- Redacción
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- 2013-04-01 09:00:00
Tanto la arqueología como la documentación de todo tipo –desde la ciencia a la pura leyenda- coinciden en que la vid es uno de los cultivos más antiguos del mundo.
El tiempo y la importancia agrícola, social, cultural y económica han hecho que abunde el aprendizaje sobre su cultivo, tanto en la tradición oral heredada generación tras generación como en la investigación y la información escrita. En España solo se hace vino con la especie vitis vinifera que, en sus numerosísimas variedades -5.000 admitidas aunque hay 25.000 descritas-, tiene 38 cromosomas y un picogramo de ADN. Cada variedad tiene su calendario, tiempos de brote, floración, maduración, vendimia... siempre basados en la estacionalidad, de modo que el proceso se invierte en el hemisferio Norte con respecto al hemisferio Sur. Cuando aquí florece, casi en primavera, allí se está vendimiando, casi en otoño. Con esa salvedad, inauguramos esta sección para seguir el calendario de la viña que nos rodea, las labores del campo y de la bodega, mes a mes, paso a paso.
El nacimiento, el renacimiento anual
El año vital de la cepa, cuidadosamente podada en invierno, empieza cuando sube la temperatura. La savia asciende y brota por las heridas de las ramas: la planta llora como un bebé recién nacido. Al llegar a unos 10ºC brotan los pámpanos y el viticultor empieza a mirar al cielo rogando que no caiga una helada y congele esos tiernos brotes. Es el desborre: la planta empieza a crecer y así seguirá hasta verano, hasta que las uvas cambien de color. La dependencia del clima se ha paliado actualmente, al menos en parte, a base de sofisticados ventiladores gigantes y de sistemas de riego que sirven para distribuir los abonos y tratamientos fitosanitarios o, si es necesario, como socorro en verano.
Queda poco para mayo, el mes de la flores. Las diminutas flores de la vid son ramilletes blancos y con un aroma finísimo, el reclamo para que los insectos acudan a polinizarlas. Del éxito en su misión nacen los granos, más o menos abundantes, que compondrán los racimos.
La planta vegeta rápidamente y es el momento de la poda en verde o espergura, es decir, de eliminar los rebrotes para que la vegetación sea comedida y conducida. Es una labor manual y concienzuda para la que nada más hacen falta unas buenas tijeras de podar y nada menos que conocimiento, buen criterio, buena vista, cintura flexible y riñones incansables.
Controlar el suelo para conocer en cada momento su humedad y sus necesidades se hace hoy a base de sensores y monitores, más o menos sencillos o complejos, que dan al viticultor la pista de cuándo hay que restringir el agua en busca del estrés hídrico que mejora la planta y la calidad de la uva, así como de cuándo controlar las malas hierbas para equilibrar la competencia con la cepa. La información es fundamental, pero quien ha de interpretarla es el viticultor, que ha de decidir, por ejemplo, hasta cuándo aplicar tratamientos nutritivos a través de la hoja si el año anterior ha detectado carencia, o si es necesaria la prevención de ácaros, oidio, excoriosis... y cuáles son los tratamientos más eficaces.
La vid es una planta resistente y agradecida, tanto que incluso ciertas enfermedades, como la botrytis, consiguen transformarla en vinos exquisitos. Por eso, en compensación, merece cuidados, atenciones y mimos que en mayo convertirá en frutos.