- Raquel Pardo
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- 2024-12-16 00:00:00
"Es necesario que sepamos degustar un vino, que podamos apreciar la complejidad organoléptica de una bebida sugerente que solo habla a quien sabe escuchar. Por eso y para eso nace MiVino". Estas eran las palabras de Carlos Delgado, uno de los fundadores de esta revista que hoy ve nacer su número 300 en un entorno poco menos que hostil para la prensa del vino en papel.
Pero ahí, como veremos en los personajes que siguen a estas líneas, encontramos la vocación por extender la pasión que es capaz de despertar el vino en quienes formamos parte de él desde una u otra posición, con mayor o menor fortuna. Los que vienen a continuación son solo una parte de los nombres que han acompañado e inspirado artículos en esta revista, compartido sus visiones, dado que hablar y, sobre todo, contribuido a que hoy estemos presenciando el que es, quizá, uno de los mejores momentos de la historia del vino español. Desde estas líneas, gracias a los que aquí se citan, y a muchos otros más que forman parte de esta trayectoria.
Pioneros
Durante su larga y significativa carrera, Alejandro Fernández ha sido calificado de pionero, histórico, impulsor… Todos ellos, adjetivos que atesora un personaje carismático y de enorme talento que ha dejado huella en la historia reciente del vino español. Si preguntáramos a productores destacados de la Ribera del Duero –donde Fernández comenzó a elaborar sus primeras botellas en los setenta– si el vino de esta región habría sido el mismo sin su presencia, la respuesta de todos sería un no rotundo. Porque el autor del célebre Tinto Pesquera fue pionero en una apuesta firme por los tintos, la Tempranillo y las elaboraciones que hoy toman el apelativo de mínima intervención, algo que él resumía argumentando que sus vinos "no dan dolor de cabeza porque no llevan químicos". Se podría decir más alto, pero no más claro.
Tampoco el vino patrio habría sido el mismo sin las aportaciones y el talento de Carlos Falcó, marqués de Griñón, ingeniero agrónomo, bodeguero y, tal como lo define el divulgador Luis Vida, creador de los "supercastellanos". Y es que, tal como en Italia algunas bodegas hoy míticas, como Tenuta San Guido o Antinori, crearon los llamados supertoscanos a base de variedades típicas de Burdeos, especialmente la Cabernet Sauvignon, Falcó plantó las primeras cepas de esta variedad en 1974 tras pasar por la Universidad californiana de Davis y estar convencido de que el clima de Toledo, donde está Finca Valdepusa, era idóneo para que madurara y lo hiciera mucho mejor que la Tempranillo castellana. Este atrevimiento, además de ilegal, fue también un punto de partida para una nueva visión sobre los vinos de Castilla-La Mancha y la puesta en marcha del Vino de Pago, que hoy se ha transformado en una asociación, Grandes Pagos de España, con dos décadas de trayectoria a sus espaldas en defensa de la elaboración a partir de viñedos en propiedad.
A ella perteneció también Javier Zaccagnini, personaje casi renacentista a quien el vino conquistó por casualidad. Sin embargo, una vez inoculado el veneno, no hubo vuelta atrás y este ingeniero industrial de formación y melómano empedernido pasó por la dirección del Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero antes de emprender el vuelo y fundar exitosos proyectos bodegueros: junto a Mariano García puso en marcha Aalto, una bodega enfocada a trabajar con viñedos de diferentes pueblos de la Denominación cuyos vinos resultantes se ensamblan al final para lograr la máxima armonía y un equilibrio perfecto, al estilo de un director de orquesta. Luego llegó la revolución que supuso Ossian por su modo de entender la Verdejo, valiéndose de viñedos prefiloxéricos de la zona de Nieva, y darle su merecido lugar como gran uva blanca española. Su último proyecto fue el más personal, Sei Solo, que encarriló junto a su hijo Michael y su nuera, María Gamboa, y que vio consolidado como uno de los más interesantes tintos del Duero antes de morir prematuramente, a los 69 años, un frío día de enero de 2023.
Valientes
No como una obra musical, pero sí como un arte, entendía el vino Emilio Moro, segunda generación de viticultores, nacido en Pesquera de Duero en 1932 y fundador en 1987, junto a sus hijos Javier y José, de la bodega que lleva su nombre y el de su padre –este, natural de Valbuena de Duero–. Emilio Moro y su padre ya contaban con viñedos desde principios de los años veinte del siglo pasado, cuando en 1924 se plantó el Pago de Valderramiro que hoy bautiza a uno de sus célebres Malleolus. Y el mismo año del nacimiento de su hijo, Emilio Moro padre plantó Finca Resalso, que es hoy el nombre de uno de sus vinos más conocidos y presentes en las barras por copas. Durante los años que siguieron a la Guerra Civil, Emilio Moro se resistió a seguir la corriente y dejar la viña en aras de plantaciones más rentables entonces. En 1989, ya con la Denominación de origen en marcha, que había empezado su andadura pocos años antes de la mano de pioneros como él, sale a la luz el tinto Emilio Moro, que culmina el sueño del patriarca de vender embotellado el fruto de su trabajo y sus viñedos, motivo de orgulllo hasta su muerte en 2008.
