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Chile. De antiguas raíces, vinos nuevos

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  • Redacción
  • 2016-03-09 18:48:02

Chile encuentra la excelencia basándose en dos pilares fundamentales: el terruño como elemento diferenciador y aquellas cepas que llevaron los primeros europeos, largo tiempo menospreciadas.
Texto y fotos: Bartolomé Sánchez

La enología chilena revuelve entre su patrimonio para hallar la grandeza. Y fruto de ello ofrece al mundo esos vinos únicos, capaces de emocionar, actuales, poseedores del carácter original que aporta el terruño, vigorosos y dotados de gran personalidad y sus vetustas cepas. Ahora, un notable grupo de viticultores ha iniciado el Proyecto Vigno, la empresa más novedosa en el mundo del vino del bello y diverso país andino. El Valle del Maule vuelve la vista atrás para enamorarse de aquellas cepas ya olvidadas antaño, como la atávica variedad País y, sobre todo, de las virtudes de la voluptuosa Carignan.

 

Un nuevo mundo para Chile
Uno siempre espera volver a lugares donde se ha sentido plenamente integrado en el paisaje e identificado con el paisanaje. El Concours Mondial de Bruxelles Chile, cuya novena edición se realizó en la bonita localidad de San Javier de Loncomilla, me ha permitido volver a disfrutar de la gente y de las tierras de Chile, especialmente de las ubicadas en el Valle del Maule. Hacía seis años que no visitaba este hermoso país y parece de ensueño lo mucho que puede cambiar un lugar, tanto de epidermis como de mentalidad, en tan breve espacio.

La primera estancia fue en la capital, en el barrio de Vistahermosa, donde en estos momentos hay un frenético ritmo constructivo, toda una asombrosa y atrayente jungla de cristal que se yergue ante los ojos del visitante. Modernísimos edificios que rascan el cielo con donaire, grandes avenidas y ofertas de restaurantes por doquier... Es, sin duda, otro Santiago y paso premonitorio de lo que me espera en los territorios del Valle del Maule. Y sin reponerse de esa imagen de voluntariosa modernidad agarramos, autopista abajo, hacia el Sur, donde encontramos una región vitivinícola en pleno auge, con abundantes novedades, tales que si mis sentidos no lo hubiesen palpado, degustado y disfrutado, sería muy difícil de creer.

 

Los vinos del Proyecto Vigno
Andrés Sánchez y Eduardo Bretahuer son los responsables de la asociación Vignadores de Carignan, productores de Carignan del Maule. Concretamente Andrés es el presidente, además de enólogo y propietario de Viña Gillmore. Ellos hicieron una magnífica presentación de los vinos de esa sociedad, de esas que emocionan por la clarividencia de sus presentadores y la exposición tan nítida de sus ideas. He aquí una muestra: “Vigno es la innovación más importante del vino en Chile, por primera vez existe un rescate de una viticultura, de una cultura, a través de la producción de vinos de plantas viejas de Carignan, vinos que cuentan su historia en cada sorbo, un ejemplo que debe ser replicado en Chile”. Esta ambiciosa agrupación pretende llegar hasta constituir una Denominación de Origen. Ya funciona con unas normas muy estrictas. Mucho más, por ejemplo, que las escasas y, de alguna forma, laxas denominaciones de origen chilenas. Para que un vino consiga lucir en su etiqueta la palabra Vigno debe proceder de cepas Carignan, del Maule, al menos en un 65%. El resto puede puede ser de otras variedades, aunque, lógicamente, este suplemento también debe provenir del viñedo maulano. Condición indispensable es la edad del viñedo, que no puede bajar de los 30 años, cuya raíz procede de esta variedad o injertada en la variedad País, plantadas en vaso y, condición precisa, en secano. Por último, el vino no podrá venderse hasta dos años después de su cosecha, y puede ser criado en madera o botella, o en ambas. No cabe duda de que representa una forma de funcionar bastante desconocida en los países del nuevo mundo. Hay que reconocer que toda la ilusión de este puñado de personas ha surtido efecto, y los frutos han sido casi inmediatos. En la actual puntuación de la Guía Parker, los vinos de Carignan del Maule, los mismos del Proyecto Vigno, ostentan las más altas puntuaciones del vino chileno.

