- Redacción
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- 2015-04-30 14:32:11
En el corazón de los Pirineos, unas pocas familias de apasionados miman las terrazas que comparten las cepas de Cornalin, Gewürztraminer y Syrah a más de mil metros de altitud. Bienvenidos al país vinícola más discreto de Europa: el Principado de Andorra.
Texto: Alexandre Truffer / Fotos: Heinz Hebeisen
En 1992, Michel Martzluff y Sergi Mas, del Instituto de Estudios Andorranos, publicaron Lagares y viñedos de Andorra, en el que detallaban la historia fragmentaria de este majuelo milenario, constataban la existencia de numerosas reliquias ligadas a la cultura de la Vitis vinifera (nombres de los lugares, piedras talladas características de los lagares medievales) y hacían un inventario de algunas parras agarradas a muros de piedra seca. Los dos científicos consideraron entonces la viticultura como una actividad agrícola extinguida. No obstante, hace cinco años, unos cultivadores de tabaco plantaron vides a más de mil metros de altitud, cerca de su casa familiar.
Casa Beal y los orígenes
“En 1987 decidimos poner fin al monocultivo de tabaco,” explica Joan Visa Tor. “Un documento encontrado en los archivos de la familia daba fe de la compra de una viña cerca de una capilla. Empezamos a cultivar diversas variedades.” Después de pasar años estudiando el clima, el suelo y la viabilidad del proyecto, este pionero plantó una hectárea de Gewürztraminer en 2004. Dos años más tarde, recogió su primera vendimia y amplió su viñedo en media hectárea. “Situada al sur de los Pirineos, Andorra aprovecha las muchas horas de sol, pero su altitud media no nos permite plantar las variedades tradicionales de Cataluña o del sur de Francia. Para obtener resultados interesantes a esta altura y con este clima, hemos tenido que optar por cepas de regiones más frías, que hemos plantado en parcelas con una orientación óptima”, añade Joan Visa Tor. Al visitar la finca Casa Beal, lo primero que me llama la atención son las magníficas terrazas en las que las hileras de cepas parecen tiradas a cordel. De repente, una cavidad ovalada capta mi atención. Está llena de catres y de herramientas, y el señor de este lugar la presenta como “un refugio construido por los obreros”. ¿Una simple garita, como hay tantas en Valais o en Lavaux? Es posible, pero las que había visto hasta ahora no tenían bóvedas de medio cañón ni estaban situadas en el mismo centro de un muro de piedra seca de cinco metros de alto y cuarenta de largo. Sin duda, la viña de Andorra aún tiene secretos por desvelar. Y algunos van a salir a la luz en breve, porque se está analizando el ADN de varias cepas centenarias. Estas supervivientes tintas, ¿nos permitirán descubrir variedades autóctonas? Así lo espera Joan Visa Tor, pero mientras, el propietario de Casa Beal reflexiona sobre el tinto que quiere plantar (una especialidad suiza que, además, también es una de las candidatas) en un futuro bastante cercano. Efectivamente, si bien esta bodega ha sido pionera en Andorra tanto en la elaboración de un vino blanco como consiguiendo una prestigiosa distinción internacional (gran medalla de oro en la guía International Wine Guide 2014 por el Cim de Cel 2012), su éxito rápidamente ha engendrado más vocaciones.
Casa Auvinyà: los vinicultores experimentales
“Originariamente, nuestro proyecto debía quedarse en la fase de experimentación, no pensábamos convertirnos en una empresa comercial”, explica Esteve Tor Armengol. Junto con su hermana Cristina, historiadora, además de su mujer, Elena, ingeniera agrónoma, y el enólogo Martí Margrinyà Poblet, cultiva 1,5 hectáreas de viñedo que producen unas tres mil botellas. “Cuando empezamos con los primeros experimentos, gracias a Casa Beal éramos conscientes de que es posible elaborar blancos de calidad en Andorra, pero nadie sabía si íbamos a lograr hacer un vino tinto digno”, continúa este ingeniero forestal reconvertido en vinicultor. La bodega se ha centrado en las variedades clásicas, poco características de los majuelos de montaña, como la Pinot Noir y la Syrah. En paralelo, el cuarteto también ha plantado uva blanca: Viognier, Pinot Gris y Albariño. En la actualidad, Casa Auvinyà comercializa tres vinos. Además del Imagine, un ensamblaje blanco muy expresivo en el que se mezclan las tres variedades de la finca, Casa Auvinyà ofrece dos varietales, Evolució Syrah y Evolució Pinot Noir. Si el primero aún parece estar buscando un poco sus marcas, el segundo, lleno de finura, juega en un registro bastante sutil. Esta cuvée, nacida sobre laderas de hasta un 60 % de pendiente, es el orgullo de sus creadores, que año tras año la presentan en el Mondial des Pinots de Sierre.
