- Redacción
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- 2008-11-01 00:00:00
D esde hace tiempo el vino es reconocido como bebida para acompañar la comida principal y en Europa ha venido siendo utilizado por lo menos desde el siglo XVII como estimulante del apetito y ayuda digestiva. Además, el alcohol contenido en el vino puede ser considerado como una fuente primaria de calorías (1 g de alcohol proporciona 7 kcal). Las bebidas alcohólicas también proporcionan algunos micronutrientes, como el hierro en el vino, aunque un consumo elevado de alcohol puede desplazar otros alimentos, y por lo tanto nutrientes, ocasionando de este modo graves deficiencias. Algunos estudios han demostrado que la relación entre las enfermedades cardiacas coronarias y el consumo de etanol puede ser inversa, según el nivel de consumo del alcohol, y otros también han demostrado que la incidencia de apoplejía, y en especial de apoplejías isquémicas, es menor entre los bebedores moderados que entre los no bebedores. Se han propuesto distintas explicaciones para justificar estos descubrimientos. Se cree que el alcohol eleva los niveles de la lipoproteína de baja densidad (LDL) del colesterol, pero también puede ejercer sus efectos por medio de una disminución del fibrinógeno o en la agregación de las plaquetas. Aunque el alcohol es el principal ingrediente farmacológicamente activo, existen otras sustancias, ya sean naturales en la piel de la uva o formadas durante la fermentación, responsables de actividades fisiológicas. Los compuestos fenólicos del vino están implicados en la prevención de las enfermedades del corazón y en el bloqueo de las células cancerosas. Se ha demostrado que el resveratrol, una sustancia fitoquímica abundante en la piel de la uva y en el vino, y más especialmente el vino tinto, muestra “una actividad quimiopreventiva del cáncer”. Asimismo, se ha señalado el transresveratrol como un potente antagonista de la adherencia de los estrógenos, lo cual puede aportar efectos beneficiosos en el área del cáncer de mama. Los compuestos antioxidantes del vino, como la quercetina, la catequina y el resveratrol, parecen ser responsables de la reducción de la proporción de oxidación de LDL, la formación de plaquetas y el aumento de grasa en las arterias. Aunque el consumo moderado de vino se asocia a beneficios para la salud, es también innegable que su ingesta en mayores cantidades produce problemas de salud. En el caso de los jóvenes, por ejemplo, el patrón de consumo de bebidas alcohólicas desafortunadamente no se ajusta generalmente a las características de un hábito saludable. Además, los efectos beneficiosos del alcohol en general, y del vino en particular, se han observado en poblaciones determinadas, entre las que no está la población joven. En menores y jóvenes que no han cumplido los 18 años, el consumo de alcohol puede tener un impacto endocrino y neuronal grave, además de producir problemas de índole social (fracaso escolar, violencia). La manera óptima de consumir vino para disfrutar de los beneficios para la salud que nos aporta es en cantidades moderadas (1-2 copas al día) y junto con las comidas.