Política sobre cookies

Utilizamos cookies propias y de terceros, así como los datos de la conexión del usuario para identificarle. Estas cookies serán utilizadas con la finalidad de gestionar el portal, recabar información sobre la utilización del mismo, mejorar nuestros servicios y mostrarte publicidad personalizada relacionada con tus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos y el análisis de tu navegación (por ejemplo, páginas visitadas, consultas realizadas o links visitados).

Puedes configurar o rechazar la utilización de cookies haciendo click en "Configuración e información" o si deseas obtener información detallada sobre cómo utilizamos las cookies, o conocer cómo deshabilitarlas.

Configuración e información Ver Política de Cookies

Mi Vino

Vinos

CERRAR
  • FORMULARIO DE CONTACTO
  • OPUSWINE, S.L. es el responsable del tratamiento de sus datos con la finalidad de enviarles información comercial. No se cederán datos a terceros salvo obligación legal. Puede ejercer su derecho a acceder, rectificar y suprimir estos datos, así como ampliar información sobre otros derechos y protección de datos aquí.

Jumilla, un lugar donde el paisaje crea el vino

5G1E3U6U9S1F5M2M6S6P3P7P9G9H0M.jpg
  • Antonio Candelas
  • 2021-09-29 00:00:00

Para aprovechar las posibilidades que brinda el territorio de la D.O.P. Jumilla, hay que mirarla desde todos los ángulos. Solo así obtendremos una visión global y enriquecedora de lo que esta tierra fronteriza entre Albacete y Murcia es capaz de revelarnos.


Jumilla está forjando su futuro a base de poner mucho empeño en dar a reconocer las fortalezas que van más allá de su icónica y gloriosa Monastrell. Paisajes, suelos, altitudes, uvas autóctonas y otras que no lo son están emergiendo para mostrar al mundo una zona que, aunque tiempo atrás triunfó con sus vinos concentrados, de alto grado y mucho color, hoy mira al frente sabiendo que en cada punto del caprichoso skyline geológico de la D.O.P. Jumilla las uvas captan esos matices del entorno y los vuelcan sobre unos vinos que hablan de un tipo de mediterraneidad diferente que se está abriendo paso como nuevo paradigma de este concepto.
A lo largo de seis proyectos enológicos de muy distinta índole, vamos a desgranar ese potencial enopaisajístico que tantas alegrías está proporcionando a la zona y que se está convirtiendo en una referencia porque es aquí donde una uva como la Monastrell, austera y sufridora, consigue dar lo mejor de sí.


