- Redacción
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- 2020-01-27 00:00:00
Con El Retablo, la renovada bodega de Ribera del Duero sigue con su apuesta por los vinos de colección, obras artesanales que tienen un modelo de elaboración único y una distribución exclusiva.
Detrás del altar, los retablos narran historias de santos, como el que Pradorey guarda en su finca, obra del Maestro de Ventosilla, y que bautiza este vino. La bodega ha elegido este nombre porque su última creación también cuenta una historia, la de la tierra, y su elaboración requiere el mismo cuidado artesano con el que los maestros barrocos tallaban y pintaban sus obras. El Retablo es un vino único. No sólo rompe con lo conocido hasta el momento, sino que significa una nueva manera de entender qué es Pradorey.
El origen de El Retablo está en 2015. Ese año, se produce un cambio de rumbo en Pradorey que modifica la forma de entender la elaboración de vinos para lograr productos únicos. A partir de ese momento, se pone un mayor foco en el viñedo para preservar al máximo la expresión del terruño y se introducen sistemas innovadores. Se pasa a trabajar por parcelas y, en bodega, se comienzan a hacer fermentaciones espontáneas que respetan la carga frutal de los vinos. En definitiva, una revolución enológica.
Como las obras de arte, El Retablo no es un vino reproducible. En su primera edición, está elaborado con una mezcla de añadas comprendidas entre los años 2009 y 2014 con el método de criaderas y soleras en barricas de roble francés de 400 litros de capacidad. Tras el trabajo artesanal, ya se han embotellado 484 botellas numeradas a mano. Este método, inédito en la elaboración de vinos tintos secos, es una antigua práctica artesanal que tradicionalmente se habían reservado los productores españoles del Sur.
Personalidad única
Se trata de un sistema de crianza dinámica en el que se saca una cantidad de las barricas con más antigüedad, la solera, y se rellena con las más recientes para que el vino viejo enseñe al joven. El producto final será siempre una mezcla resultante de los vinos de todas y cada una de las vendimias, cada una con sus peculiaridades y su historia. Las añadas se mezclan para lograr un vino con una personalidad única que requiere de un especial cuidado en la elaboración. Las sacas y reposiciones, también llamadas trasiegos, deben realizarse siguiendo la técnica tradicional y con unos utensilios especiales, devolviendo el trabajo al mundo de la artesanía.
En el caso de El Retablo, el primer embotellado se hizo en el año 2017, mezclando una pequeña cantidad de vino de cada barrica y rellenándolas después con la del año inmediatamente posterior. Es un vino de guarda con un color rojo teja de capa media y brillante que tiene una intensidad media a fruta sobremadura y pasas, especiados y minerales, además de una alta concentración de aromas terciarios como cueros y tabacos. Su carácter único también marca la distribución. Se vende en cajas de tres botellas bajo el sistema de cupo; es decir, los interesados se apuntan en una lista para tener acceso a la posibilidad de adquirirlo. Es un vino de colección, un modelo que la bodega ya había puesto en marcha con El Buen Alfarero, obras artesanales que tienen un modelo de elaboración único y una distribución exclusiva.
Del pasado al futuro
El Retablo es la mejor muestra de la renovación que se ha producido en las bodegas Pradorey tras el relevo de 2015 y que enlaza con una vocación de innovar en el presente a través de la conexión entre pasado y futuro. La renovación se ha experimentado no sólo en la dirección técnica, sino en otras áreas como la estratégica, comercial o la dirección general. Las caras de esta renovación son las que abren este reportaje: de izquierda a derecha y de arriba abajo, Francisco Martín San Juan es el director técnico y los hermanos Jorge y Fernando Rodríguez de Rivera Cremades –tercera generación de la familia, nietos del fundador Javier Cremades de Adaro– son, respectivamente, el director comercial y el director general. Hace veinte años, la bodega ya revolucionó la manera de elaborar vinos en la Ribera del Duero. En los últimos años, ha introducido la crianza en tinajas de barro centenarias, que proporcionan al vino características especiales y, para los próximos años, tiene nuevas propuestas en cartera. En el ADN de Pradorey, la innovación es fundamental.
El Maestro de Ventosilla no firmó sus obras. Recibe su nombre del lugar donde se encuentra la primera obra conocida de su mano (la foto central de este reportaje), el retablo de la finca de la Ventosilla, al sur de Burgos. La obra permanece. El trabajo artesanal para narrar historias en madera. Así, El Retablo es una historia en vino que representa un recorrido por las diversas experiencias de la bodega Pradorey, las dificultades y las alegrías. En especial, el reto que sigue suponiendo innovar sin perder de vista la tradición.