Diez años más tarde que el patriarca ribereño llegaba al mundo Antoni Mata Casanovas, hijo de un degollador profesional de espumosos en el Penedès que afirmaba trabajar en "asuntos de champán y otros experimentos" desde 1924, año en el que se fija el comienzo oficial de la historia de Recaredo, una casa que él llevó a lo más alto del panorama vitivinícola nacional. Mata Casanovas procedía de familia alfarera y, como su padre y su hermano, era un maestro en el arte del removido y el degüelle manual, que complementó con creatividad y talento empresarial para encabezar un proyecto basado en la viña, una idea heredada de su padre que se ha transmitido a las generaciones posteriores. Larga crianza realizada con tapón de corcho y estilo brut nature para dejar claro el mensaje del viñedo han sido las señas de identidad que defendió este hombre "honesto, inteligente, bellísima persona y enamorado de su profesión", como lo define su amigo de la infancia y también cavista empedernido, Joan Juvé Santacana.
Junto a Recaredo también remó con fuerza, en esa dirección de los espumosos enraizados en el Penedès, Xavier Gramona, a quien el vino perdió tras un trágico e inesperado accidente en agosto del año pasado. Gramona se atrevió a enfrentar, a ciegas y ante reputados profesionales del vino, a sus espumosos con algunas de las más consolidadas marcas de champagne para demostrar en vivo que nada había que temer por la calidad de las burbujas españolas de larga crianza, una posición que afianzó y por la que luchó toda su vida. Encabezó la espantada de varias bodegas fuera de la Denominación de Origen Cava por no defender el origen que desembocó en el nacimiento de Corpinnat, hoy día aglutinadora de una docena de elaboradores cuya filosofía común es el viñedo ecológico, la cosecha manual, la elaboración en la propiedad y las largas crianzas, entre otros valores. Hoy, su hijo Leo continúa, junto con Roc, hijo de Jaume Gramona (primo de Xavier), con este legado que la fuerte convicción de este señor de las burbujas inculcó en la casa.
Y no con espumosos, sino con la excelencia del vino navarro, se las vio Fernando Chivite hasta su prematura muerte en 2020. De estirpe bodeguera y enólogo de profesión, entre sus logros están algunos de los vinos más destacados de la bodega navarra y de la que fue la primera bodega de pago de la Comunidad Foral, Arínzano, antes de su salida del emporio familiar en 2011. Esa independencia le despertó la curiosidad por explorar los rosados alejados de los que había cultivado en el grupo y se centró en la Garnacha y la crianza sobre lías cuando creó Arbayún, su último rosado procedente de viñedos en la Baja Montaña navarra, una etiqueta prometedora que la enfermedad de Chivite impidió consolidar.
Innovadores
Sí que tuvo una carrera plena y digna de cualquier novela de aventuras la única mujer de esta lista, Isabel Mijares, fallecida con 81 años el pasado febrero con una larga lista de logros a sus espaldas. Mujer en un mundo entonces mucho más marcado por la testosterona que décadas más tarde, Mijares fue enóloga pionera y primera mujer en presidir un Consejo Regulador vitivinícola en nuestro país. Fue alumna del mismísimo Émile Peynaud, miembro de la Real Academia de Gastronomía, catadora y presidenta de concursos internacionales de vinos, autora de libros y formadora, entre otras tareas. Compartió botellas con el mismísimo Cantinflas y siempre, en medio de la seriedad profesional, encontraba el sitio para el humor y la ironía. Le dio tiempo, afortunadamente, a recibir el galardón de los International Wine Challenge de 2023 a toda una vida, que recogió, como era habitual, con energía y una sonrisa en los labios.
Volviendo al Penedès, también nos dejó en junio de 2023 Carlos Esteva, considerado uno de los impulsores de una nueva mirada sobre la región. Desde Can Ràfols dels Caus, finca de su familia, supo introducir una forma diferente de enfocar la viticultura e implantó diversas variedades en la búsqueda de grandes vinos, algunos de los cuales han marcado hitos recientes en nuestra historia vinícola. Para él, tal como declaraba a la revista hermana Vinum hace más de 20 años, los vinos excepcionales tenían algo "que va más allá de lo que somos capaces de percibir con los ojos, la nariz y el paladar", por lo que entendía que había que "luchar por lo invisible", quizá la definición más sencilla y, a la vez, compleja, del vino de clase mundial. En su haber se cuenta el primer vino de guarda elaborado con Xarel·lo, la creación de un rosado longevo como el Gran Caus o las primeras experiencias con la entonces denostada Sumoll, antes de que el Consejo Regulador la admitiera en su catálogo. Sin duda, Esteva luchó por lo invisible durante toda su carrera.
