- Redacción
- •
- 2021-03-08 00:00:00
Es en la tierra donde la viña, como cualquier otro vegetal, hunde
sus raíces y se alimenta del sustento que en ella encuentra gracias a su
vocación exploradora. Unas poderosas raíces todoterreno que lo mismo se
cuelan entre los huecos estrechos de las piedras que perforan la
naranja plasticidad de la arcilla o percuten con insistencia costras
calizas. Esta capacidad de adaptación al medio tan insólita es lo que
hace que las características de una misma variedad se expresen de forma
diferente en un lugar o en otro. Con permiso del entorno y el
viticultor, que son los alfareros que moldean el carácter de la vid, nos
asomamos para ver cómo el suelo interviene en el semblante del vino
según su composición.
Al abrigo de la piedra
Cantos redondeados por su origen aluvial o angulosas piedras procedentes de la fragmentación de rocas montañosas. Dos tipos de suelos pedregosos que dejan huella.
Ante el aparente aspecto
inerte y poco practicable de un suelo pedregoso, la viña no solo es
capaz de sobrevivir, sino que se sirve de este tipo de terreno para
conseguir unas particularidades concretas con las que se identifican
zonas de producción enteras. Es el caso de la D.O. Rueda, donde –aunque
hay otra suerte de suelos como los arenosos– el canto rodado es un
símbolo de la región junto con su uva Verdejo. Pablo del Villar,
presidente de Bodegas Hermanos del Villar de Rueda, nos ilustra sobre la
estructura de estos suelos y sus implicaciones en el vino: "Nuestro
suelo de canto rodado procede del valle del Duero. El perfil topográfico
típico está formado por unos 50 centímetros de canto con algo de arena y
arcilla para encontrar después en torno a un metro de caliza no activa y
volver a toparnos con más canto de similar origen". Este soporte en el
que las cepas de Verdejo llegan a anclar sus raíces hasta una
profundidad de seis metros imprime un carácter a sus vinos donde la
fruta de hueso y los detalles balsámicos predominan frente a los más
herbáceos propios de terrenos más arenosos. Para Pablo, el volumen y la
sensación envolvente en boca es la principal característica del guijarro
en sus vinos.
Del canto de vallisoletano a la roca de Cariñena, una
piedra que procede de la descomposición de la roca madre de la Sierra de
Algairén. Héctor Gimeno, de la bodega Grandes Vinos, sabe que el
verdadero valor de este suelo se encuentra en su capacidad de filtrar
las escasas lluvias que caen en verano y evitar la erosión y las
escorrentías cuando estas caen en forma de tormenta. Atravesada la
primera capa de rocas, la humedad queda retenida en la siguiente capa de
naturaleza arcillosa. Una frescura muy necesaria que se traslada a los
vinos y los dota de agilidad. Para Héctor, el control del estrés hídrico
tan necesario en la calidad de la uva es clave en la personalidad de
los vinos de la D.O. Cariñena. Suelos de otras morfologías darían lugar a
vinos de mayor contundencia y madurez alejados de lo que hoy
identificamos como el verdadero Vino de las Piedras.
Oro de Castilla 2020
Hermanos del Villar
D.O.P. Rueda
Verdejo
Ejemplo
preciso de lo que el guijarro de la zona de Rueda es capaz de mostrar.
Limpio, fragante y varietal. Lo que lo hace virtuoso es que la bravura
propia de su juventud está ya bien domada y armonizada, y aquí el suelo
tiene mucha culpa. Notas cítricas, de fruta de hueso e hinojo. Gustoso
en boca por el apunte goloso y de hierbabuena que se integra muy bien
dentro de una gran acidez trabajada desde el campo con producciones
limitadas.
Anayón Garnacha 2015
Grandes Vinos
D.O.P. Cariñena
Garnacha
La reflexión sobre esta Garnacha plantada en suelos rocosos de descomposición montañosa sirve para entender una interpretación diferente de la uva que está a medio camino de la versión más delicada y floral, y la más opulenta. Es frutal y balsámico, tiene carácter y, gracias a su buena acidez, es capaz de mostrar, tras esa sensación de frescura, una buena cantidad de matices que le aportan esa personalidad única tan buscada en estos vinos
El inexpugnable escudo de arena
La
aparente fragilidad de su textura contrasta con la capacidad de los
suelos arenosos de impedir que la maldita filoxera acabara con las viñas
que allí se plantaron.
