- Redacción
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- 2009-09-01 00:00:00
Europa sufría una ola de frío polar. Pero en Montalcino, los días se habían vuelto doblemente gélidos: por culpa del viento helado que soplaba por sus callejuelas, y por los escándalos que azotaban a la región. Lo que dio en llamarse Brunellogate, el descubrimiento de que no todos los brunellos se hacían con la uva Sangiovese, saltó a los titulares de la prensa de todo el mundo, poniendo en entredicho los controles de la DOC. Paseando por las callejuelas medievales de Montalcino, una y otra vez llaman la atención las numerosas pequeñas vinotecas. En el escaparate y en expositores especiales se ofrece un brunello más un rosso di Montalcino por apenas 20 euros. Dos brunelli di Montalcino de 2003 se venden ya por menos de 30 euros. Unas sumas inconcebibles hace dos o tres años. En aquel entonces, antes del Brunellogate (ver aclaración en la caja de la página 43), los vinicultores de Montalcino aún estaban mimados por el éxito. Aumentos de producción cada año, vinos que se vendían casi por cualquier precio: siete millones de botellas de brunello al año y 250 bodegas eran los protagonistas de una historia de fortuna favorable. Hasta que el gran escándalo se desplomó sobre esta ciudad toscana. Pero en opinión de Stefano Campatelli, director del Consorcio de Productores, los precios señuelo de las tiendas locales no tienen nada que ver con el escándalo del vino del año anterior: “Muchos comerciantes sencillamente quieren vender la cosecha anterior antes de que llegue a sus almacenes el nuevo brunello.” La nueva añada de 2004 está considerada como excelente, a diferencia de la de 2003, algo heterogénea. Igual de elevadas son las expectativas del Consorcio. No hay acusación La calidad de la cosecha de 2004 también habrá de ayudar a olvidar el espantoso año de 2008. Stefano Campatelli sacude la cabeza al pensar en la feria del vino de Verona, “Vinitaly 2008”, y en los días que sucedieron a este acontecimiento. El Brunellogate conmocionó a esa pequeña localidad y a toda Italia: en algunos viñedos destinados al brunello, los controladores descubrieron cepas foráneas. Y los libros de registro de las bodegas no se habían llevado con exactitud. Las autoridades legales de Siena requirieron una investigación, pues se sospechaba que el brunello –que según las reglamentaciones de producción sólo puede vinificarse con la variedad Sangiovese– había sido mezclado con otras cepas. Y el fiscal del Estado inició las investigaciones. En total, fueron requisados a algunos productores más de cinco millones de litros de brunello de las añadas 2003 a 2007. Una parte ya ha sido liberada, ya fuera porque el vino se declaro correcto o porque la bodega decidió desclasificar el vino y no venderlo como brunello. Pero algo también es evidente en Montalcino: aunque todavía hay bloqueadas una serie de botellas, la crisis del brunello parece superada. En los diarios ya casi no se encuentran referencias a este “escándalo”. Además, el Consorcio tiene desde hace medio año en Patrizio Cencioni un presidente que no sólo está por encima de cualquier sospecha de mezclar indebidamente, sino que además es oriundo de Montalcino. Y esto también cuenta en esta pequeña ciudad, en la que muchos foráneos han invertido en viñedos de brunello. Se dice que Cencioni ha logrado tranquilizar la situación. Y el camino a seguir por Montalcino parece claro: durante una asamblea general en octubre de 2008, el 97 por ciento de los vinicultores optaron por mantener las líneas de producción existentes, lo que significa que el brunello se elaborará exclusivamente con uva Sangiovese. Y punto. Retorno al estilo tradicional En estos momentos, el presidente está más preocupado por la crisis financiera que por el Brunellogate: el consumo y la demanda están bajando en todo el mundo. Ahora todos tienen puestas sus esperanzas en la añada de 2004 para sacar a flote su negocio. “Por suerte, la cosecha de 2004 es excelente”, asegura Cencioni, propietario de la finca vinícola Capanna, situada en las laderas septentrionales de la ciudad, “una añada con vinos muy equilibrados, elegantes y con gran capacidad de guarda.” Así, el nuevo