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E l arroz es uno de los cultivos más antiguos y versátiles de la historia, y llegó a nuestro país de la mano de los árabes. Este menudo y nutritivo cereal habita en territorios húmedos y cálidos, como el Coto Arrocero de Calasparra (¡donde se cultiva desde el siglo XV!), en la vega de los ríos Segura y Mundo a su paso por Calasparra y Moratalla (Murcia) y Hellín (Albacete). El Arroz de Calasparra es de las pocas denominaciones de origen con presencia en dos comunidades autónomas, y fue, en 1986, el primer arroz del mundo en conseguir esta garantía de calidad. La originalidad de este alimento se debe a diferentes factores: el primero es el peculiar entorno en el que se cultiva, una zona montañosa y soleada entre 341 y 500 metros sobre el nivel del mar. Las aguas que la riegan son frescas y puras, y se renuevan constantemente a través de un sistema ancestral de terrazas. Además, el cultivo del arroz se alterna para proteger los suelos y permitir el mantenimiento de semillas tradicionales (de las variedades Bomba y Balilla x Sollana). Estas particularidades confieren al arroz de Calasparra unas características organolépticas únicas. La maduración del grano se alarga hasta un 30%, por eso su dureza es mayor. Y también tiene un rendimiento más alto: la deshidratación natural hace que absorba mayor cantidad de caldo (y sabor) durante la cocción. Méritos no le faltan para ser la estrella de platos regionales tan exquisitos como el arroz con conejo y caracoles o el caldero del Mar Menor. Los bellos arrozales de Calasparra no solo custodian un tesoro gastronómico de inmenso valor, también son muy importantes para la conservación de la diversidad biológica de la zona, refugio de nutrias, aves acuáticas y otras especies.