- Redacción
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- 2010-03-01 00:00:00
El nombre de la Ribera del Duero ya está suficientemente asentado en la cultura enológica de los españoles. Suelo y clima privilegiados para la práctica de la vinicultura han atraído en los últimos años a todo tipo de empresas y emprendedores que ven en esta Denominación de Origen un Eldorado enológico. Hemos visitado a los recién llegados a la zona, las bodegas que superan el millón de botellas de producción al año, y hemos conversado con los enólogos extranjeros que trabajan en la Ribera del Duero: la moderna visión de un vino tradicional. Ribera del Duero. Los últimos en llegar Apenas 28 años de existencia han bastado a la Denominación de Origen Ribera del Duero, para situarse entre las zonas vinícolas con mayor influencia en el consumidor de todo el mundo. Su atractivo e imparable poder de ventas ha convencido y animado a los viticultores que solo poseían viñedo, a los grupos poderosos del sector o a inversores llegados de otros sectores económicos a elaborar su propio vino. El hecho ha propiciado un asombroso desarrollo en la zona, de tal manera que, de las cinco iniciales empresas particulares, junto a las cooperativas no embotelladoras que comenzaron esta aventura en 1982, se ha pasado a las 278 bodegas inscritas al día de hoy. Tan solo unos pocos años atrás, justo antes de este “impass”, las bodegas crecían como setas en otoño en la comarca. De un año a otro, las zonas de viñedo tomaban un aspecto irreconocible, ocupadas por edificios desconocidos como si hubiesen brotado de la nada, con el aspecto inequívoco de estar dedicados a la producción de vino. Bodegas de toda índole, tamaño y condición han ocupado sus pueblos y parajes, y todavía siguen arribando empresas con planteamientos ajenos a su negocio inicial. Aunque todas pretenden extender el nombre de sus vinos y de Ribera del Duero por el mundo, las dimensiones son muy dispares, desde la impresionante y estética figura de la llamada Portia (perteneciente al poderoso grupo Faustino) que, sobre un alto de Gumiel se alza como una gran obra faraónica, al humilde, sencillo y limpio garaje que acoge los pocos depósitos y escasas barricas del negocio familiar de Ascensión Repiso, en las afueras de Pesquera de Duero. Si el número de bodegas creció de manera estratosférica, el viñedo, que es la base de todo el proceso, apenas se duplicó: de las cerca de 11.300 hectáreas que tenían a su disposición los primeros bodegueros se ha pasado a las 20.800 hectáreas de viñas que ahora se asientan sobre sus variadas tierras. Con estas perspectivas se presenta la Ribera, que en esta última campaña ha lanzado al mercado unas 62.776.000 botellas. El fundamento del viejo viñedo Ya avisaba la nieve que caía con desgana en el puerto de Somosierra que el día no se prestaba para paseos románticos entre el viñedo de Fuentelcésped (apenas a 60 km. de distancia). Aunque este viñedo fuera tan atractivo, viejo y original como el que poseen en esta localidad de la provincia de Burgos, un pueblo de tanta tradición vitivinícola que, tiempo atrás, los paisanos horadaron prácticamente los oteros de la población para salvaguardar sus vinos. A esa época pertenecen los más de 200 lagares que todavía existen, alguno de ellos usado tanto para elaborar vino como para acoger fiestas y reuniones de peñas festeras. Y allí, en esa especie de catacumbas, el ayuntamiento ha instalado un museo del vino que merece la pena visitar. En este pequeño lugar de tanta raigambre ha emplazado su bodega la familia De Blas Serrano. Su edificio, mitad diseño moderno, mitad tradicional, resalta desde el camino con su vivo color burdeos. Adustamente amueblado por dentro, pero bien pertrechado tecnológicamente. Al frente, una mujer joven, alsaciana, asentada en la zona desde el 2003. Se llama Sophie Kuhn, y tiene conocimientos enológicos tan sólidos que ha conseguido aportar una gran seguridad a la empresa; parece como si nada allí se moviese sin su consentimiento. Aunque el mayor tesoro, que cuidan y agasajan con sumo cariño, son sus viñedos, mimados, aseados y arreglados por uno de los hermanos y socios, Eugenio de Blas. Son viejos y retorcidos ceporros que han sobrevivido al arranque gracias a que las tierras que ocupan no valen para otra cosa. En el pasado, el 80% del terreno del pueblo estaba cubierto de vides. Ahora, a pesar de la revitalización de la enología, apenas han sobrevivido unas 800 hectáreas de viñedo. Se hallan a casi 1.000 metros de altitud, uno de los terrenos más elevados de la comarca. Elabora Sophie por parcelas, elige hasta las cepas; y como los majuelos de la zona se encuentran trufados de la blanca Albillo, y tiene pasión por los vinos blancos (quizás por la morriña provocada por su Alsacia natal), no ha resistido la tentación de elaborar un blanco fermentado en barrica, separando los racimos de Albillo, aunque este tipo de vino no se encuentre acogido por la D. O. Un vino distinto y original del que han salido no más de 600 botellas. Su primer tinto fue el de la añada 2006, de la que sobresale con creces el llamado Mathis, un vino de elegante nariz, y exuberante en boca. La penúltima generación