- Antonio Candelas
- •
- 2025-03-08 00:00:00
Hemos viajado a Utiel-Requena para conocer de primera mano el daño provocado en las viñas de esta región por la dana del pasado 29 de octubre. Mientras que el paisaje afectado sobrecoge, la actitud de sus gentes es una lección de fortaleza que reconforta hasta la emoción. Sirva este texto de homenaje a su esfuerzo por recuperar el pulso a la vida.
El fenómeno meteorológico que desató una furia incontenible de la naturaleza aquel día, con lluvias torrenciales y la crecida indomable del río Magro a su paso por Utiel, arrastró viñedos enteros, arrancó sueños de raíz y cubrió de angustia a una Comunidad entera. Muchas parcelas quedaron sumergidas bajo un manto de agua y lodo que dañó irreversiblemente cepas centenarias que durante generaciones han sido testigos del esfuerzo y la pasión de los viticultores de la región.
Pero si algo caracteriza a quienes trabajan la tierra y cultivan la vid, es su espíritu inquebrantable. Frente a la desolación, no hubo espacio para el lamento eterno, sino para el trabajo, la esperanza y la determinación de reconstruir lo perdido. Porque, al igual que la vid, que es capaz de resistir sequías, heladas y vendavales, quienes la cultivan llevan en la sangre la resistencia, la valentía y la capacidad de renacer tras la adversidad.
Espíritu indomable
Las imágenes de los viñedos anegados por el agua fueron estremecedoras. Filas de cepas, antaño firmes y orgullosas, yacían sumergidas bajo el barro; sus raíces heridas, su futuro incierto. Sin embargo, quienes han dedicado su vida a la vid saben que no se rinde fácilmente. Con manos curtidas por el trabajo y corazones llenos de amor por su tierra, los viticultores no dudaron en iniciar la ardua y, por qué no decirlo, dolorosa tarea de recuperación.
Desde el C.R.D.O.P. Utiel-Requena se han unido esfuerzos para evaluar daños, diseñar estrategias de recuperación y garantizar que, a pesar del duro golpe, la calidad y el prestigio de sus vinos no se vean mermados. Bodegas y viticultores han implementado medidas para regenerar los suelos, fortalecer las plantas afectadas y mantener vivo el legado de generaciones.
El esfuerzo de recuperación no solo implica la reconstrucción de las viñas en la medida de lo posible, sino también un trabajo intenso para preservar las técnicas de cultivo que han pasado de generación en generación. En la comarca, la viticultura es una actividad económica fundamental, pero sobre todo es una herencia cultural profundamente arraigada. Como siempre ocurre en estos casos de zozobra, para revitalizar las cepas más afectadas los viticultores sacarán a relucir sus conocimientos ancestrales combinándolos con el saber actual para adaptarse mejor a futuros fenómenos climáticos extremos.
Vuelta a la normalidad
Como podéis imaginar, el tejido económico adyacente al vino, como la hostelería y proyectos enoturísticos de la región, también sufrieron un duro revés. Restaurantes y alojamientos que –especialmente en esta región– no se entienden sin el vino vieron sus establecimientos devastados por las inundaciones. Pero, lejos de hundirse en la desesperanza, los empresarios y trabajadores entendieron que la mejor forma de honrar su labor era reabrir sus puertas cuanto antes. Y lo consiguieron, vaya si lo consiguieron. En un acto de valentía casi sobrenatural, cada mesa que volvió a montarse o cada copa que volvió a llenarse de vino fue un símbolo de resistencia, de amor por una tradición que ni siquiera la peor tormenta se atreve a borrar.
La premisa fue clara: la mejor manera de sobreponerse es trabajando para recuperar la normalidad. La hostelería y el enoturismo, pilares fundamentales de la economía de Utiel-Requena, han demostrado que la unión y la determinación pueden transformar la adversidad en oportunidad. Los visitantes han vuelto atraídos no solo por la singularidad de un territorio y de sus vinos, sino por la historia de superación que ahora se cuenta en las bodegas y en cada copa servida. Un ejercicio de fraternidad tremendamente emocionante que ha aflorado de manera natural y que nos hace confiar en la humanidad.
Además, han surgido iniciativas de promoción y apoyo a los establecimientos afectados. Desde campañas en redes sociales hasta eventos solidarios, la sociedad ha mostrado su respaldo incondicional a estos espacios, conscientes de que forman parte esencial del tejido económico y cultural de la región. Algunas bodegas incluso han organizado catas benéficas cuyos fondos se han destinado a la reconstrucción de los negocios más perjudicados, demostrando una vez más que la solidaridad es uno de los valores fundamentales del sector.