Quizás sea la
cualidad más sonada de este tipo de suelo, sobre todo cuando la
impotencia de los viticultores cundía ante la afilada guadaña de la
filoxera en la segunda mitad de siglo XIX. Hoy se sabe que gran parte de
las viñas prefiloxéricas que aún se conservan o que fueron plantadas
sobre pie franco se asientan sobre suelos arenosos por ser portadores de
esa inmunidad ante el bicho maldito de la vid.
Una de las zonas
arenosas con más fama de nuestro país es Toro. Allí, Manu Fariña nos
habla de la importancia del suelo de arenas aluviales en la Tinta de
Toro: "Racimos y uvas son más pequeños de lo que cabría esperar y, por
tanto, el hollejo es más grueso y la proporción con respecto a la pulpa
aumenta, lo que favorece la concentración y sobre todo la protección
frente a la deshidratación y la pérdida de acidez del fruto". Otra
virtud de este suelo es la buena sanidad de la planta y de la cosecha.
El equilibrio creado entre la uva, el suelo y el entorno es delicado,
pero estable, y de ahí que la personalidad de los vinos de Toro esté tan
arraigada entre los consumidores de vinos con entidad.
También
encontramos suelos arenosos en la Sierra de Gredos, pero esta vez como
consecuencia de la descomposición del granito. Quién mejor que Alfonso
Chacón, de Bodegas Canopy, para explicarnos la importancia de la arena
granítica en los vinos de esta zona. Él y su socio Belarmino Fernández
fueron pioneros en comenzar a elaborar vino a partir de las viñas viejas
de aquellas laderas olvidadas de El Real de San Vicente. "Entorno,
suelo y altura. Este triángulo de factores es lo que hace que la
Garnacha aquí sea tan fresca, muestre un perfil aromático más floral que
frutal y deje esa sensación mineral a su paso". Cierto es que la
capacidad de drenaje de la textura arenosa del suelo y el equilibrio que
la planta ha adquirido con el tiempo hacen que viña y suelo sean un
mismo ente que ha ido creando su propia barrera defensiva ante
enfermedades de forma natural.
Campus Gothorum 2016
Bodegas Fariña
D.O.P. Toro
Tinta de Toro
Procede
de seis viñedos en pie franco ubicados en la zona norte del Duero en el
término municipal de Morales de Toro y la zona de Villaester. La arena
procede de la descomposición de rocas aluviales. Se elabora desde 1998 y
es todo un homenaje al patrimonio vegetal y geológico de Toro. El
carácter de los suelos arenosos queda plasmado a la perfección por su
temperamento rotundo, carnosidad, franqueza y sensación mineral
perfectamente acoplada a la crianza.
La Viña Escondida 2016
Bodegas Canopy
D.O.P. Méntrida
Garnacha
La viña de 90 años se encuentra ubicada en lo alto de una colina de granito descompuesto donde las diferentes orientaciones facilitan una maduración uniforme y equilibrada. Este suelo traslada a la Garnacha una delicadeza exquisita y una expresión que va en consonancia con el entorno que lo rodea. De cuerpo consistente y trago amable, la frutosidad es la que dibuja el perfil del vino, que en todo momento se mantiene fresco.
La elegancia del blanco
Dicen
que tras la pureza del manto calcáreo que cubre el suelo se esconden la
finura y la delicadeza de los vinos, dos de las cualidades más deseadas
por todo elaborador.
No es difícil dar en
nuestro país con dos ejemplos concretos, nítidos y diferentes de lo que
la tierra caliza es capaz de transmitir en vinos como los de la
archiconocida Ribera del Duero o el prestigioso Marco de Jerez.