Desde una mesa cercana al amplio ventanal se divisa buena parte del valle del Duero. Todos sus matices frente al espectador y comensal, desde sus cerros blanqueados por la indómita caliza, a la arboleda que acompaña al río en su recorrido, desde la sombría silueta de un castillo lejano a los viñedos dispuestos aquí y acullá en diferentes formaciones. Estamos en el comedor de lujo de la bodega Cepa 21, que hace honor a su apellido, siglo XXI (supongo). Diseño en el edificio y amplitud, limpieza de espacios, y unas resplandecientes barricas que da gusto verlas. Su estreno tuvo bastante repercusión en todos los medios de comunicación y entre el consumidor por la cantidad de personajes famosos que intervinieron en la puesta en escena. Pero una vez pasada esa oleada de fama, a los moradores les dejan laborar a gusto, tanto en el restaurante como en la bodega. Los Moro, de Emilio Moro de Pesquera, han logrado hacer una bodega de esas que llaman de “boutique”, pero con una producción cercana a las 300.000 botellas y capacidad para 700.000. En la búsqueda de elementos para aportar distinción y originalidad al vino de Cepa 21, lo último ha sido la incorporación de unas barricas de roble australiano de la firma John Coopers. También pertenece a esta generación de nuevos, pero no tanto, la bodega Ferratus. El indomable brío de María Luisa Cuevas Jiménez va en consonancia con el nombre de su bodega del término de Gumiel: Ferratus. Sin embargo es el calificativo elegido para recordar que la familia vive del negocio del hierro y de la construcción desde hace mucho tiempo. Ella comenzó en el vino por pura convicción, y sus vinos obtienen el carácter que ella imprime y que su enólogo, Benigno Garrido, interpreta. La música prolonga la vida El barrio de la estación de Peñafiel es una zona que, a pesar de su privilegiado emplazamiento (un área que se ubica entre la desmantelada fábrica de azúcar y la gasolinera Repsol), hubo un tiempo en que estuvo ligeramente entregada al descuido. Ahora ha dado un gran cambio, parece dinámica, se remoza, se limpia, se transforma rápidamente. Y es que allí se han instalado vecinos ilustres, como el recién concebido hotel Pesquera de cuatro estrellas, propiedad de Alejandro Fernández, ya prácticamente terminado. Se trata de una antigua fábrica de harinas (como el colindante hotel Ribera del Duero), y sobre esa construcción industrial se ha basado la familia Fernández para acondicionar el bello edificio que ofrecerá 38 habitaciones, múltiples servicios encaminados al disfrute del vino, entre ellos un buen restaurante con varios comedores. Justo enfrente, en una nave preparada o trasformada en bodega, se ha establecido Tomás Postigo. Y nada más llegar, nos recibe la música clásica y nacionalista concebida por el químico y gran músico ruso Borodin (quizás elegido por sus conocimientos sobre los aldehídos), retumba y se introduce entre los relucientes depósitos, entre las barricas nuevas, preparadas para albergar la cosecha de 2009, entre los jaulones de botellas, inunda las cerchas cercanas al techo y desde allí rebota por toda la superficie. Entre tanta nota musical a buen volumen, acompañada de las rítmicas danzas polovtsianas, Tomás Postigo se afana en trasegar el vino de esta vendimia. Ante tan extraño espectáculo no tuve más remedio que preguntar si la música, como pasa con las fieras, hace de bálsamo, sobre todo para el vino joven y rebelde. “No sé si le hará bien, -me respondió Tomás- desde luego mal no le puede hacer. Pero a los que elaboramos el vino nos relaja y nos anima el espíritu, y en estas condiciones seguro que ponemos mucho más cariño, cuidado y atención en la faena”. Su compañero de tarea, Javier Melero, que además es director de la Asociación Musical de Peñafiel, va más allá en sus afirmaciones: “Sin música no se puede vivir”. Así trabajan en la bodega Tomás Postigo, a estas alturas la última incorporación a la Denominación de Origen Ribera de Duero, que todavía no comercializa sus vinos. Pero, pura contradicción, el propietario de bodega y nombre lleva casi toda la vida profesional elaborando grandes vinos de la D.O. Antes trabajó en Pago de Carraovejas, en la misma Peñafiel, durante 20 años, y anteriormente, en Protos, a tiro de piedra de la que ahora es su casa, durante otros cinco. Piensa elaborar unas 100.000 botellas de cada cosecha, para pasar a 300.000 en un plazo de cinco años. Crianzas y reservas de muy buena calidad a un precio excelente, imbatible. Los vinos que ha elaborado Postigo en una y otra empresa han alcanzado fama muy merecida, y posiblemente su secreto mejor guardado sea trabajar con música, en la que se inspira para dotar a sus obras líquidas de esos largos retronasales a los que nos tiene acostumbrados. Porque desde que salí de la bodega, los coros del Príncipe Igor me acompañaron como una bendita obsesión a lo largo de todo el día. Nuevos en tierra de veteranos Pesquera de Duero es uno de los pilares básicos de la Ribera. Sobre sus tierras, colinas, o el mismo pueblo se asentaron en su día bodegas que han dado a conocer su nombre por todos los confines del planeta. Bueno, acaso quede algún desconocido lugar al cual no han llegado todavía sus osados