- Antonio Candelas
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- 2024-11-11 00:00:00
La familia Luis Cañas, referente en el mundo vitivinícola, ha demostrado un compromiso inquebrantable con la preservación de viñedos viejos. Este enfoque no solo permite la elaboración de vinos de territorio, sino también la conservación de la biodiversidad y la herencia cultural asociada a estos viñedos.
En 2020, la Familia Luis Cañas, una de las familias más relevantes y visionarias de la viticultura española, cumplió 50 años. En estas más de cinco décadas, ha mantenido una profunda convicción: la protección y recuperación de la viña vieja no solo es clave para la elaboración de grandes vinos, también es fundamental para preservar el patrimonio cultural y natural de los territorios vitícolas. A través de sus tres bodegas –Luis Cañas y Amaren en Rioja, y Dominio de Cair en Ribera del Duero–, la familia ha apostado por la viña vieja, en algunos casos centenarias, y la viticultura sostenible como pilares de un modelo de viticultura que respete el medio ambiente y contribuya al desarrollo local.
En esta cata de una añada de gran importancia para la Familia Luis Cañas trasladamos esa idea de diversidad, singularidad y expresión pura del paisaje. En las dos elaboraciones de Rioja Alavesa
–Finca Poyotos (Luis Cañas) y Cristo de Samaniego (Amaren)– y la de Ribera del Duero –Las Matillas (Dominio de Cair)– no solo hay que destacar el esfuerzo, valentía y paciencia para rescatar y entender parcelas tan frágiles y tan importantes en lo vitícola, también alabar la interpretación en bodega para que cada uva aporte su pincelada de carácter, que el entorno imprima su aspecto distintivo, todo quede armonizado y cada matiz justamente dimensionado.
Además de la precisión y expresión territorial de los vinos de Familia Luis Cañas, el gran valor de su mensaje radica en la protección de un patrimonio vitícola único que crea identidad y desarrollo.
El Cristo de Samaniego 2020
Samaniego (Álava)
Altitud: 625 metros
Superficie: 2,31 hectáreas
Año de plantación: 1980
Con más de 40 años, este viñedo fue uno de los primeros en plantarse en la zona alta de Samaniego, a más de 600 metros de altitud. La peculiaridad de esta parcela no solo reside en su antigüedad, sino también en su ubicación, cercana a la Sierra de Cantabria y rodeada de naturaleza salvaje. El clima severo, con fuertes vientos y bajas temperaturas, contribuye a dotar a los vinos de frescura e intensidad. Además, el viñedo se maneja para enriquecer la biodiversidad en la zona, para lo cual, además de dotar a la parcela de lindes vegetales, casetas y bebederos, la viticultura es absolutamente consecuente con esa filosofía de respeto y sostenibilidad. Vibrante en nariz, con una parte de fruta que marca el carácter del vino. Enérgico, silvestre, con detalles florales sugerentes. Boca con nervio y recorrido de gran energía. La frescura inunda el paladar y lo llena de matices minerales y del entorno.
Finca Poyotos 2020
Leza/Páganos (Álava)
Altitud: 583 metros
Superficie: 1,18 hectáreas
Año de plantación: 1920
Situada en una cima entre Leza y Páganos, el difícil acceso a la parcela ha favorecido su conservación durante más de un siglo. Este viñedo –en el que hay 16 cepas de variedades desconocidas en proceso de identificación genética en el proyecto de recuperación varietal de Familia Luis Cañas– produce cantidades muy limitadas (menos de 2.000 kilos por hectárea), lo que subraya el enfoque en la calidad sobre la cantidad. Predomina la Tempranillo, complementada por Garnacha, Graciano, Bobal, Viura, Malvasía Riojana y Calagraño, que aportan singularidad y personalidad: un field blend que expresa la singularidad de la viña con una profundidad frutal excepcional guiada por una finura calcárea deliciosa. El fondo de regaliz y de hierbas de monte participa con la parte más balsámica. Frescura arrebatadora en boca, a la que se suman una viveza y una sapidez que arman el vino con una raza emocionante. Gran ejemplo de territorio y respeto del mismo.
Las Matillas 2020
La Aguilera (Burgos)
Altitud: 850 metros
Superficie: 0,36 hectáreas
Año de plantación: 1930
Finalmente, en Ribera del Duero, encontramos esta parcela diminuta ubicada en La Aguilera. Este viñedo fue plantado en 1930 y está situado a 850 metros de altitud, rodeado de pinares y monte bajo. Al igual que en las otras fincas, se destaca la importancia de la altitud y la biodiversidad del entorno, elementos que influyen directamente en la frescura y la tipicidad de los vinos. El señorío aromático es lo que conmueve de este vino. Quizá por ese entorno en el que está plantada, quizá por la genética de la viña o por ambas razones, este vino es una auténtica lección de paisaje. La fruta roja y negra juegan con notas de finas hierbas y hojarasca. Profundo y mineral, carnoso en boca, sabroso, firme en su estructura, con un final en el que aparecen detalles de regaliz, pero también de flores y un fondo de grafito que desfila sutil aportando elegancia y complejidad a este gran vino.