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Una rebanada de pan untada con mantequilla puede convertirse en el mayor placer del mundo. Sobre todo si esa mantequilla tiene más de cien años de tradición... ¡y una textura tan peculiar! Con D.O.P. propia desde 2004, la Mantequilla de Soria cuenta con varias características que la hacen única, determinadas por el clima, los pastos o la forma de elaboración. Nacida en el Valle del Tera (en la serranía norte, a una altitud muy elevada y con un clima extremo), se elabora con leche de vacas frisonas, pardo-alpinas o cruce de ambas, que se alimentan de los abundantes pastos de la zona, duros y secos, y con una flora muy especial. Esto influye en la composición de la grasa de la leche, "con una mejor proporción de ácidos grasos insaturados", como nos indican desde la D.O.P. Otro elemento característico de la Mantequilla de Soria es su forma de elaboración, dada por la tradición mantequera: "El método discontinuo emula el golpeteo en el tradicional manzadero [donde antiguamente se amasaba la nata ya fermentada para obtener la manteca], reproduciendo con la mayor fidelidad posible la elaboración tradicional". La particular forma de maduración (tipo y proporción de fermentos, etc.) y el acabado también son otros factores decisivos que repercuten en la textura y el sabor. Existen tres variedades amparadas por la D.O.P.: natural, salada y dulce. Esta última, vinculada a la tradición confitera de Soria, es "el emblema de la D.O.P.", y absolutamente distinta a otras mantequillas por su color (mucho más blanco), textura (más esponjosa y con huecos) y sabor ("se elabora batiendo la mantequilla natural con jarabe de azúcar" y su aroma recuerda al azúcar caramelizado). Su presentación también es muy atractiva y reconocible, con dibujos de la manga pastelera y unos adornos rosados.