bodegueros, aunque quizá se deba a que no beben vino. A pesar de su fama internacional, en realidad se trata de una localidad tranquila, apenas alterada por el paso de algún tractor, paisanos que comentan mansamente en una de sus plazas los avatares del vino, o, ya en plena vendimia, fechas en las que el movimiento de gente, vehículos cargados de buena materia prima o viajantes con chismes para la elaboración es continuo. Pero hay quien se empeña en que poco a poco cambie ese panorama y que se convierta en un importante centro de enoturismo. A este apartado pertenecen Ascensión Repiso y su hija, Verónica Salgado. Su pequeña bodega, situada al lado de la carretera que lleva a Valbuena, apenas alcanza las 18.000 botellas de producción. Antes las comercializaban allí, en su propia casa y bajo el nombre de “Pago de Tasio”, como vino de la tierra de Castilla y León, pero desde que Verónica terminó sus estudios de enología en Tarragona se plantearon poner en pie un centro de enoturismo donde explicar al turista inquieto las virtudes y trabajos del vino, paso a paso. Poseen cinco hectáreas de viñedo en la reputada zona llamada “El Madero”. Hace apenas un año que se inscribieron en la Denominación de Origen, y sus vinos deben cambiar obligatoriamente de nombre. “Qué mejor que tu propio nombre para tus vinos”, dice Ascensión, cansada de dar vueltas y más vueltas para encontrar uno que sea sencillo de recordar, armonioso, impactante y, sobre todo, que no esté ya registrado. La vida, según Alejandro Fernández Sin salir de Pesquera, hicimos parada obligada en el veterano fortín de la familia Fernández, que continúa creciendo (la bodega y la familia). Siempre es un placer disfrutar de una buena botella con Alejandro Fernández. En primer lugar porque es una persona divertida y sabia (nunca da una puntada sin hilo); y además, porque es un generoso anfitrión que engrasa la conversación con sus vinos más emocionantes. Esta vez sus consejos volaron, sobre todo, hacia el campo. “La gente debe poner empeño en hacer grandes vinos, que no solo del ‘tinto roble’ o del ‘crianza’ te viene la fama. Y no vale la excusa de que el viñedo es reciente, pues con esas cepas jóvenes se hacen vinos de tanta calidad como con las viejas; sólo hay que querer y saber gestionarlo”. Y para que no quedara duda alguna, hicimos los honores a un “Janus” del 86, que nos elevó varios grados la estima por los demás. Porque en esa perfección que el vino ofrecía era como si de pronto en el “El extraño caso de Benjamin Button”, la película se detuviera en el momento justo, preciso, exacto en el cual el protagonista ha adquirido la sabiduría y experiencia necesarias para contemplar la vida desde una mirada filosófica, pero con la juventud precisa para absorber y dominar toda la vitalidad del cosmos. Por si la emoción fuera poca, ese tinto maravilloso estuvo acompañado por un “Alenza 95” y el todavía imberbe jovenzuelo “Janus 2003”, cada uno de los cuales nos proporcionó su versión particular de la existencia. Lo dicho, una visita a la bodega de Alejandro hará que mejore su percepción del mundo en que vivimos. Y si sólo va a Pesquera, no olvide comprar las famosas tortas “ciegas”. Todavía quedan por visitar, como últimas en llegar, bodegas como la Compañía Vinícola Soterra S.A; o Bodegas y Viñedos Qumrán, o Pago de Ina, o Cid Bermúdez. Pero esto será una buena disculpa para volver en otra ocasión. Las bodegas del millón La producción en 2009 de Ribera del Duero ha sido la segunda más grande de su corta historia: 87 millones de botellas. Ahora sólo queda lo más difícil, vender toda esa cantidad de vino. Se inventan nuevas estrategias de marketing, de cambio de imagen, de nuevas marcas que esconden el mismo producto con distinto collar… o directamente se bajan los precios. Algunas empresas superan el millón de botellas, ya sea como bodega única o dentro del grupo. Así que, a mayor volumen, mayor ingenio. Y más, todavía, sabiendo que no existe la receta universal para dar salida a tanto volumen en tiempos de crisis. Por suerte, Ribera del Duero es uno de los ejemplos paradigmáticos de que la cantidad no está reñida necesariamente con la calidad, como bien ha demostrado en los últimos tiempos. Bodega Emina Emina 12 meses: 700.000 botellas/año. Precio en bodega: 9 euros. Producción: 1.000.000 botellas/año Director de comunicación: Remi Sanz “En el éxito final influyen demasiados parámetros: la calidad y sanidad de la uva, las botellas, los corchos, el diseño de las etiquetas, la implantación de la marca. El grupo elabora más de 2,5 millones de botellas entre las seis bodegas, pero tenemos claro que, a menor calidad, menor producción; de lo contrario, el mercado te lo hará pagar”. Detrás de cada vino de Emina hay un equipo de nueve enólogos, dirigidos por Carlos Moro, el presidente del grupo. El fenómeno del crianza, su éxito meteórico desde que se terminó de construir la bodega en 2006, es digno de estudio. La bodega es también un centro de interpretación vitivinícola. “Si tienes un buen producto pero no logras comunicárselo al mercado, el vino no se vende” afirma Remi. “El público debe conocer el vino; una buena campaña de comunicación, en ocasiones, vale más que