 

Sobran argumentos

Y este importante movimiento ha surgido en la VII Región, en el Valle del Maule, al que le cabe el honor de ser el mayor productor de vino de Chile. Nada menos que el 45% de toda la producción del país procede de ella. La tierra es de enorme riqueza geológica en variedad de terruños, con suficiente pluviometría y con unos paisajes de ensueño. Pero por esas mismas características, esas condiciones ideales, al viñedo le surgieron competidores nada apetecibles. Se trata del asentamiento en la zona de la industria maderera, cada vez más importante y que ha cubierto buena parte del territorio con grandes extensiones de masas forestales de crecimiento rápido para uso industrial. Por eso es admirable el gesto de la viña (como se denomina allí a las bodegas) española Miguel Torres, que en su momento fue la impulsora de la revolución del vino en todo el país y ahora también se halla metida de lleno en el ambicioso Proyecto Vigno, que ha supuesto para el mundo del vino todo un sismo. Y su Cordillera Vigno, que se erige como un tinto primoroso, equilibrado y muy aromático, elaborado únicamente con Carignan, es uno de los pilares de dicha asociación. Además, y gracias a su dinamismo, ha osado introducirse en el corazón del bosque, en el feudo maderero. A tiro de piedra de la localidad de Empedrado, cerca del mar de Constitución, ha logrado la encomiable y nada fácil tarea (por lo reticentes que se muestran las industrias de ceder un solo metro de tierra) de adquirir 369 hectáreas y plantar allí parte de sus viñedos. En un trozo de valle, sobre pronunciadas laderas, con un suelo esquistoso pizarroso y rodeado de coníferas, crece uno de los viñedos más románticos del Maule, plantado con las variedades Pinot Noir y Chardonnay.

Su atrevimiento de plantar cepas donde solo había árboles dio lugar a un contratiempo inesperado. Aquella viña era la única fuente de fruta, de golosa y dulce uva en todo el entorno, por lo que para la numerosa avifauna que habita en aquel fragoso entorno era un auténtico y suculento paraíso, así que se reunía en ella a darse tales pitanzas y opíparos banquetes que acabaron con tres cosechas enteras y, por fin a la cuarta, en 2012, pudieron embotellar un espléndido Pinot Noir de todavía escasísima producción llamado Escaleras de Empedrado. Además, elabora un interesante espumoso con uvas de la cepa País, distinguido como Estelado, rosado pálido de color, con una fina burbuja e interesante abanico frutoso en nariz. Es una original versión de la uva paisana.

 

Una viña con todo incluido

Viña Gillmore posee un entorno idílico. En esa parte de la zona de Loncomilla, la naturaleza es frondosa, exuberante y tupida. Tanto, que desde lejos los edificios resultan casi invisibles, tapados. Solo los impecables viñedos están libres de hierba o de maleza. Nada más bajar del automóvil que nos traslada a sus instalaciones contemplamos con asombro cómo unos diminutos ciervos llamados pudú -los más pequeños de América, ni siquiera llegan a medio metro de altura y son extremadamente tímidos- bajan del monte para disputarle el pienso de los numerosos comederos a sus legítimos dueños, una notable exposición de animales chilenos. Nos encontramos con dos edificios inspirados, o pueden recordar, en la vivienda indiana, de antes de la llegada de los españoles. Cada uno, a modo de hotel rural, posee siete espléndidas habitaciones preparadas para que el aficionado al vino disfrute, con spa, masajes con productos enológicos, una viña especialmente preparada para apreciar las características de las principales variedades de Chile… Todo encaminado a dar impulso a la cultura del vino. Este complejo, casa de huéspedes, se llama Tabonkö, cuyo nombre, para los nativos, tiene algo que ver con las aguas curativas del entorno, Ko, en mapudungu (el lenguaje de los indigenas), significa agua, por lo que son las aguas de Tabon, según cuenta con espontaneidad Daniella Gillmore, la propietaria y directora del complejo hotelero. Toda la finca posee una extensión de 400 hectáreas, de las que 55 se encuentran plantadas de viñedo. Cepas de más de cien años vegetan en ese lugar plenamente dedicado a la producción y gozo del vino desde hace más de 300 años, antiguamente llamado Viña Tabontinaja, de rancio abolengo histórico. Como dato curioso, en sus instalaciones se firmaron los acuerdos del Proyecto Vigno.