Andorra: segunda patria de la Cornalin
Cuando se funda un viñedo que ha perdido toda tradición vinícola hace más de un siglo, no hay costumbres ni reglamentaciones que pesen sobre la elección de la variedad de uva. En Borda Sabaté, Joan Albert Farré ha plantado dos hectáreas de Riesling y ha vendimiado su primera añada en 2009. Con cuatro mil botellas comercializadas al año, su Escol, expresivo y fiel a su tipicidad, puede reivindicar el primer puesto entre los vinos andorranos en lo que respecta al volumen. Dos años más tarde vendimia sus primeras uvas tintas, con las que hace el Torb, un ensamblaje de Cornalin, Merlot y Syrah. Joan Albert, que conoce bien Suiza, ha importado del cantón de Valais plantones de esta variedad montañesa. “Esta cepa no es fácil de cultivar y el rendimiento es muy escaso”, reconoce el enólogo asesor de la finca, Alain Graillot. “De todas formas, en Borda Sabaté, nada es fácil”, bromea esta eminencia de Crozes-Hermitage, que tiene bajo su mando fincas en Europa y Australia. En efecto, con doce terrazas escalonadas a alturas de entre 1.100 y 1.190 metros, un viñedo accesible sólo por una pista sin asfaltar, un clima cambiante que puede traer lluvias torrenciales y la ambición de hacer vinos de alta gama, sin olvidar la voluntad de trabajar de modo ecológico, la ecuación requiere cierto talento. “En 2010, las condiciones meteorológicas no nos permitieron alcanzar la calidad deseada”, precisa Joan Albert Farré, así que no hicimos vino”.
El primer espumoso de Andorra
Celler Mas Berenguer es la cuarta bodega del país. En esta granja familiar, la viña siempre ha sido parte integrante de la huerta. Sin embargo, Carles Verdaguer no ha comercializado su primera añada hasta 2011. Junto con su hija Davinia, cultivan una hectárea de Chardonnay y tres mil metros de Pinot Noir. Hasta la fecha, la finca produce un solo vino: el Trancat de Rocafort, un Chardonnay – sazonado con un 2% de Sauvignon Blanc – que madura cinco meses en barricas de roble. Pero cuando lo visitamos, el productor también nos ofreció catar una botella sin etiqueta. “Es un Blanc de Blancs con veinte meses de crianza”, explica Carles Verdaguer y añade: “lo presentamos en nuestro stand, pero no lo comercializaremos hasta que haya madurado dos años enteros”. Bautizado con el nombre de 902 DC, por el año en que la familia llegó a estas tierras que aún sigue cultivando, a este espumoso se le sumará dentro de dos años un rosado a base de Pinot Noir.
Un futuro brillante
Plantar vides en Andorra supone un reto de mayor envergadura. La altitud es considerable, lo cual implica riesgo de heladas y de maduración insuficiente si las condiciones meteorológicas son desfavorables. Los viñedos están diseminados, son pequeños majuelos en el corazón de hectáreas de bosque, que atraen a los gourmets alados y de cuatro patas. Los jabalíes se mantienen a raya con barreras eléctricas y rifles; los pájaros, con redes; pero aun así, las pérdidas debidas a la fauna contribuyen al descenso del rendimiento, ya de por sí escaso. Lo cual explica el precio oneroso de los vinos de Andorra (mínimo 25 euros, en bodega). Por suerte, la buena salud económica de esta pequeña nación y el interés de los aficionados al vino por las rarezas enológicas garantizan al viñedo más reciente de Europa un futuro sin nubarrones. Cuando haya pasado el momento de los pioneros y las viñas estén sólidamente implantadas en las laderas andorranas, los vinicultores del principado podrán emprender otro gran desafío: recrear los vínculos entre sus vinos de altura y un pasado vinícola milenario tan desconocido como intrigante.