todos los esfuerzos realizados durante el año”. Como fórmula para el éxito considera necesario tener presencia en los canales de Horeca (hostelería) y Grandes Superficies. “Los distribuidores son un factor decisivo. Mi consejo para otras bodegas es que inviertan en comunicación y marketing, no es un gasto es una inversión”. “La exportación necesita de un cuidadoso análisis de mercado, y no sólo por localizar los nichos de posibles compradores o los valores diferenciales de cada vino, sino, por ejemplo, la política impositiva de cada país. Tan es así que hay casos en los que el precio se multiplica por dos o tres en el momento de cruzar la aduana. Bodega Protos Protos Roble : 2,5 millones de botellas Producción total: 4,5 millones de botellas/año PVP: 7 euros. Jefe de ventas: José Antonio Díez Una bodega legendaria (con el registro embotellador número 42), entre las grandes en Ribera del Duero. Cuenta José Antonio Díez que el tinto roble no es “un invento”, y que quizá ellos se apuntarán a esta moda. Este vino es el antiguo Protos segundo año, aunque actualizado. “Parte del secreto está en la selección de uva. Todos los años vendimiamos más de cinco millones de kilos, lo que facilita la elección. Además, en bodega siempre tenemos dos o tres cosechas guardadas, por si viniera un año nefasto. De todos modos, con el vino joven no suele haber problemas”, matiza. “Lo difícil es meterse en la piel del cliente y rastrear acertadamente sus gustos, pues a veces se elaboran vinos modernos que el público no entiende”. Como ejemplo, sugiere el fenómeno del Verdejo que elaboran desde hace tres años en Rueda. El primer año produjeron doscientas mil botellas, el segundo trescientas cincuenta mil y el tercero medio millón. Los secretos del éxito están en la sabia combinación de la calidad, el precio y el volumen. La plaza donde mejor se vende Protos Roble es Madrid. “El mercado exterior siempre ha sido generoso con nuestros vinos -comenta Díez-: exportamos el 22% de la producción, con México a la cabeza”. En general, toda Latinoamérica es buen mercado para los vinos españoles. “Debemos mentaliarnos de que este negocio es a largo plazo, dar a los proyectos un margen de cinco años, con la calidad como premisa. El mercado acabará otorgando su veredicto sobre cómo se han hecho las cosas”. Y al fondo aparece la crisis y el futuro del sector. Mejor estrategia de ventas pero nunca bajar los precios, pues sería un arma de doble filo. “Ponte en el pellejo del consumidor ¿qué pensarías si bajo mis precios a la mitad?” Bodega Real Sitio de la Ventosilla Prado Rey Roble: 1.150.000 botellas PVP: 7 euros. Carmen Orós, directora Comercial. Fernando Rodríguez, Director General. Prado Rey ha logrado, en su corta experiencia en los lineales de las tiendas, ser una de las referencias más demandadas de Ribera del Duero. Para su directora comercial, Carmen Orós, “la calidad en el vino debe ser lo más homogénea cada año, respetando las particularidades de cada añada. Hay que buscar una modernidad entendible para el consumidor, primando la fruta a la oxidación. Intentamos transmitir la tipicidad de la zona, de la finca; una modernidad sin perder elegancia, un juego complicado”. Explica Carmen que “ en primer lugar, hay que pensar en el público al que va dirigido el vino, dónde queremos que se posicione, y, así, pensando en primer y último lugar en el consumidor, desarrollar la estrategia de producto, precio, promoción y distribución”. Añade Fernando Rodríguez que “tu producto debe responder a las expectativas del mercado, cada vez más complejo y diverso. Ninguna empresa puede sobrevivir dando la espalda al gusto de sus clientes”. Donde mejor está posicionado el vino es en EEUU y México, y contemplan con admiración a Italia, que a través de su gastronomía básica implantada en los cinco continentes ha conseguido introducir mejor sus vinos. De los australianos o chilenos reconocen haber sabido conectar con el nuevo consumidor. La estrategia de futuro para 2010 se centrarán en los mercados emergentes, como las provincias del norte de España, o los mercados asiáticos. También, desarrollar nuevos canales de venta, como el enoturismo. Pagos del Rey Altos de Tamarón: 1.200.000 botellas. PVP: 3,5 euros Producción total: 5.500.000 litros Director de ventas: José Luis Martínez. Es el éxito de los vinos jóvenes en Ribera, un vino concebido para gustar de inmediato, de trago fácil, y una relación calidad/precio imbatible. En el año 2003 vio la luz el primer vino de Altos de Tamarón, y su escalada hacia la gloria ha sido vertiginosa. “Hay que incluirlo en la distribución moderna, hacerlo exclusivo de la alimentación y para eso tiene que disfrutar de una buena relación calidad/precio. Para conseguirlo hemos apostado por la máxima tecnología para abaratar costes. La uva es lo único que pagamos como todo el mundo, al precio que dicte cada campaña. De la homogeneidad del producto se encarga un equipo técnico especialista en Tinta del País. El grupo tiene el 95% del vino en los canales de alimentación: Día, Carrefour, Consum, Makro, etc. Con todo esto, una buena campaña de marketing es primordial”. El complemento perfecto, según Martínez, es publicitarse en los puntos