- Redacción
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- 2011-12-01 00:00:00
César Portela ha dado forma y color al pazo, Pepe Hidalgo ha diseñado el vino. Así se ha hecho realidad el sueño de los nuevos propietarios, los cooperativistas de Condes de Albaré, que aquí, en Baión, ponen la guinda a su historia con un Albariño excepcional. Y abren las puertas a quien quiera disfrutarlo. En medio del minifundio que impera en Galicia, esta finca soleada y clara de 30 hectáreas es un raro lujo. En un circo granítico alfombrado de verde, junto a palmeras centenarias y naranjos perfumados, la viña se salpica en pagos diferenciados, en laderas de orientaciones diversas, de modo que las 22 hectáreas plantadas proveen en realidad ingredientes con personalidad propia. Todo por el vino La vendimia de cada pago se elabora por separado en pulcros depósitos chatos que convierten la uva Albariño en vino elegante, sutil y duradero. Destaca por su inconfundible perfume varietal, donde dominan los aromas florales de azahar y jazmín, de frutas cítricas y notas tropicales. En la boca es serio, envolvente, con recuerdos del suelo mineral y con un final persistente y aromático. Y quizá por la paciente elaboración sobre sus lías mejora en guarda en los años posteriores a la vendimia. El director técnico es el prestigioso Pepe Hidalgo, y la enóloga que controla día a día el proyecto, Lucía Carballeira. Condes de Albaréi, en reñida subasta, se hizo cargo de la finca y la casona para emprender una restauración a fondo. Es la culminación de una larga historia, desde la fundación del pazo en el siglo XV a la plenitud rural en manos de un indiano nostálgico y dinámico, como fue Adolfo Fojo. Ahora revive de la decadencia para convertirse en bodega al estilo château, que se nutre de su propio viñedo, y poco a poco en atracción para el público enoturista. Hasta ahora funciona como visita didáctica, sala de cata, comedor y salones para reuniones, celebraciones... y cuando esté reformada la casa grande, se convertirá en alojamiento acogedor. El mejor envase La restauración es de Cesar Portela, Premio Nacional de Arquitectura que, respetando la piedra medieval y el pasado modernista, ha dejado su huella luminosa y colorista en los muros color mantequilla, en las maderas azul turquesa, en la eficaz bodega que ocupa lo que fue vaquería, en el torreón mirador y en el caprichoso palomar convertido en saloncito de cata y recepción. Y a dos pasos, los paisajes de la ría de Arousa y esos bocados que parecen pensados para acompañar el vino. En fin, el paraíso. Imprescindible Probar Pazo Baión en la sala de cata del palomar. Oler Desde el palmeral, esperar que cambie el viento hasta que llegue de los naranjos. Comprar Porque cada botella recuerda que el 5% de su precio se aplica a un importante fin social acorde con el pasado de la casa.