Mil años de misterios
Las primeras menciones de viñedos en Andorra se remontan a principios del siglo X. En los años 903 y 904 el conde Sunifred de Urgel, en la Cataluña actual, adquiere dos majuelos en Andorra. Hasta 1265, una veintena de textos medievales mencionan ventas o trueques de viñedos. Si bien la relativa abundancia de textos en este pequeño territorio catalán parece sorprendente, aún lo es más la desaparición de toda referencia a la Vitis vinifera durante los dos siglos siguientes. Habrá que esperar hasta el siglo XVI para volver a encontrar menciones de la vid de manera regular en los archivos del principado, antes de desaparecer una vez más durante cuatro siglos (con excepción de dos actas notariales fechadas en 1648 y 1861). Los eruditos proponen, sin mucha convicción, la Pequeña Edad de Hielo, las epidemias de peste, la crisis económica o el desarrollo del comercio para intentar explicar estas misteriosas desapariciones.
Hoy por hoy, con sus siete hectáreas de viña y una producción que no pasa de veinte mil botellas, Andorra importa de Francia o España la casi totalidad de los crus que se venden en su territorio. Para descubrir los vinos de altura del principado, hay que ir allí. Desde hace dos años, un salón de promoción organizado por el gobierno, la Trobada de Microproductors de Vi (Encuentro de Microproductores de Vino) tiene lugar hacia finales de año en Sant Julià de Lloria. Actualmente, es la única feria en la que se pueden degustar los vinos de las cuatro bodegas andorranas. Ofrece, además, comparar sus cuvées locales con las de una treintena de productores exclusivos originarios de ambos lados de los Pirineos.
Andorra, esa gran desconocida
Fundada por Carlomagno, esta nación minúscula ha sabido conservar unas tradiciones únicas en el mundo y, a la vez, convertirse en uno de los países más modernos de Europa.
Historia
A finales del siglo VIII, el emperador Carlomagno creó la Marca Hispánica, que constaba de una veintena de condados que formaban un tapón entre el Reino de los Francos y el Califato de Córdoba. Entre ellos, las seis parroquias de Andorra constituyen una entidad geográfica y cultural cuyas fronteras no se han modificado desde hace 1.200 años. En el siglo XIII, dos señores comparten la soberanía feudal de Andorra: el obispo de Urgel en la Cataluña actual y el conde de Foix en Francia, que reciben el título de copríncipes. En 1419, los señores otorgan a los andorranos permiso para crear el Consell de la Terra, una asamblea representativa considerada uno de los primeros parlamentos de Europa. Este Consejo de la Tierra estará en funciones hasta ya entrada la década de 1980, en que fue reemplazado por un Consejo General. Aunque Andorra tenga desde 1993 una constitución que le ha permitido ser reconocida a nivel internacional, esta pequeña nación ha conservado su sistema político, único en el mundo: el principado reconoce siempre la soberanía de sus dos copríncipes: el presidente francés, François Hollande, y el obispo de Urgel, monseñor Joan-Enric Vives i Sicília.
Geografía
Con una superficie de 482 kilómetros cuadrados, Andorra presenta una altitud media de 1.996 metros sobre el nivel del mar. El punto más alto del país es Coma Pedrosa (2.942 metros), mientras que el más bajo, en la frontera con España, se sitúa a 838 metros de altitud. Compuesto de bosques, lagos de alta montaña (más de 70) y tundra alpina, durante mucho tiempo este país ha estado escasamente poblado. En 1900, su población se estimaba en 5.000 habitantes; en el siglo XX, gracias a la inmigración, la población ha aumentado exponencialmente. Hoy por hoy, de sus 85.000 residentes, menos de un tercio son de nacionalidad andorrana.
Clima
El clima de la región se describe como de tipo mediterráneo de montaña, que se caracteriza por inviernos fríos, veranos relativamente calurosos y mucho sol (alrededor de 300 días de sol al año). Las temperaturas y precipitaciones varían mucho en función de la altitud y la orientación de los valles.
