las 70 hectáreas de túneles subterráneos, antiguamente canteras, muchas de las cuales hoy sirven de bodega. Ya los romanos plantaron allí vides, después la Iglesia desempeñó un papel decisivo, y a partir de la Edad Media el vino de Saint-Émilion era un bien preciado mucho más allá de sus fronteras. Las cepas crecen sobre la meseta que rodea la pequeña ciudad, en las laderas de las colinas y en siete comarcas colindantes. Juntas conforman la “jurisdicción” de Saint-Émilion, región demarcada en el año 1289 por el rey Eduardo I que hoy corresponde a las denominaciones de Saint-Émilion y Saint-Émilion Grand Cru. Esta región AOC cuenta con 822 vinicultores en 5.400 hectáreas de viña y una producción anual de unos 250.000 hectolitros de vino. En 1999, Saint-Émilion fue el primer paisaje vinícola incluido en la Lista del Patrimonio Mundial de la Humanidad de la Unesco. Desde la torre de la iglesia, de 133 metros de altura, se puede admirar una vista panorámica sobre la ciudad y sus viñedos. También se puede visitar el Saint-Émilion subterráneo: algunos túneles hoy son museos y más de una bodega albergada en ellos está abierta a los visitantes. Especialmente impresionante es su iglesia monolítica tallada en la roca, edificada alrededor de la gruta a la que se retiró en el siglo VIII el santo patrón de la ciudad, un ermitaño llamado Émilion, tras descubrir allí una fuente (de agua, no de vino...). Douro Al fin del mundo en helicóptero Tres días tardaban antaño los barcos rabelos, barcos de quilla plana, en recorrer el camino desde Oporto hasta Pinhão, río arriba, para cargar vino de Oporto. Hoy los visitantes del nuevo hotel de lujo Quinta da Romaneira hacen el mismo recorrido en helicóptero en únicamente quince minutos. Turísticamente, la región del Douro ha logrado dar el salto a una nueva era. Pero el valle propiamente dicho todavía parece tan salvaje como un potro en un rodeo. En el Douro, naturaleza y vinicultura se funden de forma absoluta. Miles de kilómetros de muros de terrazas ponen de relieve la arcaica topografía del valle. Uno se mueve como en un gigantesco mapa. Y los aterrazamientos cuentan historias. Los antiguos patamares constan de impresionantes muros de piedra para dos filas de cepas. Luego llegaron los socalcos, terrazas más grandes para miniviñedos compactos. Desde 1965, las excavadores han modelado con desplazamientos de tierras modernos patamares, para un máximo de dos filas de vides, que no necesitan muros de contención. La categoría de Patrimonio Mundial de la Humanidad, otorgada al valle del Douro en el año 2001, es garantía de conservación para este singular paisaje de terrazas. Más de 30.000 viticultores cultivan allí unas 33.000 hectáreas de variedades exclusivamente autóctonas (como Touriga Nacional, Touriga Francesa o Tinta Cão), con las que actualmente no sólo se vinifican los legendarios vinos de Oporto, sino también cada vez más vinos de mesa de primera calidad. Patrimonio de la Humanidad Mechtild Rössler, ¿Qué es necesario para formar parte del Patrimonio Mundial de la Humanidad? Las regiones vinícolas se cuentan entre los bienes culturales más antiguos de la humanidad, pero durante mucho tiempo no estuvieron incluidas en la lista de la Unesco. ¿Por qué? No empezamos a reflexionar sobre las regiones vinícolas hasta los años noventa. Antes de 1992 no podíamos ni tener en cuenta los paisajes culturales, tan sólo podíamos incluir en la lista objetos puramente paisajísticos o estrictamente culturales. Naturalmente había lugares con ambos elementos, como Machu Picchu, pero no paisajes culturales creados por el hombre como transformador de la naturaleza. Para ello primero hubo que cambiar las directrices. La primera región vinícola se incluyó en el año 1999. Sí, la región vinícola de Saint-Émilion. Después se le sumaron relativamente rápido otras regiones, por ejemplo la de Wachau en Austria. Pero pronto surgió un problema, pues todas estas regiones están en Europa, lo que no hacía muy feliz al Comité del Patrimonio de la Humanidad; algunos miembros rogaron a los europeos más moderación. Por ello, en un encuentro de expertos que organicé en Tokaj con representantes de las más diversas regiones vinícolas, se definió claramente qué paisajes vinícolas podrían ser aceptables para la Lista del Patrimonio de la Humanidad: sólo aquellos en los que la relación entre el hombre y la naturaleza posee un “sobresaliente valor universal”. ¿Qué significa eso concretamente? Lo importante no es la calidad del vino, sino cómo el hombre ha transformado la naturaleza. Un buen ejemplo es la región vinícola de Pico, en las Azores. Allí hay viñas que están rodeadas por muros negros de piedra volcánica, y la suma de la longitud de todos los muros ¡daría tres veces la vuelta al mundo! En este caso resulta evidente ese “sobresaliente valor universal”: el hombre allí realmente se preguntó cómo podría lograr plantar cepas en semejantes condiciones, en medio del Atlántico, y transformó totalmente el paisaje natural. Por cierto, este vino se hacía llegar hasta la corte de los zares de Rusia. Ya ve usted que no todas las regiones vinícolas de Europa cumplen las condiciones necesarias para ser incluidas en la lista. De todas formas, ya hay demasiados candidatos, la lista del Patrimonio Mundial está llena a reventar. Además, países emergentes como Argentina o Sudáfrica también deberían estar representados. Es en lo que estamos trabajando actualmente. La historia y la tradición, ¿desempeñan un papel fundamental o tienen posibilidades otras regiones vinícolas más jóvenes? La selección no tiene que ver con la edad. Para la arquitectura moderna se exige un mínimo de 25 años, pero lo principal es