- Redacción
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- 2009-01-01 00:00:00
Fruto de la burbuja inmobiliaria, del esplendor que ha vivido España en la última década, los productos Premium han cobrado mayor protagonismo. Y el champagne, siendo, curiosamente, un producto de élite, lleno de simbolismo, de glamour… demandado como sinónimo de exclusividad, de jerarquía, también ha encontrado un hueco entre los aficionados y nuevos consumidores de alto poder adquisitivo. El consumo de champagne en España, si bien de escaso volumen con respecto al consumo de otros países, siempre se había mantenido estable, con ligeras subidas anuales, sobre todo desde que se instaló el euro y pudimos tener mejor visión de sus precios. El surtido lo exhibían una veintena de distribuidores que apostaban por tan noble bebida, con un solo fin: ayudar a celebrar las Navidades o actos de similar entidad de carácter festivo. La imagen que se tenía del champagene, y que sigue prevaleciendo, es la exclusividad. Se estima que la media que un consumidor está dispuesto a pagar por una botella son 25 euros, aunque ya comenzamos a ver precios más económicos, de bodegas menos conocidas, que mantienen la calidad que se espera de un champagne. El concepto de vintage, millésime o de añada -las tres palabras significan lo mismo-, comienza a ser tenido en cuenta como marchamo de una sólida añada, como por ejemplo 1996 ó 2002, siempre en nuestras oraciones. Es un mercado en constante crecimiento y demanda. Ahora bien, entre las muchas cosas que ignora el público español sobre estos vinos son los champagnes rosados, la máxima excelencia y valoración por la que un francés siente admiración y devoción. Aún siendo bajo su consumo, ha crecido su demanda en los últimos años en un 8,1%. Inevitablemente se recurre injustamente a la comparación con los rosados españoles, no muy valorados entre nosotros. El fenómeno El crecimiento paulatino del champagne en España, el octavo país donde más se consume, se ha ralentizado un poco, víctima de la recesión económica. Es entre 2005 y 2007 cuando España recibe las mayores exportaciones de champagne, se triplica el consumo, atendido por casi setenta distribuidores. Hablamos de 4,5 millones de botellas al año en 2007, una cifra ya muy respetable. Cataluña (33%) y Madrid (30%) son los mayores consumidores, seguidos del País Vasco (10%). El mercado español se caracteriza por un consumo de gamas altas que no escatima en precios. El lujo con todas sus consecuencias. En los países de mayor consumo, el rango de precios oscila entre los 30 y 50 euros. Sin embargo, en España el precio no es determinante para la compra, como sí ocurre en Alemania o Italia, por ejemplo. Para complicarlo más, no existen supermercados, por ahora, que ofrezcan alternativas a precios razonables. El Corte Inglés, por ejemplo, es líder en la distribución del champagne, con venta directa al consumidor (más de 350.000 botellas al año), dentro de sus Club del Gourmet. El restaurante es el verdadero estandarte de Champagne en España, el que vende más del 57% del producto, entre el establecimiento tradicional, el catering y los hoteles. Curiosamente es el consumo como aperitivo por copas, generalmente durante la noche, el que representa un valor en alza, tanto en bares de copas como restaurantes, donde ya se realiza el 43% de las ventas de los champagnes consumidos en la restauración. A diferencia del cava, donde el gran volumen de ventas se concentra en las fiestas navideñas (las cestas-regalo han progresado en los últimos siete años un 20%), tan sólo el 50% del champagne se vende en los tres últimos meses del año. El verano está siendo una época propicia para absorber el resto de consumo. Por ejemplo, en el Ocean Club de Marbella, donde se celebra la fiesta del champagne, se descorchan más de 7.000 botellas en un día. Como curiosidad, uno de los lugares donde es más demandado el Champagne Cristal, entre los más caros y exclusivos espumosos del mundo, son los clubes de alterne. La recesión Como era de esperar, en 2008 apareció el primer síntoma de flojera, se importaron 4.090.505 millones de botellas, un 10,54% menos respecto a 2007. El primer semestre de 2009 volvió a sufrir otro retroceso, mayor que en ningún país, un 49,08% en términos interanuales. El Reino Unido, el mercado más valioso para el champagne en el mundo, experimentó una caída, en el primer semestre de 2009, del 32,31%; EE.UU, un 46,38%; Italia, un 46,38%; Alemania, un 13,24%; y Francia, que tampoco ha sido inmune a la crisis mundial, un 5,53%. Así, España ha pasado del octavo consumidor mundial del champagne al décimo. Los consumidores, como era de esperar, buscan en las estanterías los champagnes de gama baja o marcas blancas. Núria Gené, directora de la Oficina de Información del Champagne en España, asegura que “ésta caída de ventas en España ha coincidido, desafortunadamente, con un considerable stock de botellas, aspecto que agrava más la magnitud del problema; no hay que olvidar que España es uno de los últimos países en recuperarse de la crisis”. Sin embargo, se muestra mucho más optimista cuando le preguntamos sobre el segundo semestre, una época festiva que, como ya hemos dicho, suponía hasta ahora el 50% de las ventas totales en España. Mirado desde el mercado interior, la caída del consumo de champagne, con una producción de más de 300 millones de botellas al año, podría suponer un balón de oxígeno para nuestra industria del cava, un sector que produce más de 150 millones de botellas al año, y que, por cierto, todavía no ha alcanzado la cuota de mercado que se merece el aumento de calidad alcanzado durante los últimos años. Ahora, el consumidor deberá enfrentarse, inconscientemente, a la comparación, huyendo de cualquier leyenda urbana o regla jerárquica que empañe su sincera apreciación, que manipule su veredicto personal. Es el eterno debate, Cava o Champagne, una trampa en la que nosotros jamás caeremos. Son dos productos distintos, con personalidad e identidad de zona, de uvas irrepetibles y singulares, magníficos productos, incomparables entre sí, a no ser que nos quedemos tontamente en el primer mensaje de que se parecen en que ambos desprenden burbujas de gas carbónico. Sólo un consumidor avisado es consciente de que sus preferencias deberán estar, en justicia, alejadas de prejuicios (de juicios previos), para así dejarse llevar por los sentidos, seducido por el placer que sólo la calidad procura, allí donde se encuentre.