brunello acierta con el gusto del público. Según Cencioni, “los consumidores están volviendo otra vez a un estilo más tradicional, los homogéneos vinos modernos con mucha madera están pasados de moda”. Y esto le favorece en Capanna, al igual que a otros vinicultores que trabajan a la manera tradicional, como Franco Biondi-Santi en Tenuta Il Greppo, Gianfranco Soldera y Altesino. También los vinos de agricultura ecológica se comercializan muy bien, a pesar del (o gracias al) escándalo del vino. Otros, como Rainer Loacker, del sur del Tirol, incluso trabajan con métodos homeopáticos para extraerle a sus cepas lo mejor. Andrea Costanti, de la finca Conti Costanti, comparte la opinión de Cencioni: “Los consumidores quieren vinos puros y honestos. Por suerte, los tiempos en los que estaban de moda los vinos de homogeneidad internacional, que se pueden producir en cualquier parte del mundo, ya han pasado”. Esto le favorece a él y también a todos los vinicultores que siempre han apostado por la especial simbiosis que se produce entre la Sangiovese y las particulares condiciones de Montalcino. En la empresa de Andrea Costanti, al igual que en Biondi-Santi, se aprecia y se utiliza la gran cuba de madera. “El brunello no debe seguir la moda, debe hacer la moda”, dice Costanti filosofando mientras escancia una copa de su cosecha de 2004. En la copa, el vino lanza destellos de color rubí y agrada por su armonía y elegancia. Está marcado por la crianza de 18 meses en tonneaux y otros tantos en grandes barricas de roble de Eslovenia. El brunello es un vino de terruño, y Costanti lo sabe: “La filosofía del brunello está muy próxima a la del borgoña”, asegura, y en ello ve el futuro de la región: “La marca Brunello puede salir reforzada de esta crisis; lo importante es que conozcamos las particularidades de nuestras viñas y que sepamos expresar en los vinos las diferencias entre los distintos terruños. Ahora toca esforzarse para lograr destacar las características especiales de cada bodega”. Muchas y cuantiosas inversiones También Giacomo Neri está convencido de ello: dirige la finca Casanova di Neri, al noreste de la zona vinícola, donde ha reservado al brunello más de la mitad de sus 53 hectáreas de viñedos. Produce tres brunelli diferentes: una cuvée clásica de distintos viñedos y dos vinos de un solo viñedo, Tenuta Nuova y Cerretalto. Estos dos últimos son más modernos y vigorosos que el brunello clásico, pero a pesar de toda su fuerza también presentan mucha elegancia. Con estos vinos, Casanova di Neri se ha contado en los años anteriores entre los grandes emergentes de Montalcino y ha sido altamente elogiado por guías y revistas de vinos. En la finca se han realizado grandes inversiones; resulta evidente al pasear por las bodegas, construidas horadando las colinas, para visitar las barricas de la bodega de guarda y los modernos tanques de acero. Inversiones que, naturalmente, se tienen que amortizar, en esta y en todas las demás bodegas de la región vinícola. Por lo general, en los últimos años se ha invertido mucho dinero en Montalcino, tanto en los viñedos como en las bodegas. Por eso el brunello es uno de los vinos más caros de Italia, que juega en la primera división junto con los barolo, barbaresco y amarone. En las cartas de vinos de Estados Unidos puede aparecer alguna botella de brunello con precios más allá de los 200 o los 300 dólares. Y es que Estados Unidos es todavía uno de los mercados más importantes de esta región; por otra parte, también es uno de los más amenazados por las crisis. Terruño y brunello de un solo viñedo Pero hasta ahora, Giacomo Neri no ha tenido ningún problema. Sus tres brunelli están pensados especialmente para tres gustos diferentes, y cada uno representa un estilo claramente definido. Neri ve en esta diversificación el futuro de Montalcino: “Tenemos que alejarnos de los vinos sin identidad y concentrarnos en nuestro terruño. Hemos de lograr que nuestros vinos traduzcan estas particularidades”. Últimamente se oye mucho la palabra terruño en Montalcino. Pero a pesar de ello siguen siendo minoría los vinicultores que hacen vinos de pago como Neri, Lisini, Altesino o Emilia Nardi. La mayoría de sus colegas mantienen