de venta, dar a degustar el vino en tiendas o supermercados. Madrid y Barcelona son las plazas más suculentas. El 52% de la producción se destina a la exportación, destacando el Reino Unido y Alemania. Martínez admira las estrategias de venta de los británicos: “todas las cadenas de venta tienen sus Master of Wine como vendedores, para seleccionar los vinos por su calidad, antes que por el precio”. Entre sus proyectos de futuro para el 2010 está el ajuste de precios a los tiempos que corren, y el comercio en Internet. Bodegas Emilio Moro Emilio Moro 2006: 900.000 botellas. PVP: 16 euros Producción total: 1.300.000 botellas. Javier Moro, propietario. Bodega legendaria que lleva elaborando vinos de calidad desde sus inicios, y que ha sabido, como pocas, adaptarse a la demanda cambiante del público sin perder su personalidad. La primera cosecha del Emilio Moro salió en 1989, y desde entonces el vino ha sufrido ligeros cambios a mejor. Y no hay otro secreto que un trabajo de campo minucioso. Explica Javier que llevan treinta años clonando la Tinto Fino, con los mejores ejemplares heredados de su familia. “Solo así se consigue marcar la diferencia” añade. Comenta que “en los años ochenta se plantó a lo loco, sin saber si el clon era bueno, si el terreno sería apropiado... fueron unas 1.500 hectáreas que dejarán secuelas”. Para Javier es mucho más valiosa la calidad del clon que la edad del viñedo, y a las pruebas se remite. En cuanto a la crianza del vino, se pasó de utilizar exclusivamente roble americano a un coupage con roble francés. El arte de vender vino no es tarea fácil. Por ello, como adaptación a la crisis, no han modificado los precios. Sus mejores mercados son Madrid y, curiosamente, Almería, un mercado en constante crecimiento asegura. A Javier le gustaría que en la Ribera del Duero hubiese más bodegas que elaborasen vinos de altísima calidad, como los Vega Sicilia o Pingus, porque generan mucha especulación, lo que también ayuda a vender. Exporta cerca del 40% de la producción, y sus esfuerzos se centran en incrementar este porcentaje en el mercado exterior, ante la saturación del mercado español. Javier recomienda a las bodegas que vendan fuera, al menos, un tercio de su producción. Ellos han reforzado su equipo de ventas en el exterior: “salir es la mejor inversión”. Entre los mejores países que acogen a sus vinos están EEUU, Suiza y Reino Unido, con Puerto Rico y México como mercados emergentes. Bodegas y Viñedos Viña Mayor Viña Mayor crianza. Producción: 2 millones de botellas/año PVP: 9 euros. Víctor Cerro, director de marketing Bodega perteneciente a Hijos de Antonio Barceló, uno de los grupos líderes en Ribera del Duero. La marca Viña Mayor es un referente, una marca bien asentada entre el público. Como dice Víctor Cerro, “el éxito de una marca se logra manteniendo una calidad constante, sin dar un mal paso que frustre las expectativas de un consumidor persuadido de que el vino que siempre le ofrecemos está acorde con el valor-precio que él espera. Todo ello, por supuesto, debe ir acompañado de una comercialización ágil”. En la confección del precio del vino, la bodega debe tener presente más factores que el básico de cubrir costes. En la política de producto hay varios detalles de suma importancia. Por ejemplo, todo el equipo cata el vino (enólogo, asesores, comerciales, dirección, jefes de ventas) antes de salir al mercado. Las catas son a ciegas, mezcladas con otros vinos de la competencia, y se repiten cuantas veces sea necesario. Se busca, sobre todo, que se exprese la tipicidad de la zona, además de un estilo propio definido. El reto en toda bodega es consolidar la marca. “Hay que fidelizar al consumidor de forma consistente y continuada, primero con la calidad, y luego con la imagen de una gran bodega, como en nuestro caso, con la larga experiencia de Hijos de Antonio Barceló. Poseemos un magnífico equipo, una sólida estructura comercial y una inversión en marca considerable”. Cerro admite que en el terreno de la exportación queda mucho trabajo por hacer. Ellos exportan el 25% de la producción, pero su mayor crecimiento está aorientado hacia los mercados exteriores, con su Viña Mayor crianza como la punta de lanza del grupo. Bodega Viña Arnáiz Producción: 8 millones de botellas/año. Mayor de Castilla Joven: casi 5 millones. José García Carrión, presidente del grupo. El grupo familiar García Carrión es un modelo de gestión, por su proyección de negocio y estrategia de marketing. Un proyecto que comenzó a forjarse en 1890, en Jumilla. Casi un siglo después, en 1982, tras el éxito en TV del anuncio de Don Simón, las campañas de marketing y su estrategia comerciales han sido su punto más fuerte. Cuenta Carrión que “la filosofía de calidad tiene los siguientes pilares: calidad de producto, atención y servicio, últimas tecnologías, innovación y una estrategia de marketing basada en la información al consumidor sobre la calidad del producto”. Con las ideas tan claras y los datos que lo avalan, sobran comentarios. El grupo pasa por ser el número uno en ventas, con 600 millones de euros al año, y está implantado en once denominaciones de origen. Está en el segundo puesto por volumen de ventas