En
Bodegas Comenge, su director general, Rafael Cuerda, es consciente de la
heterogeneidad de suelos que la Ribera es capaz de aglutinar, pero
entre ellos los que contienen un porcentaje elevado de caliza
–proveniente de la primera zona de degradación del páramo– definen un
perfil de vino sin duda diferencial con respecto al resto. Este aspecto
singular incide sobre el propio tanino y su mayor capacidad de
maduración e integración, de manera que se consiguen vinos con un
paladar amable en el que se evitan aristas y se encuentra un perfil
refinado. Uno de los inconvenientes que según Rafael ofrecen estos
suelos es la falta de acidez, sobre todo en variedades tan sensibles a
este parámetro como la Tempranillo: "Hacemos frente a esta pequeña pega
mediante prácticas agronómicas como el aporte de turba y azufre o
incorporando un porcentaje de Cabernet Sauvignon".
Pero la caliza más
pura la encontramos en el Marco de Jerez. Allí, Montserrat Molina y
Armando Guerra, desde Bodegas Barbadillo, han conseguido plasmar toda la
pureza de esta tierra en un proyecto extraordinario en el que buscan la
máxima expresión de la albariza. Ás de Mirabrás es su nombre y es el
fruto de años de estudio y reflexión para encontrar una vía de expresión
de la viña vieja y el terreno calizo sin que ningún tipo de crianza se
interponga en ese discurso en el que la finura es la cualidad que mejor
define a los grandes vinos del Marco. "Además, se trata de una finura
noble, que puede aportar longevidad y elegancia a las elaboraciones más
básicas", aseguran Montserrat y Armando. Y toda esa finura –fruto de
siglos de conocimiento, adaptación y musicalidad entre los elementos– es
el origen de la sapidez y complejidad que posteriormente la crianza
biológica es capaz de mostrar.
Don Miguel Comenge 2016
Bodegas Comenge
D.O.P. Ribera del Duero
90% Tempranillo, 10% Cabernet Sauvignon
La mejor de las cualidades de este vino es lo bien balanceado que está el extracto y la profundidad de sus aromas, con la amabilidad de un tanino perfectamente integrado y domado. Hay poderío, pero el moldeado de ese carácter es impecable. Crianza elegida y ajustada con mucho conocimiento. Es sabroso, envolvente y con una elegancia que se aprecia tras el trago, donde van desfilando multitud de matices sin dejar ni la más mínima arista.
Ás de Mirabrás 2019
Barbadillo
V.T. de Cádiz
Palomino Fino
Es uno de los paradigmas más claros de la finura de la caliza jerezana (albariza) por cómo la desnudez de la elaboración trata con respeto infinito el carácter del suelo del Marco de la mano de la mejor embajadora de esa cualidad, la viña vieja. Los aromas de flores, tiza y sutiles apuntes anisados son deliciosos. Sabroso, con volumen, pero a la vez vivo y grácil. Tras el trago, el sabor del terruño queda impregnado en el paladar desde la delicadeza.
El sabor de la madre tierra
El
volcánico es con toda seguridad el suelo que más sensaciones sápidas
traslada al vino y el archipiélago canario el mejor exponente de esa
conexión con este tipo de suelo.
Para
entender cómo queda impreso en los vinos el sello volcánico hay que
saber que tras esa impronta se encuentra la propia formación de las
Islas Canarias, cuya teoría más aceptada es que la presión que la placa
euroasiática ejerce sobre la africana provoca empujes por donde accede
el magma hacia la superficie. Jorge Méndez, de Bodegas Viñátigo
(Tenerife), un gran conocedor de todos estos procesos geológicos de las
islas, sostiene que la característica crucial que define a los suelos de
Tenerife es su heterogeneidad, que depende del momento de formación y
el tipo de erupción volcánica que se produjo. Así, el Macizo de Teno en
la parte noroccidental de la isla corresponde a un terreno más antiguo
y, por tanto, más descompuesto que contrasta con la vertiente norte,
afectada por erupciones más recientes –incluida la del Teide– que se han
ido superponiendo. Para Jorge, la salinidad y complejidad aromática de
los vinos de Tenerife son el fiel reflejo de sus suelos, pero también
hay que atender a otros factores, como los Alisios y la particular
viticultura con la que se trabaja.