Un patrimonio que une
Ante la tragedia, la sociedad valenciana respondió con un abrazo colectivo. Se entendió que el vino no es solo una bebida: es memoria, cultura, esfuerzo y orgullo. Desde el C.R.D.O.P. Utiel-Requena han destacado el inmenso apoyo recibido por parte de la sociedad civil: consumidores y asociaciones de toda índole que no dudaron en tender la mano para ayudar en la reconstrucción de un patrimonio que les pertenece a todos.
Un claro ejemplo de esta resiliencia y ganas de seguir adelante ha sido la celebración de la selección de vinos que representarán a la D.O.P. Utiel-Requena en los actos promocionales de 2025. Un evento que en cualquier otro año habría sido un acto casi rutinario para validar y elegir los vinos de calidad y prestigio, pero que este año ha significado mucho más. Ha sido un grito de resistencia, un recordatorio de que, aunque la naturaleza puede golpear con fuerza, el espíritu de quienes trabajan la vid es aún más fuerte. Por otro lado, todas las acciones formativas y de promoción que la D.O.P. Utiel-Requena desarrolla a lo largo del año están puestas en marcha como en cada ejercicio. Una señal más del convencimiento que les une para mirar al mañana.
La respuesta de la sociedad ha sido emocionante. Numerosos consumidores han optado por adquirir vinos de la región como muestra de apoyo, fortaleciendo así a los pequeños y medianos productores. Este gesto no solo ayuda a la recuperación económica, además refuerza la identidad cultural de un territorio que se define por su amor por la tierra y su inquebrantable voluntad de seguir adelante.
Esperanza en el futuro
Los expertos que se han desplazado a la zona dañada afirman que la recuperación de los viñedos afectados tomará tiempo, quizá años e incluso en algunos casos será difícil su recuperación, pero la semilla de la esperanza ya está sembrada. La resiliencia de la viña, su capacidad de adaptación y la pasión de quienes la trabajan han sido claves en este proceso. A través de estrategias de regeneración del suelo y el inquebrantable apoyo de la sociedad, en la D.O.P. Utiel-Requena están sentandas las bases para recuperar la mayor masa de viña afectada.
Este evento climático tan devastador será recordado como una prueba límite inimaginable, pero también como un capítulo de unidad y coraje. Porque igual que la vid se aferra a la tierra con raíces profundas, los hombres y mujeres de Utiel-Requena han demostrado que no hay tempestad capaz de arrancar su amor por el vino y la pasión por su tierra. Y así, con cada nueva cosecha, seguirán brindando al mundo lo mejor de ellos mismos: la historia de una región que, como la vid, nunca deja de renacer.
Hoy, sobre Utiel-Requena se abre una nueva luz, una claridad que ilumina los campos transformados por la tormenta y los llena de renovada esperanza. El paisaje ha cambiado, es cierto, pero con él también ha cambiado el alma de quienes lo habitan, reforzada por la determinación de seguir adelante. En el horizonte brilla un 2025 que traerá consigo vinos únicos, los de la añada 2024, impregnados de una historia que trasciende la vid y la copa. Serán vinos que fueron alumbrados, como cada año, por el esfuerzo y la perseverancia de manos curtidas por el trabajo y corazones encendidos por la pasión. Pero además llevarán una marca especial, intangible, sí, pero que nadie olvidará y que hablará del desafío que la naturaleza propuso al ser humano de esta región cuando se descorche una botella en cualquier lugar del mundo.
Esta añada será testigo de la lucha y el sacrificio, de la valentía de aquellos que, pese a la adversidad, decidieron confiar en la tierra y en su capacidad de dar frutos nuevamente. El aroma de estos vinos llevará consigo el eco del viento que sacudió las cepas y la calidez del sol que las vio renacer. Se podrá sentir el esfuerzo de quienes no se rindieron, de quienes volvieron a arar, a podar, a vendimiar con la misma pasión de siempre, pero con un nuevo significado, con la certeza de que cada gota de vino es un canto a la vida.
Si algo ha quedado claro tras esta catástrofe, es que la D.O.P. Utiel-Requena no solo ha resistido, sino que ha renacido con más fuerza. La historia de esta tierra es la historia de su gente: trabajadora, apasionada y resiliente. Y mientras haya viñedos que broten puntualmente cada primavera y copas que se alcen en brindis, el legado de Utiel-Requena seguirá vivo, eterno como sus raíces.
En las noches tranquilas, cuando el viento se desliza entre las hileras de viñedos y la luna baña con su luz las cepas recuperadas, se percibe una energía nueva, una promesa inquebrantable. Es el latido de una tierra que se resiste a rendirse, de una Comunidad que ha demostrado que las raíces profundas no solo pertenecen a la vid, sino también a sus gentes. Y así, a partir de ahora, con cada cosecha, se valorará si cabe con mayor cariño no solo el placer del buen vino, sino el triunfo de la perseverancia, la unión y la esperanza, que siguen floreciendo entre los campos de Utiel-Requena.