• Antonio Candelas
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• 2023-09-29 00:00:00

El  escenario de subidas continuas y sostenidas de los precios que empresas y hogares soportan desde hace meses necesariamente influye en nuestros hábitos y, como bien de consumo que es, el vino padece –y de qué manera– esta coyuntura poco tranquilizadora.

Si ahondamos en los últimos datos publicados de consumo interno de vino en nuestro país, hemos dejado de disfrutar de 620.000 hectolitros de vino de mayo de 2022 a mayo de 2023, según una información publicada en el número 3.643 de La Semana Vitivinícola. En porcentaje, ese consumo ha supuesto una caída de 7,2 puntos en datos interanuales.
Las fluctuaciones observadas en los últimos años en términos de consumo de vino responden a un sinfín de eventos exógenos sobre los que poco se puede hacer, más que desarrollar nuevas líneas para mantener la rentabilidad del sector. A lo largo de los últimos meses, el incremento de los precios ha hecho que tengamos que hacer ajustes presupuestarios en nuestra economía doméstica, en la que el vino suele llevarse la peor parte.
Con todo, es necesario recordar algún dato del sector del vino de España para poner en contexto su importancia, porque me da la ligera sensación de que, en un país eminentemente agrícola y muy vitícola, se conoce muy poco su impacto en la economía nacional.
En cuanto a superficie de viña plantada, España está a la cabeza a nivel mundial con un viñedo que ronda el millón de hectáreas, lo que supone el 13% de la superficie total. Todas estas cepas son trabajadas y cuidadas, y su fruto es transformado en vino por cerca de medio millón de personas, nada menos que casi el 2,5% del empleo de todo el país. Por último, conviene apuntar que esta inmensa actividad participa en el PIB nacional con la nada despreciable cantidad de 2,2 puntos porcentuales.
Todo ello sin entrar a valorar el tremendo impacto que supone esta actividad en el desarrollo rural, en el mantenimiento del paisaje y en el compromiso firme con su sostenibilidad, que ha hecho que sea uno de los sectores más avanzados en esta cuestión de innegable importancia.
Pues con esta apasionante realidad de nuestro querido vino hemos afrontado la 14ª Edición de la Guía del Vino Cotidiano, editada por Opuswine. Sin intención de resultar oportunista, quizá esta es la edición más ilusionante que hemos puesto en la calle porque con ella hemos querido más que nunca dar relevancia a valores de nuestro sector pocas veces resaltados en un momento en el que todo anda por las nubes.
Me he permitido bucear por aquella primera edición 2010-2011 publicada en plena crisis económica como un bálsamo para los bolsillos que aún querían seguir disfrutando del hábito cotidiano de una copa de vino. En ella ya se observaba el salto de calidad que el vino económico había dado gracias a la profesionalización del sector y a los recursos técnicos de los que las bodegas se habían dotado.
Hoy, 14 ediciones después, podemos concluir que el vino cotidiano, ese que nos complace cada día sin necesidad de rascarnos el bolsillo más de la cuenta, sigue destacando por su calidad, entendida no solo como virtud técnica, sino como elemento a través del cual se ofrece la expresión honesta de una uva o de un lugar. Y todo ello sin menospreciar la intención del elaborador a la hora de interpretar libremente la cosecha bajo diferentes perfiles de vino.
Con la selección de estas 750 elaboraciones podréis disfrutar de la amplísima gama de matices que nuestro viñedo nos concede sin gastaros más de 10€ en una botella. Entre todos ellos (blancos, rosados, tintos, espumosos y generosos) tendréis siempre una gran opción disponible esperando para sorprenderos. 750 gratas sorpresas con las que os engancharéis a una forma de entender el vino sin complicaciones, sin rituales rimbombantes y sin miedo a la temida cuenta final.
Como viene siendo habitual, la estructura de la Guía distingue a todos aquellos vinos que hayan alcanzado o superado los 90 puntos en el ejercicio de cata con su entrada en el Cuadro de Honor. Una suerte de olimpo báquico en el que convive una selección con niveles de calidad extraordinarios.
Por último, es justo agradecer el cariño, el compromiso y la profesionalidad de todas las bodegas que han hecho posible esta Guía. Sin lugar a dudas, la gran valía humana del sector es otro de los motivos por los cuales merece la pena trabajar. Ver la ilusión con la que cada proyecto (grande o pequeño) participa, la disposición siempre amable de facilitar nuestra labor y la confianza en el medio es cuanto menos emocionante y, sobre todo, de un valor incalculable con permiso de la dichosa inflación.
Tomad esta Guía como un remedio contrastado contra todo impedimento que nos vendan para disfrutar de una buena copa de vino. Seamos conscientes del valor de nuestro sector vitivinícola y protejámoslo para que siga existiendo un entorno rural sostenible y rentable, además de paisajes de vino en los que perdernos de vez en cuando, que nunca viene mal gozar de su belleza y autenticidad. 

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