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La revolución de los viveros

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  • Laura López Altares
  • 2021-02-01 00:00:00

El sector viverístico, cada vez más mermado, desarrolla una titánica labor en las sombras para salvaguardar el pasado, presente y futuro de la vid: recopilación de material genético, clones más resistentes a las enfermedades y la sequía, innovadores portainjertos...


Hay en la vid una resistencia poética, un halo de estoicismo que le permite aguantar durante años, incluso cientos, los mordiscos de sus enemigos. Firme ante las heladas o los invasores (hongos e insectos), ha desarrollado una defensa salvaje para protegerse de todo tipo de agresiones... aunque no infalible.
Por eso, desde la retaguardia, sus aliados trabajan sin descanso para salvaguardar su legado y proporcionarle un próspero porvenir: plantas más sanas, resistentes a distintas enfermedades y a la sequía, variabilidad clonal, portainjertos revolucionarios, bancos de germoplasma...
En los viveros de vid, la innovación y la investigación se ponen al servicio de la causa y avanzan a una velocidad de vértigo, escribiendo el futuro del sector vitivinícola día a día: "Hay una frase en italiano que dice que el mejor modo de adelantarse al futuro es crearlo, y eso es lo que intentamos hacer. El mundo cambia, y puedes sumarte a ese cambio o incluso generarlo, como nosotros". Patricio Villalba, product manager de vid, avellano y pistacho en Agromillora –líderes mundiales del sector viverístico y distribuidores de plantas de vid de la consolidada marca italiana Vivai Cooperativi Rauscedo (VCR)–, nos habla de la apasionante labor que desarrolla esta empresa desde 1987. Nacida en Sant Sadurní d’Anoia, Agromillora dio sus primeros pasos en la multiplicación vegetal, y sus trabajos iniciales con plantas injertadas supusieron una renovación radical en la viticultura española: "Hoy día todo el mundo habla de planta injertada y parece algo muy normal, pero a principios de los noventa fue algo disruptivo. En España generalmente se plantaba barbado y se injertaba luego en campo", cuenta Villalba. En paralelo, Agromillora empezó a multiplicar olivo y lo adaptó al sistema en seto, "más sostenible y eficiente", según Patricio Villalba: "Más tarde se han incorporado el almendro y otros productos con distinta repercusión a lo largo del tiempo". Pero esa es otra historia... volvamos a los protagonistas de la nuestra, esa vid heroica y sus prodigiosas alternativas clonales.