Economía
Solo un dos por ciento de la superficie del país es tierra de labor, en su mayoría dedicada al cultivo del tabaco y su elaboración. La mayor parte de sus recursos procede del turismo, la actividad bancaria y la explotación hidroeléctrica. Aparte de los aficionados a la nieve y la naturaleza, la mayoría de los visitantes cruza la frontera para proveerse de tabaco, alcohol y equipos electrónicos, beneficiándose de un régimen fiscal menos gravoso que los de Francia o España. Aunque utiliza el euro, Andorra no forma parte de la Unión Europea. Este país, que no retiene impuestos por los ingresos ni el patrimonio, ha puesto en marcha un IVA de un 4,5% desde el año 2013. Con una tasa de paro de menos del 3%, una esperanza de vida de 83 años y un PIB por habitante de casi 40.000 dólares estadounidenses al año, el principado –cuando no se han olvidado de incluirlo– se sitúa en la cima de las estadísticas mundiales.
Los vinos de Andorra
¿Es posible degustar todos los vinos de un país en una sola cata? En la pequeña viña de Andorra, que actualmente elabora tan solo siete cuvées, es un juego de niños. A continuación, un repaso exhaustivo a la producción vinícola del Principado.
Casa Auvinyà
Imagine 2013
Mezcla de Viognier (50%), Pinot Gris (40%) y Albariño, este ensamblaje posee una nariz fresca y compleja en la que maridan las notas florales y las minerales, además de un pizca de cítricos. En el paladar, frescor y tensión predominan en este blanco equilibrado.
Precio: 30 euros
Evolució Pinot Noir 2013
Capa baja, nariz expresiva que mezcla frutos rojos frescos, aromas florales (violeta, un matiz de genciana), en boca sabroso y de una frutalidad elegante, es un Pinot más bien delicado, de tipo “nórdico”, que posee un carácter firme y una elegancia enteramente golosa.
Precio: 40 euros
Evolució Syrah 2013
Color rubí denso y profundo. La nariz combina notas florales con un nada de notas animales. En el paladar sedoso y frutal, transportado por una delicada trama mineral, se distingue más por su frescor que por su potencia. Aunque la vinificación es muy precisa, a este tinto, plantado en el límite de su zona de aclimatación, le falta un poco de concentración.
Precio: 40 euros
Celler Mas Berrenguer
Tancat de Rocafort 2012
Este Chardonnay tiene parte de crianza en barricas de acacia y de roble. Presenta un color dorado y una nariz expresiva donde predominan las notas de vainilla y miel. En boca, el ataque vivo y el final persistente enmarcan un blanco relativamente graso y amplio, transportado por una crianza más bien dominante.
Precio: 25 euros
Casa Beal
Cim de Cel 2012
Este Gewürztraminer cultivado entre 1.050 y 1.150 metros de altitud ha conseguido una gran medalla de oro en la International Wine Guide 2014. Su color amarillo pajizo y la nariz bastante fina, incluso discreta, anuncian un vino más bien delicado y elegante, con un perfil varietal poco marcado. En boca, la densidad y la persistencia de este blanco bien estructurado prometen un potencial de maduración en correspondencia. Una promesa que ya ha cumplido la añada de 2009, que conserva una expresión media en la nariz, pero con una boca ahora bien definida y con casta: ha ganado en potencia aun conservando un notable frescor.
Precio: 50 euros
Borda Sabaté
Escol 2011
Este Riesling, cuyo nombre hace referencia a un valle del Antiguo Testamento, presenta una capa brillante ligeramente dorada. La nariz expresiva y frutal, con leves notas de petróleo, no deja dudas sobre la identidad de la cepa. La acidez marcada equilibra una boca voluminosa que termina en un final fresco y rectilíneo, donde se mezclan los aromas de pera, melocotón blanco e hidrocarburos ya presentes en nariz.
Precio: 45 euros
Torb 2011
Capa alta de un rojo denso, nariz expresiva con aromas de frutas rojas, notas especiadas y torrefactas; ataque fresco, denso en boca, materialidad madura, frutalidad crujiente y final persistente de notas especiadas: la composición de un tinto estructurado, elaborado a partir de tres variedades: Cornalin (50%), Merlot y Syrah. Su nombre hace referencia a un viento de la región.
Precio: 39 euros (50 cl)