 

Recurrir a los inicios

Tiene J. Bouchon un espléndido viñedo. Colocado a modo de una especie de anfiteatro, alrededor de la preciosa estancia del siglo XVIII, ofrece una magnífica vista. Ahí, sobre un terruño más bien llano y con un porte elegante y saludable, vegetan las variedades más afamadas mundialmente, hasta 200 hectáreas, plantadas de Cabernet Sauvignon, Merlot, Malbec, Petit Verdot y también las blancas Semillon, Chardonnay, Sauvignon Blanc, pero sobre todo una espléndida Carménère. Por supuesto, también lucen gruesos troncos de País al lado del impecable viñedo de las famosas. Bueno, pues la País Salvaje, fruto de la casualidad, de las semillas esparcidas por diferentes medios, la que crece en los ribazos espontánea, junto a grandes árboles, que le sirven de sustentáculo para encaramarse hasta varios metros de altura, es el último descubrimiento. Y estas, estas trepadoras y agrestes parras son las responsables de las uvas que sedujeron a Felipe Ramírez, el experto director de enología de la casa. Son, desde luego, la materia prima más costosa de recolectar de toda la vendimia, porque hay que afrontarla bien dotados de largas escaleras para arrebatar los racimos de la parte alta a los pájaros. Las vides aquí crecen anárquicas, a su libre albedrío, sin intervención de poda alguna. Por supuesto, la cosecha sigue el mismo patrón, un año hay abundancia y otro nimiedad. Un empeño así, ¿merece la pena? A tenor de los resultados de calidad y, sobre todo, de originalidad, sin ninguna duda. Porque País Salvaje, que así se llama el vino (marca muy bien traída), es seductor, potente, aromático y de gran expresividad. Si con sus marcas tradicionales la viña ha adquirido muy buena fama en todo el mundo -venden más de 1.200.000 botellas, solo 1.800 de ellas de País Salvaje-, en esta última etapa la dirección, con Julio Bouchon a la cabeza, se ha empeñado en darle otro giro a los vinos de esta casa para que resulten más modernos y expresivos, con boca carnosa, la fruta a flor de piel y la madera haga solo una caricia.

Chile es posiblemente el país de los llamados del Nuevo Mundo con las mejores condiciones -por ende, posibilidades- de ofrecer grandes vinos y siempre a precios razonables y con una excelente calidad. Debido a su disposición en el continente, 4.300 kilómetros de largo, se encuentran los climas y microclimas más dispares del planeta, por lo tanto se puede acometer la elaboración de toda clase y tipos de vinos que existen en el mundo. El sistema de producción es dinámico, sin complejos ni trabas. Existen viñedos que, en un solo paño, se pueden contar entre los más extensos del mundo, bodegas que elaboran vinos diseñados para un mercado exclusivo. Por supuesto, existe una élite de grandes vinos salidos de sus numerosos climats, de valles, de las variedades más famosas, de la grandiosa geografía del país. Pero estos novedosos proyectos vienen a aumentar la gloria de este gran país vitivinícola.

 

 

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