Los clones de la Resistencia
"VCR, con el objetivo de preservar la mejor genética y ponerla a disposición de los viticultores, lleva 60 años haciendo selecciones clonales y tiene más de 800 clones registrados de variedades españolas y europeas, un patrimonio sin igual. Hemos lanzado clones de mucho éxito, como el Chardonnay R8 o el Syrah R1, que no presenta mortandad, a diferencia de otras genéticas de Syrah", señala Villalba. El reto principal al que se enfrentan desde VCR y Agromillora es ofrecer variedades resistentes al mildiú y al oídio para promover una viticultura más sostenible y respetuosa con el medio ambiente adaptada a las restricciones fitosanitarias de la Unión Europea y a las nuevas preferencias de los consumidores; de ahí que apuesten por una línea de mejora genética para obtener la máxima diversidad de estas variedades: "Esperamos que empiecen a registrarse en cuatro o cinco años. Saldrán variedades resistentes que se parecerán más a las que tenemos en España: los tempranillos, albariños… pero habrá que esperar más porque el proceso de investigación es muy lento".
Villalba explica que la obtención de estas variedades resistentes sería posible hoy con la edición del genoma; pero esta práctica no está autorizada, por lo que se recurre a retrocruzamientos naturales, que sí están autorizados y tienen varias fases: "Imaginemos que queremos obtener un Albariño resistente a mildiú y oídio. En una primera fase se polinizan las flores de Albariño con otra variedad que incorpora el gen de resistencia a enfermedades. De la descendencia, se comprueba qué plantas la incorporan y guardan gran parecido con el Albariño. En una segunda fase, esas plantas se hacen crecer y sus flores se polinizan con Albariño de nuevo, en el llamado retrocruzamiento, de modo que la siguiente descendencia tiene mayor carga genética de Albariño", destaca. Esta segunda fase se repite las veces que haga falta, "de modo que se obtenga una variedad nueva, con gran parecido al Albariño (más del 90% de genética de Albariño), y con el gen de resistencia a mildiú y oídio incorporado". Una vez obtenida, se valida y se registra de acuerdo a la normativa europea: "Este proceso, que podría ocurrir en la naturaleza en cientos o miles de años de forma natural, se desarrolla en no menos de 15-20 años mediante esta técnica. Y creemos que va a ser la llave que nos permita reducir los tratamientos fitosanitarios en zonas de humedades altas o en las que estas enfermedades son endémicas, permitiendo producir vinos más sostenibles y de mayor calidad para el consumidor", recalca.
Otra de las principales metas de VCR y Agromillora es la prevención de los hongos precursores de las enfermedades de madera; por eso aplican una rotación muy fuerte de campos madre para que la planta no envejezca y la madera siempre proceda de una planta joven: "Normalmente tienen mucha menos incidencia de las enfermedades de madera. Lo que hemos visto en campos experimentales es que hay una propensión varietal a las enfermedades de madera muy marcada: hay ensayos de variedades que a los 15 años tienen un 1% de incidencia de enfermedades de madera y otros un 50%". Según cuenta el product manager de vid de Agromillora, creen que podría deberse a la distinta composición de los carbohidratos que se originan en la fotosíntesis, ya que la composición de los azúcares provoca que los hongos tengan mayor o menor afinidad por ellos: "Estamos en estudios con universidades en Italia para definir qué patrones de comportamiento tienen estas variedades, porque de momento hemos visto diferencias muy grandes entre ellas".  
Como apunta Patricio Villalba, proporcionar herramientas de futuro no está reñido con trabajar en mantener la diversidad genética o en recuperar variedades que se están perdiendo: "Son líneas de trabajo distintas, pero absolutamente compatibles", remarca. De hecho, están haciendo selección clonal de uvas minoritarias y de variedades autóctonas españolas: nuevos clones de Albariño, Airén, Bobal, Garnacha Blanca (seleccionados en colaboración con el C.R.D.O. Terra Alta)... "Estas selecciones clonales están enfocadas a variedades que resistan mejor la sequía, que tengan una maduración más tardía y que se adapten a las nuevas necesidades enológicas, además de preservar las genéticas más interesantes. El cambio climático está haciendo que cambien las aptitudes de las zonas vitícolas: algunas que no eran aptas hasta ahora se están convirtiendo en aptas porque cada vez tienen más horas de calor, y en otras las uvas cada vez maduran antes y se demandan variedades más tardías y portainjertos que puedan alargar incluso la maduración. También estamos trabajando en este sentido", afirma Villalba.

Cambio de era
Precisamente en el campo de los portainjertos es donde se está forjando la gran revolución de los viveros. Durante la segunda mitad del siglo XIX, bajo el mortífero asedio de la filoxera, se descubrió que la vitis vinifera podía sobrevivir a sus brutales acometidas al ser injertada en la vitis americana, y desde entonces se han usado prácticamente los mismos portainjertos... ¡hasta ahora! Porque según adelanta Patricio Villalba, los nuevos portainjertos de vid de VCR van a iniciar una profunda transformación en los viñedos, tal vez uno de los cambios más importantes en la viticultura en mucho tiempo: "Desde hace años colaboramos con la Universidad de Milán en un programa de mejora genético que ha permitido la obtención de una serie de portainjertos de nueva generación: los portainjertos M (M1, M2, M3, M4)". Tienen mejor resistencia a la caliza activa del terreno, están más adaptados a las necesidades vitícolas, dan una uva de más calidad (con más polifenoles y antocianos) y algunos resisten más la salinidad y se comportan muy bien en las replantaciones: "Como por ejemplo el M2, que también produce un 20% más que el portainjerto de referencia (R110). Ese aumento productivo para algunas zonas vitícolas va a ser de suma importancia. El M1 y el M3 inducen mucha calidad, y tienen un 15% más de polifenoles y antocianos, que es bastante".
Villalba aclara que esta gama de portainjertos permite ampliar el abanico de posibilidades a la hora de plantar, y representa una excelente herramienta para adaptarse a la viticultura del futuro: "Estamos trabajando en unas 4.800-5.000 combinaciones de clon-variedad-portainjerto. Al final es una amplitud genética muy grande. Creemos que ofrecemos al mercado una diversidad que no ofrece nadie y entendemos que tenemos combinaciones que se adaptan a cualquier zona vitícola". En este momento, ya se están haciendo pequeños ensayos con los portainjertos M en diferentes regiones vitivinícolas españolas, y a lo largo de 2021 habrá Tempranillo injertado sobre todos ellos.
Para minimizar los riesgos en el punto de injerto –uno de los momentos críticos para la penetración de hongos de madera–, VCR ha desarrollado una máquina automática injertadora, la Celerina Plus, que permite tratar toda la superficie de injerto justo antes de injertar, y hacerlo de modo automático, desinfectando las herramientas de corte y asegurando un ensamblaje perfecto entre yema y potainjertos: "Eso es un factor diferencial. Y además hemos vuelto al injerto en castillo (se usaba en el norte de Italia a principios de siglo). Es más difícil de hacer, pero tiene una superficie de contacto mayor y al final provoca que la compatibilidad entre el patrón y la variedad sea mejor, porque el agarre y los vasos sueldan muy bien y permiten un mejor flujo de savia. Nosotros trabajamos para ofrecer las mejores plantas y lo más viables posibles", concluye Patricio Villalba. Ese espíritu de mejora va en el nombre de Agromillora, una empresa pionera "completamente abierta a cambiar, a romper esquemas, a aprender".