en Europa, y en el sexto del mundo. Llevan varias décadas trabajando en un centenar de países. “Una vez que haces marca, que tienes un nombre, las puertas se abren más fácilmente, pero para ello tienes que dar calidad en tus productos. La exportación a estos niveles no admite fallos”, señala Carrión. Sus proyectos de futuro para cuatro o cinco años, es vender más de 50 millones de cajas, distribuidas de la siguiente forma: 2,5 millones de vino Premium, 15 millones de vinos entre 15 a 30 euros la caja, y 35 millones de vinos de la tierra, sangría, etc. Como objetivo primordial, dada la sensibilidad del público con la crisis, el grupo se centrará en trabajar con bajos costes para acompasar la calidad con el mejor precio, y mantener la inversión publicitaria. “Ahora es más fácil destacar porque hay poca competencia”. Un clásico reinterpretado por enólogos extranjeros El vino empieza a ser como esos electrodomésticos cuyos componentes están fabricados en los países más insospechados. Es el tributo a la globalización, en la que no sólo se busca el precio más ventajoso sino también el mejor especialista. Es lo que ocurre en cierta medida con el vino español. Mostos que proceden de cepas nacidas en Francia o Italia; vendimiadores contratados entre la inmigración; enólogos franceses, argentinos, italianos o australianos; maderas de roble francés, americano, húngaro o chino; corchos naturales portugueses y corchos sintéticos australianos... Todo un esfuerzo multicultural para enriquecer nuestro producto más tradicional. Hemos reunido en una mesa redonda a ocho enólogos, de origen extranjero, que trabajan en la Ribera del Duero. Pero lo hemos hecho, también, echando mano de las nuevas tecnologías: en una mesa redonda virtual. Suponen la savia nueva, tan necesaria a nuestra enología. A todos les hemos enviado el mismo cuestionario: qué llamó su atención en la región, cómo se la imaginaban, qué errores de bulto se han cometido en la Ribera del Duero, sus exigencias de calidad, su preocupación mayor, el proyecto de futuro, y el potencial de explotación en la zona. Stéphane Derenoncourt Bodegas Alonso del Yerro Tiene fama de ser uno de los catadores más “finos” del panorama internacional. Lleva varias décadas como asesor de bodegas, y entre ellas, la de Alonso del Yerro, donde cuida viñedo y bodega desde 2003. Admira la progresión de la calidad general de los vinos de la Ribera del Duero en esta última década, corregidos ya los vicios inducidos por la intervención excesiva del hombre, como aquellos largos envejecimientos en roble americano que ahogaba el mensaje personal que emitía el terruño. “Mi planteamiento de calidad -explica Stéphane- es un poco heterogéneo, pues la identidad del vino de la región aún no está claramente definida. Ribera tiene un gran futuro por delante gracias al potencial de sus suelos”. Le preocupa esa cierta tendencia de los enólogos españoles a pensar únicamente en el paladar de los críticos americanos, obsesionados con la potencia del vino, descuidando a menudo los parámetros que le confieren la elegancia. Aunque duda de que tenga fácil solución, anima a todos a buscar la expresión del suelo, el equilibrio y la frescura como virtudes casi perdidas. En su reflexión final, insiste nuevamente con la necesidad de indagar la verdadera identidad de cada vino, de cada pago y variedad, pues hablamos de “un viñedo en plena mutación que ha pasado de una producción nacional a una producción internacional”. Hace falta un tiempo reposado para que las marcas se asienten, pero Ribera del Duero tiene todos los argumentos para que funcione: suelos de gran calidad, el Tempranillo como cepa noble, y bodegas líderes valoradas a nivel internacional”. Sophie Kuhn Bodega de Blas Serrano La francesa Sophie es la directora técnica de la bodega, y trabaja en la Ribera del Duero desde 2003, atraída por el potencial de las viñas y la elegancia de sus vinos. Al principio se imaginaba la Ribera con mucho viñedo viejo y pequeñas bodegas que se nutrían de historia y tradición. “Creo que ha cambiado muchísimo en los últimos años: aquí todo es posible, lo mejor y lo contrario. Entre los fallos que tendrá que solucionar la Ribera es, como ocurre en muchos casos, la plantación de viñas en suelos poco adecuados”. Según Sophie, “esta hermosa región se olvida a menudo de su viñedo, y de que el vino se hace para disfrutarlo y beberlo, un placer que debería ser asequible a todos los bolsillos”. Un problema que, con el estado actual de la enología, se solucionaría con más dedicación en el viñedo, donde nace y se forma el carácter de un vino. Algo falla en la cadena de formación del precio, pues “hay mucho público que se siente amedrentado cuando lee una carta de vinos o entra en una tienda especializada”. Su objetivo es elaborar vinos equilibrados, una tarea nada fácil con la climatología extraña que hemos sufrido en la última década, donde las características del terruño se reflejen de manera nítida en las uvas y, finalmente, en el vino. Como es lógico, su labor consiste en lograr hacer vinos que gusten al público, que emocionen. Ha hecho una apuesta decidida por el Albillo, a sabiendas de que en el varietal rey en la zona, el