Aunque para paisajes volcánicos de
impactantes, el de Lanzarote. Víctor Díaz no escatima pasión para
contar lo que se vive cada cosecha en aquella isla. "En 1730 comenzaron
una serie de erupciones del Timanfaya que cubrieron de lava y ceniza
–conocido como picón– el fértil suelo de la isla". Aquella aparente
catástrofe es lo que convirtió en únicos los suelos de Lanzarote. Esa
capa de picón ronda los tres metros de profundidad hasta llegar a la
tierra cultivable. Es por eso por lo que la viticultura de allí consiste
en abrir un hoyo de dimensiones considerables a modo de cráter hasta
encontrar esa zona donde la vid pueda sobrevivir. El picón sirve de
reservorio de humedad en una isla donde apenas llueve y los vientos
soplan con insistencia. Un paisaje de otro planeta que transmite a sus
vinos un sabor muy especial (mineralidad) que se une a la salinidad del
océano depositada en la viña gracias a los Alisios.
Ensamblaje Tinto 2018
Bodegas Viñátigo
D.O.P. Islas Canarias
Tintilla, Baboso Negro, Negramoll, Listán Negro
En su nombre está la esencia de este vino no solo a nivel de variedades, sino de suelos y altitudes (desde el nivel del mar hasta los 1.000 metros). La conjunción de suelos de diferentes edades, formaciones y texturas dan un vino de una distinción magnífica. Gran diversidad de matices (flores, finas hierbas, pólvora, grafito, especias, fruta negra madura), etructura noble y sensación sápida dominada por el recuerdo floral.
Malvasía Volcánica 2019
Bodega Vulcano
D.O.P. Lanzarote
Malvasía Volcánica
Entre la frescura que la variedad alberga en su interior y la singularidad del terreno volcánico, el vino resultante es sin duda uno de los más expresivos y particulares de la isla de Lanzarote. Su intensidad aromática está definida por las notas de flores, fruta de hueso, toques anisados y un deje mineral que le aporta esa distinción sobre el resto. Salino en boca, fresco, con volumen y largo en el posgusto con una parte de mayor presencia frutal.
Desafío para valientes
Los
esquistos negros y afilados de pizarra son los responsables de los
vinos más rotundos y de personalidad más genuina de nuestra geografía.
Un festín para los sentidos.
Desde que la licorella del
Priorat –es así como llaman al suelo de pizarra allí– adquiriera fama
mundial de la mano de elaboradores tan insignes como René Barbier o
Álvaro Palacios ha llovido mucho y se han ido descubriendo otras
ubicaciones donde este terreno pone de relieve el gran reto que supone
hacer viticultura en él.
Es en Cebreros donde, aunque la
descomposición del granito es dominante, existe una lengua de pizarra a
partir de la cual Telmo Rodríguez empezó a hacer vino hace dos décadas.
Hoy capitanea ese proyecto Marc Isart, uno de los mayores expertos de la
zona, que nos desvela el verdadero valor de este suelo en una zona como
Cebreros, donde la Garnacha adquiere otra dimensión. Son suelos poco
profundos (25 centímetros), muy pobres, con vetas de cuarzo y textura
limo-arcillosa. Esta austeridad se traduce según Marc en producciones
muy limitadas y vinos de intensidad aromática considerable, con buen
balance entre el dulzor y la acidez. Aunque lo que realmente llama la
atención es la textura del vino. "La pizarra confiere un carácter de
tanino más fino que los suelos graníticos de la zona. Un marcado
recuerdo a tiza en boca".
Hemos dado con una pizarra diferente dentro
del Priorat trabajada por Jose Mas, enólogo de Costers del Priorat.
Dispone sus capas en vertical, lo que facilita que el agua penetre y se
administre en épocas de carestía. "La pizarra es un suelo cálido en
superficie, pero fresco en profundidad, donde obliga a las cepas a
desarrollar un sistema radicular vertical, con el objetivo de buscar la
humedad tan apreciada en las fuertes pendientes y con climas
mediterráneos". La pobreza de los suelos mantiene a raya el vigor de la
cepa y por lo tanto su producción, pero favorece la intensidad del
fruto, el equilibrio, la tensión y la capacidad de evolución. Jose
concluye: "La pizarra es aquel maestro que fue exigente con nosotros,
pero que supo extraer lo mejor de cada uno".
Arrebatacapas 2015
Compañía de Vinos Telmo Rodríguez
D.O.P. Cebreros
Garnacha
Uno de los vinos más personales que salen de la zona pizarrosa de Cebreros. La viña está ubicada en una ladera orientada hacia el sur rodeada de vegetación mediterránea. El carácter es singular. Los aromas anisados, de fruta roja (endrinas) y flores quedan acompañados por toques minerales, especiados y finas hierbas. Tacto construido por un tanino fino, delicado y sin estridencias. Al final, una sensación licorosa que habla de la zona.