Variabilidad genética
Y si hablamos de pioneros, también es inevitable dirigir la mirada a la bella y misteriosa Navarra. En esta zona hubo mucha tradición de viverismo por diversos factores: el clima suave, el regadío... "y porque cuando llegó la filoxera había una facultad de agrónomos y un investigador se especializó en portainjertos". Rafel García, director técnico de Vitis Navarra, es la cuarta generación de estos viveros familiares y nos cuenta que la producción actual se ha concentrado en viveros grandes y fuera de España: "Nosotros vendemos 4.800.000 de plantas al año, pero queremos seguir siendo un vivero familiar. La esencia es estar en ese nivel de producción, en la integración vertical de todo el proceso, de la materia prima y la distribución con equipo propio. Si creciéramos más, no sería lo mismo. Tenemos muchas raíces de ser un vivero español e investigar mucho el material autóctono de España".
A diferencia de otros viveros, centran su trabajo en recopilar material vegetal de viñedos viejos autóctonos de distintas zonas vitivinícolas del país y en hacer colecciones de biotipos de ese material, lo que se conoce como bancos de germoplasma: "Recopilamos biodiversidad genética autóctona española porque es una forma de salvaguardar el material de dos mil años de cultivo. Estamos trabajando mucho en seleccionar la variedad que tenemos en las viñas viejas, en estudiar esos biotipos, y en saber cuáles van a funcionar mejor para el cambio climático e incluso para posibles enfermedades: cuando tienes variabilidad genética, tienes mucha resistencia natural a enfermedades". Para Rafael García, la variabilidad genética es la clave del trabajo viverístico: "Hacemos muchísimo I+D, clones propios con unos criterios enológicos o agronómicos determinados; pero también recopilamos material porque va a ser la base de la futura innovación: si no tienes variabilidad genética, no puedes seguir innovando".
Este trabajo de innovación se organiza en torno a dos pilares fundamentales: la sanidad de la planta y la biodiversidad genética. Desde hace años investigan la calidad fisiológica de la planta de vid; es decir, que esté bien conectada en el punto de injerto: "Somos muy potentes en hacer planta sana bien soldada fisiológicamente. Una mala conexión puede estropear mucho la longevidad de la planta porque, aunque sea algo natural, es una herida mecánica muy fuerte. Trabajamos mucho en mejorar esa calidad a nivel vascular". Además, a través de su labor de recopilación de viñedos viejos, van depurando y escogiendo los biotipos libres de virosis: "Que la planta esté libre de virus es un factor de calidad, porque la virosis bloquea mucho la fotosíntesis".
En estos momentos, tienen puesto el foco en el cambio climático y en las enfermedades de la vid. Las temperaturas son cada vez más cálidas, y las uvas van a dar menos acidez de forma natural: "Las variedades son todas policlonales: han ido mutando genéticamente y la mutación hace clon. Cuando tienes esa variabilidad clonal dentro de una variedad, tienes clones que se adaptan mejor a temperaturas altas o que en las mismas condiciones de clima y suelo te dan mejor acidez. Es muy importante porque es una lucha de adaptación a la subida de temperaturas o a la sequía".
Lo mismo sucede con las enfermedades de la vid: dentro de cada variedad hay clones más tolerantes al oídio o a la botrytis, y otras mucho más sensibles. Rafael García nos pone de ejemplo la Garnacha Blanca, especialmente propensa a la botrytis: "Si tienes un biotipo clon que haga el racimo más suelto de forma natural, va a estar más aireado y se va a estropear menos que un clon de racimo compacto". En el caso de la Tempranillo, que es una variedad muy poligénica, hay muchos biotipos: "Si utilizas un biotipo de hollejo grueso y racimo suelto, te permite hacer mejor madurez fenólica porque puedes dejarlo más tiempo sin vendimiar y no se te va a estropear. Pero si el hollejo es fino y el racimo compacto, las humedades relativas en época de vendimia harán que la botrytis lo devore".
La Cariñena (Mazuelo), una de las uvas más plantadas en el mundo, se dejó de cultivar en muchas zonas por su sensibilidad al oídio; pero para el director técnico de Vitis Navarra es muy interesante porque es una variedad de cambio climático que da muchísima acidez, estructura o color y además es muy rústica: "Hemos encontrado en las viñas viejas biotipos de Cariñena supertolerantes al oídio, hemos hecho mapeo genético de esos clones y hemos visto que de forma natural tienen genes que segregan ácido salicílico y que combaten al oídio. En la biodiversidad de las viñas viejas tenemos mucho material que es un recurso fitogenético".   
Mientras en el centro y norte de Europa están trabajando en variedades resistentes haciendo hibridaciones con variedades que no son viníferas, en España –donde hay menos presión de enfermedades–, se busca la variabilidad en las viñas viejas: "Podemos luchar contra las enfermedades de la vid de forma más tolerante y con mucha más cultura", destaca García.  