Tempranillo, todavía queda mucho por investigar. Un suelo, una uva, un sueño Conseguir el respeto y la fama en Francia, por ejemplo, en el sector de la enología, no debe de ser nada sencillo. Hablamos de la mejor y más afamada del mundo, donde la competencia es infinita, feroz, extraordinariamente jerarquizada, y donde cada vino y cada marca ha de luchar a brazo partido para buscarse un lugar visible en los anaqueles de los centros de distribución. Que no extrañe, pues, que a más de un enólogo o buen viticultor se le pase por la cabeza probar suerte fuera de casa, lejos de la jungla francesa. Nuestros personajes, todos ellos franceses menos uno, argentino, nos hablan de sus vivencias en la Ribera del Duero, de cómo entienden esta región vinícola, tan extraña a sus experiencias vitales anteriores. Enólogos disciplinados y altamente preparados, tratan de amplificar con su trabajo el valor en bruto que atesora la Ribera del Duero. Todos coinciden en alabar el enorme potencial que albergan los distintos suelos de la Ribera del Duero -su principal atractivo-, además de la variedad de uva, que imprime carácter y conlleva una acusada personalidad- además de un clima especialmente apto para elaborar vino, la edad adecuada del viñedo…- Hablamos del famoso terroir. Cada uno de nuestros enólogos o asesores tiene una idea, más o menos acabada, ensayada ya en el lugar de donde proceden, donde el terroir es marca de fábrica. Se supone que la zona está reaccionando gracias, en parte, a los nuevos vientos de cambio que acompaña a la llegada de técnicos tan cualificados. Sin duda, su legado, su sabiduría y cómo viven el vino, con esa pasión que entendemos hoy se está perdiendo en parte, la Ribera es y será más versátil y poderosa. Los consumidores saldrán ganando, arrastrados por el sueño de los nuevos enólogos. Philippe Dardenne Hijos de Antonio Barceló Seducido por la empresa que lo reclamó, que posee bodegas en varias regiones vinícolas de alto interés, llegó a España en 2003, desde París. Y lo que son las cosas: desde la distancia la imagen que tenía de la Ribera le sugería cierto parecido a Oporto, con sus terrazas y escarpados paisajes; aunque nada más lejos de la realidad. Su mayor crítica incide en la omnipresencia de la madera en los vinos, “una realidad que sufren en mayor o menor medida las grandes zonas vitivinícolas de tinto del mundo. Y casi todos los enólogos estamos muy influenciados por este concepto, menos que los críticos, probablemente, pero aún muy influenciados, y nos cuesta superarlo”. Lamenta la pérdida inexplicable de variedades blancas como la Albillo, una uva de una gran nobleza. Cuenta que en la década de los 90 elaboró unos cuantos vinos de la variedad blanca Sémillon, en una época en que todos los viticultores la arrancaban. Y, gracias a unas cuidadas elaboraciones, contribuyó, de algún modo, a su recuperación. Le inquieta que en la Ribera no se rescaten variedades minoritarias, que no se apueste por profundizar en el estudio de zonas vitícolas perdidas y, por su puesto, la falta de más conocimiento sobre el clima y la geología (“zonificar”, “mapear”). Bertrand Sourdais Bodegas Dominio de Atauta Nacido en Francia, aterrizó en la Ribera del Duero en 1996, y desde el primer momento quedó hechizado por sus vinos. Dice que le recuerdan a la parte oeste de Francia, de taninos muy similares. “La plantación desmesurada de viñedo ha traído un enorme desequilibrio a la zona; se ha pasado en poco tiempo de 15 a 20 mil hectáreas, ¡una modificación brutal!”, exclama. Detesta a la gente que prostituye sus principios para hacer vino al gusto del mercado: “es el camino a la globalización”, señala. “Se elabora a la carta, dependiendo del mercado al que se dirija el vino: con más madera, con menos, con más color, con este varietal... y, como consecuencia, en el 90% de los casos no encuentro diferencias entre un Ribera y un Rioja, por ejemplo”. Persuadido de que el futuro pasa por defender la identidad de cada vino y cada zona, se emplea a fondo en el viñedo, donde nacen los rasgos distintivos de un buen vino. Aunque el terroir no es determinante, pone de ejemplo el famoso Clos Vougeot, de Borgoña: “hay gente que en el mismo suelo es capaz de sacar un vino horroroso y otros, uno extraordinario. Lo que demuestra la importancia decisiva del enólogo y el viticultor”. “Cada bodega debería buscar su personalidad, discernir a quién va dirigido cada producto. En 110 km. de largo y 60 de ancho hay mucho terreno en Ribera del Duero”. Con la nueva tendencia de elaborar vinos elegantes, más suaves, Sourdais pide precaución, pues la Tinto Fino posee mucho tanino, y esa característica, que no se puede ni debe ocultar, forma parte de la personalidad de toda la Denominación de Origen. Emmanuel Ivars Bodegas Valdeviñas Llegó a la Ribera del Duero desde la región francesa del Loira, y quedó seducido por el potencial de la Ribera, con unos vinos que se le antojaban parecidos a los del Medoc. Pero ahora tocan tiempos difíciles, y sabe que la revolución deberá esperar. Al contrario que en Rioja donde, a su juicio, sí han sabido reaccionar. Entre los errores cometidos en la Ribera tan sólo destaca uno: el haber plantado tanta viña