la receta tradicional y vinifican un brunello annata y, con un año más de crianza, un riserva. Roberto Cipresso ha encontrado la vía de en medio: en su finca de siete hectáreas La Fiorita, en el sureste de la región vinícola, hace nada menos que dos vinos de un solo viñedo. Pero no les da el nombre del pago correspondiente, sino que saca al mercado uno de ellos como annata y el otro como riserva. Cipresso, uno de los flying winemakers más conocidos de Italia, es uno de los muchos que también se han instalado en Montalcino. Ha arrendado una pequeña bodega en Castelnuovo dell’Abate, cerca del convento románico de Sant’Antimo, en la que guarda apiladas barricas grandes y pequeñas. Vino de un solo viñedo, ¿sí o no? A Roberto Cipresso le gusta devanarse los sesos y trabaja con cada vino todo lo que considere necesario hasta que responda a su idea. En su opinión, los crus sólo se deberían producir si se dispone de majuelos excepcionales. Sus viñas se llaman Poggio al Sole, donde crece la base para su annata, y Pian Bosolino, situada 200 metros más alta, que produce la base para el riserva. Giancarlo Pacenti, de la finca Siro Pacenti en el norte de Montalcino, acaba de vinificar su primer vino de un solo viñedo: la añada de 2004 de su parcela Pelagrilli, que seguramente no sacará al mercado hasta 2010, un año más tarde de lo habitual. En la bodega reposa una pequeña edición de 600 botellas mágnum y 4.000 botellas de 0,75 litros. Este vino ya tiene fama de ser la nueva interpretación del brunello. Tiene una seductora fragancia de frutillos frescos y flores, también notas saladas y especiadas; en el paladar es pleno y firme, los taninos aún son juveniles. Un vino que necesita tiempo, pero que no resulta ni tradicional ni exageradamente moderno, a pesar de su fermentación maloláctica en barrica. “Es puro terruño”, explica Pacenti. Decisivos son los suelos minerales del viñedo junto a su bodega en la Località Pelagrilli. Hasta ahora, el viñedo Pelagrilli era parte integrante del único brunello de Pacenti; la otra parte procedía de Sant’Angelo in Colle, en las zonas más meridionales de Montalcino, donde los vinos normalmente resultan más densos y frutales. “Brunello di Montalcino, en el fondo, no es un vino de un solo viñedo”, opina Pacenti, “los distintos suelos y viñas se complementan. Sant’Angelo en el sur, por ejemplo, le da la estructura, pero también necesita la elegancia de la viña del norte”. Ambas fincas son propiedades históricas de su familia: el abuelo de Giancarlo plantó el viñedo de Sant’Angelo hace 40 años y su padre, Siro, el de Pelagrilli hace 25 años. Por eso en Sant’Angelo aún se hallan cepas plantadas en la década de 1970. Una herencia que se perdió en muchos otros viñedos de la región del brunello, cuando en los años ochenta y noventa se utilizaron los mismos clones en las nuevas plantaciones de esta región, entonces en fulgurante expansión. “Primero tenemos que valorar qué es lo que realmente tenemos”, piensa Pacenti. Proyectos de investigación en colaboración con diversas universidades, como las de Burdeos, Pisa y Florencia, habrán de aportar más información sobre clones, terrenos y la técnica óptima para la elaboración. La añada de 2004 de Pacenti no sólo se ha embotellado como cru, sino también como cuvée normal de brunello de ambos viñedos: un vino equilibrado y armónico que agrada por su frutalidad. Pero Pacenti está convencido de que la interpretación más interesante de la cosecha de 2004 es el brunello de un solo viñedo: “Es un vino de Sangiovese muy exacto. Un vino con personalidad propia”. Giancarlo Pacenti prefiere las barricas, porque en ellas los vinos se hacen más equilibrados. “No me gustan las notas oxidativas como las que presentan algunos vinos tradicionales. Se pueden evitar con mayor efectividad empleando barricas pequeñas.” Pero, por otro lado, tampoco es partidario de los vinos de barrica de tendencia homogeneizante. “Los vinos modernos que expresan el sabor de su terruño son los únicos que tienen futuro”, afirma. Demasiada superficie para brunello Pacenti no escatima esfuerzos para conseguir la mayor calidad posible. Así, en su bodega se seleccionan las uvas con minuciosidad exquisita: sobre una mesa