También luchó por ese invisible en Rioja Alavesa Fernando Remírez de Ganuza, uno de los grandes innovadores de nuestra era. Inventor, creador, buscador y elaborador de incansable creatividad y talento que, tras actuar como intermediario en la compraventa de viñas y conocerse en profundidad el viñedo de la región, puso nombre propio a su proyecto bodeguero en 1989, comenzando una carrera ascendente que aún no se ha detenido, pese a que él ya no pueda verlo. Su semilla de perseguidor de la excelencia se ha instalado en una bodega que parte de viñedos excepcionales, con una mirada moderna llamada a ser, como ocurre con las buenas ideas, clásica. Supo hacer vinos distintos sin romper con la tradición y crear etiquetas tan admiradas como Erre Punto o Trasnocho. Fernando estuvo al pie del cañón todas y cada una de las vendimias de su bodega, pese a que en 2010 vendió el primer 50% y en 2019, el otro 50% a la familia Urtasun. Pero José Ramón Urtasun, hoy al frente de la bodega, supo tener en Fernando a un maestro del que absorber y aprender lo que significa el vino de excelencia en un territorio como Rioja Alavesa.
Heinz Hebeisen, la mirada de MiVino
El lenguaje de la imagen es soberano. Es capaz de transmitir estados de ánimo, texturas, olores y lo cotidiano de vidas lejanas. Pero, además, una cámara tiene la posibilidad de capturar el alma de las cosas cuando quien la dispara tiene una especial sensibilidad. Nuestro querido Heinz la tiene.
Hoy, brindamos por su contribución y por los 300 números que de alguna manera llevan su huella en forma de fotos, pero también de sabios consejos que animan y aportan perspectivas diferentes. Por cada imagen que nos ha regalado, por cada historia que ha contado con luz y sombra, y porque sepamos transmitir los mismos valores número tras número. Que su trabajo siga siendo inspiración y ejemplo de lo que ocurre cuando el arte y la pasión se encuentran. ¡Por la mirada que ha dado vida al vino! Antonio CandelasEste homenaje es un reconocimiento a su arte, pero también a su manera de ser. Su enfoque siempre justo y medido, su capacidad para equilibrar la tensión con tranquilidad y su empeño por elevar cada proyecto son valores que han marcado el rumbo de esta revista. Gracias a él, hemos visto más allá de lo evidente, explorando el vino desde perspectivas inesperadas que enriquecen nuestra comprensión y disfrute.
En este número tan especial, celebramos su legado de una manera extraordinaria: con la técnica de la clorotipia. Este antiguo proceso fotográfico transforma hojas vegetales en lienzos vivos gracias al milagro de la fotosíntesis. Sobre una hoja recién cortada, la luz del sol y la naturaleza obran su magia, creando imágenes únicas que, como su trayectoria, combinan precisión, paciencia y un toque de experimentación. Cada hoja utilizada en este proyecto es un testimonio de la creatividad sin límites que siempre ha guiado su labor.
A través de su objetivo, el vino ha adquirido nuevas dimensiones. Sus retratos de personalidades, sus paisajes de viñedos y bodegas, y su capacidad para encontrar la esencia en cada rincón nos han regalado un archivo único. Su estilo es reconocible: una mezcla de técnica impecable y sensibilidad artística que ha elevado la fotografía del vino a un arte reputado y esencial.
Su mirada, precisa y coherente, ha capturado lo intangible: el espíritu del vino, de quienes cultivan la viña y lo elaboran. En tan larga trayectoria ha habido momentos de todo, pero Hebeisen siempre ha sido un faro de referencia y punto de apoyo en los momentos complicados. Y, en tiempos de celebración, su alegría contenida, pero sincera, ha sido un reflejo de su férreo compromiso y su humildad. Más que un observador, ha sido un narrador visual que ha traducido en imágenes la complejidad y belleza del mundo vitivinícola.
En las entrañas de MiVino, que cumple el nada despreciable hito de haber publicado 300 números, hay personas que trascienden su labor y se convierten en pilares esenciales. Entre ellas destaca Heinz Hebeisen, quien, durante años, ha inmortalizado a través de su cámara el alma de esta pasión. No solo ha sido fotógrafo, sino también dinamizador y creador de un lenguaje visual que nos ha acompañado e inspirado en esta maravillosa travesía de vino.