Clos Alzina 2017
Costers del Priorat
D.O.Q. Priorat
Cariñena
Aunque
hablar de pizarra es hablar de Priorat, hemos elegido este vino que
procede de una parcela asentada sobre la veta de pizarra más antigua de
la zona y probablemente de España (400 millones de años). Hay
concentración y tensión, dos conceptos que pueden resultar
contrapuestos, pero que resulta ser la mejor definición de este tipo de
suelos. Poderoso, profundo, expresivo y con una magnífica capacidad de
evolucionar en el tiempo.
El suelo generoso
La
arcilla es exigente y caprichosa en cuanto a la gestión de la lluvia
recibida, pero espléndida en dotar al vino de un carácter único en
sabores y texturas.
Encontrar la personalidad
del suelo arcilloso en una elaboración no es tarea fácil. Son varias las
dificultades que se plantean relacionadas sobre todo con los recursos
hídricos disponibles. Lauren Rosillo, director técnico de Familia
Martínez Bujanda, se encuentra cómodo trabajando esta tierra en Finca
Antigua, pero sabe que la capacidad de retención de agua de la arcilla
es positiva cuando existe una pluviometría basal porque este suelo
formado por arrastre es capaz de liberarla en los meses de sequía. Pero
cuando las lluvias no alcanzan ese mínimo, la arcilla captura las
moléculas de agua y no las cede, negando a las raíces ese bien tan
preciado, por lo que el estrés aumenta y complica la maduración de la
uva. El arcilloso es un suelo fresco que aporta estructura, color,
profundidad y una considerable capacidad de envejecimiento. "Este tipo
de suelos se expresa mejor en vinos de largas crianzas que en jóvenes",
opina Lauren, conocedor del potencial que atesora este terreno en plena
Mancha conquense.
Ese comportamiento tan caprichoso como generoso de
la arcilla lo experimenta también Gemma Verdaguer, gerente de Palacio
Quemado en la extremeña Tierra de Barros. "La gran exigencia de este
suelo es cuando las lluvias llevan al límite al terreno y acaba
agrietándose por falta de hidratación". Por eso es tan importante que la
lluvia caída alcance la capacidad mínima de agua retenida por la
arcilla para convertirse en el verdadero salvavidas de la viña cuando en
verano el sol expolia cualquier reducto de humedad. Para Gemma, la
arcilla da vinos más anchos que afilados y una característica sensorial
de los vinos procedentes de este tipo de suelos es la sensación
pulverulenta que se reconoce entre los aromas varietales, así como las
notas de tierra mojada y hongos. "Además, es una sensación que cuando la
identificas la incorporas a tu memoria olfativa y la puedes extrapolar a
otras elaboraciones similares". En Palacio Quemado además se juega con
tino con las cualidades enológicas de las variedades para dotar a los
vinos de vitalidad y longitud más allá de la prestancia que aporta el
suelo arcilloso.
Clavis Pico Garbanzo 2012
Finca Antigua
D.O.P. La Mancha
Varias variedades
El mosaico de variedades que se dan en la parcela es el principal aliciente de este vino cuyo ensamblaje se produce en el campo, donde el equilibrio de maduración es todo un reto. Hay que abrirlo con tiempo para descubrir la paleta de aromas. Nariz conjuntada y armoniosa con notas de regaliz, mentolados, especias y una fruta confitada en sintonía con los detalles de la crianza. Boca fresca, con un tanino vivo y una gran proyección en el tiempo.
La Zarcita 2018
Palacio Quemado
V.T. de Extremadura
Varias variedades
Magnífico
trabajo de armonización de variedades con diferentes tiempo de
maduración, entorno y sobre todo suelo. La viveza que se aprecia en
nariz corresponde con una serie de matices de frutos rojos, flores,
detalles silvestres, especiados y un deje terroso que es lo que lo hace
atractivo. En boca transcurre con jugosidad. Es corpulento, carnoso y
prevalece una sensación de frescura muy grata que refuerza el toque
floral y le da protagonismo.