Los señores del bosque
Mantener vivas las variedades autóctonas con su riqueza poligénica, genética, es el principal objetivo de Vitis Navarra: "Si se plantan cuatro clones de cada variedad y se arrancan las viñas viejas, no guardamos todo ese material antiguo y en dos generaciones la erosión genética será brutal. Es una forma de contribuir contra la erosión genética".
Para ello, han puesto en marcha un interesantísimo proyecto en la Ribera de Duero: una finca de 800 hectáreas a 1.000 metros de altitud donde están plantando las recopilaciones que hacen de material en distintas zonas vitivinícolas de España. "Son los bancos de biotipos, de germoplasma, nuestro reservorio genético; una reserva del material donde también lo vamos a caracterizar. El futuro va a ser hacer plantaciones policlonales, y este material nos da opción de estudiarlo bien en esas colecciones", explica Rafael García. El plan es recopilar este material, estudiarlo y multiplicar eligiendo el mix de biotipos para distintas condiciones: "No es lo mismo hacer un Tempranillo a 1.000 metros en el Duero que en Alfaro a 350 metros. Si nuestro cliente de Rioja quiere hacer un vino de crianza, tendrá que utilizar un biotipo de ciclo más largo, con más acidez".
Basajaun –el Señor del Bosque de la mitología vasca y aragonesa– es el sugerente nombre de este proyecto de recopilación y guarda de material vegetal para mantener la biodiversidad en los campos de biotipos: "La idea es que nos sirva de banco para sacar de ahí clones y plantas que podamos multiplicar para clientes, bien clonales o policlonales, metiendo al menos siete biotipos distintos que den más complejidad al vino. Lo que buscamos es variabilidad genética y adaptar bien esa variabilidad para cada cliente", señala García. El siguiente paso será hacer microvitificaciones, pero la prioridad a día de hoy es ese estudio del material vegetal.
Este verano se rodó un documental sobre Basajaun que se podrá ver en marzo, y en el que intervienen varias bodegas que están haciendo la guarda de material vegetal y que colaboran con Vitis Navarra: Ossian, Ricardo Palacios, Dominio de Es... Para Rafael García, este proyecto encarna la esencia de Vitis Navarra: "Basajaun nos da variabilidad genética, contribuimos a guardar patrimonio vitícola español y es la base para seguir innovando en el futuro porque sin esta variabilidad no se puede hacer nada nuevo".
Como recuerda García, en el vivero no se limitan a hacer planta, sino que controlan desde la genética hasta el proceso de producción, contribuyendo a dinamizar el sector: "Asesoramos al cliente desde el principio porque eso nos da mucha información y también a ellos, queremos explicarles todo bien. Casi nunca trabajamos con distribuidores, tenemos un equipo de agrónomos y siempre hablamos directamente con los clientes para ver qué vino quieren hacer y qué condiciones tienen para llegar a esos objetivos de forma natural. También les enseñamos cómo recopilar biotipos de su viña vieja y bancos de germoplasma propios en sus explotaciones, cómo multiplicar la planta y el tema de sanidad de virosis".
Su meta es estar presentes en cada proyecto que busque algo distinto de genética, y seguir abriendo puertas a sus clientes: "Vamos descubriendo un mundo a quienes quieren algo más. Dicen que hemos cambiado en parte la viticultura del Duero, abriendo un abanico de posibilidades infinito de clones, biotipos, portainjertos… Más que vender planta, vendemos genética, selección a la carta".
Vitis Navarra es uno de los pocos viveros que quedan en la región: hace 23 años, cuando Rafael García comenzó a trabajar en el vivero familiar, había 60 y, según nos cuenta, ahora quedan unos 15. "En el sector viverístico no hay apenas relevo generacional (ocurre en España, Italia, Francia, Portugal...). Se va concentrando en otras zonas y de una forma muy comercial, y también hay mucha planta de fuera. Y los pequeños no tienen suficientes recursos, ni siquiera para el I+D. Es una pena", comenta.