la especial relación entre el hombre y la naturaleza, y ésta se muestra con frecuencia en la profundidad histórica. Por ello, no creo que, por ejemplo, el Kaiserstuhl de Alemania, con sus grandes terrazas, tenga posibilidades. Pequeñas terrazas que hubieran crecido históricamente en esta singular formación geológica estarían mejor situadas. ¿Hay otros criterios importantes? Además del sobresaliente valor universal, hay seis posibles criterios referidos a la naturaleza y a la cultura. El lugar puede, por ejemplo, “representar una obra maestra del genio creativo humano” o bien “aportar un testimonio único o al menos excepcional de una tradición cultural o de una civilización”. También es posible “ser un ejemplo eminente de una tradición de asentamiento humano, utilización del mar o de la tierra, que sea representativa de una cultura”. También tienen muchas posibilidades si “contienen fenómenos naturales superlativos o áreas de excepcional belleza natural e importancia estética”, o bien si “son uno de los ejemplos representativos de importantes etapas de la Historia de la Tierra” o “son uno de los ejemplos eminentes de procesos ecológicos y biológicos en el curso de la evolución de los ecosistemas”. Eso deja bastante margen de maniobra... La Convención también indica que la lista es selectiva. De modo que el Comité debe elegir, porque no pueden estar incluidos todos los lugares. Para los demás, hay otros convenios: para los yacimientos arqueológicos de Europa, por ejemplo, el Convenio de La Valetta; además, está el Convenio Europeo del Paisaje y otras etiquetas y programas. Si un país europeo, uno pequeño como Suiza, por ejemplo, ya tiene una región vinícola en la lista, ¿disminuyen sus posibilidades para nuevas candidaturas de ese mismo país? Yo siempre recomiendo elaborar un estudio comparativo. No se puede excluir nada, pero las posibilidades de que se incluyan en la lista más regiones vinícolas europeas son relativamente escasas. Por cierto, en Internet se puede consultar uno de estos estudios comparativos a nivel mundial, realizado por nuestra organización consultora International Council on Monuments and Sites (Icomos). Una región que se está estudiando actualmente es la de Champagne: debe demostrar que no sólo es un paisaje fuera de lo común, sino también que ha sido totalmente transformado por el hombre. Entonces, ¿la Champagne tiene posibilidades? No puedo responder a preguntas sobre un caso concreto. Los candidatos deben presentar ellos mismos un estudio comparativo muy riguroso, y la comparación debe ser a nivel mundial. Es decir, la Champagne no puede compararse sencillamente con Saint-Émilion o con Lavaux y asegurar que es tan buena como esas regiones. ¿Tiene usted la impresión de que algunas veces desempeñan un papel importante las consideraciones comerciales? ¿Le molesta esta circunstancia? La Convención para la Protección del Patrimonio de la Humanidad está pensada para proteger las regiones, no para apoyar intereses comerciales; una región vinícola bajo ningún concepto puede utilizar esa distinción para la producción. Por otra parte, queremos fomentar el desarrollo de las regiones vinícolas, porque las personas también deben poder vivir de este recurso. Así, Cinco Tierras (Italia) se ha hecho un nombre con la producción de aceitunas y mermeladas, y estos productos participan en la conservación del paisaje cultural. Además de la Champagne, ¿hay más candidaturas pendientes de otras regiones vinícolas europeas? Generalmente no lo sabemos hasta que la correspondiente candidatura ya ha sido entregada en la Unesco, o algunas veces un poco antes, ya que las candidatas primero han de llegar a una lista estatal. Parece ser que en la Borgoña están reflexionando en esta dirección. Por lo demás, nos llegan candidaturas sobre todo de otros continentes, algo también deseado por el Comité, como por ejemplo la de Sudáfrica. Eso no suena muy prometedor para las regiones vinícolas de Europa. ¿Recomendaría usted, a pesar de todo, presentar candidaturas? Aunque no existen limitaciones formales, aconsejo a los candidatos que consideren si el propio país protege los lugares y bienes, y si incluye a la población. En principio, los candidatos pueden contestarse solos a la pregunta fundamental acerca del sobresaliente valor universal si llevan a cabo el mencionado estudio comparativo científico. Me refiero a que, precisamente en Europa, también hay proyectos de la UE con los que se puede contactar, como por ejemplo Vitour, una asociación de diversas regiones vinícolas. En mi opinión, no tiene mucho sentido trabajar con otras instituciones, como el Convenio Europeo del Paisaje. Para acabar, una pregunta personal: ¿Cuál es su región vinícola europea preferida? ¡Qué difícil! Cada región tiene su propio carácter, tanto si se visita el romántico valle del Rin como Lavaux o las tan particulares bodegas de Tokaj. La Convención del Patrimonio Mundial está entre la singularidad y el valor universal; por ello es sorprendente que cada vez que se visita un lugar declarado Patrimonio de la Humanidad se descubra algo nuevo y único. Mechtild Rössler Mechtild Rössler (49 años) es directora del Departamento del Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. Doctora en Geografía y Filología Alemana, trabajó muchos años en el centro de investigación francés CNRS y después como catedrática en Berkeley, California. Desde 1991, trabaja en París para la Unesco, sobre todo en el Centro del Patrimonio Mundial de la Humanidad. En 2001 fue nombrada presidenta para Europa y América del Norte, por lo que es responsable de la mitad de los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad. Texto: Stefan Brändle