y con una iluminación especiales, examinan uva por uva antes de elaborarlas. En el difícil año 2003, se eliminó un 35 por ciento del volumen de cosecha. En años buenos se rechaza entre un cinco y un ocho por ciento. “Pero todo esto sólo son técnicas para hacer vinos exactos”, explica Pacenti. “El objetivo es lograr un vino que represente lo máximo que se puede conseguir en Montalcino con la Sangiovese.” Pero Giancarlo Pacenti no es el único con tal pretensión. En esta pequeña ciudad de la Toscana, numerosos vinicultores piensan lo mismo. Aunque los productores también saben que con una producción que ya alcanza los siete millones de botellas, no es oro todo lo que sale al mercado como Brunello di Montalcino DOCG. “Las dos mil hectáreas de viñas en las que hoy se cultivan uvas para brunello son excesivas”, nos comenta alguien que prefiere mantenerse en el anonimato: “Una parte de los viñedos tampoco es climáticamente adecuada para producir vinos superiores de Sangiovese. Y éste es el verdadero problema que tenemos que solucionar”. Comentario ¿Qué podemos aprender del caso de Brunello di Montalcino? A diferencia de Francia, en Italia se están tomando precauciones para que las reglamentaciones de producción de vinos DOC y DOCG especifiquen las partes proporcionales de las variedades de uva empleadas. Es sólo una de las medidas tomadas contra las malas prácticas y el fraude comercial que con el tiempo han demostrado su escasa eficacia. En la investigación que se está llevando a cabo en Montalcino, la Fiscalía de Siena ha reconocido un método de análisis empleado por el Laboratorio Enosis, del enólogo Donato Lanati: este método permite comprobar si los vinos incautados contienen otras variedades distintas de la única permitida, la Sangiovese. Hasta ahora, los órganos de control nunca habían empleado este tipo de análisis. Pero esto es sólo el principio: el procedimiento de control puede extenderse a otros vinos DOC y DOCG en los que está permitido, por ejemplo, un quince por ciento de otra variedad de uva para comprobar con exactitud si efectivamente el porcentaje es correcto. Si este control se realizara a gran escala, traería consigo muchas novedades: los embotelladores, antes de comprar un vino, podrían comprobar si éste responde a las directrices de producción; el control de los vinos DOC y DOCG mejoraría y se simplificaría en gran medida; además, permitiría controlar vinos que ya están en el mercado. Y así quedaría obsoleta la tan frecuente pregunta de cómo diablos es posible ofrecer Chianti, Barbera del Piamonte, Nero d’Avola y otros vinos a precios irrisorios... Naturalmente también está el reverso de la moneda: estos controles podrían hacer surgir una especie de nuevo arbitraje o bien harían explotar las controversias entre los órganos de control y los productores. Además, podría aumentar la presión para relajar las severas directrices de producción (mientras precisamente los órganos facultados para llevarlo a cabo ya han sido transferidos a Bruselas). El colofón sería el mayor distanciamiento entre los vinos DOC y DOCG, y los vinos de marca. Pero una cosa es segura: después de esta actuación de la Fiscalía de Siena, nada seguirá siendo como antes para los vinos DOC y DOCG italianos. Los productores tendrán que aceptarlo y obrar en consecuencia: dándole un empujón a la calidad y al precio, pero sobre todo manteniéndose unidos y unánimes para encontrar un camino común hacia las necesarias transformaciones. Angelo Gaja No sólo es un renombrado productor de Nebbiolo en el Piamonte, también posee dos fincas en la Maremma. En Pieve Santa Restituta, en Montalcino, vinifica brunello. No embotelló las añadas de 2002 y 2003 por motivos de calidad. Roberto Cipresso El “terruñista” (según se ha autodenominado) del Véneto no sólo es asesor de fincas vinícolas en medio mundo y en toda Italia, también vinifica su propio vino: en Montalcino, donde llegó por amor, es propietario de la finca La Fiorita. Giacomo Neri Desde hace años dirige con prudencia la finca vinícola familiar Casanova di Neri, en el noreste de Montalcino. Con sus vinos plenos y frutales, combina la elegancia de la Sangiovese con modernas técnicas de bodega. Stefano Campatelli Desde