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Ruta del Ribeiro. Laberinto del agua, camino del vino

  • Redacción
  • 2008-01-01 00:00:00

En cualquier época, los recodos que dibujan el Miño y el Avia invitan a disfrutar el agua o adentrarse en la lujuriosa vegetación del bosque. Pero aún más en otoño, cuando las viñas que dan vida al Ribeiro lucen sus mejores galas, ocres las de uva blanca, rojizas, desde el fucsia vivo al púrpura dramático las tintas, cuando el vino nuevo aún bulle en las cubas y un puñado de bodegas de puertas abiertas invitan a la cata, a conocer en estado puro el resultado de la vendimia, que este año promete excelencia. El cielo, la tierra, el agua y la labor de los vinateros garantizan un viaje plácido, preñado de sorpresas y recuerdos. El parte meteorológico se inaugura siempre con la amenazadora situación en Galicia: vientos, lluvias, temporales... Pero, sin pormenorizar, se olvida a menudo de otra Galicia, interior e íntima, que se defiende de los elementos al fondo del valle del Miño, del Avia y del Arnoia. Es la patria del Ribeiro, donde las cepas ascienden suavemente desde la ribera a las laderas de Faro de Avión, que las resguardan de los vientos y, en contrapartida, acunan nieblas surgidas del cielo, del río o de la propia tierra. En terrazas verdes salpicadas de flores brota la materia prima del Ribeiro, que desde siempre fue sinónimo del vino gallego, asociado al folklore, a romería, a morriña. El “bon vino de Ourense”, tal como ya lo bautizara Alfonso X el Sabio era civilizado y prestigioso, y viajaba hasta los finos paladares de Italia y de Inglaterra, pues se venía educando desde tiempos romanos y más tarde en la ruta de los monasterios cluniacenses del Camino de Santiago. Nuevos vinos, historia eterna Ése es el pasado que revive. Uvas autoctonas o nobles foráneas, en busca de calidad y no de cantidad, cuidadas con mimo para preservarlas de la humedad y asomarlas al sol, en espalderas o, como siempre, en parrales sustentados por columnas del granito local. Con ellas y con una fuerte inversión en la tecnología de las bodegas, el nuevo Ribeiro es ya una realidad. Blancos ligeros y aromáticos, florales o afrutados, de Treixadura, Godello, Loureira..., tintos cada vez mas complejos, de Caiño, Mencía, Sousón, Brancellao... con cuerpo y poder, vinos biodinámicos, dulces naturales como el histórico tostado y, para aprovechamiento total de la uva, aguardientes de orujo en cada bodega, licores perfumados con el olor del entorno o incluso con el exotismo del Blue Mountain para el Licor Café. Bodegueros con personalidad, bodegas emprendedoras y románticas, unas recientes y otras resistentes, y cooperativas con visión de futuro están puliendo el catálogo vinícola, la tentación del enoturismo e incluso el paisaje. La frontera de la D.O. Ribeiro no incluye la ciudad de Ourense, de modo que la capitalidad, el corazón, se traslada a la histórica Rivadavia y su curioso Castillo es la puerta monumental para emprender la ruta. Es la primera cita de la familia Sarmiento, de apellido evidentemente vinícola, que durante un largo pasado fueron los señores de la región. Ciudad amurallada, conserva puertas de piedra y orgullosos templos entre el románico y el gótico pero, sobre todo, paseos entrañables, con la posibilidad de un guía, por las calles empedradas del barrio judío donde aún se encuentra un horno tradicional y su dulcería. Pazos de Arenteiro es otro hito imprescindible. Los restos del puente medieval ya trasladan a un mundo fantástico sembrado de las orgullosas chimeneas de sus pazos blasonados, y los jardines y las viñas multicolores que anuncian otoño. Naturaleza en estado puro Para los amantes del bosque y los paseos por la naturaleza, allí comienza un recorrido silvestre donde no será raro escuchar un lobo y hasta adivinar un gnomo o la visión evanescente de la Santa Compaña. Y si no, se pueden buscar en el Parque Natural de Carballeda, en la ladera de Peña Corneira o en la ruta balizada por el bosque de Ridimoas que, con ayuda de la feraz naturaleza, se recupera del incendio de 1976. Pero el recorrido por el Ribeiro, como su nombre anuncia, pasa en cualquier rincón por la visión y el disfrute del agua, la del Miño, la del Avia, la de los riachuelos afluentes e incluso la de manantiales salutíferos que hoy son confortables balnearios. Junto al Miño, en el embalse, Castrelo y su Club Náutico invitan al paseo en barco, a la plácida contemplación de las dos orillas o a deportes activos: vela, windsurf, piragüismo... Los balnearios son parada y fonda donde alargar los días y restaurar el cuerpo y el espíritu. Nada más relajante que la piscina caliente descubierta de Laias, donde la leve nube de vapor apenas eclipsa la visión del río. Y después, abandonarse en las fuertes y delicadas manos de Óscar para un masaje con “pindas”, que son bolsitas aromáticas calientes. La Villa Termal de Arnoia ofrece idénticos servicios y cuidados. Y la misma empresa, Caldaria, guarda el secreto de la estancia en una abadía restaurada con encanto. Y es que los monumentos, un rico patrimonio artístico, salpican cada rincón en forma de cruceiros o petos de ánimas o de bellos refugios monásticos, aunque pocos tan epatantes como el monasterio de San Clodio, entre viñedos y convertido en parador. La belleza del bosque animado, la memoria de la historia tallada en piedra y la pujante vitalidad de sus vinos son recuerdo imborrable que hace volver. Siempre. C.R.D.O. RIBEIRO C/ Salgado Moscoso 11 32400 Rivadavia (Ourense) Tel. 988 477 200 Fax. 988 477 201 E-mail: info@ribeiro.es www.ribeiro.es

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