Pequeños pasos
Pero de la suma de fuerzas de los que no son tan grandes pueden surgir ideas enormes, como el proyecto VRIAACC (Variedades Resistentes y Autóctonas Adaptadas al Cambio Climático), en el que colaboran Alta Alella, Albet i Noya y Celler Piñol. Las VRIAACC siguen el modelo de las Piwi's alemanas (Variedades Resistentes a los Hongos) y surgen de la inquietud de dar con una agricultura mucho más ecológica y sostenible que permita a las bodegas dejar de ser dependientes de algunos tratamientos en el viñedo. "Nuestras plantas, como en la mayoría del sector agrícola, son clones, se reproducen asexualmente y, por tanto, al no haber recombinación genética, no hay evolución de las especies ni adaptación de estas a las condiciones medioambientales actuales o a las plagas y enfermedades", explica Mireia Pujol-Busquets, directora adjunta y segunda generación de Alta Alella.
Para esta bodega, la inversión en I+D supone un enorme esfuerzo, pero reconocen que es muy motivador participar en la búsqueda de esas plantas naturalmente resistentes a las enfermedades y adaptadas al entorno: "Somos agricultores, pero estamos en el siglo XXI, así que esto es lo que nos toca hacer, no hay otro escenario posible. Esperamos tener la ayuda necesaria de la administración a todos los niveles".
De momento, el proceso está siendo muy prometedor: "Yo solo veo resultados positivos en todo este proceso. Sí es verdad que es muy largo y costoso, requiere de mucha paciencia y visión a largo plazo, pero el mundo del vino es así. En esta pasada campaña, muy dura a nivel de infecciones, el proyecto nos ha permitido demostrar que muchas de las plantas obtenidas, que ya están en viñedos experimentales, han respondido asombrosamente bien. Paralelamente, también estamos trabajando a nivel de microvinificaciones, el segundo escalón de nuestra investigación. Tenemos muy claro que no queremos perder las características organolépticas de nuestras variedades", sostiene Pujol-Busquets.  
El hallazgo de estas variedades autóctonas –principalmente Xarel·lo, Macabeo y Parellada– resistentes a plagas como el oídio o el mildiú y con mayor tolerancia a la sequía puede tener una importancia decisiva en el futuro de la viticultura, que Mireia Pujol-Busquets dibuja de esta forma: "Para nosotros el futuro es eco o no es. Yo me imagino un mundo agrícola muy radical. Creo en una agricultura más respetuosa, como la que estamos buscando nosotros; no hacemos nada raro, sencillamente seguimos los principios de la selección natural de Darwin. También crecerá la agricultura transgénica, que espero que lo haga con más transparencia y seguridad, y que toda la agricultura del futuro luche para una mejor gestión de los recursos y respeto para el medio ambiente".
Confiamos en que así sea. Porque la revolución no espera.

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