De norte a sur
Fuente Álamo y Montealegre –ambos, pueblos pertenecientes a la provincia de Albacete– se sitúan en la zona más septentrional de la D.O.P. Jumilla. No solo eso, además sus viñedos están plantados en altitudes que rondan los 1.000 metros. Carlos y su hermano Juanjo forman parte de la cuarta generación de una estirpe vinatera en Fuente Álamo y lideran el proyecto de Bodega Cerrón. Buscamos con él algunas de las ubicaciones más interesantes de este municipio con las que elaboran los vinos de la gama Stratum Wines.
La Calera del Escaramujo es una parcela plantada en 1942 a pie franco sobre un terreno calizo de grava. Es una Monastrell expuesto al norte a 980 metros de altitud, una zona muy fría en la que la maduración se alarga hasta la primera semana de octubre. La Pedrera es otra parcela cercana a la primera en orientación noroeste. El suelo está cubierto por una manta de piedra caliza con la curiosidad de que su corazón es silíceo y está envuelto por una capa calcárea. La mayor profundidad del suelo (metro y medio) y el marco de plantación tradicional de tresbolillo hace que haya más plantas por hectárea y, por lo tanto, menos producción. Una tercera parcela la podemos encontrar en el límite de la D.O.P. Jumilla. Está en pleno Monte de la Muela. A 1.100 metros de altitud encontramos de nuevo un suelo calizo, pero con una profundidad de tres metros que continúa con un horizonte arcilloso con capacidad de retención de agua. La recolección de esta Monastrell se realiza 15 días más tarde que en las parcelas anteriores.
Los vinos de las dos primeras parcelas altas y con una componente caliza muy importante mantienen un perfil fino, con un carácter mediterráneo planteado desde la frescura. Discretos en intensidad frutal, pero expresivos en boca. En la viña del Monte de la Muela, el vino tiene un carácter distinto por ese fondo arcilloso que le concede un paladar más opulento.
Y del norte de la D.O.P. a la bodega más al sur, con los viñedos a una altitud que ronda los 350 metros, Bodegas Viña Elena. La tercera generación de la familia Pacheco es la única que cultiva la vid en el Valle Estrecho de Marín. Ubicado en la parte murciana de la D.O.P. Jumilla, este valle está entre dos formaciones montañosas: La Rajica de Enmedio y Solana Sopalmo. Con orientación este-sureste, es el lugar donde la viticultura se vuelve heroica por el estricto secano al que se ven sometidas las cepas y por el calor sofocante que envuelve a la viña en los meses de verano. El suelo predominante es de piedra blanca y arena, aunque en las zonas más bajas del valle aparecen manchas arcillosas.
Si hubiera que describir los vinos que salen de estas viñas, habría que llamarlos vinos valientes. Elena Pacheco y su equipo se enfrentan todos los años al riesgo de la sobremaduración de la uva. Por eso no se pueden despistar ni un momento y estar con las herramientas de vendimiar listas para capturar el carácter de la viña sin que la uva se deshidrate y entre en proceso de pasificación. El fin es conseguir una expresión mediterránea de fruta fresca y monte bajo, y eso conlleva gestionar muy bien los tiempos de maduración y los rigores del clima.
El contraste de esta bodega lo encontramos en Casa Quemada. Se trata de unas 40 hectáreas de Monastrell en vaso a unos 700 metros de altitud entre lo que se denomina la Peña Rubia y la Cingla. De aquí saldrá un vino parcelario seleccionando las zonas con un carácter más fresco, donde la finura de la caliza quede bien marcada. Otra versión de la uva reina encuadrada dentro del carácter mediterráneo de mayor frescura.

El paisaje por bandera

Pero en la D.O.P. Jumilla no solo encontramos en sus vinos esas diferencias entre norte y sur o entre la mayor o menor componente caliza de sus suelos. También se plasma cada una de las líneas que definen el alma de su paisaje: montañas de formas curiosas y nombres entrañables (la Peña Rubia, el Carche, los Hermanillos, el Buey...), el aroma de la vegetación mediterránea y una gestión del viñedo que priorice el aspecto cualitativo frente al cuantitativo.
Casa Castillo, situada en el altiplano jumillano, es un ejemplo paradigmático de cómo el paisaje queda grabado en sus vinos. José María Vicente, alma máter del proyecto y tercera generación de una familia dedicada al vino, tiene muy claro cómo debe actuar para que los aromas, sabores y texturas de aquellas laderas umbrías de la Sierra del Molar hablen por sí mismas en sus vinos. En las 400 hectáreas de la finca, se dedican al viñedo 170, con las que elaboran seis vinos. Desde los más inmediatos y frutales procedentes de las zonas bajas con suelos de mayor contenido limoso hasta los que buscan una expresión más austera, discreta y mineral de la caliza. José María dedica todos sus esfuerzos a conocer la finca, a cultivar un Monastrell procedente de la selección masal de sus mejores plantas y a desarrollar lo que él llama una viticultura de raíz, es decir, conocer su comportamiento en los diferentes horizontes explorados: "Hay mucha profundidad. Si la raíz es capaz de profundizar, aunque son viñas de secano, no hay déficit hídrico".
Bodegas Carchelo es otro de los proyectos que fían la personalidad de sus vinos al paisaje y a los matices con los que cada lugar va creando una Jumilla diferente bajo el paraguas de lo mediterráneo. El entorno de la viña de donde sale el único monovarietal de Monastrell de la casa –Muri Veteres– es de una belleza y representatividad jumillana fabulosa. Desde ella se pueden observar los grandes iconos del municipio que da nombre a la D.O.P.: El Castillo, Santa Ana del Monte, El Carche, El Buey y Los Hermanillos. Una panorámica en 360 grados más jumillana, imposible. Las plantas aguantan estoicas la dureza a la que su ubicación las somete. Un secano heroico y rabioso de orientación sur sobre una ladera de Los Hermanillos, de suelo calizo, textura pedregosa y poca profundidad. Las viejas cepas, plantadas en pie franco, se ven sobrias, agazapadas, clamando piedad a la pobreza de los suelos y a la generosidad del sol. Pero de esta severidad nace el fruto de un vino de un carácter inigualable. Las plantas alargan la maduración porque tienen tan pocos recursos que paran el proceso como si necesitaran recuperar el resuello tras el esfuerzo. Nada que ver con la viña de Syrah orientada al norte en las faldas de la Sierra del Carche con las que elaboran Altico. La noche y el día de dos viñas jumillanas separadas por escasos kilómetros.