indiscriminadamente, sin cuidar la calidad del Tempranillo, ni de los clones, ni de los suelos... como también ha ocurrido en Rueda. Aconseja elaborar vinos que gusten al consumidor, de los que pueda beber a diario, sin que por ello haya que perder la tipicidad de zona. Uno de los problemas a los que se enfrenta la Ribera del Duero son los excedentes de vino, lo que ha provocado que los precios hayan bajado preocupantemente. “Además, el trabajo de campo se ha descuidado y maltratado, apenas pagado: se ha pasado de las 400 pesetas de antaño a los 60 céntimos de media este año. ¡Así nadie quiere el campo, y sin él, no hay vino que valga!” Para terminar, Ivars saca a relucir un tema candente: el precio astronómico del vino en los restaurantes. “No lo entiendo ni lo comparto; ellos compran barato, pero siguen manteniendo los mismos precios, si no mayores, lo que trae como consecuencia un menor consumo por parte de los clientes. Si continúa este maltrato, creo que la tendencia seguirá la misma estela que en Francia: el consumidor terminará comprando directamente en bodega u online”. Lionel Gourgue Bodegas Alonso del Yerro Joven y preparado llegó de Francia en 2006, tras completar sus estudios de enología en su ciudad de origen, Burdeos. A su corta edad ha recorrido gran parte del mundo donde exista una viña plantada, y adora el viñedo y los suelos de la Ribera del Duero: “el terroir tiene mucho potencial”. A Gourgue lo sorprende la diversidad de suelos de esta zona, su enorme complejidad para sustentar una sola uva. La asignatura pendiente de Ribera sabe que es rentabilizar los excedentes de viña que se plantaron en los años ochenta: “no se debió elegir zonas de cereales o páramos donde es habitual que hiele”, añade. “La mano de obra será la segunda asignatura. Desaparecerán pequeñas aldeas, con viñedos muy viejos si no se paga mejor al viticultor, incluso para incentivar a la juventud, entre los que me encuentro”. Su proyecto de futuro es seguir buscando diversidad de suelos, el principal argumento de calidad de su bodega. La Ribera todavía sigue albergando gran diversidad de terrenos, pero hay que buscarlos, lejos de las pedanías, que es donde se plantaron por comodidad, por estar más próximos a la vivienda, donde no necesariamente se encuentra siempre la uva más indicada. Bertrand Erhard Bod. y Viñedos Montecastro Nacido en París y criado en San Sebastián, llegó a la zona en 2007, quizá, como opina él, en el peor momento de la Ribera del Duero. Sin embargo, la diversidad de suelos, su variedad y potencial para hacer grandes vinos, fueron determinantes para quedarse. Incluso su climatología también le cautivaron: “los grandes vinos se obtienen de regiones extremas”, exclama. “Parte del problema, estriba en las innumerables bodegas que han brotado, y siguen haciéndolo incomprensiblemente. Han sido el detonante de una muerte anunciada, pero el tiempo hará justicia con todos”. Insiste en que el mimo al viñedo, su estricto control, sin riegos, respetuosos con los tratamientos, son la base para obtener un vino de calidad. Y todavía sigue sin entender por qué se planta sin un estudio previo. Sugiere imitar algo que ya es habitual en Francia: subcontratar a empresas de servicios, como, por ejemplo, la embotelladora (especialista en su campo, al fin y al cabo), o el equipo de viticultores, o enólogos especializados en procesos concretos, etc. Asegura Erhard que este sistema resultaría perfecto para las bodegas pequeñas y sumamente rentable, pues se ahorra espacio y se rentabiliza mejor el de la bodega. Yuna segunda sugerencia interesante: convocar una mesa de enólogos y de viticultores antes del comienzo de cada campaña de vendimia. “De allí saldría una estrategia vital para afrontarla, poder anticiparse a las posibles vicisitudes, y estar preparado para tomar las decisiones más acertadas”. José Mario Spisso Bodegas O. Fournier Originario de Argentina, es jefe de enología del grupo O. Fournier para su país y para Chile y España. Los motivos que le sedujeron para acabar recalando en la Ribera del Duero fueron su merecido historial de zona vitivinícola prestigiosa, su clima perfecto para elaborar vinos de calidad, y la grandeza de sus vinos más famosos. A tenor de los vinos que había catado pensaba erróneamente que la zona albergaba mucha tecnología punta. Pero todo se debía a la mano sabia del hombre. Hoy es testigo de la buena progresión de sus vinos y el buen posicionamiento en el mercado internacional, “más allá del reconocimiento en el mercado español”, subraya. No obstante, echa de menos un mayor rigor, por parte del CRDO, por ejemplo, en el uso de las barricas y las posibles contaminaciones, antes de salir al mercado. Cree que urge adecuar el viñedo a las embestidas de un clima tan severo, sobre todo el calor, para intentar dotar de frescura a sus vinos, procurando una maduración óptima de la uva, sin caer en la sobremaduración. Para ello utiliza un riego presurizado (tipo rocío). “Así -comenta- la viña no sufre y obtenemos una acidez natural”. Finalmente, una última petición: quizá falte en la Ribera experimentar con nuevas variedades que se adapten mejor a la nueva climatología, sin perder la identidad de la zona.