hace 20 años, Stefano Campatelli dirige los negocios del Consorcio de Productores de Brunello de Montalcino. Está muy satisfecho con la decisión de los vinicultores, tomada por gran mayoría, de seguir vinificando el brunello sólo con Sangiovese. Andrea Costanti Como tradicionalista y partidario declarado de la gran barrica de madera, Andrea Costanti cree firmemente en la particularidad del terruño de su patria chica. También está convencido de que la Sangiovese debe seguir siendo la única variedad para hacer brunello. Giancarlo Pacenti Dirige la finca Siro Pacenti, que lleva el nombre de su padre. Para garantizar la calidad de su brunello, apuesta por la barrica, además de la rigurosa selección de las uvas. El año que viene saldrá al mercado su primer vino de un solo viñedo. El año después “Brunellogate”: Lo que ha ocurrido hasta ahora El escándalo, llamado en algunos medios sencillamente Brunellogate, ya flotaba en forma de rumor por la Toscana antes de que se celebrara el salón del vino Vinitaly: un control del Consorcio de Productores de Brunello a finales de 2007 había sacado a la luz que un 1,1 por ciento de los viñedos que, según la reglamentación DOCG, estaban destinados a la producción de Brunello di Montalcino no estaban plantados con cepas de Sangiovese: 17 hectáreas de un total de 1.667 hectáreas. Pero el Brunello di Montalcino DOCG debe estar hecho en un cien por cien con uvas de la variedad Sangiovese, según la reglamentación DOCG que las 250 bodegas que componen el consorcio se habían impuesto a sí mismas. A raíz de ello, la Fiscalía de la Repubblica di Siena inició una investigación de las empresas afectadas y, pocos días antes de Vinitaly, incautó a cuatro empresas la producción de brunello procedente de los viñedos en cuestión. En abril de 2008, justo a tiempo para el inicio del salón del vino, estalló realmente el escándalo: la revista semanal italiana Espresso lo tituló “Velenitaly”, haciendo un juego de palabras con el “veneno de Italia”, y, sin más ni más, mezcló las investigaciones de Montalcino con noticias sobre falsificaciones de vinos en el sur de Italia que habían saltado a la actualidad en esos momentos y con otras sobre el queso mozzarella envenenado. En lo que siguió, los titulares se reprodujeron por todo el mundo; algunos periódicos en Alemania y Austria incluso escribieron titulares como “Abono en el brunello”. “Evidentemente, esto provocó una gran inseguridad”, explica Patrizio Cencioni, presidente del consorcio de productores de Montalcino. “Hemos llegado a recibir cartas de importadores de Japón pidiéndonos que les aseguráramos que no añadimos al brunello sustancias no permitidas”. Estados Unidos llegó a amenazar con un bloqueo de las importaciones de brunello. Pero finalmente se pudo evitar gracias a un esfuerzo común, en el que también intervino el ministro de agricultura italiano, Luca Zaia. La Fiscalía de Siena encargó entonces a una comisión de expertos, liderada por el enólogo Donato Lanati, que examinara la composición de todos los vinos sospechosos. Estas investigaciones afectaron a 15 bodegas. Algunos de los vinos incautados ya han sido liberados, pero otros siguen confiscados. Algunos vinicultores han desclasificado su brunello. “Pero esto tampoco se debe valorar como una confesión de culpabilidad”, opina Cencioni. “Como vinicultor, siempre hay que tener en cuenta las consecuencias económicas: ¿está uno dispuesto a arriesgarse a tener incautado el vino durante varios años, en el peor de los casos, antes de poder venderlo –quizá– como brunello? ¿O es mejor salir al mercado inmediatamente con un vino desclasificado que, aunque se venda más barato, produce beneficios ahora?”. Aún no está claro cómo terminará la investigación; al menos al cierre de esta edición, todavía no se había presentado oficialmente acusación alguna de fraude contra ninguna bodega. Por su parte, la asamblea general del consorcio de productores de Montalcino del pasado otoño pronunció un veredicto muy claro: el 97 por ciento de los vinicultores votaron en contra de una modificación de las directrices de producción. En lo sucesivo, la Sangiovese seguirá siendo la única variedad permitida para el Brunello di Montalcino DOCG.