Vinos de trazos precisos
Conocer las virtudes de cada localización y lograr plasmar el paisaje desde la pureza solo se consigue si en bodega se elabora con profundo respeto. El bodeguero tiene que ser el intérprete y portavoz de la viña, y eso requiere mucho estudio.
BSI (Bodegas San Isidro), con su estructura cooperativista, es el proyecto que más hectáreas de viña aglutina. En total controlan 1.400 hectáreas de majuelos en vaso con una edad media de 35 años. Pablo Ossorio dirige los aspectos técnicos de la bodega y es consciente de la gran calidad de la uva que tienen. En su labor está incluido el enorme reto de entregar al mercado vinos con personalidad jumillana adaptados al gusto del consumidor. El proyecto Gémina Las Fincas trata de condensar el potencial y la diferenciación de tres parajes de Monastrell en pie franco.
En ellas podemos encontrar el carácter de los suelos arenosos cubiertos por cantos de origen volcánico a los pies del Pitón de Cancarix. Aquella viña entre pinares es la que se vendimia antes de las tres, y el vino –Finca El Volcán– marca mucho la sensación salina en boca. Finca La Cabra procede de una parcela de elevada pendiente y suelo arcillo-calcáreo en el paraje de Dos Hermanas. En este caso, es un vino más opulento y de mayor volumen. Sin embargo, Finca Los Tomillares se elabora con tres parcelas pequeñas ubicadas entre Ontur y Tobarra y son las últimas que se vendimian. Su expresión va en una línea más balsámica y con sensaciones golosas en boca. Sin duda, una muestra de diversidad y elaboración minuciosa.
Otro de los proyectos que ofrecen un perfil de vino diferente basado en una elaboración de ensamblaje de parcelas y, por tanto, de suelos es la Bodega Pío del Ramo, ubicada en Ontur (Albacete). Agustín Miñana, su enólogo, utiliza las cualidades de cada una de las 150 hectáreas de viñas en los municipios de Jumilla, Ontur y Albatana para construir los vinos. La base es de Monastrell y le incorpora pinceladas de otras variedades internacionales. Es el caso del tinto Pío del Ramo Crianza, donde a la reina de Jumilla la acompañan porcentajes de Petit Verdot, Syrah y Cabernet Sauvignon. Es un vino poderoso, intenso y con el interesante juego entre la fruta negra y las especias. Pero también encontramos blancos como el Chardonnay Barrica, procedente de una viña de suelo calcáreo de 20 años de edad con un toque salino que aporta sapidez a la textura cremosa.
En este viaje hemos constatado el rumbo que algunas bodegas han decidido tomar hacia la diferenciación de sus vinos basándose en lo que el entorno de la viña concede. Es muy positivo que las interpretaciones del paisaje de una región sean diversas, siempre y cuando vayan de la mano de un discurso cohesionado y cuyo fin sea la distinción con respecto a otras zonas de producción.




enoturismo


gente del vino